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Traducción
de José M. Ramos González
DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
[Marzo
1884.]
Señor:
Le leo casi con entusiasmo. Usted adora las
verdades de la naturaleza y en ellas encuentra una poesía verdaderamente
inmensa, conmoviéndonos al mismo tiempo con los detalles de sentimientos tan
profundamente humanos que nos reconocemos en ellos y le amamos a usted con un
amor egoísta. ¡Es una frase! - Sea indulgente, el fondo es sincero. Es
evidente que me gustaría decirle cosas exquisitas e impresionantes, esto es
difícil así de pronto. Usted es tan notable que sueño, de manera muy
novelesca, con llegar a ser la confidente de su hermoso espíritu, si es que su
espíritu es bello. Si por el contrario no fuese así, yo lo lamentaría, en
primer lugar por usted, luego le calificaría de fabricante de literatura y se
acabó. Hace un año que estoy siempre a punto de escribirle pero... varias
veces he pensado que yo lo engrandecía y que no valía la pena. Hasta que de
repente, hace dos día, leí en Le Gaulois que alguien le había honrado
con una graciosa epístola y que solicitaba la dirección de esa amable persona
para responderle. Me he puesto de pronto celosa, sus méritos literarios me han
deslumbrado de nuevo y heme aquí.
Ahora escúcheme bien, yo permaneceré siempre en
el anonimato (es lo mejor) y no quiero incluso ni verle de lejos, su rostro
podría disgustarme ¿quién sabe? Sé solamente que es usted joven y que no
está casado, dos hechos tan esenciales como el azul del cielo.
No obstante, le advierto que soy encantadora;
esta dulce idea le animará a responderme. Me da la impresión que si fuera
hombre no querría mantener correspondencia al igual que si fuera una vieja
inglesa harapienta...aunque pensase como Miss Hastings.
R. G. D. Oficina de la Magdeleine.
A MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes,
calle del Redan, nº 1
Marzo, 1884
Señora,
Mi carta, seguramente, no será lo que usted
espera. Quiero en primer lugar agradecer sinceramente sus palabras para conmigo y sus amables cumplidos, tras lo que vamos a hablar como gente razonable.
¿Usted me pide ser mi confidente? ¿A cuento de
qué? Yo no la conozco. ¿Por qué tendría yo que decirle a una desconocida
cuyo espíritu, tendencias y demás podrían no concordar con mi temperamento
intelectual, lo que puedo decirles, de viva voz, en la intimidad a las mujeres
que son amigas mías? ¿Acaso no sería un acto de atolondramiento y de
inconsciencia?
¿Es el misterio lo que puede añadir encanto a
las relaciones epistolares?
¿Toda la dulzura de los afectos entre hombre y
mujer (entiéndanse afectos castos) no vienen acaso del placer de verse, y de
murmurar mirándose, y de encontrarse, imaginándose, cuando se escribe a la
amiga, los contornos de su rostro flotando entre vuestros ojos y el papel?
¿Cómo escribir cosas íntimas, lo más profundo
de uno, a una persona de la que se ignora su aspecto físico, el color de sus
cabellos, la sonrisa y la mirada?
¿Qué interés tendría en confiaros "esto
o aquello", sabiendo que eso no provocará en usted más que una imagen de
hechos poco interesantes, puesto que usted no me conoce?
Alude usted a una carta que he recibido
últimamente. Era un caballero que me pedía un consejo. Eso es todo.
Volviendo a las cartas de las desconocidas, he
recibido en los últimos dos años unas cincuenta o sesenta. ¿Cómo elegir
entre todas estas mujeres a la confidente de mi alma como usted dice?
Cuando ellas quieren mostrarse y darse a conocer como en el mundo de los
sencillos burgueses, pueden establecerse unas relaciones de amistad y de
confianza; si no es así ¿ por qué rechazar a las amigas encantadoras que uno
conoce, por otra que quizás sea encantadora, pero desconocida, es decir que
puede ser desagradable, bien a nuestros ojos, bien a nuestro pensamiento? Todo
esto no es muy galante, ¿verdad? Pero si me arrojo a sus pies, ¿podría usted
creerme fiel a mis afectos morales?
Perdóneme, señora, estos razonamientos de
hombre más pragmático que poético, y considéreme agradecido y abnegado.
GUY
DE MAUPASSANT
Perdón por las tachaduras de mi carta, no puedo escribir sin hacerlo y no tengo
tiempo de copiarla.
DE MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Marzo
1884
Su carta, señor, no me sorprende y no esperaba todo esto que usted parece
creer.
En primer lugar yo no le he solicitado ser su
confidente, sería demasiado simple, y si tiene tiempo para releer mi carta,
podrá comprobar que no captó de entrada, el tono irónico e irreverente que yo
empleé al respecto.
Me indica usted también el sexo de su otro
corresponsal, le agradezco que me tranquilice, pero mis celos eran totalmente
espirituales, por lo que me importa poco.
¿Responderme a unas confidencias, sería el acto
de un atolondrado, teniendo en cuenta que usted no me conoce?... ¿Sería abusar
de su sensibilidad, señor, aprender de usted a quemarropa la muerte del rey
Enrique IV?
Responder a unas confidencias, puesto que usted
ha interpretado que yo se lo solicitaba, a vuelta de correo, sería burlarse
espiritualmente de mí y si yo hubiera estado en vuestro lugar, lo habría
hecho, pues estoy alguna vez muy alegre estando a menudo bastante triste como
para soñar el desahogarme por carta con un filósofo desconocido y para
compartir sus impresiones sobre el Carnaval. Completamente y profundamente
sentí esa historia, dos columnas que releí tres veces, pero en venganza, tuve
que soportar la cantinela de la vieja madre que se venga de los Prusianos1!
Con respecto al encanto que el misterio puede
agregar, todo depende de los gustos... Que ello no le divierta, ¡está bien!,
pero a mí me divierte con locura, se lo confieso sinceramente del mismo modo
que la alegría infantil que me ha producido su carta, tal cual.
Por lo demás, si esto no le divierte, es
porque ni una sola de sus corresponsales ha debido interesarle, eso es todo, y
si yo tampoco he sabido tocar la nota justa, soy demasiado razonable como para
guardarle rencor por ello.
¿Nada más que 60? Yo le había creído más
obsesivo... ¿Ha respondido usted a todas? Mi temperamento intelectual puede no
convenirle... Usted sería muy difícil... en fin, me imagino que le conozco (es
el resto del efecto que los novelistas producen en las mujercitas un poco tontas).
Por tanto usted debe tener razón.
Como yo le escribo con la más grande sencillez
(por encima del sentimiento además indicado), puede que tenga el aire de una
joven sentimental o incluso de una buscadora de aventura...Esto sería una
contrariedad.
No se disculpe entonces de su falta de poesía,
galantería, etc.
Decididamente mi carta era aburrida.
¿Dejaremos esto así, para mi muy gran pesar? A
lo mejor se me ocurre algún día demostrarle que no merecía el número 61.
En cuanto a sus razonamientos, son buenos pero parten de falsedades. Yo le
perdono entonces e incluso las tachaduras y la vieja y los prusianos! ¡¡¡ Sea
feliz!!!
Sin embargo, si lo único que se necesita es una
descripción, para así atraer hacia mí las virtudes de su anciana alma sin
olfato, yo podría decirle por ejemplo: cabellos rubios, talla media. Nacida
entre el año 1812 y el año 1863. Y en el aspecto moral...No, daría la
impresión de estar jactándome, y usted descubriría enseguida que soy de
Marsella.2
PD.- Perdóneme las manchas y las tachaduras, etc, pero ya la he reescrito tres
veces.
1
Se refiere al cuento de Maupassant "La mére Sauvage"
2 Los habitantes de Marsella tienen fama de ser exagerados.
A
MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes,
calle del Redan, nº 1
Marzo 1884
Sí, señora, ¡una segunda carta!. Es asombroso. Abrigo quizás el vago deseo
de decirle algunas impertinencias. Me está permitido puesto que no la conozco;
pero no, le escribo porque me aburro abominablemente!
Me reprocha usted el haber hecho la misma
canción repetida con la anciana y los prusianos, pero todo es una vieja
canción. No hago más que eso; no entiendo más que eso. Todas las ideas, todas
las frases, todas las discusiones, todas las creencias son estribillos de la
misma canción.
¿No es acaso una cantinela grande y pueril
escribirle a una desconocida?
Para resumir, interiormente soy un tonto. Usted
me conoce más o menos. Sabe lo que hago y a quién se dirige; se dice esto o
aquello sobre mi, bueno o malo: poco importa. Aun cuando usted no conozca a
persona alguna entre mis relaciones que son amplias, usted ha leído artículos
de periódicos sobre mí, mi retrato físico y retrato moral; en fín usted se
divierte muy segura de lo que hace. ¿Pero y yo?
¿Puede usted ser, ciertamente, una joven mujer y
encantadora con lo que me haría feliz, algún día, besar su mano?
¿Pero usted puede ser también una vieja portera
embobada con novelas de Eugene Sue?
¿Puede usted ser una dama de compañía letrada,
madura y seca como una escoba?
Por cierto, ¿es usted delgada? No demasiado,
¿verdad? Estaría desolado teniendo una corresponsal flaca. Desconfío de todo
con las desconocidas.
He caído en trampas ridículas. Un pensionado de
señoritas ha mantenido conmigo una correspondencia por la pluma de una maestra.
Se pasaban mis respuestas de mano en mano durante las clases. La estratagema era
divertida y me hizo reír cuando lo supe por la propia mujer.
¿Es usted una mundana? ¿Una sentimental? ¿O
simplemente una novelera? O aún sencillamente una mujer que se aburre - y que
se distrae. Pero, mire usted, yo no soy en absoluto el hombre que usted busca.
No tengo ni un ápice de poesía. Tomo todo con
indiferencia y paso los dos tercios de mi tiempo aburriéndome profundamente.
Ocupo el tercio restante en escribir unas líneas que vendo lo más caro
posible, lamentando el estar obligado a realizar ese trabajo abominable que me
ha valido el honor de ser distinguido - moralmente - por usted.
-Aquí tiene unas confidencias - ¿Qué dice
usted, señora? Debe encontrarme muy descarado, perdóneme. Me da la impresión,
mientras le escribo, que camino por un subterráneo negro con el temor de tener
un agujero ante mis pies. Y doy golpes de bastón al azar para tantear el suelo.
¿Cuál es su perfume?
¿Es usted golosa?
¿Cómo es su oreja?
¿Y el color de sus ojos?
¿Le gusta la música?
No le pregunto si es usted casada. Si lo es, me
contestará que no. Si no lo es, me contestará que sí.
Beso su mano señora.
GUY DE MAUPASSANT
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Marzo
de 1884
¡Usted se aburre abominablemente! ¡Ah, que cruel !. Que este sea el motivo al
que yo deba el honor ... que, por otro lado, llegado un momento propicio, me ha
encantado.
Es cierto que me divierto, pero no lo es que le
conozca tanto; le juro que desconozco su color de piel y sus medidas y que, como
hombre, no le he entrevisto más que en las líneas con las que usted me
gratifica y aún a través de su malicia y pose.
En fin, para un pesado naturalista usted no es
brutal y mi respuesta sería un mundo si yo no me recatara por amor propio. No
hace falta dejarle creer que todo mi enfado ya pasó.
Tenemos primeramente que eliminar las cantinelas,
si usted lo desea, lo que será un poco largo pues usted me ha colmado, ¿sabe?.
Tiene usted razón... a grosso modo.
Pero el arte consiste justamente en hacernos
engullir las cantinelas en nuestro encanto eterno como lo hace la naturaleza con
su eterno sol y su vieja tierra, y sus hombres creados todos sobre el mismo
patrón y animados con los mismos sentimientos... Pero.... están también los
músicos que no tienen más que algunos sonidos y los pintores que no tienen
más que algunos colores... Del resto, usted lo sabe mejor que yo y usted quiere
hacerme posar. Como no entonces, demasiado honrada...
¡Cantinela, así es! La madre y los prusianos en
literatura y Juana de Arco en pintura.
Ahora bien, es evidente que como relato semanal
es aún bastante bueno .... ¡Y esas otras cantinelas sobre su tan lamentable
oficio! Usted me toma por una burguesa que le considera un poeta y busca
iluminarme. George Sand ya ha sido alabado por escribir por dinero y el
laborioso Flaubert ha gemido sobre sus penas extremas. El mal que es dado se
siente. Balzac nunca se quejaba de ello, y el está siempre entusiasmado con lo
que iba a hacer. En cuanto a Montesquieu, si se me permite expresarlo así, su
gusto por el estudio fue tan vivo que eso fue la fuente de su gloria, fue
también el motivo de su felicidad, como diría la maestra de su fantástico
pensionado.
Esto de vender caro, está muy bien, pues no ha
habido jamás gloria verdaderamente deslumbrante sin oro, como dijo el judío
Baahron, contemporáneo de Job (fragmentos conservados por el sabio Spitzbube,
de Berlin). Por lo demás todo gana estando bien flanqueado, la belleza, el
genio e incluso la fe. Dios no ha venido en persona a explicar a su servidor
Moisés los ornamentos de su arca, recomendando que los querubines que debían
flaquearla fuesen de oro y de un trabajo exquisito.
Así que usted se aburre y todo se lo toma con
indiferencia, y no tiene un ápice de poesía ... ¡Si cree usted asustarme!
Lo veo desde aquí: Debe usted tener un grueso
abdomen, un chaleco demasiado corto, de una tela indefinida y con el último
botón desabrochado. Pues me interesa usted igual. Lo único que no comprendo es
como usted puede aburrirse; yo, me siento a veces triste, desanimada o rabiosa,
pero aburrirme... nunca...nunca.
¿No es usted no es el hombre que busco? ¡Que
lástima! (he aquí a la portera)... Usted sería muy amable indicándome como
es aquél.
Yo no busco a nadie, señor, y considero que los
hombres solo han de ser accesorios para mujeres fuertes (la madura mujer seca)
Finalmente, voy a contestar a sus preguntas y con
una gran sinceridad, pues no me gusta jugar con la ingenuidad de un hombre
genial que, después de cenar, se queda dormido fumando un cigarro.
¿Delgada? ¡Oh, no! Pero tampoco gorda.
¿Mundana, sentimental, novelera? ¿Cómo lo entiende usted? Me parece que hay
lugar para todo esto en un mismo individuo, todo depende del momento, de la
ocasión, de las circunstancias. Yo soy oportunista y sobre todo victima de los
contagios morales: así que puedo llegar a ser tan poco poética como usted.
¿Mi perfume? El de la virtud. Vulgar nunca.
Golosa, sí, o exigente más bien.
La oreja es pequeña, poco regular, pero bonita, los ojos grises. Sí, me gusta
la música pero no soy pianista como debe ser su maestra. Si no estuviese
casada, ¿podría leer sus abominables libros?
¿Está usted satisfecho de mi docilidad? Si lo está, desabróchese otro
botón, y piense en mí mientras cae el crepúsculo... Si no... tanto mejor, yo
me encuentro aquí mucho mejor, intercambiando sus falsas confidencias.
¿Podría preguntarle cuales son sus músicos y
pintores favoritos?
¿Y si yo fuera un hombre?
[Esta carta va con un boceto representando a un hombre gordo, adormecido en su
butaca, bajo una palmera al borde del mar. Delante de él, una mesa, una jarra
de cerveza y un puro.]
A
MARIE BASHKIRTSEFF
Cannes,
3 de abril de 1884
Señora, vengo de pasar quince días en Paris, y como había dejado en Cannes
las indicaciones cabalísticas para hacerle llegar mis cartas, no he podido
responderle antes.
Sepa pues, señora, que ¡me ha alarmado
bruscamente! Usted me propina golpe tras golpe sin prevenirme, ¡G. Sand,
Flaubert, Balzac, Montesquieu, el judío Baahron, Jot y el sabio Spitzbube de
Berlin, y Moisés!
¡Oh! ahora sé quién es usted, bonito disfraz,
usted es un profesor de primero de bachillerato en el Instituto Louis-le-Grand.
Confieso que lo sospechaba, pues su papel tiene un vago aroma de rapé. Entonces
dejaré de ser galante (¿lo habré sido?) y voy a tratarle como a un
universitario, es decir como a un enemigo. ¡Ah! Viejo zorro, viejo maestro,
viejo roedor de latines, ¿así que quiso hacerse pasar por una linda mujer? ¡Y
usted va a enviarme sus ensayos, un manuscrito sobre Arte o Naturaleza, para
presentarlo en alguna revista y comentarlo en algún artículo!
Que suerte que no le haya informado de mi regreso
a Paris; habría visto llegar a mi casa, una mañana, a un anciano que habría
depositado su sombrero en el suelo para sacar de su bolsillo un rollo de papel
atado con una cuerda. Y me habría dicho "Señor, yo soy la dama que...
"
Y bien, señor profesor, voy mientras tanto a
responder a algunas de sus preguntas. Comienzo por agradecerle unos detalles
benevolentes que usted me ha dado sobre su físico y sobre sus gustos. Le
agradezco igualmente la descripción que usted ha hecho de mí. Ha fortalecido
mi fe. Le indico algunos errores:
1º Menos vientre.
2º No fumo nunca.
3º No bebo ni cerveza, ni vino, ni licores. Nada
más que agua.
Así pues, la beatitud frente a una jarra no es
mi pose predilecta.
Yo suelo sentarme al estilo oriental en mi
diván. ¿Usted me pregunta cual es mi pintor favorito entre los modernos?
Millet.
¿Si me gusta la música? ¡Me horroriza la
música!
Prefiero en realidad una hermosa mujer a todas
las artes. Pongo una buena cena, la verdadera cena, una cena exquisita, casi en
el mismo puesto que una mujer bonita... He aquí mi profesión de fe, señor
profesor.
Soy de la opinión que cuando se tiene una buena
pasión, una pasión capital, es necesario dejarle todo el lugar, sacrificar
todas las otras, eso es lo que yo hago.
Yo tenía dos pasiones. Tenía que sacrificar una
- Tengo un poco sacrificada la glotonería. Me he vuelto sobrio como un camello,
pero más difícil el no saber que comer.
¿Quiere usted un detalle más?. Me apasionan los
ejercicios violentos. He apostado grandes sumas de dinero como remero, como
nadador y como corredor.
Ahora que le he contado todas estas confidencias,
señor profesor, hábleme de usted, de su esposa, pues usted está casado, de
sus hijos. ¿Tiene una hija? Si es así piense en mí, se lo ruego.
Ruego al divino Homero que pida para usted al
Dios que usted adora toda la felicidad de la tierra.
GUY DE MAUPASSANT
Regreso a París dentro de algunos días, calle Dulong, nº 83
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Abril
de 1884
¡Infortunado Zolista! ¡Pero que maravilla! Si el Cielo fuese justo, usted
compartiría mi opinión . Me da la impresión de que no es solamente muy
divertido, y que podría haber allí unos goces delicados, unas cosas
verdaderamente interesantes, si solamente se fuese absolutamente sincero. Pues
al fin y al cabo ¿cuál es el amigo, hombre o mujer, con el cual no se tiene
ninguna reserva o ningún miramiento? ¡Mientras tanto unos seres abstractos!
¡No ser de ningún país, de ningún mundo, ser verdadero! Se podría llegar a
unas largas expresiones shakesperianas...
Pero ya basta de bromas como esta. Puesto que
usted sabe todo, no le ocultaré nada. Sí, señor, yo tengo el honor de ser
profesor y voy a probárselo con ocho páginas de amonestaciones...
Demasiado astuto para llevar unos
manuscritos con unos ostensibles cordeles, le haré saborear mis doctrinas a
pequeñas dosis.
He aprovechado, señor, el ocio de la semana
santa para releer sus obras completas...Es usted rudo, indiscutiblemente. Nunca
le había leído en bloque y de una vez, así que la impresión que siento está
fresca.
Usted tiene con que poner al revés a todos mis
alumnos y perturbar a todos los conventos de la cristiandad
En cuanto a mí que no soy del todo púdico,
estoy confundido, sí, señor, confundido por esta tensión de su espíritu
hacia el sentimiento que el señor Alexandre Dumas hijo denomina el Amor. Esto
se convertirá en una monomanía y sería lamentable pues usted está ricamente
dotado y sus relatos rurales están bien construidos.
Se muy bien que usted ha escrito Una vida
y que ese libro esta impregnado de un gran sentimiento de disgusto, de tristeza,
de desaliento. Ese sentimiento, que hace perdonar muchas cosas, aparece de vez
en cuando en sus escritos e incita a creer que usted es un ser superior que
sufre con la vida. Eso es a lo que uno le rompe el corazón. Pero ese gimoteo,
pienso yo, no es más que un reflejo de Flaubert.
En resumen, nosotros somos unos valientes
pánfilos y usted un buen bromista (¿lo ve? la ventaja de no conocerse) con su
soledad y sus seres de largos cabellos... El Amor, es todavía esa palabra que
impacta a todo el mundo. ¡Oh! Gil Blas ¿donde estas? Fue acabando de leer uno
de sus artículos en ese periódico cuando leí El ataque del molino1.
Me pareció entrar en un magnífico bosque de fragancias y donde los pájaros
cantan "Jamás una paz tan larga, había descendido sobre un rincón más
feliz de naturaleza" Esta frase magistral recuerda a algunas de las famosas
medidas del último acto de El Africano.
Usted aborrece la música, ¿Será posible?
Habrá usted juzgado la música erudita. En
fin... por fortuna su libro no está todavía terminado, el libro donde habrá
una mujer, sí, señor, una mujer y no ejercicios violentos. Llegando primero en
una carrera, usted no será diferente de un caballo, y, algún noble que sea
este animal, será un jovencito.
Permita a un viejo latinista que os recomiende el
pasaje donde Salluste dice: Omnis homines qui sese student præstari,
etc., etc. Procuraré también convencer a mi hija Anastasía, no se sabe, para
que se presente ante usted, es posible...
¡La buena mesa, las mujeres! Pero mi joven
amigo, cuidado, esto se está volviendo una juerga y mi condición de profesor
debería prohibirme seguirle a usted en este terreno candente.
¿Nada de música, nada de tabaco? ¡Diablos!
Millet está bien, pero usted dice Millet como el
burgués dice Rafael.
Yo le aconsejo que vea a un pequeño moderno que
se llama Bastien Lepage. Vaya a la calle de Sèze.
¿Qué edad tiene usted exactamente?
¿Es cierto que pretende preferir las mujeres
hermosas a todas las artes?
Usted se burla de mi.
Perdone la incoherencia de este párrafo y no me
deje mucho tiempo sin su respuesta.
Y ahora, inmenso devorador de mujeres, le
deseo... y quedo de usted con santo terror, su abnegado servidor.
SAVANTIN,
JOSEPH
1 Cuento de Zola en la antología Las
veladas de Médan, donde apareció publicado también Bola de sebo
A
MARIE BASHKIRTSEFF
Calle
Dulong, nº 83
Abril 1884
Mi querido Joseph, la moral de su carta es esta ¿no es así?. Puesto que no nos
conocemos en absoluto, no nos molestamos en estar el uno enfrente del otro y
hablarnos francamente como dos compadres.
Sea; voy incluso a darle el ejemplo de un
abandono completo. A estas alturas bien podíamos ya tutearnos ¿no crees?. Así
que te voy a tutear y si no te gusta, ¡jolín!
Te remito a Victor Hugo quién te llamaría.:
"Querido poeta".
Sabes que para ser un maestro al que se le han
encomendado inocentes jóvenes, me dices unas cosas bastante licenciosas. ¿Qué
tu no eres del todo púdico? Ni en tus lecturas, ni en tus escritos, ni en tus
palabras, ni en tus acciones, ¿eh?. Lo sospechaba.
Crees que algo puede divertirme. ¿Y que me burlo
del público? Mi pobre Joseph, no hay bajo el sol un hombre que se aburra más
que yo. Nada me parece que valga la pena de un esfuerzo o la fatiga de un
movimiento. Me aburro sin tregua, sin descanso y sin esperanza, porque no deseo
nada, no espero nada, cuantos llantos por cosas que yo no puedo cambiar, espero
no estar chocheando. Así que para ser francos el uno con el otro, te advierto
que esta es mi última carta porque estoy empezando a cansarme.
¿Por qué razón he de continuar escribiéndote?
Esto no me divierte, no me procurará nada agradable de aquí en adelante.
¿Entonces?
No tengo ganas de conocerte. Estoy seguro de que
eres feo, y puede que que te haya enviado demasiados autógrafos como este.
¿Sabes que valen de 10 a 20 céntimos, la unidad, según el contenido?. Tu
tendrás al menos de diez a veinte. ¡Que suerte!
Luego creo que voy a dejar París, aquí me
aburro decididamente más todavía que en otros lugares. Voy a ir a Étretat,
para variar, y aprovechar allí para encontrarme solo.
Me gusta inmoderadamente estar solo. De este modo
al menos me aburro sin tener que hablar.
Me preguntas que edad tengo. Habiendo nacido el 5
de agosto de 1850, todavía no tengo 34 años. ¿Estás contento? ¿Vas a
pedirme mi fotografía ahora?. Te advierto que no te la enviaré.
Sí, me gustan las mujeres bonitas, pero hay
días que me disgustan profundamente.
Adiós, mi viejo Joseph, nuestro conocimiento habrá
sido incompleto y corto. ¿Qué se va a hacer? Puede ser mejor que ignoremos
nuestras cartas.
Dame tu mano que yo la estrecharé cordialmente
enviándote un último saludo.
GUY DE MAUPASSANT
Ahora puedes dar referencias serias sobre mí a
los que te pregunten. Gracias al misterio, estoy liberado.
¡Adios, Joseph!
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Su carta huele demasiado bien. No había necesidad de tanto perfume para
sofocarme. Asi pues, eso es todo lo que se le ocurre para contestarle a una
mujer, culpable a lo sumo de imprudencia... ¡Muy bonito!
Sin duda Joseph no tiene toda la razón, por eso
mismo es por lo que está tan ofendido. Pero él tenía la cabeza rebosante de
todas las... ligerezas de sus libros como un estribillo del que no se puede
desprender.
Por tanto yo se lo reprocho severamente, pues hay
que estar seguro de la cortesía de su adversario antes de someterle unas burlas
como las suyas.
Usted habría podido, me parece, humillarme con
más estilo.
Ahora le diré una cosa increíble y sobre todo
que usted no creerá nunca y que surgiendo después, probablemente no tenga más
que un valor histórico. Pues bien, es que yo también ya he tenido bastante. A
su quinta carta ya estoy fría1...hasta la saciedad.
¿Qué por que le escrito? Una se despierta un
día pensando ser una persona rara rodeada de imbéciles. Nos quejamos de tantas
perlas cuando hay tanta basura.
¿Y si le escribiera a un hombre célebre, a un
hombre digno de comprenderme? Sería encantador, novelesco y ¿quién sabe?, al
cabo de unas cuantas cartas, terminaría siendo un amigo, conquistado en
circunstancias poco comunes... Entonces una se pregunta ¿a quién? Y le elegí
a usted...
Para pareja de corresponsal no son necesarias
más que dos condiciones. La primera es una admiración sin límites hacia el
desconocido. De la admiración sin límites nace una corriente de empatía que
le hace decir a una cosas que infaliblemente tocan e interesan al hombre
celebre.
Ninguna de estas condiciones se da. Yo le he
elegido con la esperanza de admirarle sin límites más adelante. Pues, como yo
pensaba, usted es muy joven relativamente.
Le he escrito entonces con la cabeza fría y he
acabado por decirle unas inconveniencias e incluso cosas desagradables
admitiendo que le hayan hecho daño sin darme cuenta. A estas alturas, como
dice, bien puedo confesarle que su carta infame me ha hecho pasar un muy mal
día.
Me siento lastimada, como si la ofensa hubiese
sido real. Es absurdo.
Adiós, con gusto.
Si usted las conserva todavía, envíeme mis
cartas; en cuanto a las suyas yo ya las he vendido, en América, a un precio
desorbitado.
1 De hecho, Maupassant, no había enviado más que cuatro cartas.
A
MARIE BASHKIRTSEFF
La
Guillette, Étretat.
[Abril 1884.]
Señora, ¿tanto la he herido? No lo niegue. Me encanta. Y le pido disculpas muy
humildemente.
¿Me pregunta que es esto? Ella me ha escrito de
entrada una carta sentimental, una carta soñadora, exaltada. Es una pose
frecuente en las jóvenes, ¿es una joven? Muchas desconocidas son jóvenes.
Entonces, señora, yo he respondido en un tono
escéptico. Usted ha sido más rápida que yo y su penúltima carta contenía
unas cosas extrañas. No podía saber más que en otras ocasiones, de que
naturaleza podía usted ser. Siempre me preguntaba a mí mismo: ¿Es una mujer
disfrazada que se divierte o una simple mundana?
¿Sabe usted cuál es la mejor manera de
reconocer a las mujeres del gran mundo en el baile de disfraces de la Opera? Se
le hace cosquillas. Las mujeres de pueblo están acostumbradas ya a ello y lo
único que dicen es "Deje ya". Las otras se enojan. Yo la he
pellizcado a usted de una manera muy conveniente, lo confieso y usted se ha
enojado... Ahora le pido perdon, tanto más teniendo en cuenta que una frase de
su carta me ha apenado mucho. "Usted dice que mi respuesta infame (no es
infame lo que me ha dañado) le ha hecho pasar un mal día"
Busque, señora, las razones sutiles que han
podido afligirme tanto con la idea de haber hecho pasar un mal día a una mujer
que no conozco.
Créame, señora, que no soy ni tan bruto, ni tan
escéptico, ni tan incorrecto como le he parecido. Pero a pesar de mi mismo,
siento una gran desconfianza ante el misterio, lo desconocido y las
desconocidas.
¿Como puede pretender usted que yo diga algo
sincero a la persona X... que me ha escrito anónimamente, que quizás sea un
enemigo (los tengo) o un simple bromista? Me pongo una máscara con las personas
enmascaradas. Es algo legítimo. Sin embargo, acabo de ver gracias a un ardid,
un pedacito de su naturaleza.
De nuevo discúlpeme.
Beso la mano desconocida que me ha escrito.
Sus cartas, señora, están a su disposición,
pero yo no las entregaré mas que en sus manos. ¡Ah! Y haré para ello el viaje
hasta París
GUY DE MAUPASSANT
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Abril de 1884
Escribiéndole
de nuevo, me rebajo ante usted.
Pero me da lo mismo dado que lo hago para vengarme. ¡Oh! no podría contaros el
efecto producido por su ardid para reconocer mi naturaleza.
Tenía mucho miedo de recoger el correo, imaginándome cosas fantásticas. Este
hombre debía cerrar la correspondencia por...Confundí su modestia. Y pensando
en ello me esperaba de todo para no estar enfadada. Ha sido incluso mucho más
agradable.
Ante los acariciadores acentos de un noble arrepentimiento.
¿Es necesario señalar que ya no le odio?
A menos que sea otra estratagema: halagada de ser tomada por una mujer de mundo,
mantendré esa pose, después de haber provocado un documento humano del que me
siento alegre de responder.
¿Le parece entonces que sigo disgustada? Esto no puede ser una prueba
concluyente, querido señor.
En fin, ¡adiós! Deseo perdonar si usted insiste, porque estoy enferma, y, como
eso no me ocurre nunca, me deja enternecida conmigo misma, con todo el mundo,
con usted que ha encontrado la manera de ser tan profundamente desagradable.
Pienso que esto será de su agrado.
¿Cómo demostrarle que no soy ni un bromista ni un enemigo?...
También es imposible jurarle que estamos hechos para comprendernos. Usted no
vale tanto como yo. Lo siento. Nada me sería más agradable que reconocer todas
las superioridades en usted, o en otro...
Por tener qué apostar. Su último artículo era interesante y quisiera incluso,
a propósito de las muchachas, preguntarle algo. Pero...
...........................................
Ya ve, una pequeña bobada delicada de su carta me hace soñar. Usted ha estado
afligido de haberme apenado. Esto es tonto o encantador, demasiado encantador.
Usted puede burlarse de mí, que yo me burlo. Sí, usted ha tenido un rasgo de
romanticismo a lo Stendhal, pero quede tranquilo que no morirá aún por esta vez.
Buenas noches.
A
MARIE BASHKIRTSEFF
calle
Dulong., nº 83
[Fin abril 1884.]
Señora,
Vengo de pasar unos diez días en el mar, y por
eso no le he podido responder antes. Me encuentro en París por algunas semanas,
antes de alejarme de aquí durante el verano.
Decididamente, Señora, usted no está contenta y
me declara, mostrándome su malestar, que yo soy inferior.
¡Oh, señora, si usted me conociese!, sabría
que no tengo ninguna pretensión en lo relativo al valor moral, o del valor
artístico. En el fondo, me burlo tanto del uno como del otro.
Todo me es casi igual en la vida, hombres,
mujeres y acontecimientos. Esa es mi auténtica profesión de fe, y añado,
aunque usted no me crea, que no me soporto más a mi que a otros. Todo se
desdibuja en aburrimiento, broma y miseria.
Usted dice que se rebaja ante mí escribiéndome
todavía, ¿por qué? Usted ha tenido la extraña valentía de confesarme que
había sido lastimada por mi carta, y de admitirlo de un modo irritado, simple,
franco y encantador, que me ha llegado hondo y me ha emocionado.
Yo le he pedido mis excusas exponiéndole mis
razones.
Usted me ha respondido todavía muy amablemente,
sin ceder, mostrando su benevolencia casi mezclada con cólera. ¡Nada más
natural!
¡Oh! se bien que le voy a inspirar una gran
desconfianza. Tanto mejor, usted no quiere que nos veamos. Se sabe más cosas
sobre alguien escuchándole hablar cinco minutos que escribiéndole durante diez
años.
Como es posible que usted no conozca a ninguna
persona que yo conozco, pues mientras me encuentro en Paris, voy todas las
noches a disfrutarlo. Usted me diría de ir tal día a tal casa ,yo iría. Si le
pareciese demasiado desagradable, usted podría decidir no darse a conocer.
Pero no se haga ilusiones sobre mi persona.
No soy ni guapo, ni elegante, ni singular. Esto,
además, debe darle a usted igual..
¿Acude usted a los ambientes orleanista,
bonapartista o republicano?
Yo conozco los tres.
¿Desea usted que me deje ver en un museo, en una
iglesia o en una calle?
Es ese caso, yo pondría unas condiciones para
estar seguro de no ir a esperar a una mujer que no vaya a acudir. ¿Qué diría
usted de una noche en el teatro sin que usted se de a conocer, si le parece?
Yo le diría el número de mi palco donde
estaría con unos amigos. Usted no me diría el del suyo. Y usted podría
escribirme al día siguiente "Adiós señor", ¿no soy acaso más
magnánimo que los guardas franceses en Fontenoy?
Beso sus manos, señora.
GUY DE MAUPASSANT
En el Nuevo diario inédito de Marie Bashkirtseff, se encuentran
las siguientes lineas:
Domingo, 15 de abril.
Quedo en casa para responder al desconocido,
es decir que soy yo quien soy una desconocida para él. Ya me ha respondido tres
veces. No es un Balzac que se adora completamente. Ahora yo lamento no haberme
dirigido a Zola, sinó a su lugarteniente que tiene talento y mucho. Es, entre
los jóvenes, el que más me ha gustado. Me levanté una buena mañana, con el
deseo de hacer apreciar por un conocedor las hermosas cosas que sé decir; he
buscado y lo he elegido a él.
Viernes 18
Como había previsto, todo ha acabado entre mi
escritor y yo. Su cuarta carta est grosera y ordinaria...
Miércoles 23
Rosalie me ha traído del correo una carta de Guy
de Maupassant. La quinta es la mejor. No estamos pues más enfadados. Y
después él ha escrito en Le Gaulois un artículo encantador. Me siendo
seducida. ¡Es tan divertido! Este hombre que no conozco, ocupa todos mis
pensamientos. ¿Piensa él en mí? ¿Por qué me escribe?
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
14
de junio de 1884
Al señor Guy de Maupassant.
Comprendo su desconfianza. Es poco probable que
una mujer como es debido, joven y bonita, se divierta escribiéndole. ¿Es eso?.
Pero señor... Vamos, iba a olvidar que esto acabó entre
nosotros.
Creo que
usted se equivoca. Estoy todavía en condiciones de decírselo pues voy a dejar
de ser interesante, si es que lo he sido alguna vez. Verá usted como.
Me pongo en su lugar: "Una desconocida
aparece en el horizonte, si la aventura es fácil ella me repugna; si no hay
nada que hacer, ella es inútil y me aburre".
No tengo la dicha de estar entre ambos tipos de
mujer y se lo advierto muy gentilmente puesto que hemos hecho las paces.
Encuentro muy divertido decirle simplemente la
verdad mientras usted imagina que yo me burlo.
Yo no frecuento el mundo republicano, aun siendo
republicana roja.
De todos modos yo no quiero verle.
Y usted...¿No quiere un poco de fantasía en
medio de sus perrerías parisinas?¿No desea una amistad intangible? No rehuso
verle y voy incluso a prepararme para ello sin advertirle. Si usted sabe que se
le mira a propósito, tal vez habría podido adaptar una actitud tonta. Es
necesario evitar esto. Su envoltura terrestre me es indiferente, bien, pero ¿y
la mía a usted? Imagine que tiene el mal gusto de no encontrarme maravillosa,
¿cree que estaría contenta por muy puras que sean mis intenciones? Un día, no
digo cuando, cuento incluso con asombrarle un poco.
Espero que si esto le cansa, no nos escribamos
más. Me reservo no obstante el derecho de escribirle aun cuando me pasen
atrocidades por la cabeza.
Usted me desafía, es natural. Pues bien, voy a
darle un remedio de portera para asegurarle de que no soy una. Vaya a una
vidente y dele a oler mi carta; ella le dirá mi edad, el color de mis cabellos,
todo lo que me rodea, etc. Usted escribirá lo que ella le habrá revelado...
¡Aburrimiento, farsa, miseria!... ¡Ah! señor,
es perfectamente lógico, incluso para mi. Pero en mi es porque deseo cosas
grandiosas que no tengo...todavía. Lo suyo debe serlo también por el mismo
motivo.
No es tan sencillo preguntarle cual es su sueño
secreto, aunque mi enfermedad me provoca un candor a lo Chérie. ¡Que
ingenuo este viejo japonés naturalista con peluca estilo Luis XV!
Entonces usted piensa que después de haber
escrito, nada es más simple que decir: "¿soy yo?. Le aseguro que me
disgusta mucho... Se dice que a usted no le gustan más que las mujeres fuertes
y morenas. ¿Es cierto?
¿Vernos? Déjeme conquistarle con mi ...
literatura; ¡usted lo ha hecho!
DE
MARIE BASHKIRTSEFF
A GUY DE MAUPASSANT
Antes
del 20 de Junio de 1884
Señor,
No me gustaría ser pesada y siento que lo soy.
Le escribo estas estupideces, humillada al haber sido plantada al cabo de seis
cartas. He releído mi última carta (como persona ordenada que soy, guardo mis
copias) y busco aquello en lo que he podido disgustarle tan bruscamente. ¿Soy
bastante humilde? Le diré que sus Hermanas Rondoli1 me han
hecho pasar un buen rato, es el equivalente de Este puerco de Morin2.
Eso es el espíritu y el arte. Sus acciones han subido muchos enteros.
¿Conoce la rama de los Salzbourg? Pues bien,
¡yo me transformo en usted! me meto en usted y me enfado cuando usted escribe
cosas mediocres alegrándome de lo contrario como si fuese yo.
En fin...lo apruebo, no le pido que me escriba,
se bien que es un romance, y si yo soy quizás Eloisa, usted no es Abelardo. Da
igual, cuando yo le he escrito usted ha pensado que aquí había una mujer atraída
por... esto que hace a todo el mundo amarle y que quiere divertirse de un modo
original.
Usted no puede comprender cuando me divierto en escribir
a un hombre que no conozco. Me gustaría interesarle mucho. ¿Le aburro? Nadie
lo sabrá, usted me ha insultado, nadie lo ha sabido. Es una rinconcito de mundo
apartado.
¿Sabe lo que he hecho? Confusa ante mi ama de
llaves que ha venido varias veces con las manos vacías de la oficina de
correos, me he dirigido una carta para poder enviarla a recogerla. No habrá
dos, eso es todo... es infantil.
1
Las hermanas Rondoli (Les soeurs Rondoli) es el título de una antología
de cuentos, que lleva el título de uno de ellos. Su tema es el siguiente: En
un viaje a Italia, dos jóvenes franceses conocen a una muchacha en el
tren; hermosa pero arisca, los engatusa para hacerse amante de uno de
ellos.
2 Ese cerdo de Morin (Ce cochon de Morin) es el título
de un relato cuyo argumento es el siguiente: Morin, un
burgués de provincias, en un arrebato de voluptuosidad incontenible,
intenta besar a una desconocida en un compartimiento de un tren.
Denunciado por la muchacha, su vida se convierte en un infierno. Pagará
su error muy caro convirtiéndose en el puerco de Morin.
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