Es
a ti, barbero, a quién me dirijo.
¡ Envejeces, ilustre afeitador, y tus clientes encuentran tu mano temblorosa !
¿ Se quejarán de estar demasiado afeitados, o mal afeitados ? ¿ Habrían amenazado
con abandonar tu casa para ir a hacerse afeitar por el vecino, de manos más
ágiles y más jóvenes ? ¿ Tus antiguos y solemnes afeitados han perdido la
confianza de lo que tu llamas elegantemente el high life ? Si no es así,
¿ por qué ese escrito colgado desde hace tres días ante tu puerta: « Se
solicitan aprendices que serán pagados al igual que el patrón ? »
En otros términos, en términos menos imaginativos, el Figaro solicita
refuerzos. He aquí una noticia que no nos sorprende, pero que asombrará a
mucha gente.
Es natural, por otra parte, que un periódico tan parisino como el Figaro
trate de renovar su personal: el modo en que lo hace es más anormal, y el
artículo destinado a embaucar a los nuevos redactores me parece una obra
maestra de malicia. Estoy lleno de una sincera admiración hacia ese fragmento, así
que voy a tratar de descubrir sus secretas intenciones.
Advierto en la confesión del principio: « No diremos nada nuevo a nuestros
lectores confesándoles que la política ha invadido un poco al Figaro;
y probablemente les daremos una buena noticia anunciándoles que estamos
decididos a dar más espacio a la literatura y a la fantasía.»
Entonces la política dormía a tus lectores, ¡ oh, Figaro !, y una
inquietud te acosaba. Entonces has pensado en la literatura que no se prodigaba allí demasiado. Gracias por ello, patrón.
Continúo reproduciendo: « Por otra parte, tenemos la pretensión de evitar la
necesidad inútil para nuestro público de la lectura de otro periódico que no
sea el Figaro.» ¡ Ah ! ¡ ah ! ¡ se trata entonces de no leer a los demás en la
hight life !
Pero, he aquí que la red se extiende, escuchen: « Los
escritores no faltan
sobre el adoquinado de Paris, y, sin contar a nuestros excelentes colaboradores,
sabemos en que puerta golpear para obtener a los que nos interesan. Pero, por
una parte, las gestiones personales que podríamos hacer son obligatoriamente
limitadas, y, por otra parte, tal vez no se sepa suficientemente en el mundo
literario que las puertas del Figaro están totalmente abiertas, que el
espíritu de camarilla y de exclusión es completamente desconocido, y que los
sucesores del Sr. de Villemessant desean permanecer fieles a las tradiciones
de hospitalidad hacia los recién llegados que siempre han existido en esta
casa. »
A continuación las normas de un concurso de
redactores, cotizados o no cotizados.
¡ Perfecto ! Pero yo comienzo por protestar. Los autores no son tantos sobre el
adoquinado, barbero, y espero que ellos te lo harán ver, tu pluma a menudo
distanciada.
Así que Paris está llego de autores de talento que el Figaro conoce,
que quisiera tener en sus filas, pero no se atreve a pedírselo. ¿ Por qué ? Se
dirá: « Tal vez se encuentren entre los desconocidos cronistas de gran
mérito. Un concurso puede darlos a conocer y abrir las puertas del periodismo a
jóvenes escritores verdaderamente notables.»
Estos no son tus cálculos, barbero maligno. Como los demás periódicos de
París, recibes cada día mareas de manuscritos. Si las lees, sabes lo que
valen. Si no las lees, resultaría inexcusable. Pero tú las lees. Tu concurso
no hará surgir ningún cronista de genio; y tú lo sabes. Los mismos ignorados
de siempre doblarán sus envíos; los porteros, los cocheros, los chicos de los recados,
los
24 de noviembre de 1881
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre