EL SR. VICTOR CHERBULIEZ
( M. Victor Cherbuliez )
Publicado en el Gil Blas, el 1 de mayo de 1883.

      No se habla demasiado del último libro del Sr. Victor Cherbuliez: La Ferme du Choquard. Sin embargo esta obra merece en ciertos aspectos que se la lea y que se la analice.
      El Sr. Cherbuliez ha entrado en la Academia en la vejez. Merecía este honor. Ha sabido crear una lengua en la lengua. Emplea, es cierto, unas palabras francesas según las formas gramaticales, y sin embargo su estilo parece de otro lugar que no es Francia. El asombro que se produce de entrada leyendo a este autor pronto desaparece al comprender que se sirve de un francés ultramontano, del francés de su país, pues es suizo. Él nos revela el suizo, lengua flexible, dulzona, sin olor ni sabor. Los libros de este escritor valorado podrán ser en el futuro de un valor inestimable para los filólogos.
      Este título, La Ferme du Choquard puede ser colocado en un lugar preferente, como modelo de suave trivialidad literaria.
      Se trata de una novela de género campestre. Resulta necesaria, en estas obras de una aparente simplicidad, una ciencia profunda del estilo, un arte infinito de los matices, una habilidad sin igual para conmover con unos personajes inferiores, con unos hechos de una aparente banalidad.
      Las cualidades del Sr. Cherbuliez son otras. Un hombre de una extrema originalidad solo puede, por el mismo hecho de su naturaleza, dar color e interés a las cosas mediocres de la vida. Un hombre de un temperamento medio, que se inclina más bien por los efectos, volverá insípidos, haciéndolos pasar por su cerebro, los temas ya por ellos mismos insignificantes. Tomemos La Ferme du Choquard.
Se adivina, desde las primeras líneas, la novela hasta el final. La granja de Choquard es una especie de granja modelo en Brie. Los propietarios son más orgullosos que los grandes de España. Se ve al principio a la madre, vieja mujer de carácter, el hijo que ha viajado y que sueña con el Océano, gran muchacho noble, instruido, generoso, etc., luego una muchachita excelente, huérfana adoptada como criada, buena y abnegada, que ama a su señor naturalmente. Un viejo médico hace el clásico papel del buen doctor, confidente general.
      No lejos de la granja existe, claro está, un albergue de mala fama regentado por los Guépie, personas poco recomendables, perezosos, ladrones, desagradables, de hecho unos villanos.
      Tengo necesidad de decir que tienen una hija maravillosamente hermosa, bella como Venus, pero pérfida, astuta, hábil, angel para la seducción, y demonio para el corazón.
      Es necesario todavía contar que ella emprende, gracias a unas maquinaciones maliciosas, la conquista del buen granjero de Choquard, y lo consigue a gusto.
      Se adivinan las escenas entre la madre y el hijo, la desesperación de la huérfana adoptada, la conmoción en la región. El matrimonio tiene lugar.
      La novela no estaría completa sin un joven marqués hastiado, fatigado por la vida tormentosa. Es precisamente el amigo del granjero. Él será el traidor necesario, el amante de la granjera.
     Para ser libre, ella intenta envenenar a su marido a quién salva la huérfana abnegada. Y la bella granjera se ahoga, sin saber incluso su crimen descubierto. Se ahoga no se sabe como, perseguida por un perro que le da miedo. Esta muerte es la única cosa de la novela que no se puede prever por adelantado, la única también que no se puede explicar.
     El granjero se casa con la huérfana.
      Resumido en algunas líneas, la acción parece tal vez menos insignificante que desarrollada en quinientas páginas.
      ¡ Sin embargo se han hecho unos libros encantadores sobre unos temas tan tenues, tan vagos ! ¿ De dónde viene la invencible somnolencia que nos embarga leyendo esta gruesa novela ?
     Proviene de la palidez del estilo, de la uniforme banalidad de la frase, del francés suizo, en definitiva.
     ¿ Qué es entonces más preciso que el suizo empleado con tanta superioridad por el Sr. Cherbuliez ? Una lengua correcta sin embargo, pero tan correcta que está hecha de todas las locuciones conocidas y adoptadas, de todas las ideas recibidas de curso legal, de todas las perífrasis al uso para decir mal las cosas.
      Los editores Marpon y Flammarion acaban de poner en venta un muy interesante Dictionnaire de la Langue verte, por el Sr. Alfred Delvau; los editores Hachette deberían responder a esta audacia con un diccionario de las ideas recibidas y de las frases hechas, tomadas en la obras completas del Sr. Victor Cherbuliez, de la Academia francesa.
      En cualquier página, se pueden tomar en La Ferme du Choquard.
      Tomo al azar:
      « Quemarse la sangre.
      « Resignarse a su suerte.
      « Dar libre curso a su cólera. »
      Eligamos unos ejemplos más completos:
      « Llegando al patio, oyó un concierto de furiosos ladridos. Dos perros extraños estaban a la greña con los de la granja que los recibían de muy buenos modos
      Habla de un pensionado « cuya directora era la Srta. Bardèche, excelente y digna persona. »
      Continúo: « No es necesario querer demasiado a una pequeña serpiente de chica si ella tira de la lengua a un viejo doctor que no consiente en dejarse engañar.»
      Algunas veces sin embargo la imagen es audaz. El Se. Cherbuliez pone en escena a un pobre criado de caballerizas, un suizo, un compatriota, y le compara con un caballo.
      « Apenas perpetraba algunas palabras de francés, del que se servía bravamente para explicar sus asuntos, como Charman se servía de su cola demasiado corta para espantar las moscas.» 
      El Sr. Cherbuliez no es ajeno a la ciencia moderna. Nos da, de paso, la explicación de los fenómenos cerebrales. « Sus proyectos de entrada un poco vagos, no tardarán en precisarse. La materia química en efervescencia se precipita.»
      En ocasiones, involuntariamente, hace unos versos que llevan incluso su misma marca. Esos dos alejandrinos están alineados en prosa en el texto:

Il allait et venait à travers les guérets
Et sa jument semblait fière de le porter.

Inba y venía a través de los sembrados
Y su jumento parecía orgulloso de llevarlo.

      Emite también con autoridad unas verdades indiscutibles. Ejemplo:
      « Es muy desagradable hundir una espina tan profundamente en la mano, que se corre el riesgo, extirpándola, que afecte al periostio. No es menos, cuando se viaja en ferrocarril, y que se saca imprudentemente la cabeza por la portezuela, recibir en el ojo un pequeño fragmento de carbón. Resulta algunas veces una dolorosa inflamación.»
      Ningún hombre sensible podrá negar ni cuestionar unas observaciones de este tipo.
      Me gusta menos la siguiente frase que deja una duda en el espíritu: « Y le entraba en el corazón tal abundancia de alegría que temía no fuese suficiente.»
      ¿ Qué podía temer ? ¿ Que llegase cuando no es suficiente la alegría que entra en uno ? Confieso, a mi vez, que no lo puedo adivinar.
      Estas son unas críticas que puedan tal vez parecer mezquinas. Pero el número les da importancia; se podría, con rigor, repetirlas casi en cada línea.

      El Sr. Victor Cherbuliez ha hecho, antaño, mejores libros. Dos novelas sobre todo han llamado la atención del público: Le Comte Kostia y L'Aventure de Ladislas Bolski.
      Son buenas novelas de aventuras, de esas novelas hechas para hacer vibrar el alma tierna de las mujeres.  No son heroicas e inverosímiles epopeyas como las que contaba tan brillantemente Alexandre Dumas padre, ni de esos libros de observación que remueven profundamente el corazón, sino unos relatos dulcemente conmovedores donde todo está dispuesto para gustar, incluso los crímenes que allí se cometen. Las escenas violentas conmueven tanto que están presentadas con miramientos, la sangre vertida produce placer; uno se ahoga en lágrimas en los desenlaces.
      Se encuentra sin embargo en Le Comte Kostia una sensación bien particular de la que no se explica la causa al principio.
      Esa novela, honesta y casta, asombra a veces tanto como un libro prohibido; a veces se cree estar leyendo entre líneas y se encuentra como un soplido de esas malsanas emociones que os arrojan en el alma los escritores geniales y perversos.
      Resulta que el autor, sin tomar precaución, en la honestidad de su conciencia, ha descrito el amor naciente de un hombre por una mujer vestida de hombre y que él cree ser un hombre. De ahí una turbación extraña, una confusión penosa, poderosa como arte, también molesta.
      Siguiendo el desarrollo de esta pasión legítima, da la impresión de que se frecuenta el lago gomorreano de las pasiones odiosas. Sé que todas las intenciones definitivas son honestas; eso no impide que la amistad particular de este hombre por un muchacho, aunque no pudiese herir la moral en tanto los medios son empleados, puede al menos despertar en el alma del lector alarmantes suposiciones.
      Tengo además la convicción, sin duda falsa, de que los libros más peligrosos para las almas y los más inmorales en suma, son los libros considerados los más morales, los más poéticos, los mas exultantes y los más decepcionantes, los libros donde triunfa eternamente el amor.

      P.D.- He querido releer, para mayor tranquilidad, el discurso de recepción del Sr. Cherbuliez en la Academia francesa. Allí se encuentran unas cuantas audacias. Esta merece ser citada aquí: « Me equivoco, él ( Sr. Dufaure) no tenía procedimientos; tenía, lo que vale mil veces más, un método. Desde el astro naciente, que parece buscar a tientas su camino en el espacio, hasta la planta levantando la piedra de su tumba para aparecer en el día en el que parece huir...»
      ¿No es emocionante pensando en los peligros que corren los jóvenes astros sin método expuestos a semejantes alturas ?
      ¡ Se leen cada día tantos relatos de niños caídos por las ventanas ! Las ventanas, al menos, se las puede cerrar con unos candados... ¿ Pero el espacio ?...

1 de mayo de 1883

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre