Habiendo contado
últimamente en este periódico una larga y feliz travesía aérea, no dudé en
absoluto cuando tuve que ocuparme de nuevo de unos globos algunos días más
tarde.
Acepté con mucho gusto la misión de exponer la
peligrosa ascensión que va a intentar dentro de algunos días el Sr. Jovis con el
concurso y patrocinio del Figaro.
Para que se comprenda bien su valor y utilidad,
contaré en algunas líneas, las tentativas similares que han tenido lugar hasta
el presente, así como sus felices o nefastos resultados. Hasta nuestros días, el
globo ha dado lugar a unas experiencias de dos tipos, experiencias relativas a
la dirección y experiencias científicas. No hablo de los simples paseos de
placer como el que acabamos de realizar.
Las experiencias relativas al enrarecimiento del
aire, en las más grandes altitudes que el hombre puede alcanzar, y a la
electricidad atmosférica, han sido realmente iniciadas por el flamenco Robertson,
amigo de Volta.
El primero, llegó a las altas regiones de la
atmósfera, habiendo alcanzado una altura de 7400 metros, el 18 de julio de 1803.
Su globo esférico, de 30 pies y 6 pulgadas de largo, había sido construido en
Meudon por el servicio de los ejércitos franceses.
Salió de Hamburgo a las nueve de la mañana, con
un francés, el Sr. Lhoest, marcando el barómetro 28 pulgadas y el termómetro
Réaumur 16º; Robertson subió tan aprisa y tan alto que, en todas las calles,
cada persona creía verlo en su cenit.
A las diez y cuarto, el barómetro señalaba 19
pulgadas, y el termómetro 3 grados bajo cero. Sintiéndose invadido por todos los
males debidos al enrarecimiento de aire, el aeronauta se dedicó a comenzar sus
experiencias y comprobó « que la electricidad de las nubes obtenida en tres
ocasiones era siempre acristalada ».
Sin embargo, aunque muy incómodos, continuaban
subiendo, el frío aumentaba, sus oídos zumbaban, su ansiedad se volvía
intolerable. El dolor que experimentaban « era algo parecido a lo que se siente
cuando se introduce la cabeza en el agua. Nuestros pechos parecían dilatados y
faltos de resuello, mi pulso estaba acelerado. El del Sr. Lhoest lo estaba
menos. Él tenía, como yo, los labios hinchados, los ojos sanguinolentos, todas
las venas estaban dilatadas y se marcaban en relieve sobre mis manos. El frío
llegaba de tal modo a la cabeza que me hizo observar que su sombrero le parecía
demasiado estrecho...
«... El termómetro bajaba a 5 grados y medio por
debajo del punto de congelación, mientras que el barómetro estaba a 12 pulgadas
con cuatro centésimas. Apenas me encontraba en esta atmósfera cuando el malestar
aumentó; me encontraba en plena apatía moral y física. Apenas podíamos
defendernos de una leve somnolencia que nos reducía como la muerte...
« ... Fue en este estado, poco proclive a
realizar delicadas experiencias, cuando había que comenzar las observaciones que
me había propuesto...»
Las opiniones científicas emitidas por Robertson
encontraron una viva oposición entre los sabios de todo el mundo. Ahora bien,
para demostrar la exactitud de sus observaciones, el aeronauta, acompañado de un
sabio ruso representante de la Academia de San Petersburgo, el Sr. Zuccharoff,
hicieron en Moscú una nueva ascensión y realizaron durante varias horas los
experimentos de Robertson.
El Sr. Zuccharoff confirmó varias de las
afirmaciones del flamenco, sobre todo aquellas relativas al debilitamiento
gradual de la acción magnética de la tierra.
Pero después de esta nueva prueba, la lucha
prosiguió más violenta y encarnizada entre los científicos. En Paris, los
miembros del Instituto se dividieron en dos facciones, que habrían discutido
durante tiempo si Laplace no hubiese propuesto, en el transcurso de una sesión,
realizar nuevas experimentos.
Biot y Gay-Lussac, profesores de física, fueron
elegidos para esta prueba.
La ascensión, una de las más célebres que nunca
hayan sido hechas, tuvo lugar el 20 de agosto de 1804.
« Nuestro principal objetivo, escribía Biot
algunos días más tarde en un informe a la Academia de las ciencias, era examinar
si el magnetismo terrestre experimenta alguna disminución apreciable cuando se
aleja de la tierra. Saussure, según las experiencias realizadas sobre la colina
del Géant, a 3435 metros de altura, había creído apreciar allí una disminución
muy sensible que evaluó en 1/5. Algunos físicos incluso habían anunciado que
esta propiedad se pierde completamente cuando uno se aleja de la tierra en un
aerostato.
.................................
« Además de este principal objetivo en ese
primer viaje, nos proponíamos también observar la electricidad en el aire, o más
bien la diferencia de electricidad de las distintas capas atmosféricas.
................................
« Habíamos proyectado también estudiar el aire tomado
a gran altura. »
...............................
Salileron del jardín del Conservatorio de las Artes, el
20 de agosto, a las diez de la mañana. El barómetro estaba a 765 mm (28,31
pulgadas), el termómetro a 16'5º centígrados y el higrómetro a 88'8%, es decir
bastante cerca de la máxima humedad.
Biot contó enseguida con una gran claridad y
precisión los diferente incidentes de su magnífico y tranquilo viaje,
atravesando las nubes, su admiración por ese sorprendente espectáculo.- « Esas
nubes vistas desde lo alto nos parecieron de un blanco luminoso... estaban todas
exactamente a la misma altura; y su superficie superior totalmente protuberante
y ondulante nos ofrecía el aspecto de una llanura cubierta de nieve...
« Hacia esta altura ( 2723 metros ), observamos a
los animales que habíamos llevado. No parecían sufrir el enrarecimiento del
aire. Una abeja a la que habíamos liberado, voló muy rápido y nos abandonó
zumbando. El termómetro indicaba 13º centígrados. Estábamos muy sorprendidos de
no experimentar frío; al contrario, el sol nos calentaba con fuerza. Nuestra
pulso estaba acelerado: el del Sr. Gay-Lussac, que latía de ordinario a sesenta
y dos pulsaciones por minuto, latía a ochenta. El mío, que por lo común está en
setenta y nueve, latía a ciento once. »
Como consecuencia de las experiencias
minuciosamente descritas, Biot concluyó:
« El magnetismo no experimenta ninguna
disminución apreciable desde la superficie de la tierra hasta los 4000 metros de
altura. Su acción en esos límites se manifiesta constantemente por los mismos
efectos y siguiendo las mismas leyes.
.........................................
« A 3400 metros de altura, liberamos a un pajarillo
que se llama verderol; enseguida voló, pero regresó casi al instante para
posarse en nuestras cuerdas; tomando de nuevo su vuelo, se precipitó hacia la
tierra, describiendo una tortuosa línea poco distinta de la vertical... Pero una
paloma que soltamos del mismo modo y a la misma altura, nos ofreció un
espectáculo mucho más curioso: puesta en libertad sobre el borde de la
barquilla, permaneció algunos instantes como para medir la extensión que tenía
que recorrer; luego se lanzó revoloteando de un modo irregular, de modo que
parecía estar ejercitando sus alas; pero después de algunos aleteos, se limitó a
extenderlas y se abandonó completamente. Comenzó a descender hacia las nubes
describiendo grandes círculos como hacen las aves de presa...»
........................................
Después del detallado relato del modo en el que
experimentaron la electricidad del aire, continúa
« Esta experiencia indica una electricidad
creciente con la altura, resultado conforme a lo que se había concluido
teóricamente según las experiencias de Volta y de Saussure...
« Nuestras observaciones del termómetro, por el
contrario, nos han indicado una temperatura decreciente desde abajo a arriba, lo
que está de acuerdo con las resultados conocidos, Pero la diferencia ha sido
mucho más débil de la que habríamos esperado, pues elevándose a 2000 marcas, es
decir bien por encima del límite inferior de las nieves eternas en esta latitud,
hemos experimentado una temperatura mas baja de los 10,5 º en en termómetro
centígrado; y al mismo tiempo la temperatura del Observatorio, en París, era de
17,5º centígrados.
« Otro hecho bastante notable que nos ha sido
proporcionado por nuestras observaciones, es que el higrómetro ha tendido
constantemente hacia la ausencia de humedad a medida que nos elevábamos en la
atmósfera; y, descendiendo, ha vuelto gradualmente la humedad. »
Esta primera ascensión estableció la falsedad de
la mayoría de las alegaciones de Robertson; para disipar las objeciones que
todavía subsistían, Gay-Lussac se elevó solo, el 16 de septiembre de 1804, a
7016 metros sobre el nivel del mar.
Es imposible reproducir aquí sus numerosas y
minuciosas observaciones. Son de un interés muy especial y muy vivo, sobre todo
sus relaciones con la ley establecida en estos últimos tiempos por el Sr. Faye y
el decrecimiento de la temperatura en razón de la altura. En la superficie de la
tierra, el termómetro estaba a 30,75º, y a la altura de 6977 metros había
descendido a 9,5º.
Gay-Lussac tomó aire en unos recipientes de
vidrio a 6561 y a 6636 metros.
El análisis de este aire le ha permitido concluir
en general que la constitución de la atmósfera es la misma desde la superficie
de la tierra hasta las mayores alturas a las que se puede llegar. Las
experiencias de Cavendish, MacCarthy, Berthollet y Davy han confirmado además la
misma de composición de la atmósfera sobre toda la superficie de la tierra. Gay-Lussac
no sintió a esta altura ningún trastorno grave, aunque experimentó las molestias
ordinarias debidas a la enrarecimiento del aire.
A pesar del deseo expresado vehementemente por él
de que esas experiencias tan interesantes continuases bajo el patrocinio del
Instituto, no fue hasta cincuenta años más tarde cuando los Sres Barral y Bixio
hicieron algunas ascensiones científicas. Durantes los años siguientes, los
accidentes fueron tan numerosos que tal vez se deba atribuir a ello la causa del
poco empeño de los verdaderos sabios en ir a buscar informaciones al espacio.
Llegamos a la famosa ascensión del Sr.
Glaisher, jefe de la oficina meteorológica de Greenwich.
Curtido por treinta viajes aéreos que le habían
acostumbrado a afrontar los efectos del enrarecimiento del aire y de la baja
temperatura, superó tres veces seguidas la altura de 7000 metros, y en su
ascensión del 5 de septiembre de 1862 alcanzó, con el aeronauta Coxwell, la
fabulosa altura de 10000 metros.
« De súbito, dice el Sr. Glaisher, me sentí
incapaz de realizar ningún movimiento. Veía vagamente al Sr. Coxwell en el
círculo, y trataba de hablarle pero sin conseguir mover mi impotente lengua. En
un instante, unas espesas tinieblas me invadieron, el nervio óptico había
perdido súbitamente su actividad. Tenía todavía toda mi conciencia y mi cerebro
estaba también activo como cuando escribo estas líneas. Pensaba que me estaba
asfixiando, que no haría más experimentos y que la muerte iba a sobrevenir...
Otros pensamientos se precipitaban en mi espíritu, cuando perdí de repente el
conocimiento, como cuando uno se duerme... Mi última observación tuvo lugar a la
1 h 54, a 9000 metros de altitud. Supongo que transcurrieron uno o dos minutos
antes de que mis ojos dejasen de ver las pequeñas divisiones de los
termómetros, y que un tiempo similar pasó antes de mi desvanecimiento. Todo
parece llevar a suponer que me dormí a las 1 h 57 con un sueño que podía ser
eterno.»
Por fortuna el Sr. Coxwell había conservado sus
facultades, y aunque tenía los brazos paralizados y las manos negras, pudo tirar
con sus dientes de la cuerda de la válvula.
A 8000 metros, el termómetro había descendido a
21º bajo cero.
Las experiencias del Sr. Glaisher, las más concluyentes
y las más completas hechas hasta ese momento, tuvieron una gran repercusión en
los ámbitos científicos de todo el mundo.
Fueron retomadas en 1867 por unos sabios
franceses. El Sr. Camille Flammarion, ayudado del Sr. Eugène Godard,
persiguieron juntos la solución de varios problemas sobre el estado físico e
higrométrico de los mantos de nubes, la formación de las mismas, su altura, la
dirección y la rapidez de los vientos y de las corrientes superpuestas, pero no
tuvo lugar ninguna ascensión a gran altura hasta la del Zénith, que
supuso la muerte de Sivel y Crocé-Spinelli.
Paul Bert, para combatir la asfixia debida a las
grandes altitudes y llamada mal de las montañas, había hecho unos muy
interesantes trabajos. Habiendo confirmado que los cambios en la presión
atmosférica no actúan en absoluto, como se creía hasta el momento, por una
influencia mecánica o física, sino porque hacen variar la tensión del oxigeno y
sus combinaciones en la sangre, concluyó que bastaría absorber oxigeno para
luchar contra el sopor de las altas regiones.
Como consecuencia de numerosos análisis de sangre sobre
animales sometidos a distintas presiones y de pruebas personales sometidas en un
cilindro de un aparato inventado por él, y en el cual una bomba a vapor hacía el
vacío, llegó a verificar la constante exactitud de su teoría.
Durante este tiempo, los Sres. Gaston y Albert
Tissandier hacían numerosos viajes aéreos y notables observaciones relativas a
las sombras aerostáticas, mientras que Sivel, antiguo oficial de marina, y Crocé-Spinelli,
viejo alumno de la Escuela central, emprendían una serie de ascensiones
destinadas a experimentar los descubrimientos de Paul Bert.
Fueron los Sres. Gaston Tissandier, Sivel y Crocé-Spineeli
quienes subieron al Zénith que emprendió, tras un largo y feliz viaje, la
ascensión a una altura en el que dos de los aeronautas encontraron la muerte.
La horrible catástrofe está todavía demasiado
próxima para que sea apropiado recordar los detalles.
Habiendo salido el 15 de abril de 1875, a las 11h
35 de la mañana, de la fábrica de gas de la Villette, el aeróstato tomaba tierra
a las 4, con dos cadáveres en su barquilla.
Es necesario leer el bello relato que el Sr.
Gaston Tissandier, el único sobreviviente, hizo de este terrible drama.
Fue a 7000 metros cuando el entumecimiento parece
haberles atacado. A esta altura, el Sr. Tissandier escribía todavía con una mano
que el frío hacia temblar:
« Tengo las manos congeladas. Estoy bien. Bruma
en el horizonte con pequeños cirros redondeados. Subimos. Crocé resopla.
Respiramos oxígeno. Sivel cierra los ojos. Crocé también cierra los ojos.
Temperatura 10º 1h 2 H. 320. Sivel está adormilado.- 1h 25. Temp. 11º H. 300.
Sivel arroja lastre...» ( Estas últimas palabras apenas son legibles. )
Pero Sivel se reanima para arrojar lastre, el
globo permanecía a 8000 metros, y los tres viajeros pierden el conocimiento.
El Sr. Tissandier, habiendo despertado a las 2 h
8 m, vio a Crocé-Spinelli depertar a su vez, y, en una especie de acceso de
locura, arrojar por la borda el aspirador, el lastre, las mantas, todo lo que
caía bajo sus mano. Habiendo perdido de nuevo el conocimiento, el Sr. Tissandre
no lo recuperó hasta las 3h 30 aproximadamente, encontrándose el aerostato
todavía a una altitud de 6000 metros. Sus compañeros tenían el rostro negro, los
ojos apagados, la boca muy abierta y llena de sangre.
A las cuatro, el Zénith, chocando con un
árbol, depositaba en tierra a los dos muertos y al superviviente.
Dentro de algunos días, el Horla,
tripulado por los Sres. Paul Jovis y Mallet, tomará la ruta abandonada desde
esta catástrofe, y se elevará, si ningún accidente viene a truncar la voluntad
de los aeronautas, a la altura de 8000 metros.
El Figaro, siguiendo en esto el magnífico
ejemplo del New York Herald que, tras haber enviado unas expediciones al
Polo Norte, envía a Stanley a traves de África, el Figaro ha preparado,
con un minucioso cuidado, todos los detalles de este interesante y audaz viaje.
Además, una comisión especial va a ser nombrada,
con el concurso del Negociado central meteorológico y de la Facultad de
medicina, para controlar y estudiar las informaciones que traerán los viajeros.
Algunos sabios oficiales, que patrocinaron la
desgraciada ascensión del Zenith, parecen creer hoy, a pesar de los
victoriosos intentos de Robertson, de Gay-Lussac y de Glaisher, que el hombre no
puede vivir por encima de 7000 metros, y que, si resiste a los peligros de esa
alturas, no conserva suficiente lucidez allí para realizar observaciones
meteorológicas.
En cualquier caso, el eminente director del
Observatorio de Meudon, Sr. Janssen, ha declarado que esta experiencia tendría
el mayor interés si se pudiese cumplir enteramente, probar la altitud alcanzada
y la duración de la estancia en las grandes altitudes. Pero duda de que esas
condiciones puedan darse completamente.
Para vencer estas dificultades, el Sr. Joves ha
hecho construir un aparato registrador parecido al que hemos utilizado en
nuestro primer viaje en el Horla. Pero este aparato pautado entonces para
3000 metros va a serlo ahora para 9500. Movido por una muy delicada mecánica de
relojería, traza, sobre una pequeña banda de papel enrollado alrededor de un
cilindro, y que se desenrolla de un modo lento y regular, una pequeña línea
negra, con tinta.
El trazo vertical indica la altura alcanzada,
mientras que la longitud del trazo mide la duración de cada periodo de la
ascensión. Ese precioso barómetro, construido por los hermanos Richard,
está expuesto, desde ahora, en la sala de los despachos del Figaro.
Además, los barómetros de mercurio son testigos
irrecusables de la elevación; pues el mercurio contenido en un tubo de dos ramas
sube en una y baja en la otra a medida que la presión atmosférica disminuye.
Esta aparato, estando pautado para 7000 metros, el metal líquido llega entonces
al orificio del tubo libre y se extiende. La cantidad extendida indicará,
consecuentemente, cuantas veces se han pasado los 7000 metros.
Los restantes aparatos, electroscopio, brújula
aérea, instrumentos de los más preciosos y desconocido hasta esos días, serán
construidos por el ingeniero Chevalier.
La cuestión del vestuario para afrontar una
diferencia de tempeartura que puede ser de cincuenta grados en una hora, ha sido
resulto gracias a los consejos del geógrafo Sr. Liénard, cuyas numerosas
ascensiones han informado de estos peligros. Serán de seda y forrados
interiormente con una tela fina y ligera. Los propietarios de la Belle
Jardinière, que son aeronautas, de modo que uno de ellos fue, conmigo,
padrino del Horla, se han encargado de hacerla confeccionar. En fin, la
nueva barquilla del globo, conteniendo todo el laboratorio aéreo necesario para
esta ascensión, estará expuesto la próxima semana.
Buena suerte a los viajeros.
3 de agosto de 1887
raducción de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre