LOS BAJOS FONDOS

( Les bas-fonds )
Publicado en Le Gaulois, el 28 de julio de 1882

      El Sr. Albert Wolff, criticando vehementemente las tendencias de la joven escuela literaria, le reprocha no estudiar otra cosa que los bajos fondos, y añade, con razón: « Pero esas palabras ( los bajos fondos ) no implican forzosamente solamente el estudio de las muchachas y los borrachos, a los que se llama tan graciosamente, en esa literatura, las desvergonzadas y los sucios. Los bajos fondos de la sociedad comienzan con la decadencia de los caracteres, con la degradación del hombre, sea cual sea la casta que se posea. ¡ Que amplio campo abierto a la observación del novelista ! Tenemos los bajos fondos de la aristocracia, de la burguesía, de los artistas, de los financieros y de los obreros... »
      Y, tomándome personalmente aparte, el Sr. Wolff me reprocha no haber respondido francamente, el otro día, a Francisque Sarcey. Dejando toda cuestión personal al margen, he reivindicado la libertad absoluta, para el novelista, de elegir su tema como éste entienda. Hoy voy, si el Sr. Wolff lo permite, a ponerme completamente de acuerdo con él sobre esta cuestión de los bajos fondos.
      La bajofondomanía, que seguramente moleste, no es más que una reacción demasiado violenta contra el idealismo exagerado que la precede.
      Los novelistas tienen hoy, ¿no es cierto?, la pretensión de hacer unas novelas  verosímiles. Admitido este principio, una vez planteado este ideal artístico ( y cada época tiene el suyo ), el estudio único y continuo de lo que se llaman los bajos fondos, será tan ilógico como la representación constante de un mundo poéticamente perfecto.
      ¿ Qué diferencia existirá entre una obra en la que todos los personajes son tranquilos como estatuas, y otra obra cuyos personajes son viles y criminales ? Ninguna. Tanto en una como en la otra subsistirá una tendencia hacia el bien como hacia el mal, que no concordaría en nada con la pretensión adoptada de describir la vida, es decir de ser más equitativo, más justo, más verosímil que la vida misma.
      En la novela tal y como la entendían nuestros mayores, se buscaba la excepción, las fantasías de la existencia, las aventuras extrañas y complicadas. Se creaba con eso una especie de mundo en nada humano, pero agradable a la imaginación. Este modo de proceder ha sido bautizado como « Método o Arte idealista. »
      En la novela, tal como se la entiende hoy en día, se trata de suprimir las excepciones. Se quiere hacer, por así decirlo, un promedio de los acontecimientos humanos y deducir de ellos una filosofía general, o más bien extraer las ideas generales de los hechos, de los hábitos, de las costumbres y de las aventuras que  se reproducen más generalmente.
      De ahí esa necesidad de observar con imparcialidad e independencia.
      La vida tiene unos tiempos que el novelista debe evitar elegir, según su metodología actual. Las necesidades imperiosas de su arte deben incluso hacerle a menudo sacrificar la estricta verdad por la simple y más lógica verosimilitud.
      Por ejemplo, los accidentes son frecuentes. Los ferrocarriles arrollan a los viajeros, el mar los engulle, las chimeneas aplastan a los paseantes durante los golpes de viento. Ahora bien, ¿ qué novelista de la nueva escuela se atrevería, en medio de un relato, a suprimir, mediante uno de esos accidentes imprevistos, a uno de sus personajes principales ?
      Siendo la vida de cada hombre considerada como una novela, cada vez que un hombre muere de esa manera, es una novela que la naturaleza interrumpe bruscamente. En ese caso, no tenemos el derecho de copiar a la naturaleza. Pues debemos siempre tomar los promedios y las generalidades.
      Entonces, no ver en la humanidad más que una clase de individuos ( que esta clase sea alta o baja ), más que una categoría de sentimientos, más que un solo orden de acontecimientos, es seguramente una seña de estrechez de espíritu, un signo de miopía intelectual.
      Balzac, al que todos citamos, sean cuales sean nuestras tendencias, porque su genio era tan variado como comprendido, - Balzac consideraba la humanidad por conjuntos, los hechos por masas, catalogaba mediante grandes series los seres y las pasiones. Si hoy nosotros parecemos abusar del microscopio, y estudiar siempre el mismo insecto humano, tanto peor para nosotros. Es que somos impotentes para mostrarnos más amplios.
      Pero, tranquilicémonos. La escuela literaria actual extenderá sin duda poco a poco los límites de sus estudios, y se desembarazará, sobre todo, de tendencias adquiridas.
      Mirándolo de cerca, la persistente reproducción de los « bajos fondos » no es, en realidad, más que una protesta contra la secular teoría de las cosas poéticas.
      Toda la literatura sentimental ha vivido desde tiempos indefinidos sobre la creencia de que existían una serie de sentimientos y de cosas esencialmente nobles y poéticas y que únicamente esos sentimientos y esas cosas podían proporcionar unos temas a los escritores.
      Los poetas, durante siglos, no han cantado más que a las muchachas, las estrellas, la primavera y las flores. En el drama, las mismísimas bajas pasiones, el odio, los celos, tenían incluso algún matiz de arrebato y de magnificencia.
      Hoy, se ríe de los cantores de rosas, y se ha comprendido que todas las acciones de la vida, que todas las cosas tienen, en el arte, igual interés; pero, tan pronto ha sido descubierta esta verdad, los escritores, por espíritu de reacción, quizás se han obstinado a no depender más que de lo opuesto de lo que se había celebrado hasta ese momento. Cuando esta crisis haya pasado, y deberá tocar a su fin, los novelistas verán con mirada precisa y espíritu equitativo todos los seres y todos los hechos; y su obra, según su talento, abarcará lo más posible de vida en todas sus manifestaciones.
      Es precisamente, por desprenderse de prejuicios literarios, que se han puesto a crear otros totalmente opuestos a los primeros.
      Si hay una divisa que debe considerar el novelista moderno, una divisa resumiendo en algunas palabras lo que busca, lo que quiere, lo que intenta, no es más que ésta: « Trato de que nada de lo que afecte a los hombres me sea ajeno.»
      Nihil humani a me alienum puto.

28 de julio de 1882
Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre