Prólogo al libro Baronnette

de Ernest Garennes (Paris, Lalouette, 1882)

    Querido colega,
    Me ha pedido usted un prólogo para su novela Baronnette. Le confieso que me he quedado perplejo, dudando entre mi gran deseo de serle servicial y mi aversión hacia los prólogos.
    En primer lugar no ostento ningún título para hacer un prólogo, ningún derecho sobre la opinión pública, y ninguna autoridad para exponer mis ideas en la cabecera de un libro.
    Además, los prólogos sirven por lo común para proclamar teorías literarias. Las mías son tan amplias que no sabría condensarlas a propósito de una obra cualquiera. Se limitan a la constatación de esta verdad de La Palisse: Todo libro bien hecho es bueno.
    Cada diez años se cambian las constituciones políticas de un país; las grandes creencias literarias no duran mucho más.
    Cuando leo Candido, adoro el estilo, el espíritu y la ironía, ese elevado desprecio por el hombre y las cosas, esa ficción filosófica vertida sobre los escritos ordinarios.
    Cuando leo a Balzac, ya no pienso en el estilo, aunque a veces lamente su ausencia; pero soy transportado por ese genio, en ese poder de observación, y no creo más que en las grandes Realidades.
    Hay que amar la literatura, amarla ante todo, más que todo, pero no una literatura en exclusividad.
    En definitiva, creo que hay una única teoría que siempre es precisa, siempre verdadera: la de la sinceridad literaria, carente de prejuicios artísticos; tomar partido por algo me parece odioso. La hipocresía, inconsciente tal vez, de las obras llamadas moralizadoras es más irritante para un hombre enamorado apasionadamente de las letras que los libros más impúdicos, los más brutales, pero sinceros, publicados bajo cuerda.
    Su novela me gusta mucho por su franqueza. Es una historia muy bien conseguida de las tribulaciones de una mujer. Pero le haría una crítica, tal vez muy severa. Me parece que peca un poco en la ejecución, por la puesta en escena de los materiales excelentes que usted posee. El agrupamiento, la distribución, los medios artísticos que tan maravillosamente empleaba Flaubert para dar una vida particular, un relieve poderosa a sus personajes, los recursos del estilo que parecen poner entre líneas, bajo las palabras, bajo los hechos, otro libro, una filosofía oculta, que produce en los corazones artísticos esas vibraciones prolongadas, esos espasmos de arte tan exquisitos, parece usted haberlos olvidado a propósito.
    Soy consciente de que le he hecho una crítica que parecerá oscura a la mayoría de los lectores, pero yo también mantengo la creencia de que más vale gustar infinitamente a algunos pocos y ser menos obsequioso con un gran número.

 

Traducción de J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant