EL ESPÍRITU EN FRANCIA
( L'esprit en France )
Publicado en Le Gaulois, el 19 de junio de 1881

      Es un hecho oído, aceptado e indiscutible, que la nación francesa es la más espiritual de todas; que el espíritu ha nacido sobre el suelo de Francia; que solamente se ha engrandecido aquí, y que si, por azar, un extranjero es espiritual, es únicamente porque tiene el buen gusto de parecérsenos.
      Nosotros hablamos siempre de nuestro espíritu, en todos los ámbitos. Nos imaginamos lo que se dice en el mundo entero: « Espiritual como un francés ».
      Los diccionarios no dan una definición satisfactoria. El espíritu tiene tantas formas, manifestaciones, aspectos diferentes, que toda fórmula es insuficiente para expresarlo. Yo propondría entonces, para complacer a los chauvinistas, esta simple definición:
« Cualidad nacional francesa.»
      Sin embargo el espíritu tiene enemigos incluso en Francia. Los bromistas exclaman:
      - Los enemigos del espíritu son aquellos que no lo tienen.
      - Perdón, y otros todavía.
      Un gran escritor contemporáneo instruía últimamente un proceso al espíritu. Lo acusaba de envejecer de la mañana a la noche, de desvanecerse como la espuma gaseosa de una copa de champán, de estropearse tan bruscamente como una palabra; después de haber hecho trepidar a Francia de alegría durante ocho días, no hace más que sonreír la semana siguiente. Se le reprocha al espíritu el no dejar pensar; no producir en la inteligencia más que una especie de cosquilleo teniendo la propiedad de plegar las mejillas alrededor de la nariz haciendo salir de la boca unos grititos entrecortados bastantes divertidos. En fin, se le reprocha estropearse envejeciendo, como los vinos de las malas cosechas.

      Asi como Enrique IV entre los dos abogados, se impresionó vivamente por los argumentos de ambos partidos. Después de haber oído a uno, se dijo: « Tiene razón » Después de haber escuchado al otro, se dijo: « No se equivoca » Luego, totalmente solo, pensó: « Sería necesario sin embargo verlo claro.» ¿ No podría ser que se hubiese confundido un poco ?
      Está el espíritu que se blanquea envejeciendo, como el chocolate Ménier. Hay otro que no se blanquea.
      Es un poco como todo lo demás. Lo que pasa, es el espíritu de moda, la agudeza, la palabra; porque este espíritu está de actualidad, porque se refiere a las cosas del momento, del día o de la víspera. Es lo que se podría llamar EL ESPÍRITU CORRIENTE.
      Lo que permanece, es el espíritu, en el sentido amplio de la palabra, el espíritu francés, ese gran soplido irónico o alegre arrojado sobre nuestro pueblo desde que piensa y habla; es la terrible elocuencia de Montaigne y de Rabelais, el arma afilada de Voltaire y de Beaumarchais, el látigo de Saint-Simon.
      La agudeza, la palabra es la moneda más menuda de este espíritu. Y sin embargo, es todavía una parte, un carácter totalmente particular de nuestra inteligencia nacional. Es uno de sus encantos más vivos. Provoca la alegría escéptica de nuestra vida parisina, la despreocupación amable de nuestras costumbres. Es una parte de nuestro ocio.
      Antaño, se hacían en versos esos divertidos juegos; hoy, se los hace en prosa. Esto se llama, según los tiempos, epigramas, buenas palabras, trazos, puntas, chistes verdes. Recorren la ciudad y los salones, nacen por todas partes, sobre en bulevar como en Montmartre. Y los de Montmartre son a menudo mejores que los del bulevar. Se les imprime en los periódicos. De un extremo a otro de Francia, hacen reír. Pues nosotros sabemos reír. ¿ Por qué una palabra más que otra, la imprevista relación y rebuscada de dos términos, de dos ideas o incluso de dos sonidos, un propósito extravagante cualquiera de un tema a otro inesperado abren la compuerta de nuestra alegría, hacen estallar de súbito, como una explosivo, todo París y todas las provincias ?
      ¿ Por qué todos los franceses rieron, mientras que todos los ingleses y los alemanes encontraron estúpida nuestra hilaridad ? ¿Por qué ? Únicamente porque nosotros somos franceses, que tenemos la inteligencia francesa, que poseemos la encantadora facultad de reir.
      ¡ Ah ! sí, la agudeza envejece pronto. ¡ Qué importa ! ¡ Queda el otro espíritu !
      Me he divertido en buscar lo que antaño era, en toda su juventud, ese espíritu llamada galo. He encontrado en los poetas antiguos esas palabras que alegraban la vida a nuestros ancestros, esas lejanas alegrías de los antepasados-
Todo ello me ha parecido muy infantil, muy ingenuos, muy tonto (perdón por la palabra).
      Entonces se reía con facilidad, buenamente y sencillamente, de un modo grosero, brutal, absurdo, sin mesura. La palabra espíritu era un golpe de maza.
      Cosa extraña: la alegría corriente del siglo XVII difiere poco de la de los siglos precedentes.
      Lean pues los epigramas de Racine y de Boileau. La chispa no difiere mucho de los antiguos.
      En el siglo XVIII, por ejemplo, es espíritu se volvió acerado como una aguja, penetrante, malévolo, más directo y franco, sin segundas intenciones.
      Hoy, nos hacen falta los refinamientos, las contorsiones de palabras, posturas de ideas insólitas, prácticamente divertidas por su originalidad. La palabra no es más que una aguja, sino una especie de tirabuzón.
      He aquí algunos ejemplos de antiguos epigramas, unos menos salados, pues en general se acomodarían poco al pudor moderno.
      - De Clémente Marot:

Tu as tout seul, Jean-Jean, vignes et prés,
Tu as tout seul ton cœur et ta pécune,
Tu as tout seul deux logis diaprés,
Là où vivant ne prétend chose aucune,
Tu as tout seul le prix de ta fortune,
Tu as tout seul ton boire et ton repas,
Tu as tout seul toutes choses, fors une,
C'est que tout seul ta femme tu n'as pas.

Tienes sin ayuda, Jean-Jean, viñas y prados,
Tienes sin ayuda tu corazón y tu dinero,
Tienes sin ayuda dos casas variopintas,
Allí donde viviendo no pretendes nada,
Tienes sin ayuda el premio de la fortuna,
Tienes sin ayuda tu bebida y tu comida,
Tienes sin ayuda todas las cosas, excepto una,
Es que sin ayuda no tienes esposa.

      Del mismo:

Catin veut épouser Martin,
C'est fait en très fine femelle.
Martin ne veut point de Catin,
Je le trouve aussi fin comme elle.

Catin se quiere casar con Martin,
De hecho es muy fina hembra.
Martin no quiere saber de Catin,
Yo lo encuentro tan fino como ella.

      He aquí ahora uno de Mellin de Sint-Gelais:

Notre vicaire, un jour de fête,
Chantait un agnus gringoté,
Tant qu'il pouvait, à pleine tête,
Pensant d'Annette être écouté.
Annette, de l'autre côté,
Pleurait, attentive à son chant ;
Dont le vicaire, en s'approchant,
Lui dit : Pourquoi pleurez-vous, belle ?
- Ah ! messire Jean, ce dit-elle,
Je pleure un âne qui m'est mort,
Qui avait la voix toute telle
Que vous, quand vous criez si fort !

Nuestro vicario, un día de fiesta,
Cantaba un responso desafinado,
En tanto que podía, en toda su mente,
Pensar en ser escuchado por Annette.
Annete, por otro lado,
Lloraba, atenta a su canto;
Entonces el vicario, aproximándose,
Le dijo: ¿Por qué lloras, hermosa ?
- ¡Ah ! padre Jean, le dijo ella,
Lloro el asno que me ha muerto,
Que tenía la voz talmente
Como la suya, cuando usted grita tan fuerte !

      Y de Racan:

Bien que du Moulin en son livre
Semble n'avoir rien ignoré,
Le meilleur est toujours de suivre
Le prône de notre curé.
Toutes ces doctrines nouvelles
Ne plaisent qu'aux folles cervelles.
Pour moi, comme une humble brebis,
Sous la houlette je me range :
Je n'ai jamais aimé le change
Que des femmes et des habits.

Como Moulin dice en su libro
Que parece no haber ignorada nada,
Lo mejor es siempre seguir
Lo que preconiza nuestro cura.
Todas esas doctrinas nuevas
No le gustan más que a las mentes locas.
Para mí, como humilde oveja,
Bajo el pastoreo me pongo en fila:
Nunca me ha gustado cambiar
más que de mujeres y trajes. 

      Y de Scarron:

Maynard qui fit des vers si bons
Eut du laurier pour récompense !
Ô siècle maudit ; quand j'y pense,
On en fait autant aux jambons !

Maynard que hizo versos tan buenos
¡ Tuvo el laurel por recompensa !
¡Oh, maldito siglo; cuando pienso, 
Que se hace lo mismo a los jamones !

      No acabaría nunca. Podría citar veinte volúmenes.
      ¿ Es bien leve, no es así, y deplorablemente aburrido ? Estas son las « relatos a mano » de la época, los trazos a la moda, la polvoreda volante del espíritu francés de entonces. Eso está acabado.
      ¡ Pero he citado antes a Montaigne ! ¿ Está él pasado de moda ? ¿ Rabelais ya no es incluso la quintaesencia del espíritu ?
      ¿ Voltaire ha envejecido ? ¿ Las memorias de Beaumarchais se han vuelto ilegibles ? ¡ Y tantos otros cuyos espíritu era joven y nuevo como en los días en los que escribían !
      ¿ Y esta rabiosa elocuencia de Molière ya no nos diverte ? No hablo de su genio escénico; sino de las palabras, nada más que las palabras. ¿ Su huella acaso no nos arranca la risa tanto como los mejores chistes de no importa que contemporáneo ?
      ¿ Y entre las sencillas palabras de espíritu, no hemos conservado cosas exquisitas ?
      Cuando se dice de la Academia: « Son cuarenta allí, tienen es espíritu como cuatro », ¿ no se ha pronunciado una frase tan inmortal, en su cómica simplicidad, como la misma asamblea ?
      ¿ Y lo siguiente no será siempre hermoso ?

Un gros serpent mordit Adèle.
Que pensez-vous qu'il arriva ?
Qu'Adèle mourut, bagatelle.
Ce fut le serpent qui creva !...

Una gran serpiente mordió a Adela.
¿Qué piensa usted en lo que pasó ?
¿Qué Adela murió?, bagatela.
¡ Fue la serpiente quién reventó !...

      Es cierto decir que en Francia trazamos el espíritu con infantil destrozo; nosotros lo permitimos todo: todo tiene lugar. Seguramente es llevar demasiado lejos la complacencia y la debilidad.
      Lo ponemos en todas las salsas, lo echamos por todas partes, incluso allí donde no tendría que estar.
      He aquí un ejemplo de un hombre de un gran e indiscutible talento: El Sr. Alexandre Dumas hijo. Su espíritu incansable llega a menudo a estropear su talento. Todas sus obras están repletas de "palabras" llegando a tal propósito, a tontas y a locas, que con frecuencia ha exasperado. Hoy al público eso le gusta; ríe y aplaude sin preguntarse si el arte es auténtico, si la obra en ella misma no sufre de esta lluvia de alusiones picantes.
      Si el autor pone en escena a un padre y una madre en el lecho de un hijo muriendo, el padre y la madre dirán unas palabras, el médico que llega dirá una palabra, y si el niño muere, su última frase contendrá un rasgo, una palabra, algo espiritual.
      Del mismo modo que este género de piezas envejece rápido, se marchitan como las noticias de los periódicos cotidianos. Cuando se les toma al cabo de tres o cuatro años, el público no comprende nada; aplaude todavía un poco, por respeto y sobre todo por tradición, pero ha que cambiar el cartel al cabo de veinte representaciones.
      Tenemos un ejemplo reciente del poder de esta especie de espíritu sobre la multitud.
      El Sr. Edouard Pailleron acaba de representar en el Tetro Francés, con un brillante éxito, una comedia muy divertida: Le Monde où l'on s'ennuie. Esto es completamente encantador, muy alegre, agradable y posible; pero... pero hay demasiado espíritu... corriente y no bastante de otra cosa.
      Se ríe francamente; lo confieso. ¿Por qué se ríe ? Porque esta obra está llena de actualidad. Se ven todo el tiempo alusiones, veladas o no, a personas conocidas. El público se encuentra entendiendo o creyendo entender las menores intenciones irónicas, destacando los matices, estallando de entusiasmo en cada frase. Se decía:
      - ¿Ha reconocido al Sr. X... ? ¿Es bastante?
      - ¿Y la Sra. B... ? ¿Es parecida ?
      Y se reía, se reía hasta retorcerse.
      Pero cuando el Sr. X... haya muerto, cuando la Sra. B... haya muerto, otro público, el siguiente, ¿comprenderá? Tomemos una a una todas las palabras de esta pieza: cada una parece una actualidad de periódico, una alusión a las cosas de ayer y hoy. Hay que ser un iniciado para comprender y para reír. ¿Qué quedará de esta obra ? ¡ Esperémosla, dentro de tres años solamente, sobre la escena del mismo teatro !
      Lean al lado de esto alguna cosa de Marivaux, por ejemplo, de Marivaux, el preciosista, el amanerado; usted se divertirá todavía, él lo divertirá siempre, porque se siente discurrir en él ese vivo, alerta, exquisito, eterno espíritu francés, que es la misma sangre de nuestra literatura.
      Entonces, el espíritu es uno de nuestros encantos, una de nuestras grandezas, una de nuestras glorias, pero a fuerza a amarlo, le damos proporciones de vicio, y acabamos por confundir EL ESPÍRITU CORRIENTE con EL ESPÍRITU IMPERECEDERO de los auténticos maestros, poniendo uno al lado del otro, confundiendo el grito divertido de un pilluelo con la palabra inmortal de un Voltaire. Gesticulamos a menudo creyendo reír. Esto es un poco lo que ha hecho decir a Schapenhauer:
      « El resto del mundo tiene los monos, pero Europa tiene a los franceses.»

19 de junio de 1881 

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre