EN LOS BAÑOS DE MAR
( Aux bains de mer )

Publicado en el Gil Blas, el 6 de septiembre de 1887

      Antes se iba al mar para bañarse y nadar. Hoy se viene a las playas para dedicarse a un ejercicio de una naturaleza totalmente distinta y que no necesita la proximidad del agua. De la mañana a la noche, se encuentran en las calles de los pueblos marineros y sobre todo en las carreteras próximas, en los prados, por los campos, en los límites de los bosques, por todas partes, hombres, mujeres, niños, ancianos, vírgenes y madres de familia deformadas por cinco o seis partos; los hombres vestidos completamente de franela blanca, las mujeres con un pequeño uniforme y falda corta de franela negra, llevando todos en la mano una raqueta.
      Esa raqueta, la odiosa raqueta, pesadilla espantosa, no puede darse un paso por la calle sin verla. Todos la llevan como una prolongación del brazo, de la mañana a la noche, no la abandonan, la tienen como un juguete, la hacen saltar en el aire, la blanden, se sientan encima, os miran tras ella como detrás de las rejas de una prisión, o la rascan como una guitarra. Se encuentra en las casas, en todas las casas, sobre las mesas, sobre las sillas, detrás de las puertas, en las camas, por todas partes, por todas partes.
      Después de haberla visto todo el día, se sueña toda la noche, y a través de pensamientos tumultuosos siempre se ve la mano, nada más que una mano, inmensa y loca, agitando en el firmamento vacío una desmesurada raqueta.
      Esas personas, esas pobres personas, que llevan esa seña particular de su locura, como antaño los bufones dementes agitaban un sonajero de cascabeles, están afectados de un mal de origen inglés que se llama tenis.
      Tienen sus crisis en unos prados, pues es necesario un gran espacio para sus convulsiones.
     Se les ve por grupos, actuar perdidamente, correr, saltar, abalanzarse hacia delante, hacia atrás, con gritos, contorsiones, muecas horribles, gestos desordenados, durante varias horas seguidas, separados por una red que detiene sus arrebatos.
      Mirándolos de lejos, podrían dar la impresión de que son niños que se divierten con algún juego violento e inocente. Pero cuando uno se aproxima, la duda desaparece; se comprende la naturaleza de su mal, pues hombres maduros, hombres viejos, mujeres de cabellos grises, obesos, débiles, calvos, jorobados, todos aquellos, que parecerían ser sabios y razonables, se abandonan y desarticulan con más locura aun que los jóvenes.
      Y sus brincos, sus gestos, sus impulsos, revelan enseguida, al asustado paseante, la expresión bestial escondida en todo rostro humano que semeja siempre un tipo de animal y hace aparecer extrañamente todos los tics secretos del cuerpo.
      Y los ojos se nublan, el espíritu se alarma viéndolos, es una danza macabra de perros, de machos cabríos, de becerros, de cabras, de cerdos, de asnos con figuras de hombres, vestidos para la ocasión, que se agitan con grotescas sacudidas de vientre, del pecho o de los riñones, con movimientos bruscos de piernas y de cabeza, una mímica violenta y ridícula.
      ¿ Es así como se divierten y es así que, para abandonarse a esas crisis cotidianas y convulsas, se viene a los baños de mar en el año 1887 ?

      Los bañistas de Étretat han podido gozar últimamente de una distracción de otro tipo que ha causado un impacto profundo en la pequeña ciudad.
      Un destacado hipnotizador, que es también un hábil prestidigitador, el Sr. Pickmann, ha asombrado y aterrorizado a sus espectadores mediante unas experiencias hipnóticas.
      El hipnotismo, que está en vías de convertirse en una religión que tiene sus milagros, sus apóstoles, sus fanáticos y sus incrédulos, difiere de las religiones ordinarias en que casi todos sus sacerdotes son doctores en medicina y no en teología. Hasta el momento el principal resultado obtenido por las prácticas hipnóticas es una alza sensible en el precio de los alfileres, consistiendo la prueba principal en ocultarlos por todas partes, tras las cortinas, en los sillones, en los trajes, bajo las mesas, a fin de que el vidente los encuentre. Admitiendo una pérdida del 50%, la consumición normal de alfileres ha experimentado un notable aumento, y las casas de los creyentes se han vuelto inquietantes, toda vez que los asientos llenos de esos alfileres no descubiertos presentan serios peligros.
      Sin embargo, entre las experiencias realizadas por unos hombres racionales y de ciencia, hay algunas que parecen innegables, y que presentan un gran y extraño interés. Se sabe que los hipnotizadores pueden sugerir a sus sujetos, previamente dormidos, la visión de seres u objetos imaginarios cualesquiera. Esto no tiene nada de asombroso.
      Se dice: « He aquí un gato, un perro, un lobo, un vaso, un reloj. » Y el hipnotizado ve un gato, un perro, un lobo, un vaso o un reloj.
      Yo digo veo, y no cree ver, pues el examen de los ojos con un prisma en el momento de la alucinación muestras reflejado sobre la retina la imagen del objeto sugerido - ¡ que no existe !  - Este hecho está certificado en unas obras de medicina muy serias; y ello confirma esa teoría de que todo en la vida es una ilusión. Las consecuencias filosóficas de esta extraordinaria afirmación son infinitas y desconcertantes.
      En el transcurso de un sueño hipnótico, se ha llegado también a determinar de un modo muy curioso la independencia funcional de cada hemisferio cerebral, produciendo unas ilusiones y unas alucinaciones bilaterales simultáneas, de características diferentes en cada lado.
      Cuantas veces hemos sentido trabajar oscuramente en nosotros ese doble cerebro, en el que un desacuerdo funcional casi imperceptible, puede explicar tantos fenómenos de voluntad doble, de doble creencia, de doble juicio, y tantas contradicciones en nuestro ser pensante y razonable.
      Desde un punto de vista pragmático, no se descubren aún claramente cuales serán las ventajas de las prácticas hipnóticas introducidas en la vida corriente.
      Como parece indudable que ciertas personas, bajo la influencia de este adormecimiento parcial del cerebro, acompañado de una extrema sobreexcitación de ciertas facultades, se convierten en esclavos del hipnotizador, reciben sus órdenes durante el sueño y las ejecutan al despertar, ciegamente, sin ningún recuerdo de haberlas recibido, los asesinos del futuro podrán evitar los peligros de la guillotina tomando algunas lecciones y procurándose un buen sujeto con el que probarán previamente sobre gallinas o conejos.
      ¿ No es posible que Pranzini (1) haya sido el agente inconsciente de un compañero y que sus obstinadas manifestaciones de inocencia sean simplemente el resultado del sueño persistente de su memoria ?
      Otra ventaja será la posibilidad de hipnotizar a sus criados cada noche y darles minuciosas órdenes para el día siguiente. Se evitarían de este modo las respuestas insolentes, los comentarios descorteses y sobre todo las desobediencias. El arte del Sr. Pickmann no ha llegado todavía a este estado de perfección. Sin embargo le he visto hacer algo de lo más sorprendente, a lo que podría llamar un admirable efecto de prestidigitación mental.
      Introducido durante la noche en una casa en la que jamás había entrado, ha podido adivinar un objeto en el que había pensado el dueño del domicilio, y, con los ojos vendados, subió al piso superior, a través de habitaciones desconocidas, para buscar, encontrar y describir ese objeto. Me ha parecido poseer en un grado más asombroso que sus colegas, ese extraño olfato nervioso que nos ha revelado el Sr. Cumberland y que posee también igualmente, según parece, el Sr. Garnier, el arquitecto de la Ópera.
      Existe además una experiencia de lo más sencilla, que conocen bien todos los parisinos que transitan por las calles... y callejones, y que entra absolutamente dentro del dominio del hipnotismo. Cuando un hombre, al que le gustan las mujeres, advierte ante él, sobre la otra acera de una larga calle, alguna presencia despertando su deseo, basta que mire con insistencia, con voluntad, esta figura y esa nuca huyendo a través de la multitud, y siempre, tras un minuto o dos de esta misteriosa llamada, la mujer se vuelve y lo mira también.
      En una sala de espectáculos, se puede igualmente, desde el fondo de un palco, solicitar y arrojar una mirada que, sorprendida, busca y encuentra la vuestra al cabo de algunos instantes.
      Dejo a otros la tarea de explicar esos fenómenos que no me asombran en absoluto, toda vez que aún ignoramos las propiedades y los poderes de nuestros órganos.

6 de septiembre de 1887

(1) El 31 de agosto de 1887, Pranzini, prisionero en la Roquette, acusado del triple asesinato de la calle Montaigne en París, cometido en la noche del 19 al 20 de marzo, es guillotinado.
Siempre mantuvo su inocencia. ( N. del T.)

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre