ESTILIANA
( Styliana )
Publicado en Le Gaulois, el 29 de noviembre de 1881

      SR. JOURDAIN
       ¿ De qué se está hablando ?
      EL MAESTRO DE FILOSOFÍA
      De la prosa
      SR. JOURDAIN
      ¡ Cómo ! cuando digo: « Nicole, tráeme mis zapatillas y dame las buenas noches »,¿ es eso prosa ?
      EL MAESTRO DE FILOSOFÍA
      Sí, señor.

      Es la prosa, en efecto. Todo el mundo, seguramente, escribe y habla en prosa, puesto que según el maestro de filosofía del Sr. Jourdain, no hay más que prosa y verso.
      Sin embargo, yo estoy cerca de pensar de otro modo, y de establecer unas distinciones infinitamente más sutiles que no hacía Molière. Así, yo jamás daré mi brazo a torcer respecto a lo siguiente: que todos los discursos políticos pronunciados en la Cámara están uniformemente redactados en galimatías, y que los periódicos, los tres cuartos de lo que publican, están escritos en letra pequeña. ¿ Es útil probarlo ?
      Sí, sin duda, pues todo hombre que sabe mover suficientemente su lengua para pedir una chuleta en una taberna, o para informarse como se llevan la « dama » y las « damitas » de su amigo, alimenta la pretensión ultrajante y fantástica de hablar francés.
      Cualquiera es capaz de emborronar una carta dando rienda suelta a su vanidad hasta imaginarse que tiene estilo. Todo reportero se cree hombre de letras, y todo conserje, leyendo la obra de un escritor, se erige en juez, declara el libro bien o mal escrito, según se corresponda más o menos el día a la tontería de su espíritu.
      ¿ Qué es entonces el estilo ? se preguntarán. En el fondo yo no sé nada; y estaré tentado de responder aún al modo de Molière: - « ¿ Por qué el opio provoca el sueño ? - Quia habet virtutem dormitivan. » Lo mismo ocurre con el estilo, a pesar de los gramáticos y profesores que nos enseñan las reglas para escribir bien y que hacen prosa ellos mismos como si fuesen cocineros.
      Ahora bien, estos último días, una pequeña discusión sobre este tema, abierta en un gran periódico matinal, me ha parecido muy instructiva. Una solterona que se hacía llamar bas-breton, pero que yo llamaría mejor marisabidilla, escribió al Sr. Francisque Sarcey para pedirle su opinión sobre el sentido de una frase de Alphonse Daudet. Tras haber olido el párrafo como se huele un pescado de dudosa frescura, desarticulada la construcción, gramática en mano, sopesado cada palabra, etc,. dicha solterona experimentó la necesidad de someter el caso a un juez competente y eligió al Sr. Sarcey; El eminente crítico respondió invocando los privilegios del estilo moderno, que no se parece mucho a su hermano clásico; la solterona respondió; la disputa no se había acabado.
      El Sr. Sarcey terminaba su último artículo más o menos con estas palabras: «¡ Estas cuestiones son más interesantes que las vanas disputas políticas y que todas las inútiles discusiones que nos apasionan !»
      Yo me guardaré bien de negar que estas cuestiones sean interesantes; pero las juzgo tan vanas y tan inútiles como las insoportables disputas políticas que son encumbradas en los periódicos.
      ¿ Por qué ?
      ¡ Porque no se enseñará nunca a los franceses a hablar, ni a escribir su lengua ! Porque leen cada día la prosa asombrosa de la que están llenos los periódicos, y que saborean con delicia; porque consideran al Sr. Thiers como un gran escritor, y al Sr. Manuel, autor de los Ouvriers,  ¡ como un poeta !
     Escuché últimamente a un hombre de letras de auténtica primera fila definir el estilo más o menos así: « Algo que hiere al público, que indigna a menudo a los críticos, y que revuelve la Academia. » Y añadía: « El estilo, es la verdad, la variedad y la abundancia de la imagen; la infalible elección del epíteto único y característicos; la precisión absoluta de la palabra para significar la cosa; la concordancia rítmica de la frase con la idea.»
      Decía todavía: « La frase debe ser puesta en escena como un payaso, hacer cabriolas adelante, atrás, en el aire, de todas las formas; jamás hacer dos volteretas iguales, asombrar sin cesar por la variedad de sus poses y la multiplicidad de sus formas.»
      También decía: « La idea es el alma de la palabra; la palabra, el cuerpo de la idea; la frase constituye la armonía de esa alma y de ese cuerpo.»
      Al día siguiente incluso, abría por casualidad un volumen del Sr. Thiers y leía lo siguiente:
      « La tierra estaba tan cubierta de nieve que no se veía ninguna parte de suelo... el combate duró ocho horas; y, a la noche, seis mil enemigos mordían el polvo.» - ¡Precisión en la imagen!
      Pues he aquí que, por casualidad, abrí, algunos días después, la obra del Sr. Troplong sobre la propiedad según el Código civil. La primera frase que me asombró fue esta:
      « En medio de tantas instituciones que caducan o envejecen, la propiedad permanece en pie, asentada sobre la justicia y fuerte por el derecho. Es incluso la propiedad que, acorde con la familia, tiene hoy a la sociedad poderosamente sujeta sobre la superficie móvil de la democracia.»
      ¡Oh, miseria ! ¡ Leer esto ! ¡ Cómo me gustaría conocer la dirección de la solterona del Sr. Sarcey para pedirle su opinión !

      - Buenos días, querido. ¿ Está usted bien ?
      - Gracias. No mal, ¿ y usted ? ¡ Que tiempo fabuloso !
      - Sí, pero el fondo del aire es frío.
      ¿ Quién no ha oído veinte mil veces ese diálogo ?
       Ahora bien, dígame, por favor, ¿ qué es eso del fondo del aire ? Yo conozco el fondo de un plato, el fondo de una botella, los fondos de los pantalones, el fondo de mi cartera; pero, a pesar de los desesperados esfuerzos de mi imaginación, ¡ no me puedo representar el fondo del aire !
      También, cada vez que oigo hablar de ese fondo inverosímil, permanezco soñador y miro el viento como se contemplan esos grabados en los que hay que descubrir algún rostro disimulado: « ¡ Buscad el fondo del aire ! »
      No niego que no sea desesperadamente nervioso y susceptible, pero esas cosas me irritan como una falsa nota, como el ruido de una sierra sobre la piedra, como el chirrido de una lima. Y he aquí que no me atrevo a abrir un periódico, de lo seguro que estoy de leer, cada mañana, en todas las hojas, en alguna sutileza política a la que ellas se dedican, la superlativamente asombrosa figura siguiente:
      « Estamos autorizados a anunciar que esta noticia no tiene sombra de fundamento. »
      ¡Oh ! señores redactores, ¿ qué dicen ustedes ?
      ¿ De que fundamento una noticia podría tener la sombra ? Y esta misma sombra, de la que ustedes hablan, ¿ la han visto alguna vez ? ¡ La sombra de un fundamento ! ¡Estupefacción ! Pensad también en la opinión que las damas inglesas podrían tener de nosotros, si pudiesen penetrar en todas las sutilezas de nuestra lengua. Ese fundamento las haría morir de pudor indignado ya que ustedes no parten más que de la sombra de ese objeto.
      Y he aquí una frase de un ilustre embajador: « ¡ Todos esos rumores están desprovistos de fundamento !»
      ¿De dónde vienen entonces, esos rumores, señor embajador ? Me detengo, ya es tiempo. Pero, cuando pienso que usted ha escrito esto sin pensarlo, y que su ministro lo ha leído sin reír, tengo el derecho de decir que ustedes emplean tanto el uno como el otro un francés de retrete.

      ¡ Que cosa curiosa que jamás una comparación marca su impronta precisa en un espíritu ! Una palabra no tiene, pues, para la mayoría de las personas, más que un valor relativo; quiere expresar alguna cosa, es cierto, pero no despierta de inmediato una imagen clara y absolutamente exacta. Se comprende más o menos el sentido indicado, se adivina la intención, ¿ pero no se ve la cosa dicha ? ¿ De dónde viene esto ? ¿ Por qué no se percibe inmediatamente el valor de una expresión como el de una moneda ?
Responderé: ¿ Por qué son necesarios largos estudios para discernir una vajilla de cuarenta mil francos de una de cuarenta céntimos; un plato hispano-marroquí con esmalte dorado, estriado, sencillo y realmente bello, de un plato de Gien cubierto de ornamentos?
      ¿ Por qué son necesarios expertos sabios en la sala Drouot para discernir penosamente un original de una copia ?...
      Es por la misma razón que el Sr. Jourdain, quién hace, sin saberlo, prosa de la mañana a la noche, no está ducho, aunque lo piense, en esas cuestiones de estilo tan delicadas, infinitamente difíciles y eternamente controvertidas.

      P.D. En mi último artículo sobre la dificultad de poner de acuerdo las leyes humanas y las leyes naturales, el amor y el matrimonio, solicitaba la opinión de la Señorita Hubertine Auclert sin esperar demasiado una respuesta.
      He recibido la siguiente carta:

      Señor,

     En su artículo del 22 de noviembre, usted me propone una cuestión. He aquí mi respuesta:
      Para expulsar la desgracia y la inmoralidad de la vida conyugal, es necesario poner las leyes de acuerdo con la naturaleza, y las costumbres en armonía con la honestidad.
      Me reservo, por otra parte, el desarrollar esta tesis, continuando en la
Citoyenne mi estudio sobre el matrimonio.
      Reciba, señor, mis apresurados saludos.

Hubertine Auclert

      Seguiré con interés los desarrollos de la Señorita Hubertine Auclert, y me esforzaré en aprovechar las ocasiones que me proporcionará para retomar esta tesis con ella.

29 de noviembre de 1881

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre