LA CHINA DE LOS POETAS
( La Chine des poètes )

Publicado en el Gil Blas, el 31 de mayo de 1885

Allez au pays de Chine
Et sur ma table apportez
Le papier de paille fine
Plein de reflets argentés.

Id a China
Y en mi mesa poned
el papel de paja fina
Lleno de reflejos plateados.

      De este modo habla un poeta que adora China: Luis Bouilhet.
     ¿ Cómo es exactamente la China, de la que se habla tanto en este momento, la China del Sr. Ferry ? Nadie lo sabe, y el presidente del Consejo no más que yo.
      Hemos leído sobre ella singulares libros, relatos extraordinarios. Hemos cansado la vista con mapas geográficos donde están escritos miles de nombres inverosímiles, y luego hemos soñado. Entonces en una nebulosa de ideas, semejante a una borrachera de opio, nos ha aparecido vagamente un inmenso país, encerrado por una muralla sin fin, lleno de torres de porcelana, de lozas brillantes y de hombres extraños a las miradas lejanas, de piel amarilla, llevando en la coronilla una trenza de cabellos que llega hasta el suelo. Nos ha parecido oír ruidos de campanillas, de simpáticos gritos; nos hemos imaginado esta extravagante humanidad comiendo nidos salteados con mantequilla, y granos de arroz con palillos de madera, como harían los payasos de un circo para divertir al público.
      Hemos entrevisto dragones de oro sobre sedas rosas, todo tipo de cosas hermosas o cómicas, de una fantasía opulenta y burlesca. Y hemos creído tener una idea de China.
      Ahora bien, no sabemos nada de ella. Pues hay que haber visto una tierra para conocerla, una tierra sobre todo tan distinta de la nuestra.
      Hemos leído a los viajeros. No nos han informado nada preciso; no han hecho más que azuzar nuestra imaginación con confusas imágenes.
      ¿ Qué es China sin embargo ?
      Leamos a los poetas y busquemos la China que ellos han inventado, abramos a esos creadores de regiones ideales.

      Vamos allá.- Miremos.

Le long du fleuve jaune, on ferait bien des lieues
Avant de rencontrer un mandarin pareil.
Il fume l'opium, au coucher du soleil,
Sur sa porte en treillis, dans sa pipe à fleurs bleues.

D'un tissu bigarré, son corps est revêtu ;
Son soulier brodé d'or semble un croissant de lune.
Dans sa barbe effilée il passe sa main brune
Et sourit doucement sous son bonnet pointu.

Les pêchers sont en fleur. Une brise légère
Des pavillons à jour fait trembler les grelots ;
La nue, à l'horizon, s'étale sur les flots,
Large et couleur de feu, comme un manteau de guerre.

A lo largo del río amarillo, se darían buenos paseos
Antes de encontrar a un mandarín semejante.
Él fuma opio al ocultarse el sol,
Sobre su puerta de arpillera, en su pipa de flores azules.

Su cuerpo está cubierto de un abigarrado tejido;
Su calzado bordado de oro parece una luna creciente.
Pasa su mano morena por su afilada barba
Y sonríe dulcemente bajo su puntiagudo copete.

Los melocotoneros están en flor. Una brisa ligera
en los pabellones, hace temblar los cascabeles;
La nube, en el horizonte, se despliega sobre las olas,
Amplia y color de fuego, como un manto de guerra.
 

      Ahora conocemos a Tou-Tsong, el letrado, tan bien como si  hubiésemos pasado unas horas a su lado, mientras conversa con sus amigos bajo las lamparillas pintadas.
     Pero el invierno ha llegado, (invierno que se ha llevado las flores de los melocotoneros. El mismo poeta, Louis Bouilhet, nos va a mostrar al tranquilo chino que ha imaginado.

Au fond du cabinet de soie,
Dans le pavillon de l'étang,
Pi-pi, po-po le feu flamboie,
L'horloge dit : Ko-tang, Ko-tang.

Au-dehors, la neige est fleurie.
Et le long des sentiers étroits
Le vent qui souffle avec furie
Disperse au loin ses bouquets froids.

Sous le givre qui les pénètre,
Les noirs corbeaux, en manteau blanc,
Frappent du bec à ma fenêtre,
Qu'empourpre le foyer brûlant.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mais, au dos de ma tasse pleine,
Je vois s'épanouir encor
Dans leur jardin de porcelaine
Des marguerites au cœur d'or.

Parmi les fraîches impostures
Des vermillons et des orpins,
Sur le ciel verni des tentures
Voltigent des papillons peints.

Et mille souvenirs fidèles,
Sortant du fond de leur passé,
Comme de blanches hirondelles
Rasent tout bas mon seuil glacé.

La paix descend sur toute chose
Sans amour, sans haine et sans Dieu.
Mon esprit calme se repose
Dans l'équilibre du Milieu.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Al fondo de la sedosa estancia,
En el pabellón del estanque,
Pi-pi, po-po el fuego trepida,
El reloj suena: Ko-tang, Ko-tang.

Fuera, la nieve está florida.
Y a lo largo de los estrechos senderos
El viento que sopla con furia
Dispersa a lo lejos sus frías ramas.

Bajo la escarcha que los penetra,
Los negros cuervos, con abrigo blanco,
Picotean en mi ventana,
Que enrojece el hogar ardiente.
..........................
Pero, al dorso de mi taza llena,
Veo desarrollarse aún
En su jardín de porcelana
Una margaritas con corazón de oro.

Entre las frescas imposturas
De los rojos y los dorados,
Sobre el cielo barnizado de pinturas
Revolotean unas mariposas pintadas.

Y mil recuerdos fieles
Saliendo del fondo de su pasado,
Como blancas golondrinas
Rozan muy bajo mi umbral helado.

La paz desciende sobre todo
Sin amor, sin odio y sin Dios.
Mi espíritu tranquilo descansa
En el equilibrio del Medio.
..........................

     Y ahora viéndolo, cerrando sus pequeños ojos rasgados, las piernas cruzadas bajo él, las manos cruzadas sobre su vientre, el sabio y prudente mandarín que ha soñado, nos dice:
 

Quatre rubis à sa ceinture,
Un bouton d'or à son bonnet,

Cuatro rubís en su cintura,
Un boton dorado en su copete.

y cuyo espitiro que el sueño despierta, sigue sobre la corriente de las edades.

La feuille rose des pêchers.

La hoja rosa de los melocotoneros

      Tiene en su casa dos esposas. Un perfume de té flota en el aire, mezclado con otras fragancias más vivas de aromas quemados en bonitos recipientes de cobre. Su cabeza se inclina, sus ojos se cierran...

Cependant la nuit qui s'allonge
Mystérieuse à l'horizon
Dans le filet fleuri d'un songe
Prend son âme comme un poisson

Sin embargo la noche que se prolonga
Misteriosa en el horizonte
En la red florida de un pensamiento
Toma su alma como un pez.

     Duerme.

      En la gran llanura donde hay unas singulares flores se eleva un brillante monumento, erguido, curioso.
      Es alto como una torre, taladrado de pequeñas ventanas. Aparece una cabeza en una de esas estrechas aberturas. Théophile Gautier nos la muestra tan bien como si la hubiésemos visto nosotros mismos:

Celle que j'aime à présent est en Chine.
Elle demeure, avec ses vieux parents,
Dans une tour de porcelaine fine,
Au fleuve Jaune, où sont les cormorans.

Elle a les yeux retroussés vers les tempes,
Le pied petit à prendre dans la main,
Le teint plus clair que le cuivre des lampes,
Les ongles longs et rougis de carmin.

Par son treillis elle passe la tête
Que l'hirondelle, en volant vient toucher ;
Et chaque soir, aussi bien qu'un poète,
Chante le saule et la fleur du pêcher.

Aquella que amo hoy, está en China.
Vive, con sus viejos padres,
En una torre de fina porcelana,
En el río Amarillo, donde están los cormoranes.

Tiene los ojos vueltos hacia las sienes,
El piececillo agarrado con la mano,
La piel más clara que el cobre de las lámparas,
Las uñas largas y rojas de carmín.

Pasa la cabeza por el enrejado,
que la golondrina, volando, acaba de tocar;
Y cada tarde, al igual que un poeta,
Canta el sauce y la flor del melocotonero.

      ¿ Qué es lo que sueña la pequeña china que mira a los lejos en el campo ? Louis Bouilhet nos lo dice:

La fleur Ing-Wha, petite et pourtant des plus belles,
N'ouvre qu'à Ching-tu-fu son calice odorant ;
Et l'oiseau Tung-whang-fung est tout juste assez grand
Pour couvrir cette fleur en tendant ses deux ailes.

Et l'oiseau dit sa peine à la fleur qui sourit ;
Et la fleur est de pourpre et l'oiseau lui ressemble ;
Et l'on ne sait pas trop, quand on les voit ensemble,
Si c'est la fleur qui chante ou l'oiseau qui fleurit.

Et la fleur et l'oiseau sont nés à la même heure ;
Et la même rosée avive chaque jour
Les deux époux vermeils gonflés du même amour.
Mais, quand la f leur est morte, il faut que l'oiseau meure !

Alors, sur ce rameau d'où son bonheur a fui,
On voit pencher sa tête et se faner sa plume.
Et plus d'un jeune cœur dont le désir s'allume
Voudrait, aimé comme elle, expirer comme lui !

La flor Ing-Wha, pequeña y sin embargo de las más bellas,
No abre más que a Ching-tu-fu su caliz oloroso;
Y el pájaro Tung-whang-fung es lo suficientemente grande
Para cubrir esta flor extendiendo sus dos alas.

Y el pájaro cuenta sus penas a la flor que sonríe;
Y la flor es púrpura y el pájaro se le parece;
Y no se sabe demasiado, cuando se les ve juntos,
Si es la flor quién canta o el pájaro quién florece.

Y la flor y el pájaro han nacido a la misma hora;
Y el mismo rocío aviva cada día
A los dos esposos rojos henchidos del mismo amor.
Pero, ¡ cuando la flor muere, el pájaro debe morir !

Entonces, sobre esa rama de donde ha huido la felicidad,
Se le ve inclinar su cabeza y ajarse sus plumas.
Y más de un joven corazón cuyo deseo se ilumina
Querría, amada como ella, ¡ expirar como él !

      En la habitación de la torre, detrás de la sombrilla de seda, se ve sobre la mesa de laca una pequeña luna gruesa como una moneda redonda que arroja sus reflejos de nácar en el agua de un riachuelo lleno de juncos.
     Y he aquí los grandes jarrones relucientes que muestran sus bordes.

La glu d'émail où le soleil s'est pris.

 La cola de esmalte donde el sol está pegado.

      Un dios semejante a los pequeños dioses familiares de los antiguos vela sobre la frágil muchedumbre de los preciosos jarrones.

Il est en Chine un petit dieu bizarre,
Dieu sans pagode et qu'on appelle Pu.
J'ai pris son nom dans un livre assez rare,
Qui le dit frais, souriant et trapu.

Il a son peuple au long des poteries,
Et règne en paix sur ces magots poupins
Qui vont cueillant des pivoines fleuries
Aux buissons bleus des paysages peints.

Il vient à l'heure où commencent les sommes,
Quand sous leurs toits les vivants sont couchés
Pour réjouir tous les petits bonshommes
Que le vernis tient au vase attachés.

Hay en China un pequeño dios extraño,
Dios sin pagoda y que se llama Pu.
He tomado su nombre de un libro bastante raro,
Que lo define fresco, sonriente y achaparrado.

Tiene su pueblo a lo largo de las alfarerías,
Reina en paz sobre esos rubicundos potes
Que están llenos de pivonias floridas
De matorrales azules de los paisajes pintados.

Llega a la hora donde comienzan las siesta,
Cuando bajo sus techos los vivos están acostados
Para alegrar a todos los pequeños hombrecitos
Que el barniz tiene en el jarrón atrapados.

     Pero dejemos el campo y entremos en Pekín. Un ligero ruido atraviesa en el aire; un grito regular lo acompaña:

Hao ! Hao ! c'est le barbier
Qui secoue au vent sa sonnette ;
Il porte au dos dans un panier
Ses rasoirs et sa savonnette.

Le nez camard, les yeux troussés,
Un sarrau bleu, des souliers jaunes,
Il trotte et fend les flots pressés
Des vieux bonzes quêteurs d aumônes.

Au bruit de son bassin de fer,
Le barbier qui vient sur sa porte
Sent courir, le long de sa chair,
Une démangeaison plus forte.

Toute la rue est en suspens,
Et les mèches patriarcales
Se dressent comme des serpents
Qu'on agace avec des cymbales.

C'est en plein air, sous le ciel pur,
Que le barbier met sa boutique ;
Les bons clients, au pied du mur,
Prennent une pose extatique.

Tous, d'un mouvement régulier,
Vont clignant leurs petits yeux louches.
Ils sont là comme un espalier
Sous le soleil et sous les mouches.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cependant, glissant sur la peau,
La lame où le jour étincelle Court,
plus rapide qu'un oiseau
Qui frôle l'onde avec son aile.

Et quand le crâne sans cheveux
Luit comme une boule d'ivoire,
Le maître, sur son doigt nerveux,
Tourne, au sommet, la houppe noire.

Chacun s'arrête. Le barbier
Sait mainte histoire inattendue.
Ni mandarin, ni bachelier,
N'a la langue aussi bien pendue.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
La foule trépigne à l'entour
Et, par instants, se pâmant d'aise,
Chaque auditeur, comme un tambour,
Frappe, à deux mains, son ventre obèse.

¡ Hao ! ¡ Hao ! es el barbero
Que agita al viento su cascabel;
Lleva a la espalda, en una cesta,
Sus cuchillas y su pastilla de jabón.

La nariz chata, los ojos rasgados,
Una bata azul, unos zapatos amarillos,
Camina abriéndose paso en la marea
De los viejos sacerdotes budistas que piden limosna.

Al ruido de su platillo de hierro,
El barbero, que llega a su puerta,
Siente correr, a lo largo de su piel,
Una comezón muy fuerte.

Todo la calle está pendiente,
Y los mechones patriarcales
Se dirigen como serpientes
Que se irritan con unos timbales.

Es al aire libre, bajo el cielo puro,
Donde el barbero pone su tienda;
Los buenos clientes, al pie del muro,
Toman una pose extática.

Todos, con movimiento regular,
Van guiñando sus ojitos sospechosos.
Están allí como árboles plantados
Bajo el sol y las moscas.
.......
Sin embargo, deslizándose por la piel,
La cuchilla, donde el día se refleja,
más rápida que un pájaro
Que roza el agua con su ala.

Y cuando el cráneo sin cabellos
Luce como una bola de marfil,
El maestros, con dedo nervioso,
Devuelve, a la coronilla, la borla negra.

Cada uno se detiene. El barbero
Sabe ahora una historia inesperada.
Ni mandarín, ni bachiller,
Tiene la lengua tan bien colgada.
........
La muchedumbre pulula alrededor
Y, por instantes, desternillándose de risa,
Cada auditor, como un tambor,
Golpea, a dos manos, su obeso vientre.

     Vemos más allá un gran edificio móvil que se acaba de montar y que se desmontará dentro de algunas horas. Es un teatro.
      La pieza que ahí se va a representar es sencilla. Desde hace siglos no varía demasiado. Los mandarines letrados no conocen las disputas de las nuevas escuelas. Siempre les ha gustado lo que divertía a sus padres. Y el público no pide el lujo de la ornamentación, la riqueza de la puesta en escena, la variedad de decorados que con tanto afán busca el Sr. Sardou, no sin razón.
      El centro de la sala, que corresponde a nuestro patio de butacas, es gratuito. Y viene quién quiere.
      La policía de la puerta está constituida por unos oficiales de policía armados con fustas; y cuando la muchedumbre encrespada y compacta impide aproximarse las literas de las bellas chinas de calidad, basta al hombre hacer silbar su ligera correa para que un pasillo se abra de inmediato.
      Las piezas representadas se parecen mucho a nuestras novelas de la Edad Media. Unas damas encerradas en unas torres de porcelana son liberadas por unos caballeros que libran espantosos combates; y la boda tiene lugar en medio de torneos, de divertimentos y de fiestas.
      El chino, además, adora la pantomima, ese género encantador demasiado abandonado entre nosotros, y que en ellos tiene una considerable importancia.
      Las pantomimas chinas están llenas de alegorías filosóficas. He aquí una:
      - El Océano, a fuerza de lanzar sus olas sobre la orilla, acaba enamorándose de la Tierra, y para obtener sus favores, le ofrece dándole, las riquezas de su reino.
     Entonces los espectadores entusiasmados ven salir del fondo del mar delfines, focas, monstruosos cangrejos,  ostras, perlas, corales que caminan, esponjas, cien bestias más y cien cosas que siguen, bailando un paso regular, una inmensa y extraordinaria ballena.
      La Tierra, por su parte, para responder a esta galantería, ofrece lo que produce: leones, tigres, elefantes, águilas, cabras, gallinas, árboles de todas clases; y un ballet formidable comienza, con una loca alegría y una extravagante fantasía.
     Finalmente la ballena se adelanta hacia el público girando sus ojos, parece enferma, bosteza, abre la boca... y lanza sobre el patio de butacas un gran chorro de agua como la fuente de un río, una tromba, una inundación.
      Y el público patalea, aplaude, grita: « ¡Encantador, delicioso! », lo que en chino, se dice « ¡ Hao ! ¡ Koung- Hao ! », según parece.
      Las obras históricas son también muy vistas.
      Las tres unidades que Boileau prescribe no son allí a menudo respetadas, pues la acción a veces abarca un siglo entero, o incluso toda la duración de una dinastía. El autor no está obligado a conducir sus personajes de un lugar a otro.
      He aquí, por ejemplo, como debe emprender un largo viaje. Como no se cambiará el decorado, hay que usar otro procedimiento. El actor entonces monta a caballo sobre un bastón, toma una pequeña fusta, la agita, recorre dos o tres veces el escenario y canta una cancioncilla para describir la ruta que ha recorrido. Luego se detiene, oculta su bastón en un rincón, su fusta en otro, y retoma su papel.
      A veces los personajes son la luna y el sol. Se cuentan los acontecimientos del espacio, los coqueteos de las estrellas, los amores pasajeros de los cometas. Reciben de vez en cuando la visita de un principe de la tierra que viene a mirar desde el cielo lo que pasa en su imperio, mientras que el trueno, un payaso armado de una doble hacha, salta, brinca, patalea, se desarticula.
      « Las representaciones de los actores chinos, escribe un viajero, iguala, si no superan, a las de los actores europeos. Nadie más que ellos se aplica con más ansia en imitar a la naturaleza en todas sus variaciones y matices más finos y delicados. »

     Polichinela existe en China desde la más grande antigüedad, pues nada le resulta desconocido a esta singular nación, que permanece estacionaria tal vez por que ha marchado demasiado aprisa, y usado toda su energía antes incluso de que la Historia comenzara para nosotros.

31 de marzo de 1885

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre