Verdaderamente da la impresión de que el talante francés está
enfermo. A menudo se le ha comparado con la espuma del vino de Champagne. Ahora
bien, todo vino descorchado durante tiempo se evapora, y algo similar le ocurre
al talante, sin duda.
Hemos conservado, es cierto, alguna cosa que nos hace las veces
de talante: el
chiste... Pero hemos perdido la primera cualidad que constituía el distintivo
francés: la delicadeza.
Hoy en día, sustituimos esta antigua cualidad nacional por algo brutal, grosero, burdo.
Nos reímos estupidamente.
El talante, en Francia, tenía varios tipos de manifestaciones. Se podían
clasificar por géneros:
El de las calles; El de los salones; El de los libros.
¿ Que es el talante ? El diccionario no da una definición
clara. Se trata de un
cierto giro de pensamiento a veces alegre, a veces cómico, a veces picante, que
produce en la inteligencia una especie de agradable cosquilleo y provoca la
risa.
Se denomina reír a una alegría particular del alma que se manifiesta mediante
gestos, pliegues nerviosos alrededor de la boca, y pequeños gritos
entrecortados que parecen salir de la nariz-
Ahora bien, en Paris, la relación imprevista, extraña, de dos términos, de
dos ideas o incluso de dos sonidos, una extravagancia cualquiera, una acrobacia
de la lengua hace pasar a través de la ciudad un halo de diversión.
¿ Por qué todos los franceses ríen, mientras que todos los ingleses y
alemanes encontrarían incomprensible nuestro sentido del humor ? ¿ Por qué ?
Pues porque somos franceses, porque tenemos la inteligencia francesa y porque poseemos
esa encantadora y ágil facultad de reír.
Pero hoy nos reimos por unas tonterías tan absurdas
que uno queda confundido.
Bajo la Revolución, bajo la Regencia, bajo la Restauración, bajo Luis XVIII
las palabras que pululaban por la ciudad tenían una elocuencia ágil, una punta
afilada, a veces incluso envenenada, y siempre con un discreto transporte. Detrás
de la broma o la perfidia del trazo se ocultaba un pensamiento sutil.
Esto sonaba tan claro como el tintineo de las monedas. Hoy el talante suena falso como el plomo.
Y es posible que desde hace cuatro o cinco años todo el esfuerzo de
ágil inteligencia de Francia esté agonizando por medio de palabras como v'lan et pschutt !
V'lan ! Pschutt ! ¿ Por qué Ulano ? ¿ Por que Pschutt
? ¿ Que tienen de divertidas esas sílabas ? ¿ Qué ola de estupidez ha ahogado
nuestro espíritu ?
« En Francia, el talante discurre por las calles », se dice. Uno sin embargo
lo echa de menos cada vez más. Pero donde aparece esta decadencia, es
seguramente en los salones.
La conversación allí es generalmente banal, corriente, ociosa, artificial,
monótona, al alcance de cada imbecil. Discurre, discurre en los labios, en los
pequeños labios de las mujeres, que un gracioso pliegue hace retroceder, en los
barbudos labios de los hombres que un extremo de cinta roja en la pechera parece
indicar inteligencia. Discurre sin fin, repugnante, tonta hasta hacer
llorar, sin una variante, sin un destello, sin una agudeza, sin una explosión
de espíritu.
Se habla de música, arte, elevada poesía. Ahora bien
sería cien millones de
veces más interesante oír a un charcutero hablar con competencia de salchichas
que oír a los correctos caballeros y a las mujeres de mundo de visita, abrir su
grifo a las banalidades sobre las únicas cosas grandes y hermosas que hay.
¿ Cree usted que piensan lo que dicen ? ?¿ que se esfuerzan para comprender
o tratar de penetrar en su sentido misterioso ? No.
Repiten todo lo que es costumbre repetir sobre cualquier tema. Eso es
todo.
También declaro que es necesario un valor sobrehumano, una dosis de paciencia a toda prueba, y una serena indiferencia hacia todo para ir hoy a lo que
se
llama mundo y soportar con rostro sonriente todas las ineptas barbaridad que
se oyen con respecto a todo.
Algunos salones son excepciones. Son raros.
No pretendo que se deba profundizar, en una charla de diez minutos, en el sentido
filosófico del menor acontecimiento, en ese « más allá » de cada hecho
contado, que alargaría hasta el infinito todo tema abordado.
Desde luego que no. Pero sería al menos necesario saber charlar con un poco de
espíritu.
¡Conversar con talante ! ¿ Qué es eso ?
Conversar, antaño, era el arte de ser hombre o mujer del mundo; el arte de no
parecer nunca aburrido, de saber decir todo con interés, de agradar con no
importa qué, de seducir con todo de la nada. Hoy se habla, se cuenta, se le da
vueltas, se alborota, se cotillea, no se conversa ya, no se conversa nunca.
Berlioz escribió en una de sus cartas:
« Vivo, desde mi retorno de Italia, en medio del mundo más prosaico, el más
duro. A pesar de mis súplicas de no hacer nada, se placen, se obstinan en hablarme sin cesar de música, arte,
elevada poesía; esas personan emplean esos
términos con la mayor sangre fría: Se diría que hablan de vino,
mujeres, levantamientos u otras porquerías. Mi cuñado, sobre todo, que es de
una elocuencia espantosa, me mata. Siento que estoy aislado de todo ese mundo
por mis pensamientos, por mis pasiones, por mis amores, por mis odios, por mis
desprecios, por mi cabeza, por mi corazón, por todo.»
Pues bien, saber conversar, es
saber hablar de vino, de mujeres, levantamientos y ... otras pamplinas, sin que
sea nada... de lo que dice Berlioz.
¿ Como definir el vivo florecimiento de las
cosas por las palabras, ese juego de raqueta con palabras flexibles, esa especie
de sonrisa ligera de las ideas que debe ser la conversación ?
Hoy se lleva
contar. Cada uno cuenta a su vez cosas personales, aburridas y largas que no
interesan a ninguno de los presentes.
Y además la conversación siempre deriva hacia
los acontecimientos políticos del día o de la víspera. Jamás levanta el vuelo para
ir de idea en idea, como antaño.
Pero no es únicamente la encantadora delicadeza francesa lo que ha
desaparecido
de la conversación. La sociedad actual, compuesta casi exclusivamente de recién
llegados, ha perdido un sentido delicado, una especie de olfato sutil,
inapreciable, inexpresable, que pertenece casi exclusivamente a los aristócratas
letrados y que se puede denominar: el sentido artístico.
¡ Un artista ! El público de hoy, juzga difícil
y refinado, llevado al límite,
ese sentido artístico que desaparece, se apasiona por una frase, por un verso,
por un epíteto ingenioso o audaz. Veinte líneas, una página, un retrato, un
episodio le basta para juzgar y clasificar a un escritor. Busca, en lo más
profundo, los interiores de las palabras, penetra en los motivos secretos del
autor, lee lentamente, sin pasar nada, buscando, después de haber comprendido
la frase, si no queda nada más en lo que ahondar. Pues los espíritus,
lentamente preparados para las sensaciones literarias, sufren la secreta
influencia de este poder misterioso que pone una alma en las obras.
Cuando un hombre dotado, sea el que sea, no se preocupa más que de la cosa
contada, cuando no se da cuenta de que el verdadero poder literario no está en
el hecho, sino en la manera de prepararlo, de presentarlo y de expresarlo, no
tiene sentido del arte.
La profunda y deliciosa alegría que os sube al corazón ante ciertas páginas,
ante ciertas frases, no viene únicamente de lo que ellas dicen; viene de una
concordancia absoluta de la expresión con la idea, de una sensación de armonía, de
belleza secreta escapando la mayoría del tiempo al juicio de las muchedumbres.
Musset, ese gran poeta, no era un artista. Las encantadoras cosas que dice en
una lengua fácil y seductora, dejan casi indiferentes a aquellos que se preocupan
de la persecución, de la búsqueda, de la emoción de una belleza más elevada, más
imperceptible, más intelectual.
La multitud, por el contrario, encuentra en
Musset la satisfacción de todos sus anhelos poéticos, un poco groseros, sin
comprender incluso el estremecimiento, casi el éxtasis que nos pueden producir
ciertas piezas de Baudelaire, de Victor Hugo, de Leconte de Lisle.
Las palabras tiene una alma. La mayoría de los lectores no les piden más que
un sentido. Es necesario encontrar esta alma que aparece al contacto con otras
palabras, que ilumina y aclara ciertos libros con una luz desconocido, muy difícil
de hacer surgir.
Hay, en las relaciones y las combinaciones del lenguaje escrito por ciertos
hombres, toda la evocación de un mundo poético, que el pueblo de los mundanos
no sabe percibir ni adivinar. Cuando se le habla de ello, éstos se enfadan,
razonan, argumentan, niegan, gritan y quieren que se le muestre. Sería inútil intentarlo. No
sintiendo, jamás lo comprenderán.
Unos hombres instruidos, inteligentes, incluso escritores, se asombran también
cuando se les habla de ese misterio que ellos desconocen; y sonríen
encogiéndose de hombros. Que importa. No saben. Tanto como hablar de música a
las personas que no tienen oído.
Diez palabras intercambiadas bastan a dos espíritus dotados de ese sentido
misterioso del arte, para comprenderse como si se sirviesen de un lenguaje
ignorado por los demás.
¿ De dónde viene entonces esta embotamiento de nuestros
espíritus ? ¿ De las
nuevas costumbres ? ¿ o de los nuevos hombres ? Tal vez de ambos. ¡ Sin duda
también del gobierno ! Pero no quisiera acusar al gobierno de haber producido
la filoxera o la enfermedad de las patatas. Estas clases de acusaciones,
frecuentes por lo demás, no están nunca suficientemente justificadas. Pero se
puede, sin temor a equivocarse, acusarlo de dejarnos espesos como los alemanes.
De tal amo, tal criado, dice un proverbio. De tal rey, tal pueblo. Si el
príncipe es
espiritual, artista y letrado, el pueblo enseguida se vuelve artista, letrado y espiritual. Cuando el príncipe es grotesco, el pueblo entero se vuelve
estúpido. Ahora bien, nuestros príncipes, se puede confesar, no son ni artistas
ni letrados ni finos ni elegantes ni delicados. Por « nuestros príncipes »
entiendo nuestros diputados. Algunos son excepción; pero no cuentan, ahogados
en la masa de los representantes salidos del sufragio universal.
Y el jefe del Estado, hombre muy honesto, no busca en hacer del Eliseo un
templo
del Espíritu y de las Artes, como se habría dicho en el siglo pasado.
25 de diciembre de 1883
raducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre