LA GALANTERÍA
( La galanterie )
Publicado en Le Gaulois, el 27 de
mayo de 1884
Toda la fisonomía de
un pueblo consiste sobre todo en sus cualidades y sus defectos hereditarios. Y
sus defectos son a menudo tan destacados como sus cualidades.
En Francia, algunas de nuestras virtudes
originales han persistido hasta nosotros pero también otras han desaparecido,
unas de las más típicas y más agradables.
Las principales señas del carácter francés son el
espíritu, la movilidad, la despreocupación; - una cierta exaltación mezclada con
escepticismo, la generosidad atenuada por la ironía, la valentía y la
galantería.
Pese a lo que se diga, uno tiene el espíritu de
nuestro hogar, el espíritu alerta, bien nacido, alegre, buen muchacho.
Esta tierra del vino será siempre la tierra del Espíritu.
Es sin embargo cierto que el advenimiento de la
Democracia ha modificado nuestro modo de reír.
La pontificante seriedad de los personajes
grotescos que discursean en el Palacio Borbón tiene desde luego una influencia
nefasta sobre el bazo del burgués francés. Por tanto los hombres de espíritu no
dejan el partido republicano. ¿ Hay que citar a esos maestros: Rochefort, Scholl,
Chapron, About ? Pero aquellos no tienen nada en común con los doctrinarios
pensantes de la Cámara y con los siniestros vociferantes que Jean Béraud ha
retratado tan fielmente en su cuadro del actual Salón.
Movilidad siempre tenemos. No lo consideremos
demasiado malo. Es esa cualidad que diversifica tan alegremente nuestras
costumbres e instituciones. Hace parecer a nuestro país una sorprendente novela
de aventuras cuyo día siguiente está siempre lleno de imprevistos, de dramas y
de comedias, de cosas terribles o grotescas. Aunque se enfade y se indigne,
siguiendo las opiniones que tiene, es cierto que ninguna historia en el mundo es
más divertida y más agitada que la nuestra.
Desde el punto de vista del Arte puro - ¿ y por
qué no se ha de admitir ese punto de vista especial y desinteresado en política
como en literatura ? - ella permanece sin rival. ¿ Que hay mas curioso y
sorprendente que los acontecimientos acaecidos desde hace un siglo tan solo ?
¿ Qué veremos mañana ? ¿ Esta espera de lo
imprevisto no es en el fondo encantadora ? Todo es posible aquí, incluso las más
inverosímiles bromas y las más trágicas aventuras.
¿ De qué nos sorprendemos ? Cuando un país ha
tenido una Juana de Arca y un Napoleón, puede ser considerado como un suelo
milagroso.
¿ Y no es, en efecto, un milagro del carácter
francés ver al Consejo municipal de París convertido de golpe en casi
reaccionario ?
¿ Somos despreocupados, exaltados y escépticos,
generosos e irónicos, aventureros y valientes ? Sí, desde luego, puede afirmarse
sin que sea necesario demostrarlo.
¿ Son estas unas cualidades o unos defectos ? ¡
Qué importa ! Son, en todo caso, los signos hereditarios del temperamento
francés.
Pero hemos perdido la más encantadora de nuestras
fiebres: la galantería.
Éramos el único pueblo que amaba verdaderamente a
las mujeres o más bien que supo amarlas, como deben ser amadas, con ligereza,
con gracia, con espíritu, con ternura, y con respeto. La galantería era una
cualidad totalmente francesa, únicamente francesa, nacional.
Miremos a nuestro alrededor.
Los ingleses son apasionados, sensuales y
negociantes en amor. Al final de toda aventura es necesario casarse o pagar.
Los alemanes colocan a la mujer en una nube,
sueñan y suspiran, despachan una serie de sentimentalismos con una exaltación
grotesca, comen cerdo, salchichas y col fermentada, y beben toneles de cerveza
suspirando.
El español es ardiente, práctico; el italiano se
le parece; los pueblos del Norte son poéticos; Rusia es brutal.
¿ Que hay que entender por galantería ?
Es el arte de estar discretamente enamorado de
todas las mujeres, de hacer creer a cada una que se la prefiere a las demás, sin
dejar adivinar a todas lo que se prefiere realmente.
Fue la galantería quién volvió encantadores
los salones, encantadoras las costumbres, y encantadores a los hombres de
antaño. Las mujeres de hoy son para nosotros unas extrañas, unas damas, unos
seres de los que no nos preocupamos demasiado, a menos de estar enamorados de
una de ellas. No les hablamos más que para contarles los hechos del día o los
escándalos de la noche, nos hemos olvidado de nuestro oficio de hombres.
Pero aquel que conserva en el corazón la llama
galante del siglo pasado, ama a las mujeres con una ternura profunda, dulce,
emotiva, y al mismo tiempo alerta. Ama todo lo que es de ellas, todo lo que
proviene de ellas, todo lo que son y todo lo que hacen. Ama su vestuario, sus
figuritas, sus collares, sus ardides, sus inocencias, sus perfidias, sus
mentiras y sus amabilidades. Las ama a todas, a las ricas como a las pobres, a
las jóvenes como a las viejas, las hermosas, las feas, las morenas, las rubias,
las gordas, las delgadas. Se siente a gusto cerca de ellas, en medio de ellas.
Allí permanecería indefinidamente, sin cansarse, sin aburrirse, feliz de su
única presencia.
Sabe, desde las primeras palabras, mostrarles que
las ama por una mirada, por una sonrisa, despertar su atención, aguijonear su
deseo de placer, hacerles desplegar para él todas sus seducciones. Entre ellas y
él enseguida se establece una viva simpatía, una instintiva camaradería, como un
parentesco de carácter y de naturaleza.
Sabe decirles lo que les gusta, hacerles
comprender lo que piensa, mostrarles sin turbarlas nunca, sin nunca ofender su
frágil y voluble pudor, un deseo discreto y vivo, siempre despierto en sus ojos,
siempre tembloroso en su boca, siempre encendido en sus venas. Y es su amigo y
su esclavo, el servidor de sus caprichos y el admirador de su persona. Está
dispuesto a su llamada, a ayudarlas, a defenderlas como a unas aliadas secretas.
Le gustaría consagrarse para ellas, para aquellas que conoce un poco, por
aquellas que no conoce, por aquellas que nunca ha visto.
No les pide nada más que un poco de gentil
afecto, un poco de confianza o un poco de interés, un poco de simpatía o incluso
de pérfida malicia.
Él ama en la calle a la mujer que pasa y cuya
mirada lo estremece. Ama a la chiquilla de melena que lleva un pañuelo azul
sobre la cabeza, una flor en la sien, el ojo tímido o audaz, de paso lento o
presuroso, a través de la muchedumbre de las aceras. Ama a las desconocidas que
frecuenta, a la pequeña vendedora que sueña sobre su puerta, la hermosa
indolente extendida en su coche descubierto.
Desde que se encuentra frente a una mujer, tiene
el corazón emocionado y el espíritu despierto. Piensa en ella, habla para ella,
trata de gustarle y de hacerle comprender que ella le gusta. Tiene unas ternuras
que le vienen a los labios, caricias en la mirada, ganas de besarle la mano, de
tocar los pliegues de su vestido. Para él, las mujeres adornan el mundo y
convierten la vida en seductora.
Le gusta sentarse a sus pies por el único
placer de estar allí; le gusta encontrarse con su mirada, nada más que para
buscar allí su pensamiento huidizo y velado; le gusta escuchar su voz únicamente
porque es una voz de mujer.
¡ Hoy no hay demasiados de esos hombres ! También
no se sabe que hacer para ocupar las largas veladas mundanas. Se ensayan
comedias, se posa como cuadros vivos, se hacen sonar instrumentos de cuerda e
instrumentos de viento que nadie escucha. Cuando un hombre se encuentra, por
casualidad, al lado de una mujer que le es extraña, se aburre y no sabe que
decirle, no trata de seducirla ni de incitarla a gustarle. Tiene la mirada muda
como la boca, el corazón dormido como el espíritu; permanece serio y fatigado
con una conversación lánguida, que no se transformará en charla distendida y
menos en galante.
Pues la galantería ha muerto.
¿ Por qué ? ¿ Cómo ? ¿ Quién sabe ? ¿ Es un
privilegio de las sociedades aristocráticas ? ¿ O ha desaparecido porque el
temperamento francés ha cambiado ? ¿ Quién nos lo dirá ?
Ha partido con la diplomacia, la vieja diplomacia
ceremoniosa y la cortesía bien nacida.¡ Hoy saludamos a la inglesa y tratamos a
las mujeres al estilo americano ! Tanto peor para nosotros, y quizás también
para ellas.
27 de mayo de 1884
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre