LAS AMIGAS DE BALZAC
( Les amies de Balzac )
Publicado en Le Gaulois, el 22 de abril de
1882.
La que en un principio fue Sra. Hanska y más tarde Señora de Honoré de
Balzac, acaba de morir. Tuvo en la vida del inmortal escritor un lugar
predominante; incluso parece haber poseído su único amor profundo.
Pero, a su lado, muchas otras mujeres, todas de mérito y espíritu, han tenido
su parte en el afecto expansivo del novelista. Se decía que él arrojaba por
todas partes grandes trozos de su corazón.
Pues Balzac era un TIERNO.
Sería muy curioso e interesante un estudio sobre este tema: « El papel,
la importancia y la influencia de las mujeres en la vida de los literatos. »
Pues todos los artistas tienen una manera diferente de considerar a la mujer, de
comprenderla, de amarla y poseerla.
Ha pasado ya el tiempo de las grandes pasiones idealistas; los Petrarcas hoy son
raros; y muchos hombres en la actualidad se alejan sistemáticamente de lo que se llamaba
antes « el bello sexo », o al menos no lo piden más que para placeres
rápidos y totalmente materiales, cerrando sus corazones a los amores exaltados.
Entre los grandes escritores muertos desde comienzos de siglo, se encuentran,
según los temperamentos, las más variadas formas de comprender el amor.
Goethe parece haber concebido y realizado una especie de harem libre, haber
querido recorrer al mismo tiempo toda la gama de las ternuras, disfrutar de
todos los placeres, deleitarse con todas las fuentes del afecto femenino.
Trataba el amor como un gran señor que no se quiere privar de nada.
Para ser feliz le hacía falta, según se dice, llevar cinco intrigas de frente
- cinco, ni más ni menos.- Tenía de entrada, para su alma, nada más que para
su alma, para mantener en él la exaltación artística y sentimental de la que
tenía necesidad, una serena pasión donde no había sitio para nada carnal. Don
Quijote consciente, idealizaba a una Dulcinea cualquiera y la posaba
religiosamente sobre el altar de los éxtasis puros rodeándola de pequeñas
flores azules.
Para su corazón, necesitaba un amor ardiente, tierno y carnal, poesía y
sensualidad mezcladas, alguna distinción, con título y posición social, en
definitiva una pasión mundana.
Luego tenía su ordinaria, una amante como todas las amantes, una
muchacha siempre dispuesta, esclava acariciadora y pagada: una cama adornada
con el pañuelo bajo la almohada.
Pero cuando un hombre es completo, cuando todo su
mecanismo funciona, también tiene instintos bajos, vicios. Goethe consideraba
que esa parte de sus ser merecía tanto respeto como la otra, como la parte
llamada superior; y no despreciaba, según parece, a la sirviente de albergue,
la fregona de la vajilla, la muchacha de brazos rojos, ropa oscura con la
interior blanca.
Lo que no le impedía correr aún tras la miseria
por las calles.
Musset, tras unas veleidades de amor, de
arrebatos de completo afecto, es decir de ese afecto en el que el corazón y los
sentidos tienen su parte, parece haberse abandonado definitivamente a las
caricias de numerosas mujerzuelas.
Byron, sobre quién circulan leyendas, tras esa
pasión inquieta que tuvo por la Guiccioli, trata a la mujer como una
mercadería, que, según parece, pagaba generosamente.
Chateaubriand no fue torturado por ese inagotable
y ardiente cariño que nos describe en René.
Lamartine ama una nube que bautiza con el nombre
de Elvira. Pero se dice en susurros que no tenía precisamente este afecto
celeste.
Balzac adoraba a las mujeres, pero de un modo
poético, etéreo y refinado. Como Goethe, parece que tuvo distintas categorías
de amigas: pero, con él, ellas permanecieron siendo amigas simplemente.
¿ Y podía ser de otro modo ? En ese hombre todo
era cerebro. Ese prodigioso manantial de ideas, que pasa sus existencia mirando
sus sueños, no parece haber vivido más que los disfrutes cerebrales y no haber
probado nunca los demás. En él, todo es pensamiento: incluso apenas se
inquieta por el arte, la belleza plástica, la forma pura, la significación
poética de las cosas, de esa vida imaginada de la que los poetas animan los
objetos.
Confiesa ingenuamente que visitando la galería
de Dresde permaneció frío ante los Rubens y los Rafaeles, ¡ porque no tenía
en su mano la de la condesa Hanska !
En su hercúleo trabajo, en medio de sus
problemas económicos, de todas las dificultades que atraviesa, es a las mujeres
a quienes pide consuelo, valor, las dulzuras del alma de las que tiene
necesidad.
Ellas fueron, por otra parte, sus fieles amigas.
Estaba ávido de su cariño y lo buscó toda su
vida. Casi adolescente aún, escribía a su hermana: « Mi plato está vacío y
tengo hambre. Laure, Laure, mis dos únicos e inmensos deseos: ser célebre y
ser amado, ¿ serán alguna vez satisfechos ? » - Luego, más tarde: - «
Consagrarme a la felicidad de una mujer es para mi un sueño perpetuo. » Otra
vez, tras uno de esos periodos de loco trabajo que le destrozaba, dejó de
escribir, y se volvía hacia este amor al que llamaba sin cesar y exclamaba: «
En verdad, merezco tener una amante; y todos los días mi dolor se acrecienta al
no tenerla, porque el amor es mi vida y mi esencia. » Soñaba sin fin, y, con
una ingenuidad de escolar que espera el premio del deber cumplido, lo
consideraba como la recompensa reservada y prometida por el cielo a sus
trabajos.
Y nada, absolutamente nada, material
entraba en esta sed por la mujer. Amaba su corazón, el encanto de sus palabras,
la dulzura de sus consuelos, el tierno abandono de su comercio, tal vez también
sus perfumes, la finura de sus manos apretadas, y esa suave tibieza que ellas
parecen emitir en la atmósfera que las rodea. Las llamaba como un niño enfermo
que tiene necesidad de ser cuidado, y se arrojaba a su afecto, lo imploraba, y
allí se refugiaba en sus fatigas, sus deberes, sus tristezas, cuando estaba
herido por alguna injusticia de esos parisinos: « en los que la burla sustituye
ordinariamente a la comprensión ». Jamás parece haberle asaltado un
pensamiento carnal.
Se defiende incluso con violencia: « ¿ Yo ? un
hombre casto desde hace un año... que mira como ensucia todo placer que no
derive del alma y que no regrese allí.»
¡ Finalmente, su deseo más ardiente es atendido
! Ama y es amado. Fue cuando llegan los arrebatos sin fin de adolescente en su
primer amor, desbordamientos de alegría infinita, de delicadezas de lenguaje
extraordinarias, de quintaesencias y puerilidades de sentimientos.
Cuando ella está lejos, el duda en comer las
frutas que le gustan porque no quiere gozar de un placer en el que ella no
participa. Él, que se lamentaba tanto de perder tanto tiempo con las cartas que
su madre le reclamaba, pasa noches enteras escribiendo a la que adora; trabaja
más y va al correo a todo momento a buscar las respuestas llegadas de Rusia.
Luego, cuando no las encuentra, tiene accesos de desaliento, casi de locura.
Tanto se queda inmóvil, como se agita sin razón, no sabe que hacer, se irrita,
se exaspera: - « El movimiento me cansa y el reposo me agobia. »
Él le escribe, en ese eterno éxtasis de los
enamorados: « Aún no estoy acostumbrado a conoceros, después de los años.»
Se hunde en el recuerdo de los días felices pasados cerca de ella. No sabe como
expresar lo que siente, cuando le vienen al pensamiento algunas felicidades
lejanas. Exclama entonces: « Hay cosas del pasado que me producen el efecto de
una flor gigantesca, - ¿qué os diría yo ? ... de una magnolia que camina, de
uno de esos sueños de juventud demasiado poéticos y demasiado bellos para
poder ser realizados.»
Su sueño se realizó, pero demasiado tarde.
Aquella a la que él había amado tanto y que
acaba de morir, pudo finalmente convertirse en su mujer, después de numerosos
obstáculos. Una enfermedad de corazón había minado desde hacía tiempo al
infatigable escritor. En lugar de participar de las glorias de su marido y de
gozar de la alegría que le prometía su gran amor, la Sra. de Honoré de Balzac
no tenía más que un moribundo que cuidar.
22
de abril de 1882
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre