NUESTROS OPTIMISTAS
( Nos optimistes )

Publicado en Le Figaro, el 10 de febrero de 1886

      ¡ Que el pesimismo se prepare! He aquí como el Sr. Ludovic Halévy, desde lo alto de la Academia francesa, le canta las cuarenta a Schopenhauer.
      Musset ya había gritado a Voltaire:

      Dors-tu content, Voltaire, et ton hideux sourire
      Voltige-t-il encor sur tes os décharnés ?
       ¿ Duermes contento, Voltaire, y tu odiosa sonrisa
      se revuelve todavía sobre tus huesos descarnados ?

       El Sr. Ludovic Halévy renueva esta imprecación contra el admirable y todopoderoso filósofo alemán, cuyo genio domina y gobierna, hoy, a casi toda la juventud del mundo.
      La sonrisa satisfecha del feliz académico se indigna contra la sonrisa diabólica del prodigioso escéptico que desprecia la vida tanto como al hombre y nos enseña, tras muchas otras formas, que la una y el otro no valen gran cosa.
      La alegría amable del espiritual escritor, del encantador fantasioso a quien debemos les Cardinal, se borra ante la alegría solapada y terrible del gran irónico de este siglo.
      Desde luego no fueron creados para comprenderse.
      El Sr. Halévy, hombre feliz, autor feliz, a quién todos los éxitos alcanzan, y que los merece, juzga excelente la existencia, y a sus colegas de la Academia, unos seres excepcionales, de donde infiere que todos los hombres son perfectos y todas las cosas deseables.
      Nosotros ya hemos visto, creo, en un cuento de Voltaire, a un cierto doctor con este punto de vista.
      Pero ¿ por qué las personas contentas que ingresan en la Academia, tras haberlo deseado mucho, quieren impedir a los demás tener un ideal diferente, más difícil, más inaccesible ? ¡ Poco importa por otro lado ! Lo que realmente importa, es impedir a toda costa que se nos hable más del pesimismo, que se ha convertido en la cantinela de nuestra Tercera República. Leíamos ya el otro día, en la Revue bleue, una conferencia muy notable por otra parte, del Sr. Ferdinand Brunetière, sobre el mismo tema, que el redactor de la Revue des Deux Mondes, trató con una ciencia, una amplia visión y una competencia ausentes en el elegante discurso del glorioso académico.
      Pero, bien sea a favor o en contra, no nos habléis más de pesimismo; por favor, no nos habléis más.
      El único medio práctico para obtener ese resultado sería rogar a nuestro diputados que, no haciendo gran cosa, aprobaran una ley redactada más o menos así:

LEY
Dirigida a reprimir el pesimismo contemporáneo.

      Artículo primero.- Está rigurosamente prohibido a todo francés que sepa leer y escribir, leer o escribir nada sobre el pesimismo contemporáneo.
      Art. 2 - Está rigurosamente prohibido, bajo pena de dos a veinte años de trabajos forzados, ser o parecer desgraciado, enfermo, deforme, tuberculoso, etc., etc., de perder un miembro en un accidente de coche, de ferrocarril o similar, excepto que uno se declare suficientemente satisfecho de tal suceso.
      Art. 3.- Está prohibido a todo francés, mayor de edad o no, morir de hambre.
     Art. 4 - Aquellos que no tengan domicilio y que estén obligados a pasar las noches glaciales en bancos o bajo los puentes, deberán cantar canciones alegres y honestas desde las seis de la tarde a las seis de la madrugada, para demostrar su entera satisfacción a las personan que regresan a sus casas.
      Art. 5 - Todo hombre rico que se considere pesimista será condenado a muerte de inmediato.
      Art. 6 - Será hecha una excepción en favor de las personas afectadas por una enfermedad crónica del corazón, del estómago, del hígado o del cerebro, afecciones cuya naturaleza conllevan un mal carácter.
      Art. 8 - Está prohibido a todo francés rico y elegante apiadarse de la suerte de los miserables, de los vagabundos, de los inválidos, de los ancianos sin recursos, de los niños abandonados, de los mineros, de los obreros sin trabajo y en general de todos los sufridores que componen, como promedio, los dos tercios de la población; esas preocupaciones pueden arrojar a los espíritus sanos en los deplorables caminos del pesimismo.
      Art. 9 - Quién quiera que hable de Decazeville o de Germinal será condenado a muerte.
     Art. 10 - Quien quiera que sea convencido de haber comprado o de poseer en su casa Germinal deberá pagar al Estado una multa de 1000 francos. Será realizada una encuesta a domicilio en este sentido, por los gendarmes sobre quiénes está prohibido tirar.
      Art. 11 - Dada la tendencia al pesimismo, proveniente de un modo de pensar defectuoso de la nueva generación, el gobierno, gracias al precioso concurso de los treinta y seis miembros siempre vivos de la Academia francesa, reunidos bajo la presidencia del Sr. Ludovic Halévy, cree deber rectificar del modo siguiente, algunas ideas erróneas y peligrosas que han circulado en el público.
      La desgracia no existe, y no proviniendo más que de un vicio de apreciación, bastará, para ser siempre y constantemente muy feliz, convencerse bien de:
      1º Que todo es perfecto aquí abajo, desde la cortesía de los cocheros de simones, hasta la inteligencia de los diputados.
      2º Que la fortuna es más bien una calamidad que un honor, y la miseria más bien un honor que una calamidad.
      3º Que el hambre es un excelente medio de apreciar el exquisito sabor del pan reseso cuando un transeúnte os ha dado cinco céntimos; que la sed es un excelente procedimiento contra la embriaguez; que las minusvalías son unas útiles experiencias, las epidemias un perfecto medio de progreso para los supervivientes, la guerra una sangría muy saludable, y la de Tonkin en particular un ingenioso método inventado para sustituir por torpederos a toda marcha, por toda nuestra marina acorazada tirada en las viejas chatarrerías chinas.
      4º Toda situación desagradable no deberá  nunca ser mirada más que como transitoria. Es de este modo como los republicanos de ayer consideraban el Imperio como el más seguro medio de llegar a la República, y que los reaccionarios de hoy consideran la República como la mejor manera de regresar a la monarquía.
      Con este punto de vista, ningún pesimismo es posible.
      Además, a ejemplo de muchos hombres que ya piensan de este modo, todo francés deberá considerar
      - La muerte de sus hijos como un alivio.
      - La de sus padres como un incremento de bienestar;
      - La de sus allegados como una pequeña fiesta familiar;
      - Y la suya como una liberación.
      Nota.- La palabra « Liberación », antigua fórmula usada desde hace siglos, parecería indicar que la vida es un estado de sufrimiento y podría ser sustituida por esta: « Triunfo Final ».

      Siendo todavía insuficientes estas disposiciones, la Academia, en la que cada miembro tiene el título de optimista de honor, ha establecido así el ideal al que tiene derecho cada ciudadano, según la clase de sociedad a la que pertenece. Pues está absolutamente prohibido a todo francés soñar más alto que su rango.
      El obrero no debe aspirar más que al cocido y nunca al roti de pollo.

     Todo burgués aspirará a la Legión de honor. Esta distinción continuará siendo distribuida con tal profusión, que asegurará a los optimistas una gran mayoría en la burguesía.
      Todo diputado aspirará a ministro. Se continuará igualmente cambiando los ministros lo suficientemente aprisa para que todos nuestros representantes puedan ocupar esta alta función al menos durante ocho días cada año.
      Todo individuo casado, hombre o mujer, aspirara al divorcio, y lo obtendrá.
      En cuanto a los poetas, que piden la luna, le será concedida  en alajú o en cualquier otra sustancia, estando severamente prohibido todo ideal inaccesible.
      Estará igualmente prohibido, del modo más riguroso, todo cálculo proporcional que podría producir el siguiente razonamiento:
      Las apreciaciones sobre la felicidad o sobre la desgracia en la existencia, pueden dar lugar a ideas contradictorias, pareciendo sabio relacionarlas con las simples matemáticas, ya que las cifras permanecen indiscutibles.
      Vamos pues a hacer el balance del bien y el mal, tomando como unidades a los hombres y clasificándolos por profesiones. Si la media de los buenos supera de una manera indiscutible a la media de los malos, concluiremos indudablemente a favor del optimismo, y viceversa.
      Asi pues: ¿ sobre diez reyes, ha habido cinco buenos ? Tomemos el gran periodo de la historia de Francia.
      Francisco I - Un guerrero perdedor con más frecuencia que vencedor. Ese rey que perdió todo, no fue desde luego un gran monarca. Uno.
      Enrique II firma el desastroso tratado del Cateau-Cambrésis por el cual Francia perdía una parte de sus conquistas. Mal rey. Y van dos.
      Francisco II reina un año. Nulo.
      Carlos IX - Deplorable. Y van tres.
      Enrique III - ¡ Oh ! ¡ Oh ! Y los validos. Y van cuatro.
      Enrique IV - Gran rey. Uno
      Luis XIII - Malo - malo. Cuatro.
      Luis XIV - Gran rey. Dos
      Luis XV - Dejemos caer un tupido velo. Cinco.
      Luis XVI - Deja llegar la Revolución que vence por su incalificable debilidad. Seis.
      Así pues, seis malos por dos buenos.
      Ahora miremos a nuestro alrededor. ¿ Obtenemos un buen ministro sobre diez, un inteligente diputado sobre cien, una buena cocinera sobre mil, una buena botella de vino sobre diez mil, una buena botella de aguardiente sobre cincuenta mil ? Apenas.
      Continuemos: ¿ Existe un buen escritor sobre cien ? ¿ Un buen libro sobre mil ? ¿ Un banquero honesto sobre diez mil ? ¿ Un comerciante honrado sobre veinte ? ¿ Una buena obra de teatro sobre cien ? ¿ Un buen general sobre cincuenta ? ¿ Un buen médico sobre mil ? Apenas.
      Continuemos:  ¿ Encontramos más de una hermosa mujer sobre quinientas ? - ¡ No ! - ¿ Más de un hermoso caballo sobre cinco mil ? - ¡ No ! - ¿ Más de un bello día sobre veinte ? -¡ No ! - ¿ Más de un hombre instruido sobre cincuenta mil ? ¿ No ? - ¿ Más de un pintor notable sobre cien ? - ¡ No ! - ¿ Más de un buen criado sobre cien ? - ¡ No !
      Por tanto, estableciendo por prefusiones una media de una unidad para el bien y de noventa y nueve para el mal, llegaremos más o menos a la verdad, pues es innegable que casi todos nuestros ministros lo son sin valor, casi todas nuestras cocineras detestables, casi todos nuestros diputados incapaces, casi todo el vino que bebemos execrable, casi todos nuestros escritores mediocres ( sobre los cuarenta de la Academia se pueden contar más de diez excepciones - brillantes, es cierto ), casi todos los comerciantes bribones ( informarse en el Laboratorio municipal ), casi todas las obras que vamos a ver aburridas, casi todas las mujeres feas ( ¿ cuántas hermosas en lo que se llama el mundo, diez ? ) casi todos nuestros sirvientes perezosos, etc. ¿ Que habría que concluir ?...-
      Pero no concluyamos, pues estaríamos amenazados con un nuevo aluvión de razonamientos sobre el pesimismo.
      Y es necesario hartarse de reír de las cosas para no estar obligado a llorar, como se ha escrito en alguna parte.

10 de febrero de 1886
Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre