NOTAS SOBRE ALGERNON CHARLES SWINBURNE
( Notes sur Algernon Charles Swinburne )
Prefacio a la antología Poèmes et Ballades, por A. C. Swinburne, traducción de Gabriel Mourey, Paris, A. Savine, 1891.

      Es muy difícil hablar al público francés de un poeta inglés como el Sr. Swinburne, cuando no se conoce su lengua, y ese es mi caso. He encontrado antaño a este poeta, cuya  extraña fisonomía es de las más interesantes, e incluso de las más inquietantes, pues me produjo el efecto de una especie de Edgar Allan Poe idealista y sensual, con una alma de escritor más exaltada, más depravada, más enamorada de lo extraño y de lo monstruoso, más curiosa, buscadora y evocadora de los refinamientos sutiles y antinaturales de la vida y de la idea, como la del americano simplemente evocadora de fantasmas y terrores, he conservado de algunas de mis entrevistas con él la impresión del ser más extravagantemente artístico que quizás haya hoy en el mundo.
      Es un artista al modo antiguo y moderno al mismo tiempo. Lírico, épico, apasionado del ritmo, poeta de epopeyas, lleno de inspiración griega, es también uno de los más refinados y sutiles, entre los exploradores de matices y de sensaciones que forman las nuevas escuelas.
      He aquí como lo conocí. Yo era muy joven, y pasaba el verano en la playa de Étretat. Una mañana hacia las diez, unos marineros llegaron gritando, explicando que un nadador se ahogaba bajo la Puerta de Amont. Tomaron un barco, y yo les acompañé. El nadador ignorante de la terrible corriente de mareas que pasa bajo esta arcada, había sido arrastrado, luego recogido por una barca que pescaba detrás de esa puerta, llamada comúnmente la Pequeña Puerta.
      Supe la misma tarde que el bañista imprudente era un poeta inglés, el Sr. Algernon Charles Swinburne, que vivía desde hacía algunos días en casa de otro inglés, con el que yo charlaba en alguna ocasión sobre los pedregales, el Sr. Powel, propietario de un pequeño chalet que había bautizado « Cahumière Dolmancé ».
      Este Sr. Powel asombraba en la región por su vida extremadamente solitaria y extravagante a ojos de los burgueses y marineros poco acostumbrados a las fantasías y a las excentricidades inglesas.
      Supo que yo había tratado, aunque demasiado tarde, de proporcionar auxilio a su amigo, y recibí una invitación a almorzar para el día siguiente. Los dos hombres me esperaban en un bonito jardín sombreado y fresco detrás de una baja casa normanda construida en silex y rematada con paja. Ambos eran bajos, el Sr. Powel gordo, el Sr. Swinburne delgado, delgado y sorprendente a primera vista, una especie de aparición fantástica. Fue entonces cuando pensé, mirándolo por primera vez, en Edgar Allan Poe. La frente era muy grande bajo unos cabellos largos, y la figura iba retrocediendo hacia un mentón delgado sombreado con una delgada mata de barba. Un muy ligero bigote se deslizaba sobre unos labios extraordinariamente finos y estrechos y el cuello que parecía sin fin, unía esta cabeza, vivaz por sus ojos claros, escrutadores y fijos, a un cuerpo sin hombros, pues la envergadura del pecho parecía apenas más largo que el frente. Todo este personaje casi sobrenatural estaba agitado de sacudidas nerviosas. Fue muy cordial, muy acogedor; y el encanto extraordinario de su inteligencia pronto me sedujo.
      Durante todo el almuerzo se habló de arte, de literatura y de humanidad; y las opiniones de ambos amigos arrojaban sobre las cosas una especie de resplandor turbador, macabro, pues tenían una manera de ver y de comprender que me los mostraba como dos visionarios enfermos, borrachos de poesía perversa y mágica.
      Unas osamentas se encontraban sobre unas mesas, entre ellas una mano disecada, la de un parricida, según parece, cuya sangre y músculos secos permanecían pegados sobre los huesos blancos. Me mostraron unos dibujos y unas fotografías fantásticas, todo un mobiliario de figuras increíbles. Alrededor de nosotros, rodaba, gesticulante e inimaginablemente divertido, un mono, familiar, lleno de giros y de bromas, no un mono, un amigo mudo de sus amos, un enemigo solapado de los recién llegados. El mono fue ahorcado, se me dijo, por uno de los jóvenes criados de los ingleses, que no quería al animal. El muerto fue enterrado en medio del césped, ante la puerta de la vivienda. Se hizo venir, para poner sobre su ataúd, un enorme bloque de granito donde fue gravado simplemente el nombre « Nip » y que llevaba sobre la parte superior, como en los cementerios de Oriente, una copa de agua para los pájaros.
      Algunos días más tarde fui invitado de nuevo a casa de esos originales ingleses a fin de almorzar mono a la brasa, que había sido encargado en el Havre, con esta intención, en casa de un mercader de animales exóticos. Solamente el olor de ese asado, cuando entré en la casa, me dejo el corazón inquieto, y el horroroso sabor de la bestia me quitó para siempre las ganas de volver a probar semejante comida.
      Pero los Sres Swinburne y Powel estuvieron deliciosos de fantasía y lirismo. Me contaron leyendas islandesas traducidas por el Sr. Powel, de una rareza estremecedora y terrible. Swinburne habló de Víctor Hugo con un entusiasmo infinito.
      No no he soñado. Otro escritor extranjero, un muy grande, el hombre más intelectual que yo haya encontrado, quiero decir por ello, dotado de las intuiciones y las más perspicacia sobre la humanidad, de la filosofía más amplia, de las opiniones más independientes en todo, el novelista ruso Ivan Tourgueneff me tradujo a menudo poemas de Swinburne con una viva admiración. Lo criticaba también. Pero todo artista tiene defectos. Basta con ser un artista.
      Estos son algunas informaciones que se me han dado sobre el Sr. Swinburne.
      El Sr. Walter Hamilton, en su libro El movimiento estético en Inglaterra, escribió que pocas personas vacilarían en conceder a Swinburne el título del rey de los poetas estéticos.  En 1860, antes de que el nuevo movimiento fuese importante, Swinburne había dedicado su tragedia La Reina Madre a Dante Gabriel Rossetti, y su volumen Poemas y Baladas a Burne Jones, a este artista que tiene ahora el lugar de honror en la Grosvenor Gallery. Uno de los cuadros más famosos de Burne Jones está inspirado en el Laus Veneris de Swinburne y lleva ese título. En el mismo volumen otro poema está dedicado al Sr. Whistler. Como Burne Jones, Rossetti y Ruskin, A.C. Swinburne fue alumno de Oxford.
      Su nacimiento muy aristocráticos contrasta singularmente con las tendencia republicanas, muy avanzadas, de sus Cantos anteriores al alba.
      El abuelo del poeta, Sir John Swinburne, llevaba el título de baronet, perteneciendo a una familia que, a través de la buena y mala fortuna, había permanecido fiel a la dinastía de los Estuardo.
      Sir John vivió hasta la edad de 98 años ( murió en 1860 ) y durante su larga vida, fue amigo de todas las celebridades políticas y literarias de Francia y de Inglaterra, reunidas entre un siglo y otro, acordándose tan bien de Mirabeau y de John Wilke como de Turner y de Mulready.
      El padre del poeta ( el más joven de los hijos de Sir John ) tenía una alta posición en la Marina Real; en 1836, se casó con Lady Jane Henrietta, hija del conde de Ashburnham, de modo que Algernon Charles Swinburne es descendiente de dos de las más antiguas familias aristocráticas.
      Le fue ofrecido un asiento en el Parlamento por la Reform League. Lo rechazó, prefiriendo dedicar su vida al arte y a la literatura. Pasó seis años en Eton y luego cuatro en Oxford.
      Escribió aproximadamente treinta volúmenes, entre prosa y verso, e innumerables artículos de revista.
      Nacido en 1837, conoció joven el éxito. He aquí la lista de sus principales obras:
 La Reina Madre (1860) ; Atlante en Caledonia ; Chastelard (1865) ; William Blake, ensayo (1868) ; Cantos anteriores al alba (1871) ; Canto de las dos naciones ; Bothwell, Erechtheus, tragedias (1876) ; Maria Estuardo, tragedia (1880).
      Cuando aparecieron los Poemas y Baladas, el éxito fue inmediato y vivo entre los hombres de letras; pero la critica se enfadó, la critica inglesa, estrecha, odiosa en su pudor de vieja metodista que prefiere unas faldas a la desnudez de las imágenes y de los versos, como se podrían querer las patas de madera de las sillas. Robert Buchanan, sobre todo en su libro La Escuela sensual, trata a Swinburne con una extrema violencia. Todos los demás árbitros del gusto en el arte le siguieron; y las palabras que se emplearon para flagelar la inmoralidad azotaron al artista y por fin lo enmudecieron.
      Se habla de sadismo, se citan extractos ingeniosamente mal interpretados; y la emoción fue tan grande en la inmoral y púdica Inglaterra, reina de la hipocresía, que el éxito del libro se detuvo como bajo una murmullo de odio nacional. Desde luego, es imposible negar que esta obra pertenece a la escuela sensual, a la más sensual, a la más idealmente depravada, exaltada, impuramente apasionada de las escuelas literarias, pero es admirable casi de un extremo al otro. Sin duda los aficionados a la claridad, la lógica y la composición, se detendrán estupefactos ante esos poemas de amor perdidos y sin continuación. No los comprendieron, no habiendo sentido nunca esas llamadas irresistibles y atormentadoras de la voluptuosidad insatisfecha, y el inexpresable deseo, sin forma precisa y sin realidad posible, que acosa el alma de autentica sensualidad.
      Swinburne ha comprendido y expresado eso como nadie antes que él, y tal vez como nadie la haga nunca, pues han desparecido del mundo contemporáneo esos poetas dementes apasionados de inaccesibles goces. Todo lo que la mujer puede hacer pasar de aspiraciones carnalmente tiernas, de sed y hambre de la boca y del corazón, y de torturantes ardores acompañados de visones febriles para nuestros ojos y nuestra sangre, el poeta alucinado, lo ha evocado con sus versos.
      Abramos ese libro y leamos en primer lugar las dos primeras estrofas de : Una Balada de Vida.

      « He encontrado en sueños un lugar de zafiros y flores, lleno de árboles olorosos y coloreado de alegres verdes, en medio del que se encontraba una dama vestida como el verano con sus suaves horas; - su belleza tan ferviente como una ardiente luna - hacía quemar y desfallecer mi sangre como una llama bajo la lluvia. - Una tristeza había reemplazado sus ojos azules cansados - y la melancolía, la apenada sangre roja de sus labios - parecía anhelante de las alegrías pasadas.
      « Tañía una pequeña cítara por las cuerdas, - en forma de corazón, las cuerdas trenzadas con los cabellos sutilmente matizados --- de algún músico de laúd muerto - que en los años pasados había tocado cosas deliciosas. - Las siete cuerdas se llamaban así: - la primera cuerda, caridad, -- la segunda, ternura, - las otras eran placer, dolor, sueño y pecado, - y la simpatía que es pariente de la piedad - y es la más despiadada. »
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Leed a continuación Una balada de muerte. Luego detengámonos en esa obra maestra, Laus Veneris, el Elogio de Venus:

     « ¿ Duerme o está despierta ? pues su cuello, - besado demasiado cerca, lleva todavía una mancha púrpura - donde la sangre palpita y se aparta; - suave, e invadida dulcemente, más bella por esa mancha.
      « Pero como quiera que mis labios se cierran succionando ese lugar, - no hay venas latiendo sobre su rostro, sus párpados están tan apacibles; sin duda -- el profundo sueño ha calentado su sangre abriéndose paso a través.
      « He aquí, quién fue la delicia del mundo;  - los viejos embriagadores años eran parcelas de su poder;  -   Los objetos de los caminos por los que ella caminaba - eran las gemelas estaciones del día y de la noche.
      « He aquí, ella era así cuando sus bellos miembros atraían - todos los labios que ahora están tristes besando a Cristo, - manchados de sangre caída de los pies de Dios, - unos pies y unas manos por las que fueron redimidas nuestras almas.
      « Desgraciadamente, Señor, seguramente tu eres grande y bueno. Pero he aquí sus cabellos maravillosamente trenzados ! - Y tu nos has curado con tu beso despiadado; - pero ved, ahora, Señor,  su boca es más encantadora.
      « Ella es aún más bella; ¿ qué te ha hecho ? - No, buen Señor Cristo, levanta los ojos y mira; . ¿ Tenía tu madre, tales labios semejantes a estos ? - Tu sabes cuando es un cosa dulce.
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      « Ved, mi Venus, el cuerpo de mi alma gime - con mi amor puesto sobre ella a modo de vestimenta, - sintiendo mi amor en todos sus miembros y sus cabellos, - y derramarlo entre sus párpados, a través de sus ojos.
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      « Allí, como amantes cuyos labios y miembros se tocan, - ellos descansan, recogen el dulce fruto de la vida y lo comen; - pero a mí, los días hambrientos y cálidos me devoran, - y en mi boca ninguno de sus frutos es dulce.
      « Ninguno de sus frutos si no es el fruto de mi deseo, - por el amor del amor de aquella cuyos labios respiran a través de los míos; - sus párpados sobre sus ojos parecidos a una flor sobre una flor, - mis párpados sobre mis ojos parecidos al fuego sobre el fuego.
      «Asi descansamos, no como el sueño tranquilo tras la muerte, - con besos pesados y felices soplidos; - no como un hombre descansa junto a una mujer, cuando la esposa - ríe bajo por amor del amor y a causa de las palabras que él dice.
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      « Ah, no como ellos, sino como las almas que fueron - muertas en los viejos tiempos, habiéndola encontrado hermosa; - que, tocando con sus labios sobre sus ojos, - oyeron de repente serpientes silbar en sus cabellos.
      « Su sangre corre alrededor de las raíces del tiempo como la lluvia; - las arroja y las recoge de nuevo; - con los nervios y los huesos, ella teje y multiplica - un excesivo placer por un extremo dolor.
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      « Después regreso a mi casa muy cansado, con poco consuelo, - y he aquí mi amor, el corazón de mi propia alma, más querido - que mi propia alma, más bello que Dios - que tiene todo mi ser en sus manos.
      « Bella aun, pero bella para nadie más que para mí,  - como cuando salió del mar desnuda, - cambiando por fuego la espuma por la que ella pasaba, - y que era como la flor interior del fuego.
      « Sí, ella me tomó sobre ella, y su boca - se ató a la mía como el alma se ata al cuerpo, - y, sonriente, hizo sus labios lujuriosos; - su cabello tenía el perfume de todo el mediodía quemado por el sol. »

 »
 
         No hay nada de poesía extraña, elevada, infinita en esa especie de oscuridad del pensamiento que desaparece a veces bajo la abundancia de las imágenes.
      Leed Fragoletta, esa joya.
      Detengámonos aún en Dolores, Nuestra Señora de los Siete Dolores. Es una especie de himno desesperado a la Lujuria Ideal, de donde nace el espasmo terrible de la carne, convulsivo y sin sueño. He aquí el principio: 

      « Tus fríos párpados que ocultan como una joya tus duros ojos que no se hacen tiernos más que una hora; - tus opulentos miembros blancos, y la cruel boca roja, como una flor venenosa; - cuando se hayan pasado con sus glorias, - ¿ qué quedará de ti entonces, que permanecerá, - oh mística y sombría Dolores - Nuestra Señora de la Pena ?
      « Los sacerdotes conceden siete dolores a su Virgen; pero tus pecados que son setenta veces siete, - siete edades no bastarían para purificarte - y ellos te acosarían incluso en el cielo: - medias noches terribles y días hambrientos, -y amores que completan y controlan - todas las alegrías de la carne, todos los dolores - que usan el alma.
      ..........................
      « Tal vez hay pecados que descubrir, - tal vez hay actos que son deliciosos . - ¿ Qué nueva obra encontrarás para tu amante, - que nuevas pasiones para el día o la noche ? ¿ Qué encantos de los que ellos no saben ni una palabra, - aquellos cuyas vidas son como hojas al viento ? - ¿ Qué torturas no soñadas, jamás comprendidas, jamás escritas, desconocidas ?
      « ¡ Ah, bello cuerpo apasionado - que nunca ha sufrido del corazón ! - Aunque en tu boca, los besos sean sangrientos, - aunque muerdan hasta que desfallezca y sangre, - más dulce que el amor que adoramos, - ellos no hieren ni el corazón ni la mente, - ¡ oh, amarga y tierna Dolores, - Nuestra Señora de la Pena.»

      He aquí aún algunos pasajes del final de ese largo poema que contiene extraordinarias bellezas:

      « ¿ Dónde estan Cottyto o Venus, - Astarté o Astaroth, dónde ? - ¿ Pueden interponerse entre nosotros, sus amantes, cuando te tocamos ? - ¿ Su soplido es cálido todavía en tus cabellos ? - ¿ Ante sus labios, tus labios se vuelven febriles todavía - con la sangre de sus cuerpos ruborizados ? - ¿ Has dejado sobre la tierra un creyente, - si todos esos hombres están muertos ?
      « Ellos llevaban trajes de púrpura y oro, estaban cebados de tí, inflamados de vino, - tus amantes, en tus domicilios invisibles, en tus maravillosas habitaciones. - Han huido, y sus improntas nos escapan, aquellos que te alaban, te adoran, y se abstienen , - oh, hija de la muerte y de Priapo - Nuestra-Señora de la Pena.
      « ¿ Qué necesidad tenemos de temer otra medida, de hacer tu alabanza con voces timoratas, - oh, amante y madre del placer, - único ser tan real como la muerte ? »

       Estas citas me parecen indicar claramente la primera manera y la primera inspiración de Swinburne. El poeta es a menudo oscuro y con frecuencia magnífico; está lleno del soplo antiguo, del soplo griego e incluso al mismo tiempo inextricablemente complicado, a la manera totalmente moderna de los Sres. Verlaine y Mallarmé. He hablado de Edgar Allan Poe, él procede por este extraño poder que parece tener la sugestión; él es grande por el lirismo, por la multiplicidad de las imágenes que se elevan como pájaros innumerables, de todas las razas, de todos los tamaños, de todas las formas, de todos los matices, tan multiplicados que se les distingue mal a veces y que han seguido solamente en el espacio esa gran nube caótica llena de visiones impuras; pero el contador americano, muy dueño de su arte, lo es extremadamente superior por un prodigioso don de la claridad, del orden y de la composición que anima sus misteriosos temas de un incomprensible terror-
      El Sr. Swinburne es todavía un erudito para quién la Antigüedad y las lenguas antiguas no tienen secretos, y hace versos latinos admirables  como si el alma de ese pueblo haya permanecido en él.
      Cuando la aparición de sus Poemas y Baladas en 1886, y provoca en Inglaterra la emoción pudibunda que he comentado, el poeta replica en un panfleto del que extraigo el siguiente párrafo:

      « En respuesta a ciertas opiniones expresadas respecto a mi libro, deseo que se recuerde solamente esto: el libro es dramático, con mil aspectos, muy diverso; y en absoluto, ninguna enunciación de alegría o desesperación, de fe o incredulidad puede ser tomada como aserto de los sentimientos o de las creencias personales del autor.
      ...............
      En verdad, me parece que no me he equivocado más que en esto: he omitido hacer preceder mi obra con esta advertencia de un gran poeta:

... J'en préviens les mères de familles,
Ce que j'écris n'est pas pour les petites filles
Dont on coupe le pain en tartines ; mes vers
Sont des vers de jeune homme... »

Advierto a las madres de familia,
Que lo que escrito no es para las niñas
A las que se corta el pan en rodajas; mis versos
Son versos de un hombre joven... »

      Desde entonces, Swinburne parece haber abandonado ese lado amoroso, poderosamente carnal y apasionado de su obra, para llevar en sus versos ideas políticas y sociales, sobre todo republicanas.
      En una carta que Swinburne escribió al traductor de los Poemas y Baladas, trata ese libro de pecado de juventud.
    
Parece deducirse de ello que las ideas del hombre cuya edad avanza, han sido profundamente modificadas por los años. Se encuentran en los otros  volúmenes de este notable poeta las mismas bellezas y las mismas incoherencias que en aquél al que nosotros debemos su primera traducción francesa por el Sr. Gabriel Mourey.

1891

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre