PENSAMIENTOS LIBRES
( Pensées libres )
Publicado en Le Gaulois, el 14 de diciembre de 1881

      He reproducido últimamente una carta que me ha dirigido la Señorita Hubertine Auclert, y donde se dice que « para expulsar la desgracia y la inmoralidad de la vida conyugal, hay que adecuar las leyes de a la naturaleza y armonizar las costumbres con la honestidad.»
      El Sr. Henry Fouquier, citando este párrafo, recuerda los consejos de un viejo autor dramático a un principiante: « Para hacer una buena pieza, dice, es necesario poner interés en la exposición, encanto en el desarrollo, y patetismo en el desenlace. »
      Con esta receta el éxito estará asegurado.
      « Poner las costumbres en armonía con la honestidad » es justamente la tarea que se han propuesto todos los moralizadores desde que el mundo existe. Ninguno lo ha conseguido, ni incluso aproximadamente. Tras una prueba tan prolongada, parecería bastante lógico concluir que las costumbres y la honestidad siempre han estado reñidas.
      En cuanto a « a adecuar las leyes a la naturaleza », es una labor que me parece todavía infinitamente más ímproba, por la sencilla razón de que las leyes no están hechas más que para  contrariar a la naturaleza.
      La naturaleza, en efecto, nos ha dado los instintos, que son las « leyes naturales ». Nuestros antepasados, comprendiendo la dificultad, crearon simplemente todas esas divinidades a las que nosotros llamamos hoy vicios.
      Pero la reglamentación de las relaciones sociales ha cambiado, y la moral se ha modificado al mismo tiempo. La moral, en efecto, es el corolario, el complemento ideal de las leyes civiles; y todas juntas constituyen únicamente un obstáculo a las leyes naturales, las cuales ponen trabas sin cesar a las convenciones humanas... Ahora bien, el matrimonio es justamente la ley más indispensable de la sociedad tal y como está constituida; es, a la vez, la que nuestros impulsos instintivos nos obligan con frecuencia a violar; y  los legisladores experimentarían un inmenso alivio de espíritu si la Señorita Hubertine Auclert, o cualquiera otra persona nos revelara un medio de conciliarlas. De dónde concluyo, hasta un nuevo esclarecimiento:

Fermons les yeux (bis)
Ne gênons pas les amoureux.

Cerremos los ojos (bis)
No molestemos a los enamorados.

      Puesto que he escrito la palabra « moral », hablemos de esta expulsada. Se cuenta que, respondiendo a la llamada del ministro, un gran número de sabios profesores han dirigido unos proyectos de moral científica al uso de las pensiones y colegios.
      ¡ Un nuevo catecismo ! Esas palabras « moral científica » recuerdan bastante al acoplamiento de la carpa y del conejo.
      ¿ Qué es eso más que una moral ? Es la idealización de los móviles de nuestras acciones. Es el arte delicado de hacernos pasar, cara a cara con nosotros mismo, por mejores de lo que somos, coloreando nuestras intenciones con matices de abnegación, de grandeza de alma, de generosidad, etc. Es la poetización de la vida en provecho de la humanidad. Como decía justamente el director de ese periódico, las religiones son indestructibles, pues representan el ideal que aparece sin cesar en las mentes humanas; son una forma de poesía. Pues bien, la moral representa la poesía de la ley.
      En cuanto a la moral científica, es la ley. Parece imposible concebirla de otro modo.
      Hablar de ciencia, es reducir toda suposición a verdades constatadas.
      Hagamos entonces una moral científica. Constatemos, es decir despojemos a la moral de toda poesía, donde toda acción, indispensable a la organización social, provenga de su carácter ideal.
      ¿ Cuál es el único móvil de nuestros hechos siempre apreciable, siempre posible de encontrar bajo las guirnaldas de los buenos sentimientos ? - el egoísmo. 
      En efecto, ¿ acaso no es eso todo lo que no se relaciona con la persona, sea directamente o indirectamente ? Toda acción humana es una manifestación de egoísmo disimulado. El merito de la acción no procede más que del disimulo. Algunos actores se toman en ocasiones por los personajes que representan: esos son los grandes artistas. Algunos hombres creen en el disfraz que la moral pone sobre nuestros actos. Esas son las personas honradas.
      Tomemos las morales más elevadas. ¿ Cuál es la sanción de toda religión ? recompensa las buenas acciones después de la vida, y condena las malas. Nunca se prevé un acto sin retorno asegurado, un buen hecho sin recompensa. « Quién da a los pobres presta a Dios.» Pero este terror del castigo que nos impide librarnos a nuestros instintos dañinos, y esta sed de alegrías futuras que nos hace privarnos de los placeres más pasajeros del mundo, ¿ no representan los dos polos del egoísmo explotado hábilmente en provecho de la moral y de la humanidad ?
      El claustro donde se refugian aquellos que han huido del mundo, ¿ qué es sino el regimiento del egoísmo, que se priva de todo en esta vida para obtener ventajas en el otro ? ¿ No es acaso una compañía de seguros sobre la eternidad ? Se ingresan poco a poco en la caja del cielo todas los placeres que se habrían degustado en la existencia, para tomar toda la suma al contado tras la muerte, con los intereses acumulados y multiplicados. Egoísmo refinado de avaro.
      Quitemos el carácter poético aun.
      ¿ Que diremos de los servicios rendidos ?
      Veamos, allá, en el fondo del corazón, cuando usted rinde un servicio, ¿ no tiene la convicción íntima de que valora su generosidad en un mil por ciento ? Aquél que esté obligado por su favor, ¿  no deberá, bajo pena de ser considerado por usted como un traidor y un hombre vil, permanecer hasta su último día dispuesto a testimoniar de todas las formas posibles, una constante e infatigable gratitud ?
      Yo no he inventado los dos aforismos siguientes, de incuestionable verdad: - « Se les reconoce a los demás los servicios que se les rinden » y « Se ama al prójimo en razón del bien que se le ha hecho ».
      ¿ Qué es esto sino el egoísmo sustraído ?

      Quitemos la poesía siempre. ¿ Son necesarios otros ejemplos ? Vaya pues uno al uso de las damas.
      Tomemos el amor, que, a decir de todos los exaltados, es el padre de la abnegación, del heroísmo, de las más nobles devociones y representa el ideal del desinterés.
      Cuando usted ama a alguien más que a sí mismo, ¿ qué entiende usted por eso ? - Simplemente que usted experimenta, al amar, un placer tan agudo, tan vehemente y tan poderoso que, cualquier cosa, su fortuna, su futuro, su vida, le parece menos cara que ese placer. Es egoísmo en estado furioso.
      Usted, señora, me responderá: « Eso no es cierto; yo lo amo por él, no por mí. No pienso en mí; estoy dispuesta a sacrificarlo todo, a morir por él. » Esto demuestra únicamente la exaltación de felicidad que le da ese amor.
      He dicho: egoísmo furioso. Ahora bien, eso se convierte pronto en egoísmo feroz. Espere.
      Cuando uno de los dos amantes ha deshilvanado hasta el final la bobina de su cariño, rompe el hilo, y se va, sin  ocuparse más del otro, del que tiene la espalda llena, como se dice impropiamente, buscando una nueva pasión.  ¿ Es esto egoísmo o desinterés ?
      ¿ Pero que hace el otro, siempre amando ? Se convierte en lo que vulgarmente se denomina una lapa; y sin tregua, sin piedad, sin parar, se agarra al fugitivo. Entonces comienza esta exasperante persecución de la pasión no compartida, las escenas, el espionaje, las persecuciones en coche, los encarnizados celos que arman la mano con un cuchillo, un revolver o un frasco de vitriolo.
    ¿ Es tal vez eso la abnegación y el desinterés ?
      Es el frenesí del egoísmo.
      Sí, señora; si el amor fuese abnegación, a partir del día en el que usted no se sintiese amada, se sacrificaría su felicidad en aras de la de su infiel; y en lugar de tratarle de ingrato ( ¿ ingrato en qué ? ) de traidor ( ¿ por qué traidor ? ) de cobarde ( ¿ cobarde respecto a qué ? ) y de mil otros adjetivos tan injustos, usted le diría: « Dado que usted prefiere otra mujer, con quién cree ser más feliz, sea libre; pues, ¡ yo no deseo más que su felicidad ! »
      Actuar así sería tal vez un poco tonto; pero eso constituiría seguramente lo que se llama la grandeza del alma y de la abnegación.
  
    Quitémosle poesía sin descanso.
      ¿Qué sentimiento más útil al país que el patriotismo ? ¿ Es el más elevado, el más noble ? Y bien, moralizadores científicos, vayan a enseñar a los niños esta frase de uno de los más grandes pensadores vivos, de uno de los hombres del que, desde luego, ustedes no renegarán:  Herbert Spencer:  - « El patriotismo es para la nación lo que el egoísmo para el individuo. Tiene incluso raíz y produce los mismo bienes acompañados de los mismos males. »
      He oído últimamente a un hombre de gran reputación, hablando de moral, decir esto: « Toda la moral laica está contenida en esta frase: No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a tí. » Es el origen de la ley, el principio de toda caridad, la regla de las relaciones sociales, la medida de nuestras acciones, el límite de la personalidad permitida. Eso responde a todo.
      Lo acepto, pero profundizando en este precepto tan magnífico se llega uno a convencer de que constituye una hábil vuelta de tuerca. Lo que no te gustaría que te hiciesen a tí, es la idealización del egoísmo.
      ¿ Una moral científica o filosófica ? Pero la filosofía, que es la ciencia de los fenómenos del espíritu, ¿ no es la negación de la moral, puesto que ella nos enseña ( ¿ lo negará usted ? ) sus fluctuaciones, sus metamorfosis, sus incesantes y radicales contradicciones ?
      ¿ Entonces van ustedes a enseñar el egoísmo como principio de toda acción o inventar unas nuevas vestiduras para ocultar la desnudez de nuestros actos ?  Más lógico, un intransigente diría: « Yo suprimo la moral. »
      ¿ Pero, qué sería la vida sin el arte, la pintura, la literatura, la música, sin la elegancia de las mujeres, el espíritu, la gracia, sin los palacios, los mármoles trabajados, el ordenamiento enorme de las grandes ciudades, sin el velo de la poesía a través del que percibimos todas las cosas que amamos ?
    La moral es a la honestidad lo que el arte es a la vida.

14 de diciembre de 1881  

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre