¡ La montaña de trabajo ha parido un ratón ! El embarazo de Figaro,
que había dado a Francia las más risueñas esperanzas, no ha producido más.
El triste barbero, en algunas líneas trazados a
su manera, comienza por deplorar que « ciertos concursantes se lo hayan tomado
demasiado cómodamente y le hayan enviado elucubraciones escritas, podría
decirse, en una esquina de una mesa de un café, y que indican, por parte de los
autores, una ingenuidad o una falta de genio extraordinaria. »
¡ Caramba !, los quinientos francos han tentado
sin duda a algunos ciudadanos a retornar al relato. Tú no puedes sin embargo
pedirles que se pongan guantes para escribirte, ¡ oh, barbero !
Después esto: « Algunos artículos alegres por
aquí y por allá, pero casi todos demasiado alegres y rayando en la
pornografía.»
¡Cómo! ¡ se han atrevido a enviar a la
calle Drouot artículos pornográficos ! ¡ Oh !... De hecho comprendo, y la
explicación es bien sencilla: ¡ fueron los caballeros y las damas de la
Pequeña Correspondencia quién, a título de abonados y de colaboradores
anónimos, se han creído autorizados a concursar ! Había que haberlos
advertido de que no estaban admitidos, ¡ ingenuo comerciante !
Luego todavía: « Nos ha parecido que los
artículos enviados se desinteresaban demasiado, no solamente del acontecimiento
y de la cuestión del día a día - lo que por otra parte convierte difícil la
periodicidad del concurso - sino de la discusión de las ideas ambientales o de
las personalidades descritas.» ¡ Ya ! ¿ Qué te había dicho ! ¡ Si me
hubieses consultado, no habría dado ese paso de clérigo !
Llegamos al artículo ganador, que, lo reconozco
de buen grado, no es sin merito. Parece ser que es de un joven. Esto me asombra.
Él siente lo antiguo, ¡ lo antiguo ! Tiene una especie de gracia de académico
y, si se me lo hubiesen hecho leer sin nombrar al autor, se lo habría atribuido
al Sr. Manuel, ese profesor, el futuro vencedor de Coppée y Sully Prudhomme,
esos poetas.
Sí, encuentro en su interior la manera bonachona
propia de los Ouvriers, la remilgada sentímentalidad, la lágrima en el
borde del ojo, allí Jenny la obrera poética casada con un patán. Yo les digo
que se siente la Academia en plena nariz. El hombre ante su litro me ha
recordado los dos sorprendentes versos del candidato a los laureles inmortales:
L'absinthe,
ce poison couleur de vert-de-gris |
La
absenta, ese veneno de color verde gris |
Sin embargo el principio es bueno, con una vaga tendencia hacia la escuela
moderna: « Ella sube aprisa, muy EMOCIONADA... eso no es nada, eso va a
pasar.... eso le ha puesto un nudo en el estómago, sus piernas desfallecen. »
Pero ¿ por que hablar de dragones ante la
puerta del Instituto ? ¡ Se creería que se ha querido pasar un ruiseñor por
el Imperio !
Luego otros concursantes son nombrados, no
conocidos a al menos insensiblemente apreciados. De donde yo concluyo que todos
los hombres ya llegados, de talento demostrado y de reputación hecha, se han
abstenido, tal y como lo había previsto. ¡ Qué fracaso, mi viejo ! No,
verdaderamente, tu harías mejor en ir a golpear las puertas de los hombres de
letras, cuyas direcciones tan bien conoces, que hacerles « psitt, psitt »,
desde tu ventana con un farolillo.
Sin embargo, razonemos. Te había vaticinado
seiscientos manuscritos, si no me equivoco, tu confiesas seiscientos
manuscritos. He tenido buen ojo. Pues bien, no me hagas creer que sobre ese
número no ha habido al menos quinientos superiores a los trabajos de Saint-Genest
y de Ignotus.
Pero eres astuto. Teniendo los naipes,
podías jugar. ¿ Y quién sabe ? si allí hubieses tenido uno bueno,
verdaderamente bueno, ¿ nos lo habrías mostrado alegremente ? ¿ Habrías
consentido que se dijese por el universo: « El recién llegado tiene más
talento que Ellos; ellos deben Apartarse ante él.» ?
No, ¿ verdad ? Durmamos tranquilos. Ellos
permanecerán siendo los primeros peñazos del mundo.
P.D. Todavía un consejo. Si continúas este
juego, vas a perder tantos abonados o lectores como ganes concursantes. A
quinientos noventa y nueve por concurso, eso hace catorce mil trescientos
setenta y seis al cabo del año.
Piensa en ello.
9 de diciembre de 1881
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre