SÈVRES
( Sèvres )
Publicado en el Gil Blas, el 8
de mayo de 1883.
Últimamente he dicho en este periódico lo que pensaba de los horribles
jarrones fabricados hoy por Sèvres y ofrecidos ceremoniosamente a modo de
regalo a todas las personas a quiénes el Estado quiere hacer un agasajo.
Una copa, de una forma elegante y de una
encantadora decoración, salida recientemente de esta manufactura y vista por
casualidad en una colección, me ha dado el deseo de visitar este
establecimiento nacional. Grandes progresos han sido realizados allí. Además
estamos en plena epidemia de exposiciones. Los parisinos van, como una ola, del
Salón de pintura de los Campos Elíseos a la Exposición japonesa de la calle
de Sèze, y de las galerías de la avenida Voltaire donde se ven los retratos
del siglo a las tapicerías de Cluny.
Pero el tiempo es bueno, los árboles florecen;
es encantador atravesar el bosque. ¿ Por qué, después de haber bordeado los
lagos, no se podría ir, en una clara tarde, hasta Sèvres, donde todavía se
pueden ver algunas cosas tan curiosas como bellas, y bastante desconocidas ?
¿ Quién ha visitado Sèvres ? ¿ Quién
conoce los interiores de ese gran edificio mudo, dormido, a orillas del Sena ?
Entremos en esta amplia casa.
La historia de Sèvres es sencilla. La he contado
aquí mismo. Una mujer, una adorable mujer, casi una reina, crea Sèvres, con un
beso tal vez, en un capricho de coqueta.
Luis XV había comprado esta manufactura de la
que no se ocupaba demasiado cuando la Sra. de Pompadour vio algunos productos
salidos de sus talleres y fue seducida. Ella amaba las artes, dibujaba un poco,
sabía hacer nacer encantadoras modas. Ella fue, en Francia, la madre de lo
Bello.
Tomó Sèvres bajo su patronazgo, se ocupó, se
apasionó, y llamó a unos artistas, hizo poner en las pastas, en las adorables
pastas blandas, algo de su belleza, de su sonrisa y de su encanto. Mirad esos
sèvres Luis XV, graciosos, amanerados y deliciosos. Es la porcelana de la
hermosa mujer, porcelana nacida de un capricho, hecha por los dedos ligeros y
perfumados.
Y he aquí de donde vino sin duda la
rápida decadencia de Sèvres. Se ha querido continuar la tradición de preciosa
elegancia dada por la Pompadour; pero habiendo muerto la inspiradora, los
artistas, tratando de reencontrar la gracia que procedía de esta encantadora
mujer y tan personal, cayeron en el mal gusto.
Y después de unas cuestiones de tipo práctico,
la necesidad de obtener una pasta más resistente que la pasta blanda y
presentando sin embargo más o menos las mismas cualidades, se hace sustituir a
los auténticos artistas por los químicos, para quienes la composición de la
materia presentaba infinitamente más importancia que la elegancia de la
decoración.
La pasta blanda es inimitable como bella, como
transparencia; y, cocida a bajas temperaturas, puede recibir los más variados
matices.
La pasta dura, cocida a 1800 grados, no aceptaba
hasta este momento más que un número limitado de tonalidades ya que los
colores se vitrificaban con el excesivo calor que exige esta porcelana.
Hoy, la cuestión parece haber sido resuelta por
el hábil administrador de la manufactura, el Sr. Lauth. Ha encontrado una pasta
intermedia, uniendo las cualidades de las otras, la solidez y la belleza.
Pero visitemos por el comienzo el gran
establecimiento nacional.
Se entra primero en el museo. Presenta muestras
de todas las porcelanas o lozas conocidas; pero todos esos modelos no son tan
bellos como se le podría desear.
He aquí las principales piezas.
Al fondo de la galería, se percibe una gran loza
del siglo X, una Virgen blanca, de la escuela de Luca de la Robbia; luego una
notable funda de barro cocido del castillo de Oiron (1545-1555).
Vienen a continuación bellas cerámicas
barnizadas de Beauvais (1674), un magnífico Urbino del siglo XVI, un Gubbio
firmado, un Nevers imitado de Palissy y firmado por Agostino Corado, en 1602, y
otras bellas piezas de Nevers.
El Rouen está representado por un gran número
de lozas bastante bonitas y por un buen fragmento de la fábrica de Henry: un
tubo de chimenea, al pie del que juegan dos gordos niños en barro cocido (
hacia 1780),
La pieza más hermosa de Rouen es una mesa del
siglo XVIII.
Se encuentra aun un notable Moustiers (1729),
firmado por Landès Hyacinthus Raverus; un retablo de altar de la fábrica de
Lille, firmado por Jacobus Feburier (1716), una silla policroma de la misma
procedencia, a nombre del maestro Baligne.
Las cerámicas duras de China ofrecen una
singular analogía con las lozas que se producen por toda Francia en este
momento.
Entre los parisinos que pasan el invierno en
Cannes, no hay muchos que no hayan visitado la interesante fábrica del Sr.
Clément Massier, en el golfo Juan. Muchos modelos y unos tonos comunes en sus
talleres han sido antaño obtenidos, allí, en esta China misteriosa que tiene
algunos miles de años de adelanto con respecto a nosotros.
Pero henos aquí en la parte del museo donde
están expuestas las piezas de Sèvres. Se ven pocas muestras de la época
dorada. Los particulares poseen casi todo; solo el Sr. de Rothschild posee
aproximadamente la mitad de las más notables piezas conocidas.
Fue de 1830 a 1840 cuando surge en la porcelana
de Sévres el más odioso mal gusto. y sin embargo tal vez sea en este mismo
periodo cuando se destaca la más sorprendente habilidad.
La razón es fácil de comprender.
Los hombres encerrados allí dentro son
funcionarios propietarios de una plaza que no se puede suprimir, asalariados,
intocables, burócratas. No están estimulados por la emulación del comercio,
por la posibilidad de gruesas ganancias que fomenten la actividad. Ellos caminan
hacia la jubilación, haciendo méritos, de un modo regular y lento. Cuando un
diseñador es mediocre, el administrador debe emplearlo igualmente. No puede
despedirlo.
Estos hombres no tendrán el ardor de los
inquietos comerciantes ni la independencia audaz de los artistas libres. Pero
también, ligados a las mismas tareas durante tiempo indefinido, acabarán por
adquirir, a su pesar, una notable habilidad en las manos. En absoluto
estimulados por la preocupación de inmediatos beneficios, pasan años
terminando el mismo jarrón, llevando a la perfección su delicada obra,
concebida a menudo sin esta inspiración de artista que la competencia exige,
que la emulación exalta, pero ejecutado con una infatigable paciencia de hombre
tranquilo sobre sus fines de mes y cuyas horas no están contadas.
Algunos de estos funcionarios artistas están dotados
de un gran valor. Se puede, en primer lugar, citar al Sr. Gobert, que es
célebre por sus muy personales trabajos, de una exquisita originalidad y de una
absoluta perfección.
Se ve, en particular, unos esmaltes sobre cobre
terminados por el en 1871 y admirablemente bellos.
No contaré exactamente todas las operaciones a
las que se somete una pieza antes de ser perfecta. Ciertos grandes fragmentos exigen
hasta tres o cuatro años de trabajo. Su valor entonces representa treinta o
cuarenta mil francos. ¿ Qué industria privada podría dar semejantes cuidados
a su fabricación y correr semejantes riesgos ?
Cuando una pieza esta lista para la cocción,
cuando sale de los moldes y de las manos de los obreros que han dado sus formas
irreprochables, se le hace dar una primera cocción a calor libre, en la parte
superior de los hornos. No llegará entonces a una temperatura superior a mil
doscientos grados.
Sale de allí "desentumecida", porosa,
dispuesta a recibir el esmalte. Se la mete en un baño de feldespato, piedra
blanca y brillante, molida y diluida. Después de esta primera cocción, la
pieza ha disminuido de tamaño de un modo sorprendente. Enseguida es dada a los
artistas para que la decoren, sometiéndola a una seria de difíciles
operaciones, desde las simples ornamentaciones de un color único hasta las
aplicaciones de pasta sobre pasta tan difíciles.
Es entonces cocida en la parte baja del horno, a
una temperatura de mil ochocientos grados aproximadamente. El honro necesita
ocho horas para enfriar.
Durante este gran proceso de la cocción, todo el
mundo está en pie, ansioso. El FUEGO es el maestro, el poderoso maestro del que
no se habla más que con terror y respeto. Hace lo que quiere, destruye en un
minuto un trabajo de dos años, funde los colores a su gusto, desbarata las
combinaciones de los artistas y los químicos, degrada los tonos, retoca la obra
de los hombres como un Espíritu dañino y maléfico.
Se le teme; se dice: « He aquí una pieza que
será exitosa, si el fuego lo permite », como se decía en los tiempos
piadosos: « Si Dios lo quiere ».
Ante el horno que ruge, el vientre lleno de su
delicado alimento y empaquetado en unos recipientes de tierra que garanticen los
objetos, todo el mundo espera con inquietud. El administrador pasa la noche, el
ingeniero, el director de los trabajos, el químico, los pintores temerosos por
su obra, todos están allí mirando al monstruo de tejas cercado de hierro
volverse ardiente.
Una tercera cocción tiene lugar, para los oros y
ciertas ornamentaciones reaplicadas.
Lo que distingue la nueva fabricación del Sr.
Lauth, es la gran variedad de los modelos y decoraciones. Sévres renace.
Algunos jarrones todavía se resienten de la pobreza de estilo de épocas
precedentes; pero otros, los más numerosos, revelan una nueva materia, una rara
originalidad, unos constantes esfuerzos.
Lejos de buscar en reproducir sobre la porcelana
unos temas y unos cuadros como hacen los pintores sobre los lienzos, el nuevo
administrador trata sobre todo el efecto decorativo. Es ahí, en efecto, donde
se debe únicamente rebuscar en la fabricación de las porcelanas o de las lozas
artísticas.
Unas de las mayores dificultades es obtener un
gran numero de matices que resistan la elevada temperatura donde se cuecen las
porcelanas duras. Sèvres, a este respecto, es más rica actualmente que
cualquier fábrica del mundo. Y sin embargo, los productos de esta manufactura
son relativamente despreciados. ¿ De donde viene esto ? Del abuso de los
regalos hechos por el Estado.
Cada día, el presidente de la República y los
ministros solicitan piezas de Sèvres para ofrecerlas a particulares, a
sociedades de ciencia o gimnásticas, a embajadores, a prefectos, a
organizadores de obras de beneficencia, a jefes de negociado, a agregados de
gabinete, a alcaldes, a cualquier comité.
Es necesario pues producir una inconcebible
cantidad de fragmentos a marchas forzadas, de un valor insignificante, costando
de veinte a treinta francos. Y esta producción de horribles jarrones debe
absorber aún más de un tercio del presupuesto de la manufactura.
Estos productos comunes son distribuidos a través
de Europa y a través de Francia, causando a nuestra porcelana nacional un
perjuicio inapreciable.
¿ No sería mejor ofrecer a las sociedades, a
los alcaldes, embajadores, simples cajas de cigarros, y no producir en Sèvres
más que piezas excepcionales, dignas de sostener la vieja reputación de gracia
que adquirió antaño la elegante fábrica francesa, hija de la marquesa de
Pompadour ?
8 de mayo de 1883
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre