LAS TEORÍAS LITERARIAS DEL MAESTRO ROUSSE
( Les théories littéraires de maître Rousse )

Texto redescubierto recientemente por Marlo Johnston y publicado en el Magazine Littéraire # 371 de enero de 1999

(con respecto al proceso Duverdy)

      Es una fatalidad, cada vez que  la literatura está en la picota por un proceso, pues siempre habrá un abogado que venga a emular a los Pinard. Con menos pompa que su asombroso colega, el Sr. Rousse se ha embestido, de un modo suficientemente sorprendente, de su papel de reformador literario, y nos ha ofrecido algunos argumentos dignos del inmortal inquisidor de la no menos inmortal Madame Bovary.
      Se trata del apellido Duverdy, utilizado por el Sr. Zola en su novela Pot-Bouille. Pero poco importa el fondo de este asunto pues, en lugar de acometer la única cuestión de derecho, el Sr. Rousse, que es un experto en literatura... desde que pertenece a la Academia, nos ha revelado, como antaño hiciera el Sr. Pinard, lo que un novelista debe y no debe hacer. Nos ha mostrado dónde está el arte; de que modo una obra es buena, detestable o simplemente mediocre; y por supuesto ahora él tendrá la mala voluntad de no producir unos libros excelentes.
      Con el dedo levantado hacia las nuevas tendencias, exclamó:  - ¡ Eso es malo, peligroso, reprobable ! - Y ha empleado, hacia la literatura llamada naturalista, los argumentos trillados anteriormente contra la literatura romántica, luego contra Gustave Flaubert, cuya obra me parece bastante difícil de clasificar en cualquier escuela.
      Así pues, siempre se encontrarán personas que poseen el secreto para hablar en nombre de la verdad, para erigirse en tribunal jamás errado, para llevar adelante, en definitiva, unos procesos tendenciosos.
      En lugar de discutir la habilidad de un escritor, en lugar de cuestionar la ejecución de una obra, de atacarla en sus procedimientos, los presuntos jueces siempre querrán sustituirlo, combatirlo en nombre de un arte distinto, revelarle como la naturaleza habría debido crearlo para que fuese un novelista según su gusto. Siempre se reprochará a uno no ser el otro; y en lugar de criticar, con toda la severidad que se quiera, los defectos del autor contra su propio método, todos sus faltas a las convenciones literarias que se han adoptado, se le dirá « hace usted novelas de análisis, pero, señor, son novelas de imaginación las que hay que escribir ».
      El Sr. Rousse ha dicho: « El Sr. E. Zola no ve precisamente a los hombres ni a los mujeres por sus buenas cualidades, ni les ve precisamente sobre todo por sus aspectos más honestos; no les ve incluso nunca del lado por donde resulta agradable y permitido a todo el mundo mirarlos. »
      - ¿ Qué le parece ?
      ¿ He comprendido bien ? Usted ha hablado del « lado dónde es agradable y está permitido a todo el mundo mirar a las mujeres. »
      Perdón, Sr. Roussse, eso depende de los gustos. Déjenos juzgar a nosotros, por favor, el lado por el que es agradable o permitido mirarlas. Nuestra opinión puede diferir de la suya, en esto como en muchas otras cosas. Y además incluso diría, si no temiese ofender sus principios, que el lado más agradable a los ojos de muchos hombres no es tal vez del todo aquél que usted juzgaría adecuado.
      Como su excelente maestro en la materia, el Sr. Pinard, se muestra más sensato y más claro exclamando: « El arte sin reglamento no es arte. Es como una mujer que se desnudase. » Sí, el Sr. Pinard ha proclamado esta enorme paradoja. Maestro Pinard, cuyo nombre debía ser Joseph ( Joseph Pinard ! eso hace soñar ), ha proferido esta frase digna del propio Joseph Prudhomme.- Así pues, para él, ¡ una mujer desnuda no es una mujer ! ¿ Qué es entonces ? - Hasta aquí yo pensaba lo contrario... Todas mis ideas han quedado a a partir de ese momento confundidas. No era entonces una mujer. Sr. Pinard, protestamos.
      Llevando la idea un poco más lejos, se llegaría a la conclusión de que ¡ las estatuas desnudas no son estatuas ! Pero volvamos al Sr. Rousse.
      Hénoslo aquí tomando la novela del Sr. Zola y haciendo su análisis; ¿ pero se trata del valor de la obra o del apellido del Sr. Duverdy ?
      Cuando el Sr. Pinard, hablando de Flaubert, exclamaba: « Él ha querido hacer cuadros de género.... y ustedes ¡ verán que cuadros ! » seguramente supondría una exageración incluso a los mismos ojos del Sr. Rousse, que proclama hoy Madame Bovary como una obra maestra, pero al menos él hablaba del libro que se estaba procesando.
      Cuando, tras la admirable descripción del vals en el castillo de la Vaubyessard, el mismo abogado confesaba inocentemente: « Sé que se baila un poco de esta manera, pero eso no es moral », ¿ enunciaba una bobada más ingenua que la de su sucesor, reprochando al escritor naturalista su procedimiento de observación detrás de todas las puertas de la casa ?
      No obstante, el Sr. Rousse se vuelve completamente irrisorio, cuando, tras haber declarado que Madame Bovary es una obra maestra, aconseja a los escritores volver al uso de los nombres empleados por Molière, La Bruyère, Lesage o Beaumarchais quiénes valían más que Zola,  diciéndolo sin vacilar; y cuando declara aún que la literatura ha decaído y no avanzado ( ¡ oh, divinidades de Joseph Prudhomme; escuchadle ! ).
      Así pues, aunque él no sea escritor ( lo confiesa con una justa modestia ) y aún menos un novelista ( la cosa no se pone en duda ), El Sr. Rousse lamenta Oronte, Alceste, Philinte y Célimène: y juzga con sinceridad que la obra maestra de Flaubert no perdería si Bovary se llamase Dorante, Homais Clitandre, Rodolphe Théophraste, etc. Eso pasaría desde luego en nuestros días en el campo normando. El médico del burgo sería Sr. Dorante, y el farmacéutico Sr. Clitanre ! y ellos hablarían naturalmente como hablan Homais y Bovary, puesto que el Sr. Rousse reconoce que ese libro es una obra maestra !
      Sin embargo como se encuentran unos escritores pretenciosos que quieren innovar, y que no consienten en imitar a Molière, incluso en la elección de sus nombres, el Sr. Rousse, con un sentido artístico del tal Homais-Clitandre, se indigna de que los novelistas no tomen únicamente, para bautizar a sus personajes, todos los nombres vulgares como Leblanc, Lenoir, Lerouge, Levert, Bertrand, Durand, etc.
      Como no quiero en absoluto hablar del proceso, me guardaré bien de objetar que Duverdy es un apellido común, tan típico como Leblanc, etc. Duverdy proviene de Levert como Dublanchy, Dunoisey, Durougy, Dujauny, podría derivar de Leblanc, Lenoir, Lerouge, Lejaune. Pero poco importa.
      Lo que importa por ejemplo es la prodigiosa inteligencia del arte moderno que se desprende de esta ingenua opinión. Realmente es necesario ser académico para ignorar tan completamente lo que buscan, lo que quieren en las novelas, los artistas de hoy. Asi pues, los Maufrigneuse, los Rastignac, el barón Hulot, Rubempré, y todos los inmortales personajes de Balzac habrían podido llamarse indistintamente, Leblanc, Lenoir, Legris, etc. Y el Sr. Rousse pretende que se calumniase a Flaubert haciéndole mantener la decisiva importancia del nombre, cuando decía: « Cuando he encontrado el nombre, he encontrado al hombre; lo he captado hasta en sus tics, los hábitos de sus cuerpo, su figura, sus movimiento, en todos los repliegues de su corazón.»
      El Sr. Rousse no olvida más que una cosa. Es que en tiempos de Molière los personajes eran puras abstracciones, representando únicamente ideas; mientras que hoy ellos están vivos, son unos individuos frecuentados, uno cualquiera de nosotros. No se trata de discutir la superioridad artística de un sistema sobre el otro, sino de comprender las modificaciones completas sobrevenidas en el arte moderno; y el honorable abogado, académico, no duda más que un ciego del titilar de los astros. Eso es tan cierto que para probar la inutilidad de la búsqueda de los nombres en la novela, de su concordancia íntima con el personaje, él cita... una pieza de versos burlescos de Alfred de Musset, donde el poeta hace hablar precisamente a dos símbolos de la tontería burguesa, Dupont y Durand, en diálogo inmortal a los ojos del Sr. Rousse que exclama: « Nadie se reconoce ahí. » - Caramba.
      No se trata aquí, lo repito, del valor de los hombres, sino de lo que quieren hacer. Que el Sr. Rousse cuestione todo talento al Sr. Zola es su derecho. Pero si quiere enseñarnos, tras las lecciones de Balzac y de Flaubert, como se llama un personaje, por qué sutil trabajo de espíritu, por qué intuición general de la que son solos capaces los grandes artistas, se llega a hacer concordar ese nombre con el aspecto moral y físico de un personaje, como se crea un Bovary que no podría llamarse Clitandre, como se hace concurrir las sílabas incluso de una palabra a un todo homogéneo que es un nombre perfecto, si el Sr. Rousse quiere hacer eso, le responderemos que no tiene el derecho, pues acaba de demostrar que no comprende absolutamente nada.
      Pero ¿ es cierto que no comprende nada ? Es indudable que no haya reconocido en el mismo la existencia de la citación a Léon Gozlan hecha por un adversario, « unos ( los nombres ) están llenos bajo su envoltura de malos instintos, otros exhalan por todos los poros, el almizcle de la honestidad y de la virtud; aquellos que hacen brincar los corazones de los vodevilistas que los dan a sus personajes cómicos, etc. »
      El Sr. Rousse, tal vez, sabe distinguir tan bien las diferencias radicales del arte anciano y del arte moderno, y comprender las imperiosas necesidades de la novela de análisis tal como la han concebido Balzac y Flaubert... pero..., el se querellaba contra el Sr. Zola. ¡ Oh ! si hubiese pleiteado por el Sr. Zola, tal vez lo hubiésemos visto definir con singular claridad las aspiraciones de los escritores actuales y las torturas de su espíritu ante las dificultades, sin cesar crecientes, de la obra que se quiere hacer en todo, juntos en la vida. Pero he aquí que el Sr. Rousse pleiteaba contra el escritor, y que importa lo que se piense, hay que saber mantener tanto el pro como la contra, afirmar hoy lo que se negará mañana.
      Pero entonces ¿ por qué levantar esas dificultosas cuestiones de arte y hacerse pasar por ininteligible a los ojos de quienquiera que tenga la exacta noción de lo que quieren y de lo que hacen, con mayor o menor talento, los novelistas de hoy ?
 

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre