CERÁMICA ANTIGUA
( Vieux pots )
Publicado en Gil Blas, el 6
de marzo de
1883
El baron Davillier, que acaba de morir, ha sido, por decirlo de
algún modo, el Cristobal Colón de la cerámica hispano-morisca; no es que
haya descubierto su existencia, sino que yo creo que él ha descubierto y
revelado su belleza.
Después de haber registrado España y encontrado preciosos jarrones de esta
fabricación hasta ahora poco apreciada, comunicó, extasiado, su entusiasmo al mundo de los aficionados artistas.
Se llaman aficionados artistas a las personas de delicados sentidos que
desfallecen de admiración antes esos fragmentos de tierra cocida, a menudo muy
feos, únicamente porque su fealdad es especial, personas que saben apreciar de
una ojeada el valor extremo y convencional de una maceta rota y que prefieren
una grotesca antigualla al más bello objeto moderno. Pues la antigüedad
castiga duramente de un modo odioso y repulsivo. Todo burgués habiendo ganado
diez mil francos de rentas en la industria, sobrecarga su comedor con esos
horrorosos platos normandos, pintarrajeados ignominiosamente que se venden ahora
al precio de la vajilla de plata, y muestra con orgullo a sus invitados unos
jarrones mellados y ridículos comprados muy caros y cuyo valor, en verdad, es
muy poco. Hoy en día se confunde completamente la rareza y la belleza, y basta
con que una figurilla sea difícil de encontrar para que adquiera unos precios
de cortesana. Las personas calificadas como « conocedoras » seguramente son
aquellas a quiénes se les escapan más las cualidades de la belleza de las
cosas; no compran más que lo inencontrable, y su saber consiste en
determinar de forma inmediata la procedencia y la época.
Se indignan y os tratan de imbécil cuando se
proclaman, tranquilamente, repugnantes unos objetos que valen cien mil francos.
Otros conocedores, los artistas, y el baron Davillier era uno de ellos, compran
al descubrir la belleza secreta, la belleza particular, incomprensible para los
zopencos, en unos objetos deliciosos y menudos extraviados en la banal maraña
de figurillas calificadas como curiosidades.
Esos jarrones hispano-moriscos cuyo esplendor lo
había encantado, podrían ser expuestos al público que pasa por las calles sin
que nadie volviese la cabeza; pues es necesario un olfato especial para detectar
el encanto de esa alfarería que se diría barnizada con el sol.
Las lozas y las porcelanas tienen una historia
como los pueblos. Incluso tienen un Dios que cantó Louis Bouilhet.
Il est en Chine un petit Dieu
bizarre, |
Hay
en China un pequeño Dios extraño |
China es la patria de la porcelana. ¿ Se sabe en que época comenzó su
fabricación ? Los jarrones brillantes de ese extraño país, que parece haber
conocido todo en unos tiempos, a los que nuestro pensamiento no alcanza a
remontar, se conocieron solamente en Europa en el primer tercio del siglo
dieciséis.
No hay que olvidar de entrada que, durante las
épocas que siguieron a las invasiones, el secreto de la fabricación de las
lozas se perdió.
Fue en España donde volvió a comenzar esta
industria llevada por los moros. Los árabes hicieron otro tanto en Sicilia, y
crearon admirables jarrones de un gusto oriental, cuyo esmalte, enteramente
azul, está cubierto de ornamentos, con reflejos dorados y cobrizos, de un
brillo sorprendente. La pasta es casi siempre más blanca y más densa que las
lozas hispano-moriscas.
Además, la expedición de los pisanos contra
Mallorca dio a conocer en Italia la cerámica morisca; y esta nación destaca
pronto en esta artística industria.
Francia fue la alumna de Italia, y nosotros vemos
establecerse fábricas desde el Midi hacia el Norte: Moustiers, Marsella,
Avignon, Nevers y Rouen - Rouen que lleva el arte cerámico francés a su más
extrema pureza. La pasta de Rouen no es la más fina que se puede ver; el grano
es un poco gordo, y la transparencia a veces resulta insuficiente. Pero las
hermosas lozas de esa región no tienen igual en el mundo gracias al esmalte, el
colorido brillante, y sobre todo por la ornamentación de un gusto absolutamente
perfecto y de un efecto maravilloso.
No se deben confundir los platos antiguos de
Rouen, de las tres épocas distintas pero igualmente bellas donde destaca esta
manufactura, con las espantosas lozas de absoluta fealdad que los parisinos
compran cada año a precio de oro en el campo y en las ciudades normandas.
Es a Henri IV a quién corresponde el honor de
haber organizado los primeros establecimientos de cerámica, en Paris, en Nevers,
y en Saintonge, la patria de Bernard Palissy.
Sèvres puso a Francia en vanguardia de la
producción de las porcelanas.
¿ Qué hay más delicioso, en efecto, que una
figurilla de Sèvres, del viejo sèvres por supuesto, de esta inimitable pasta
tierna cuyo secreto está olvidado ? ¿ Qué hay más encantador y delicado que
ese azul pálido que no cambia en las lámparas, ese azul marino, enmarcando los
finos paisajes llenos de pájaros brillantes como flores, inclinados sobre unos
coquetos árboles que abrigan a unos pastores cortejando a unas pastoras ? Arte
exquisito, amanerado, falso y delicioso, hecho para confundir y seducir, arte
afeminado de la adorable época en la que pintaban Watteau y Boucher.
Sèvres nació en las faldas de una mujer que se
llamaba la Pompadour.
Louis XV había comprado esta fábrica y la
hacía explotar sin preocuparse curiosamente de los resultados cuando su amante,
seducida por unas muestras que vio, convenció al rey a hacer allí grandes
reformas.
Desde ese momento ella tomó el establecimiento
bajo su protección, lo supervisó, lo apoyó, ocupándose de él sin cesar; y
bajo su inspiración de hermosa mujer, reina de la elegancia, la manufactura se
convirtió en el maravilloso taller de donde salió esta porcelana de Amor que
parece hecha para los salones elegantes.
Más tarde el Sr. Grévy tomó una amante que
decidió un nuevo renacimiento de este establecimiento nacional. Los
jarrones de Sèvres de hoy, de un azul violeta abominable, son buenos, todo lo
más, para ofrecer al rey Malikoko, a la reina de Madagascar, al Sha de Persia,
a los príncipes negros que quiere seducir el Sr. de Brazza.
Se les emplea, además, principalmente en
gratificaciones otorgadas a los funcionarios y empleados del gobierno, que hacen
un mohín cuando se les entrega un objeto valorado en quinientos francos, y que
no estarían de más en las tiendas de las ferias.
Sèvres tuvo una rival irreducible, una rival a
menudo feliz, en la célebre manufactura de Meissen en Saxe, madre de las
incomparables bomboneras, cuadradas o redondas, que llevan sobre su tapa esos
paisajes de tonos violetas tan increíblemente finos, esas maravillas de color
liso, donde unos árboles menudos se encuentran al lado de endebles casas cuyo
techo arroja una imperceptible humareda gris sobre un cielo color de leche.
6 de marzo de 1883
El final de este artículo, aquí suprimido, reproduce la anterior y última parte del texto Los regalos, publicado, en Le Gaulois, el 7 de enero de 1881.
Traducción
de José M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión
en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre