¡ VIVA MUSTAFÁ !
( Vive, Mustapha ! )

Publicado en Le Gaulois, el 30 de junio de 1881.

      Es verdaderamente difícil, fiarse de las informaciones que nos proporciona la prensa francesa. En el momento en que nuestras tropas marchan hacia Túnez, a través del país que se supone ser todavía el de los Kroumirs, unos periodistas, seguramente mal intencionados, han hecho correr falsos rumores sobre el simpático Mustafá-ben-Ismail, al que tenemos hoy entre nuestras paredes.
      Se contaba una historia más o menos parecida a la de la gran duquesa de Gerolstein, que nombró general, de golpe, a un bello muchacho. El Bey, parecido en esto a los viejos solteros que no quieren ser servidos más que por hermosas criadas, habría hecho primer ministro a un pequeño, pequeñísimo empleado del palacio, seducido por su gracia y su buen rostro.
      Se añadía que el joven ministro tenía para con nosotros una amistad mediocre, y que más de una vez la había demostrado a nuestro cónsul.
      Se acusa pronto en Francia. Se rectifica también rápido. La misma prensa, hoy, no tiene bastantes incensarios para nuestro gracioso visitante, que se ha convertido en nuestro amigo, el mejor de nuestros amigos, desde que el traje con galones del general Bréart franqueó las puertas de Túnez.

      ¿Qué creer ? ¿ Los artículos de entonces o los de hoy ? Se me contestará: « Esto no tiene importancia. Mustafá es nuestro huésped, es de buen gusto no hacerle oír más que frases amables. » Muy bien, admito esa razón; sin embargo, yo, lector, abonado del periódico, solicito ser informado, bien informado, nunca confundido por mi publicación.
      Mustafá es nuestro huésped, es cierto; pero, si yo tuviese la fantasía de ir mañana a pasear a Napoles, sería huésped de Italia, lo que no impediría a nuestros vecinos hacerme oír lindezas. No he sido yo quién ha invitado a ese ministro tunecino.  Pero, de hecho, ¿quién lo ha invitado a vernos ? ¿Fue el Sr. Grévy ? No lo creo. Incluso se dice que éste ha parecido un poco sorprendido de su visita. ¿ Fue el Sr. Duhamel, el secretario personal del Sr. Grévy ? No es más plausible.- El Sr. Duhamel, que goza de toda la amistad de su presidente, no debe ver de muy buen tono al recién llegado. Piensen entonces: ¡ se dice del joven embajador tan encantador, tan seductor ! ¡ Se cuenta que ha conquistado completamente el favor de su señor ! ¡ Se afirma que su poder sobre el Bey es tan completo, que un nuevo caso de seducción puede producirse.
      Es bastante increíble, lo confieso. Pero en fin, siempre hay que temer, y estoy persuadido que al secretario del Sr. Grévy no le gustaría ir a sustituir a Mustafá cerca del Bey, dejando en el Eliseo a su feliz rival. Es posible también que el Bey prefiera los servicios de su ministro a los del Sr. Duhamel.
      ¿Quién ha invitado entonces a Mustafá ? El Sr. Gambetta. No. - ¿ Con qué fin ? - ¿ En el entorno del Sr. Gambetta, quién puede estar interesado en la visita el tunecino ? - ¿ Trompette ? ¡ Vamos hombre, que locura ! - ¿ Pero sin embargo ?... No, eso no es de sentido común.
      No lo encontraré, decididamente. Renuncio. Así que Mustafá es nuestro huésped. Seamos escoceses. No sondearé sus riñones, pero quiero saber, yo lector, abonado del periódico, por qué los periodistas han cambiado tan pronto de actitud con respecto a él, incluso antes de que hubiese puesto los pies en el suelo de Francia.

      Busquemos. Releamos los artículos en la hemeroteca. Mustafá sube sobre la Juana de Arco. Da unos brillantes al capitán, brillantes a los segundos, brillantes a derecha, brillantes a izquierda. ¡Ah ! diablos -¡ Luego se habla de una pequeña decoración roja y verde en la que él habría aportado unos miles ! - Llega, llega. Los reporteros están allí, casi la frente en tierra, como en Oriente, y murmuran algo.- ¿Qué ? Mustafá ha entendido bien; pues a cada paso, en tonos diferentes, repite sin cesar la misma frase.  Los porteros de las estaciones, los cocheros de simones, los botones de hotel, todos, dicen con aspecto humilde, así como los pobres a la puerta de las iglesias: « ¡ Un pequeño Nicham, por favor !» Como se diría: « ¡ Una limosnita !» Los pobres añaden por lo común: « Que Dios se lo pague.» Los reporteros tienen otra fórmula; hela aquí: El periódico os valorará esto en buenos titulares.
La hospitalidad escocesa comienza.
      El príncipe ( parece que es príncipe ) había anunciado su intención de ir a Halles. Un periódico muy sutil, muy astuto, muy previsor, desmiente esta noticia. « Si usted va a Halles, Excelencia, que sea de incógnito. De otro modo se podrían reír, hacer alusiones, ¿Quién sabe ? El pueblo francés es bromista, tal vez os llamarían cocinero, historia de bromista. No haría falta caminar como un ciego a través de París, nosotros seremos su caniche, Excelencia. Nosotros sabemos ejercer los deberes de la hospitalidad, ¡ que diablos ! ¡ Un pequeño Nicham, por favor ! »

      « Por otra parte sabemos lo que se debe decir a los príncipes extranjeros, que tienen decoraciones en sus bolsillos. De entrada, a usted le gustan las artes, ¿no es así ?- No.- Sí, perdón, usted las ama. Vaya a la Opera. Hablaremos de su gusto iluminado para la música. Alguna vez ha oído usted un órgano de Barbarie, ¿ no es así ? - No. - Entonces, ¿ una caja de música ? - Sé que el Bey posee una caja de música enorme de la que participa un poco a sus ministros cuando han trabajado bien.- Eso es suficiente. Usted adora la música. Usted verá, además; lea el periódico, mañana.»
      Así seguido.
      En recompensa a los eminentes servicios prestados por él todo el tiempo a Francia, el gobierno piensa en nombrarle, según parece, gran oficial de la Legión de honor. Es una gloria por este orden, en general, y para cada gran oficial en particular. Alguien, sin embargo (luego de rumores pérfidos), habría pretendido que una simple roseta sería suficiente para la Excelencia africana. Se acusa incluso a un íntimo del Eliseo de haber mantenido esta opinión. Unos bajos celos solo podían inspirar esta malicia.

      En cuanto a ustedes, mis hermanos, que suplen con dignidad el sacerdocio de decir cada día sus pensamiento a la crédula muchedumbre que los lee, continúen celebrando, todas las mañana y tardes, en florido estilo, al encantador enviado del Bey. Estudien sus gestos; escuchen su voz musical, sigan sus pasos, aprendan sus gustos, describámoslos con entusiasmo; ¡ estén presentes en su despertar, en sus comidas, en su dormir ! Se había afirmado últimamente que su ignorancia era tan oriental y principesca, y que la Gastronomía práctica constituía la única obra europea que había leído. ¡ Desmiéntanlo, mis hermanos, desmiéntanlo ! Si el compra el Buen Jardinero de Vilmorin para cultivar los claveles del Bey, contad que está embebido de los tratados de la Alta Agricultura.
      Si se hace llevar a su hotel una caja de física divertida o alguna muñeca nadadora para los pequeños que se educan en el Bardo, anuncien bien aprisa que él ha visitado los gabinetes de física y que estudia la mecánica. Digan (esto siempre es bueno) que él ha pedido al Sr. Grévy el indulto para todos los detenidos condenados por vagabundeo nocturno bajo los puentes. Juren que es de ilustre linaje - ¿ cómo diablos no han pensado todavía en establecer su augusta genealogía ? - Esto además apaciguará los escrúpulos tardíos del Sr. Mollard. Compárenle al cometa que acaba de aparecer en nuestro cielo. Eso es una mina.
      Adúlenle por todas partes. Afírmenle que nosotros, quienes no hemos tenido el honor de aproximarnos, le amamos de lejos,  sin conocerle, y que estamos locos de alegría con el único pensamiento de que él nos proporcionará el honor de su presencia en nuestra gran fiesta del 14 de julio.- Hagan esto, les digo, y ustedes recibirán, estén seguros, todo como el Sr. Vaucorbeil, Trompette y Grévy, la cruz del Nicham-Iftikar, - lo que yo les deseo a todos; así sea.

      30 de junio de 1881

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Versión en francés: http://maupassant.free.fr/cadre.php?page=oeuvre