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© José Ramos

Principal | Teatro

Fragmento publicado por primera vez en 1910 en la edición Conard de  Œuvres complètes.
Digitalización y publicación en formato HTML (16 de octubre de 2001) en francés en el original por Thierry Selva para http://maupassant.free.fr
Traducción al español (6 de octubre de 2007) por José Manuel Ramos para http://www.iesxunqueira1/com/maupassant

 
YVETTE

En el primer piso de una hermosa casa moderna. Lujosa escalera, dorados, falsos mármoles.
Dos hombres en traje de etiqueta, con el abrigo bajo el brazo, suben los últimos escalones. Uno de ellos, Jean de Servigny, adelanta la mano para llamar. El otro, Léon Saval, le agarra el brazo.
   

 
ESCENA PRIMERA

LÉON SAVAL : Veamos, querido, ¿a dónde me llevas?
JEAN DE SERVIGNY
 : Ya te lo he dicho, ¡a casa de la marquesa Obardi!
LÉON SAVAL
 : ¿Quién es esa marquesa Obardi ?
JEAN DE SERVIGNY
 : Todo el mundo lo sabe.
LÉON SAVAL
 : Excepto yo.
JEAN DE SERVIGNY
 : ¡Pues bien! La conocerás.
LÉON SAVAL
 : Prefiero saber.
JEAN DE SERVIGNY
 : ¡Cuánta prudencia!
LÉON SAVAL
 : No, no soy prudente. Además, ¿qué he de temer? Pero no me gustaría sufrir un fracaso, y se producen a cada
paso cuando uno no sabe por donde camina.
JEAN DE SERVIGNY
 : Tú quieres decir: sobre quién se camina.
LÉON SAVAL
 : Quizás sí. Al menos la habrás advertido de que ibas a presentarme en su casa.
JEAN DE SERVIGNY
, riendo : ¿Advertir a la marquesa Obardi ? ¿Adviertes a un cochero de autobús de que subirás en su coche en la esquina del bulevar?
LÉON SAVAL
 : ¿Entonces es?...
JEAN DE SERVIGNY
 : Una advenediza, querido, una vividora, una casquivana encantadora salida de no se sabe dónde, aparecida un día, no se sabe cómo, en la sociedad de los aventureros y sabiendo hacerse allí una posici´´on. ¿Además, qué nos importa? Se dice que su verdadero apellido, su apellido de soltera, pues ha permanecido soltera a todos los efectos, salvo al de inocencia, es Octavie Bardin, de ahí Obardi, conservando la primera letra del nombre y suprimiento la última del apellido. Además es una amable mujer de la que serás el inevitable amigo y cliente, tú, con tú físico sin par. Dicho esto, debo añadir sin embargo que si bien la entrada es libre en esta casa, como en los bazares, no se está estrictamente obligado a comprar lo que en ella se despacha. Allí tienen de todo, se hace de todo, se vende de todo, desde las sonrisas hasta las concesiones de terreno en las nuevas repúblicas, de minas en África Central y las llaves maestras del apartamento en el que entramos en este momento por la puerta principal. Tú pide y serás servido en función de tu bolsillo.
La marquesa se instaló en el barrio de la Estrella, barrio sospechoso, hace ya tres años, y abrió sus salones a este enjambre de individuos que vienen a ejercer en Paris sus diversos talentos, temibles y criminales. Yo iba a su casa. ¿Cómo? No lo sé con precisión. Allí había un mundo de filibusteros condecorados, que mostraban una cruz en su pecho para venderla desde que vos sacáis la cartera. Todos son nobles, todos generosos, todos senadores en sus patrias, y todos desconocidos en sus embajadas, a exepción de los espías. Todos hablan del honor, citan a sus antepasados por menos que canta un gallo, cuentan su vida a propósito de todo, habladores, mentirosos, tahúres peligrosos como sus cartas, estafadores como sus apellidos, bravucones como los forajidos de los caminos, pero nunca banales como los funcionarios franceses. En definitiva, ¡se trata de la aristocracia del presidio!
En cuanto a sus mujeres... siempre hermosas con un pequeño sabor de coquetería extraña, con el misterio de su pasada existencia... pasada tal vez en un correccional. Ellas también son conquistadoras, rapaces, verdaderas hembras de ave de presa. Yo las adoro.
LÉON SAVAL
 : ¿No hay ni un francés en esta casa?
JEAN DE SERVIGNY
 : Si, al contrario. Lo mejor de la sociedad, habida cuenta que vamos nosotros.
LÉON SAVAL
 : ¿Cómo son los otros ?
JEAN DE SERVIGNY
 : Excelentes. Generales, senadores, hombres de mundo, artistas, de todo. Es un mundo asombroso donde todas las mujeres tienen hijas, lo que sustituye un contrato de matrimonio para la vista.
LÉON SAVAL
 : ¿Hijas. Hijas verdaderas?
JEAN DE SERVIGNY
 : Sí, querido, ¿por qué no? Esas mujeres están allí como los demás: y las casan cuando pueden. La de la marquesa es deliciosa.
LÉON SAVAL
 : ¿La hija de la marquesa ?
JEAN DE SERVIGNY
 : Sí, Yvette. Una maravilla, alta, magnífica, a punto de caramelo, tan rubia como morena es su madre, admirable retoño de aventurera arrojada sobre el estiércol de este mundo.
LÉON SAVAL
 : ¿Y la moral ?
JEAN DE SERVIGNY
 : No lo sé, no se sabe. ¿Inocente o descarada? imposible decirlo, tal vez ambas. Hay días en que parece una santa, otros una pícara. Experimento una extraña atracción hacia su posible candor y una muy razonable desconfianza contra su menos probable desenfreno. Dice cosas que harían estremecer a un ejército, pero los loros también. A veces es imprudente haciéndome creer en su inmaculado candor y a veces mordaz, con un descaro inverosímil haciéndome dudar de que jamás ha sido inocente. Provoca como una cortesana y se cuida como una virgen. No lo sé. Pero ya la verás.
LÉON SAVAL
 : Vaya, parece que comienza a gustarme la idea de entrar ahí.
JEAN DE SERVIGNY
 : Voy a presentarte bajo el nombre de conde Saval.
LÉON SAVAL
 : ¡Ah!, no.
JEAN DE SERVIGNY
 : ¿Por qué ?
LÉON SAVAL
 : No quiero ser ridículo.
JEAN DE SERVIGNY
 : Pero todo el mundo tiene título ahí adentro, querido, todo el mundo.

[Interrupción en las hojas del manuscrito.]

JEAN DE SERVIGNY : ¿Quién es ese nuevo rostro, esa hermosa dama ?
YVETTE
 : La baronesa Diodore.
JEAN DE SERVIGNY
 : ¿A qué se dedica ?
YVETTE
 : Es una persona muy influyente.
JEAN DE SERVIGNY
 : ¿Dónde es tan influyente ?
YVETTE
 : En los ministerios.
LA MARQUISE
, a Léon Saval : ¡Oh ! No permanezco en París más de cinco o seis meses alaño. Pasamos el invierno en el Midi, y el verano en cualquier parte del campo. Acabo precisamente de alquilar una villa en Bougibal, espero que me haga usted el honor de venir con el duque.
LÉON SAVAL
 : Con mucho gusto, señora.
YVETTE
 : ¡Oh ! sí, Muscade vendrá con nosotros a Chatou. Haremos muchas tonterías en el campo.
JEAN DE SERVIGNY
 : Os seguriría por todas partes a dónde vos me dijerais que fueseis, señorita.
YVETTE
 : ¡Pues bien ! Muscade, os nombro general en jefe.
LÉON SAVAL
 : ¿Por qué la Srta. Yvette llama siempre a mi amigo Servigny  « Muscade »?
YVETTE
 : Porque se desliza siempre en la mano, caballero. Se cree tenerlo, pero no se le tiene nunca.
LA MARQUISE
, indolente, a Saval : Ella es muy simpática con ellos, pero tan loca. Por mucho que lo intento, no puedo mantenerla seria. Y además el duque la incita a cometer un montón de imprudencias, él me la malea, y acabará por tener una mala opinión de ella.
JEAN DE SERVIGNY
, sonriendo : ¡Oh ! marquesa, eso es imposible,¡con la educación y el ejemplo que vos le dais!
YVETTE
 : Mamá, déjalo tranquilo, es el más divertido de todos.
JEAN DE SERVIGNY
 : Gracias, señorita, por la comparación.
YVETTE
 : Tendremos que incorporarnos a filas Sr. Saval.
LÉON SAVAL
 : ¿En qué regimiento, señorita ?
YVETTE
 : En el mío, caballero.
LÉON SAVAL
 : Soy el primero.
LA MARQUISE
 : Eso es una chiquillada que ella ha imaginado. Como esos caballeros son tan amables con ella, ésta los atormenta sin razón...
YVETTE
 : ¿Habéis visto a la Gran Duquesa ?
LÉON SAVAL
 : Sí, señorita.
YVETTE
 : Yo también ; la he visto varias veces, aunque se me haya prohibido decirlo. ¡Pues bien! yo me he proclamado gran duquesa y he formado un regimiento al que paso revista todos los jueves. Observad. ( Ella grita.) Príncipe...principe... (Un caballero calvo con patillas, lleno de condecoraciones, se adelanta sonriendo. Yvette presentando.) Barón Saval, príncipe Kravalow. El príncipe es el jefe de mi policía, en su calidad de ruso. Encarcela a todo el mundo exceptuando a mí que conozco su juego.  
LE PRINCE
 : Señorita...
YVETTE
llama : Chevalier !... chevalier. (Un hombre delgado, moreno y lento se aproxima. Yvette presentanto.)  Chevalier Valréali, Baron Saval.