Certificado de nacimiento

ACTA DE NACIMIENTO DE
HENRY– RENÉ – ALBERT– GUY DE MAUPASSANT

El 5 de agosto de 1850

COMUNIDAD DE TOURVILLE-SUR-ARQUES
(DÉPARTEMENTO DE SEINE-INFERIOR)
DISTRITO DE DIEPPE - CANTON D'OFFRANVILLE

 

        El quinto día del mes de agosto, del año mil ochocientos cincuenta, a las seis  de la tarde, acta de un niño que nos ha sido presentado y que ha sido comprobado ser del sexo masculino, nacido en esta comunidad, en el domicilio de su padre y madre, este día cinco de agosto de mil ochocientos cincuenta, a las ocho  de la mañana, hijo de Maupassant, Gustave- François- Albert, de veintiocho años de edad y de Le Poittevin, Laure- Marie- Geneviève, de veintiocho años de edad, ambos domiciliados en el castillo de Miromesnil, sección de esta comunidad, alcaldía de Rouen, de este departamento, el 9 de noviembre de 1846, el cual ha recibido los nombres Henry-René-Albert-Guy. Hecho por nosotros a requerimiento del padre del niño, en presencia de Pierre Bimont, de 68 años de edad, de profesión vendedor de tabaco, domiciliado en esta comunidad, primer testigo y de Isidore Latouque, de 43 años de edad, de profesión maestro, domiciliado también en esta comunidad, segundo testigo. El declarante y los testigos han firmado, después de hecha la lectura, la presente acta, que ha sido duplicada en su presencia, y constatada por mí, Martín Lacointe, alcalde de la comunidad susodicha, asumiendo las funciones del Regsitro Civil. Han firmado: MM. Gustave de Maupassant, Latouque, Bimont, A. Lacointe Martin

Carta Astral

Certificado de defunción

PRÉFECTURA DEL DÉPARTAMENTO DEL SENA
AYUNTAMIENTO DEL XVI DISTRITO
Nº 2667. DEFUNCIÓN DE MAUPASSANT


      En el año mil ocho cientos noventa y tres, a siete de julio, a las nueve horas de la mañana.


     Acta de defunción de Henri René Albert Guy de Maupassant, de cuarenta y tres años, literato, nacido en Sotteville, cerca de Yvetot (Sena-Inferior), domiciliado en París, calle Boccador 24, acaecida el seis de julio sobre las nueve horas de la mañana; hijo de François Albert Gustave de Maupassant, sin profesión, residente en Sainte-Maxime (Var) y de Laure Marie Geneviève Le Poittevin, su esposa, sin profesión, residente en Nice (Alpes-Maritimos). Soltero.


      Certificado por mí,  Victor Bidault, adjunto al alcalde, oficial del estado civil del  décimo sexto distrito de Paris, con el testimonio de Gustave George, de cuarenta años de edad, empeado, domiciliado en París, calle de Passy, 63, y de Édouard Henry, de cuarenta años, empleado, domiciliado en París, calle de la Pompe, 69, que han firmado conmigo tras la lectura.

 

El entierro

El servicio religioso tiene lugar el 8 de julio de 1893, exactamente al mediodía, en la iglesia Saint Pierre de Chaillot. Ni la madre ni el padre de Guy asisten a las exequias de su hijo. Se ha sido introducido el cadáver del escritor en un triple ataúd de pino,  cinc y roble, pese a que él había solicitado ser inhumado directamente en  tierra. La administración de Pompas fúnebres se negó a cumplir esta última voluntad, al considerarla una exigencia indecente.
          En su obra biográfica sobre Maupassant, Henri Troyat describe la ceremonia:

Hace un calor sofocante en la ciudad. Junto a la carroza, que desaparece bajo los ramos de flores, van el doctor Fanton d'Andon, Zola, Ollendorff y el licenciado Jacob, portando las cintas de féretro. Entre los asistentes que van al paso, detrás de ellos, el más afligido es François Tassart. Las rodillas flojas, el rostro lívido, los ojos enrojecidos, el fiel servidor sigue el entierro de su propia vida. En el cementerio de Montparnasse Sur, el gentío se agolpa en torno a la fosa y los curiosos reconocen a la señora Pasca, la actriz, al compositor Albert Cahen, los escritores Alexandre Dumas hijo, Jean Lorrain, Henry Roujon, Cartulle Mendes, Henry Céard, Marcel Prevost, Paul Alexis, Henry Lavedan, José María de Heredia... Sin sombrero, con sus quevedos empañados, Zola toma la palabra. Se halla tan afectado que por momentos se le ahoga la voz. Describe con brillante elocuencia aquella meteórica carrera, la irresistible prontitud del éxito, la negativa a rechazar los placeres de la vida para dedicarse solamente a la escritura. “Se hizo célebre de la noche a la mañana y nadie se lo discutió siquiera- dice -. La sonriente felicidad parecía que lo hubiese tomado de la mano para transportarle tan alto como quisiera llegar... Si fue comprendido y amado desde el primer momento, era por que llevaba en él el espíritu francés, las dotes y las cualidades que han conformado lo mejor de la raza. Fue comprendido porque él era la sencillez, la claridad y la fuerza”
      Luego el orador evoca la caída de Maupassant: “Él, ¡Santo Dios!, él, atacado de demencia... ¡Tanta felicidad, tanta salud, hundiéndose de una sola vez en esa abominación!” El único consuelo para quienes le sobreviven - concluye -, es la certeza de la gloria
inalterable que le espera al difunto en las futuras generaciones: «¡Que duerma, pues, su buen sueño tan difícilmente logrado, confiando en la salud de la obra que ha dejado! Ella vivirá y le hará vivir. Nosotros, quienes le hemos conocido, guardaremos en el corazón su robusta y dolorosa imagen. Y, en los tiempos venideros, quienes no le conozcan más que por sus obras, le amarán por el eterno cántico de amor que ha cantado a la vida».
      Después de Zola, Céard pronuncia unas cuantas palabras, con emotiva sencillez, en nombre de los amigos que rodearon a Guy en su juventud. Ellos han envejecido, han perdido las ganas de reír. Embutidos en sus negras levitas, el sombrero de copa en la mano, agachan la cabeza. Finalmente, todos se dispersan, en pequeños grupos. Alexandre Dumas hijo suspira: «¡Qué destino! ¡Qué pérdida para la literatura! ¡Ah, fue un garañón!» Tan viril oración fúnebre le hubiera agradado al antiguo remero de «La Grenouilliére».