L'année littéraire, 8 de diciembre de 1885

Monsieur Parent

 

 

La que nos cuenta Maupassant en su Monsieur Parent,  se trata de una dolorosa historia burguesa, una de esas miserables catástrofes íntimas en las que, como se suele decir, el relato produce ganas de sonreír en aquellos que lo escuchan «y con el que se acaba lenta y oscuramente con dos gruesas lágrimas inmóviles que nos irritan los ojos.»

El Sr. Parent es un hombre dulce y plácido que se ha resignado después de mucho tiempo a no ser gran cosa en su hogar. Su esposa, a la que él ha hecho casándose con ella, lo maltrata y lo ridiculiza. A él le hubiese gustado una vida monótona, sin emociones; la casa es un perpetuo desorden. De este abandono, de estas escenas sin cesar renovadas, de todas estas miserias de su existencia, él se consuela con su hijo, un niño de cinco años. Es él quien lo lleva de paseo, quien lo vigila; lo adora y no vive más que para el chiquillo.

Un día, una antigua criada amenazada de despido por la Sra. Parent, se venga contando al marido lo que pasa bajo su propio techo. La esposa es una casquivana, caprichosa y díscola. Hay que ser muy ingenuo y bonachón como lo es el Sr. Parent, para no haber adivinado que ella tiene un amante. El infeliz, realmente sorprendido por esta revelación, grita, protesta, se defiende… Sin embargo esa  misma noche, tras un simulacro de salir de casa, obtiene por desgracia una prueba demasiado evidente, que le demuestra que la acusación no se trata de una calumnia… Sorprende a la culpable, que, sin escapatoria y enloquecida, le arroja palabras licenciosas a la cara. Luego de repente dice:

 

Quiero llevarme a mi hijo.– ¿Cómo te atreves a pedir su custodia?… Yo quiero a mi hijo, y tu no tiene el derecho de quedarte con él porque no es tuyo, ¿lo entiendes?... No es tuyo, ¡es de Limousin!

 

Parent queda estupefacto, sin poder de reacción. ¡Oh! La esposa cobarde e indigna, quizá a ella la hubiese podido olvidar, pero al niño, ¡al niño! Y trata desesperadamente de convencerse de que ella le ha mentido, busca una semejanza entre él y el pequeño que se le ha arrebatado. ¿Quién podría decirle la verdad? Piensa en ir a hablar con Limousin, el amante, ¡en rogarle de rodillas!... Luego el tiempo pasa sin que se apacigüen sus angustias. ¿Su esposa ha querido desafiarlo, acabar de desesperarlo? Un día, los encuentra a los tres en la calle, al amante, a la mujer y al niño: parecían una decente familia burguesa. Los sigue durante mucho tiempo, tiene ganas de tomar en brazos al muchacho que ha crecido…

Su vida se arrastra lamentablemente en un embrutecimiento. Han transcurrido veinte años. Un domingo de verano, el azar lo lleva al campo; cerca de él, en un restaurante campestre, se encuentran Limousin y su amante, envejecidos ambos, con un aire respetable, y el niño, el niño que se ha convertido en un joven. Entonces, de súbito, Parent se levanta, se aproxima a ellos, se presenta y sacando valentía de la exasperación del dolor, escupe en la cara de los culpables su ignominia, les cuenta sus torturas, su larga soledad, sus eternas dudas; pues en su exaltación siempre regresa la misma pregunta: «¿Quién es el padre de ese muchacho?» La madre se estremece de vergüenza ante su hijo horrorizado. Implacable, Parent continúa; es a aquel a quien se dirige ahora: «¡Pregúntales, pregúntales quién es tu padre!»

Luego, como un hombre libre, se marcha a donde el azar lo lleve sintiéndose destrozado como si se le hubiesen roto los huesos. Pero a ese desencadenamiento de cólera sucede una gran postración, y, recordando lo que acaba de pasar, queda asombrado por su audacia.

Así sucede siempre en la obra de Maupassant, expresando las emociones violentas e intensas, obtenidas por medios muy simples, con el talento más sincero y el más vigoroso…

 

 

 

Publicado en L’année littéraire el 8 de diciembre de 1885

Traducción de José M. Ramos

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