Chronique médical, 1 de octubre de 1896

La enfermedad de Maupassant

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El novelista que más preocupado se mostró por los temas médicos fue sin lugar a dudas Léo Trézenik. En Cocquebins (1867), el autor nos da una fiel representación de la vida médica en la Caridad. En la Jupe  el protagonista es un estudiante de medicina y abundan las observaciones sobre el mundo de los estudiantes. En l’Assassinat de la vieille dame, que lleva como subtítulo: Cas cérebraux, se encuentras novedades donde se ponen en escena hipótesis médico-psiquiátricas del mas alto interés; pero es sobre todo en Confession d’un Fou donde puede leerse una verdadera monografía de medicina mental.

Se trata de un caso de desdoblamiento de la personalidad, descrito con una exactitud y un gran rigor científico. La novela es tan impresionante que el Dr. Monin, me escribía el autor hace algún tiempo, había concebido las más grandes inquietudes sobre la salud cerebral del novelista: «Había visto allí casi una autobiografía», como algunos han querido ver una en le Horla, de Maupassant.

Sería sin embargo ridículo pretender que los literatos que han estado preocupados por los estudios de la patología mental son, por eso mismo, propensos a la enfermedad. Es lamentablemente la tendencia de ciertos médicos en querer encontrar degenerados en todos los poetas y neuróticos en todos los hombres de letras.

Las puerilidades que se han contado al respecto en relación con Maupassant son lo último en el ridículo. El Sr. Pinchon, el erudito bibliotecario de Rouen y amigo de nuestro gran novelista, me escribía sobre este asunto: «He conocido a Maupassant en su juventud; lo he conocido siendo ya un hombre. Era fuerte, alegre, estaba lleno de salud, de buen humor y de ánimo. Digamos que tenía esas rarezas de carácter que los vulgares consideramos originales. Basta leerle para ver que no pensaba como el vulgar. Al respecto, era un original. Pero he aquí una información más precisa en respuesta a otra cuestión. Maupassant no se «sintió mordido de ambición literaria después de haberse entregado al ejercicio físico», y es erróneo «que se pretenda que el descalabro mental en un hombre habituado a la vida al aire libre ocasione su enfermedad. Todo el tiempo lo dedicaba al trabajo del espíritu; el deporte no era más que un descanso, una diversión».

Esta opinión, que ha sido emitida a propósito de Maupassant, es pues errónea. De que un literato se ocupe del deporte, no hay que concebir en ello que descargue en él todas sus preocupaciones.

Últimamente, se ha hecho correr el rumor de que Huysmans se retiraba al campo para fundar una secta religiosa. De que nuestro eminente novelista Huysmans haya estudiado la vida claustral de los monjes trapenses, se ha llegado a la conclusión de que es un místico.

Este género de critica en de una sorprendente puerilidad. Desde ese punto de vista, ningún literato podría estudiar la vida especial de un cierto grupo de individuos sin pasar por frecuentar sus costumbres o experimentar sus placeres. Concluir del hecho de que Maupassant haya escrito el Horla, que la enfermedad ya había posado sus garras sobre su poderoso cerebro es tan ridículo como deducir, por ejemplo, con Nordau y Laurent, que los simbolistas, los decadentes, están locos, porque emplean vocablos poso usados y porque buscan efectos de estilo hechos para sorprender a un médico ajeno a las inquietudes literarias de nuestros tiempos.

Los Goncoourt, que tan bien han descrito la enfermedad de Charles Demailly, nunca, que se sepa, han sido afectados mentalmente. Jules murió de trabajo y Edmond de una congestión pulmonar. El Sr. H. Malot, que se ha ocupado especialmente de describir a los médicos alienistas y ha parecido, en una cierta época, preocupado por la arbitraria facilidad de secuestro en los manicomios, ¡también estaría predispuesto a una enfermedad mental!

¿No encuentran ustedes que hay una curiosa oposición entre los colegas que encuentran degenerados por todas partes y neurópatas a cada afirmación de una originalidad literaria y el estilo de nuestros alienistas? Se acusó a Mallarmé de oscuridad, pero si se tomasen la molestia de extraer todas las frases incorrectas, los solecismos y las oscuridades de nuestros alienistas, se podría inducir de ello que éstos también pertenecen a la categoría de los degenerados y los neurópatas.

Es el caso de concluir con las palabras del Dr. Fornerol de Anatole France: «Tiene los dientes torcidos: ese debe ser un asesino. Tiene un estilo original: ese debe ser un alienado.»

 

Dr. MICHAUT

 

Auto-alucinación : Guy de Maupassant

 

Guy de Maupassant describió en le Horla el caso de un personaje que no veía su imagen en el espejo. Tal vez fue su propio caso el que describía de ese modo, y constató en sí mismo ese fenómeno, prolegómeno de los trastornos cerebrales que causaron el fin del célebre escritor.

En cualquier caso, el fenómeno no es un puro producto de su imaginación.

El Sr. Sollier acaba de comunicar a la Sociedad médico-psicológica el caso de un joven muchacho histérico que bruscamente ha dejado de ver su propia imagen reflejada en un espejo. Todos los demás objetos que lo rodeaban eran visibles pare él, mientras que el espejo le parecía un vidrio transparente.

 

 

Publicado en Chronique médicale, el 1 de octubre de 1896.

Traducción de José Manuel Ramos González

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