Le Figaro, 6 de septiembre de 1925

 

De un opúsculo extremadamente raro, de los Sres. Léon Deffoux y Emile Zavie: Guy de Maupassant, romancier de soi-même, extraemos algunas notas relativas a la venta de los muebles y objetos que habían pertenecido al ilustre escritor. Esta venta tuvo lugar en el Hotel Drouot, los días 20 y 21 de diciembre de 1893.

«Una multitud enorme, comerciantes, curiosos, amigos. Ningún representante de la familia. Los padres de Maupassant decidieron no comprar nada. « La obra literaria no puede proporcionar nada más dentro de un año... » Esa era al menos la opinión de la cuñada, Sra. Marie-Thérèse de Maupassant. Y mediante su silencio, el padre y la madre parecían compartir también ese escepticismo. Solamente manifestaron su existencia al día siguiente de la venta, reclamando un contra peritaje, ya que el total de lo obtenido (24.500 francos) les parecía insuficiente...

» Un bronce de Rodin, fue comprado por 970 francos por el Sr. barón Cahen d’Anvers. El Buda japonés obtuvo 205 francos; una gran acuarela representando unos saltimbanquis, 615 francos; el medallón de Flaubert, 46 francos...

» Por contra, los objetos personales fueron intensamente diputados: una dama pujó hasta los 185 francos por un pequeño portaminas en oro; otra compró un extrae gemelos por 40 francos y un frasco de sales por 26 francos.; sobre una puja de 300 francos, un alfiler de corbata fue adjudicado a un tal Sr. Gustave George... ¿Sr. Gustave George? Esos dos nombres de pila, los hemos visto en la firma del acta de defunción de Maupassant. Era, en efecto, el Sr. Gustave George – en compañía del Sr. Edouard Henry, como él, empleado de las pompas fúnebres, quien, el 7 de julio de 1893, en la alcaldía de Passy, firmó, en calidad de testigo, el singular documento administrativo sobre el que ni siquiera está indicado el lugar donde murió Maupassant.»

 

En sus recuerdos sobre Guy de Maupassant, François Tassart, que fue su mayordomo durante diez años, cuenta que fue en febrero de 1891, estando instalado con su amo en Niza, y realizando juntos paseos por mar sobre el Bel-Ami, cuando Maupassant escribió su última crónica para el Figaro:

« Hoy, durante la salida, el señor me concedió el honor de llevar el timón durante mucho tiempo. Fue mientras él acababa una crónica titulada «Un Empereur», para el Figaro. ¿Quién habría pensado entonces, viéndole todavía tan dispuesto a la tarea, que era la última crónica que escribía para ese periódico, pues apenas realizó sin esfuerzo aparente ese corto relato »

 

 

Publicado en Le Figaro, el 6 de septiembre de 1925

Traducción de José M. Ramos González

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