Le Figaro, 22 de junio de 1891

«BEL AMI» ANTE UN CONSEJO DE GUERRA

 

Cuando en los países nórdicos a uno se le da por la alegría, se es alegre sin límite y sin fin. Dinamarca ha querido contribuir a la alegría mundial y ha encargado al ministro de justicia hacer todo lo que sea necesario. Este honorable funcionario no ha hecho más que la tarea que le incumbía y uno se reirá durante mucho tiempo del modo en el que él comprende la literatura.

Hace algunas semanas, se han embargado varios números del periódico Kjobenhan. La moral y las buenas costumbres habían sido allí ultrajadas de un modo tan terrible, que las persecuciones se habían hecho necesarias. El criminal era el Sr. de Maupassant, del que el Kjobenhan publicaba la novela «Bel Ami».

Tal vez se debiera hacer observar al Sr. ministro que sus persecuciones llegaban un poco tarde, y que la novela había aparecido hacía diez años, que era conocida en todos los países del mundo y que no había herido en ninguna parte el pudor de los magistrados. Pero probablemente eso no hubiese servido de nada y el Sr. Oscar Madsen, el traductor de la obra, no fue menos perseguido como cómplice; pues al autor principal del delito, al gran culpable, Maupassant, había que renunciar a perseguirle, ya que por largo que sea el brazo secular de la justicia danesa, éste no podía alcanzarle.

Ahora bien, el Sr. Oscar Madsen está cumpliendo actualmente su servicio militar en la marina danesa. No era pues posible perseguirlo por la justicia civil, y se por tanto se le sometió a un consejo de guerra, siempre por haber ultrajado la virtud y costumbres danesas. Hemos tenido la oportunidad de ver este espectáculo, hay que reconocer que novedoso, de un capitán de navío, de un lugarteniente de navío, de un ayudante y de un maestro timonel, juzgando el valor moral de una obra del Sr. de Maupassant. Esas son cosas que no se inventan – y no creo equivocarme mucho al decir que el danés habrá sobrepasado los límites del regocijo.

Esos bravos lobos de mar se sentirán un poco sonrojados por la responsabilidad que se les echa sobre sus amplios hombros cubiertos de paño azul; no tuvieron la necesidad de estudiar mucho tiempo el dossier para comprender que no comprendían nada, e hicieron una llamada a las luces de su fiscal. Si ese magistrado no fuese diputado en el Parlamento danés, en consecuencia susceptible de tener una cierta educación literaria, se podría tal vez pasar por alto su nombre, pero puesto que es alguien en su país, hay que decir que ese procurador se llama Stefensen. Él ilumina la religión de los marinos, les dice que Maupassant era un hombre sin moralidad, que su libro era una vergüenza, que traducirlo era una mala acción, y los buenos marinos, aterrorizados, han condenado al Sr. Oscar Madsen a un mes de prisión. Y si no sido condenado a más, fue porque sus jueces le han concedido ¡circunstancias atenuantes!

Espero que el Sr. de Maupassant jamás se aventure a navegar por los mares del Norte: la marina danesa sería capaz de darle caza y, si se le detuviese, pasaría un mal cuarto de hora. El Sr. Stefensen no dejaría escapar una ocasión tan bella– y, por lo menos, el autor de Une Vie se pudriría diez años en prisión. El pudor danés tal vez estaría encantado con ese resultado, pero los admiradores del Sr. de Maupassant se verían muy entristecidos. Así pues, señor patrón del Bel Ami, no ponga nunca rumbo al norte. Queda usted advertido.

 

Jacques St-Cère

 

 

Publicado en Le Figaro, el 22 de junio de 1891.

Traducción de José Manuel Ramos González para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant