Le Figaro. Suplemento literario del domingo. 22 de agosto de 1925

 

LA AMISTAD EN GUY DE MAUPASSANT

 

La gran polémica suscitada en relación con la determinación exacta del lugar de nacimiento de Guy de Maupassant, no impedirá sin embargo la inauguración del monumento a la memoria de este último, el próximo 6 de septiembre, bajo las sombras de Miromesnil.

La manifestación, completamente familiar en su sencillez, a instancias de los admiradores del escritor, tal vez sea también de algún modo una rehabilitación. Pues Maupassant no tiene más que fieles, para los cuales la lectura de sus obras provoca un encanto siempre nuevo.

Aparte de algunos críticos que le achacan no «amar su género», y que le cuestionan agriamente todavía, el autor de Une Vie ha sido acusado, erróneamente, de no conocer los goces de la amistad. Se creyó que se glorificaba erigiendo la estatua del egoísmo en su corazón.

Bastará sin embargo recordar las excelentes relaciones que mantuvo con muchos compañeros de su juventud, entre otros con Robert Pinchon, bibliotecario adjunto de la ciudad de Rouen, que, designado bajo el sobrenombre de La Toque en el relato Mouche, publicado en 1890 en la antología de l’Inutile Beauté. Le encantaba frecuentar los talleres de Maurice Leloir y del pintor Becker, cuando no citaba a sus familiares en la villa de los Verguies, en Étretat.

Sin embargo, Octave Mirbeau, en una carta a Claude Monet, siendo conocedor de la catástrofe padecida por la razón del escritor, se atrevía a declarar: «Desde que me enteré de este drama, siempre me vienen a la memoria estas palabras de San Justo: «Aquel que no tuvo amigos será ejecutado».

»Y Maupassant jamás amó nada, ni a su arte, ni a una flor,  ¡nada! ¡Es la justicia la que lo golpea! ¡Pero es horrible! sí. ¡Amemos algo para no morir, para no volvernos locos! Pero creo que nosotros no debemos dar consejos, pues si nunca nos volvemos locos, será por amar demasiadas cosas.”

El jamás de Mirbeau parecerá sin duda excesivo, sobre todo tras la lectura de la carta inédita que sigue, perteneciente a la colección del Sr. Ch. Peliot. Se presta, en cualquier caso, a modificar algunas opiniones, en tanto que está dirigida por Guy de Maupassant al propio Octave Mirbeau. No está indicado ni el lugar ni la fecha:

 

Mi querido amigo,

Ven a almorzar conmigo el viernes y charlaremos.

No he hablado mal de ti nunca. Todo lo más que he podido hacer, y seguramente lo he hecho, es lamentar muy sinceramente, como todavía lo hago, que no dediques a un trabajo más duradero un talento tan ardiente y tan real.

Teniendo en cuenta ese talento, he dicho y repetido por todas partes, en toda ocasión, que eres uno de los más interesantes, y en el fondo más dotados, periodistas contemporáneos. La única reserva que haya hecho no concierne más que a la volubilidad de tus impresiones.

Ahora bien, si  encuentras alguien que se atreva a repetirme algo ofensivo dicho por mí sobre tu persona, estaré bien gustoso de buscarlo. Pon contra el muro a los amables compañeros que te han informado y verás cuales son sus certezas y sus intenciones.

Te estrecho cordialmente la mano.

 

       GUY DE MAUPASSANT

 

¡Quién se iba a ofender por los reproches dictados por la preocupación del renombre literario de un compañero de pluma! Mirbeau, que no fue siempre ponderado en sus ataques, tenía que considerarse honrado, al contrario, por una amistad tan leal y franca. Parece, no obstante, no haber perdonado a Maupassant esta franqueza, o no haber profundizado en los sentimientos de este último.

Esta carta, sin embargo, bastaría para demostrar que la leyenda de un Maupassant egoísta es de las que habría que descartar de la historia literaria. Tenía demasiadas amistades para sacrificarlas alegremente en el altar de la indiferencia o del desperecio. Tuvo mucho que sufrir debido a una sensibilidad exagerada, para que se le acuse de no poseer esa preciosa virtud de la amistad, cuya práctica ha servido en grado sumo a los escritores y poetas de todos los tiempos, y de la que Maupassant, el primero, ha conocido los felices beneficios en diversas circunstancias.

 

Ed. Spalskowski

 

Suplemente literario del Figaro. 22 de agosto de 1925.

Traducción : José M. Ramos González. Enero 2017