Le Figaro. Suplemento literario del domingo. 25 de julio de 1925

 

MAUPASSANT Y LOS MANUALES

 

En relación con la inauguración del busto del autor de Bel Ami, un  crítico baudelairofobo[1] señalaba, el otro día, lo poco que favoreció Maupassant a las jóvenes generaciones y para ello proponía diversas explicaciones.

No busquemos tres pies al gato. Si a los jóvenes no les gusta Maupassant, es que han sido educados por sus profesores en el desprecio de su talento y de su obra. Brunetière no dice palabra de él en su manual. Mala nota. Faguet precisa las cosas, pintándonos a Maupassant como un bruto sin matices ni cerebro, como una especie de cámara fotográfica de bazar o un fono de pacotilla. Y todos los manuales posteriores, al haber piadosamente copiado todas esas mezquindades, han intoxicado a todas las recientes generaciones.

Con motivo de la campaña contra los manuales, sus escasos defensores exclamaban: «¡Bah! ¿qué importa? De todos es sabido que aquello que los niños aprenden en el Instituto no cuenta:» Además de que esta objeción era poco graciosa para la Universidad, hoy se ve, en el caso de Maupassant, lo falsa que era. Y se volverá a ver, por desgracia, mañana. Pues sí, en el extranjero los manuales están totalmente desacreditados, entre nosotros ya no logran sus funestos maleficios.

¿Por qué no se hacen otros? ¿Y los gastos que eso costaría? ¿Y lo que se perdería en saldar los antiguos? El día en que estos se agoten, tal vez se informe. Pero de aquí a allá, ¡no más vanas prodigalidades!

¿Y qué dice de todo esto el Consejo Superior? ¿El Consejo Superior? Se lava las manos así como lo ha proclamado en una famosa declaración de la cual, si usted se quiere reír una pizca, no tiene más que pedir el texto en los archivos de la calle de Grenelle.

 

Fernand Vandérem.
Traducción José M. Ramos González.

 

P.S.– El Sr. Georges Lecomte ha anunciado ayer, jueves, al Comité de las Gentes de Letras, el feliz giro tomado por sus gestiones para que los escritores paguen unos impuestos proporcionales a sus salarios. Si se piensa que hace tan solo diez meses que apareció el primero de nuestros artículos reclamando esos desgravámenes, no hay realmente demasiado de que quejarse.


 

[1] Expresión relativa a Charles Baudelaire, autor de Les fleurs du mal. (N. del T.)