Le Figaro, 29 de agosto de 1894

 

MAUPASSANT EN EL CEMENTERIO PÈRE-LACHAISE

 

Uno de los amigos de la Sra. de Maupassant, el vizconde de Colleville, nos dirige las interesantes notas que siguen sobre la sepultura destinada a Guy de Maupassant en el cementerio Père-Lachaise:

 

En un artículo que el Figaro ha publicado, el Sr. Pierre Sandoz se indigna del estado de dejadez en el que se encuentra la tumba de Guy de Maupassant.

Sospecha que el Sr. Lavareille, administrador judicial de la familia, espera el resultado de la suscripción para levantar un monumento al autor de Une Vie, y considerando que esa tumba provisional bien podría ser definitiva, declara enérgicamente que todos exigiremos un monumento en pleno Paris para nuestro ilustre fallecido.

Los términos tan encomiásticos en los que el Sr. Pierre Sandoz habla de Guy de Maupassant testimonian cuán piadoso es el sentimiento que le han dictado esas líneas, tanto que no es por vano placer el tomar mi pluma para indicar una inexactitud, sino al contrario para tranquilizar a mi colega y también a aquellos, muy numerosos aún, créanme, que han conservado la memoria del querido finado.

Era François, el fiel mayordomo de Guy de Maupassant, quien estaba encargado por la familia, alejada de París, de velar con esmero el estado de la tumba y, en una carta que he vuelto a leer estos últimos días, François daba la relación bastante amplia de las flores y plantas llevadas a tal efecto al cementerio Montparnasse, indicando incluso la disposiciones con detalles circunstanciales, pudiendo cuestionar la precisión de sus concepciones artísticas u hortícolas, pero nunca la profundidad de su lealtad, por todos conocida.

Por otra parte, se había pedido al Sr. Ollendorff que buscase en el cementerio del Père-Lachaise, un emplazamiento conveniente para depositar allí los restos del gran escritor.

El Sr. Ollenforff, tras mil gestiones, ha encontrado por fin un buen rincón de letrados, donde el maestro dormirá su último sueño al lado de Balzac y en la proximidad de Gerard de Nerval. Los trámites para el traslado del cuerpo han sido hechos rápidamente y fue autorizado por la administración el 14 de este mes,. Tal vez la ceremonia se hubiese llevado a cabo si el Sr. Lavareille no se estuviese obligado a permanecer en Vichy; la celebración está simplemente subordinada a su regreso: el 7 de septiembre próximo. Así pues, será en breve cuando el cuerpo de Guy de Maupassant abandone el cementerio de Montparnasee para ir al Père-Lachaise.

Sin embargo, si la tumba con caracter provisional se ha mantenido más tiempo del deberían esperar los nobles despojos, se debe a la duda, ¿qué digo? a los crueles tormentos con los que fue sacudida el alma de la pobre madre, llegado el momento de tomar la decisión.

Ese día, ella me decía confusa: «No quiero que se despierte a mi hijo; creo que ha estado dieciocho meses sin poder dormir; y ahora duerme por fin.»

Luego está la cuestión del ataúd; como el hijo, la madre era panteísta; jamás quiso oír hablar de un ataúd de plomo. Desde el momento que piensa que se trata de abrir la tumba, la infeliz se ve acosada por las más horribles visiones.

Finalmente, sin embargo, tras varias conversaciones, cuando se le hubo prometido que no habría lugar al traslado si se producía un accidente cualquiera o que en ningún caso hubiese allí un ataúd de plomo, la Sra. de Maupassant cedió a instancias de los suyos. Pero no consintió en conceder su aprobación más que con la condición positiva y expresa, de que sólo ella estaría encargada de levantar el monumento fúnebre conforme al deseo de su hijo del que ella conocía la voluntad suprema. Añadió que entendía que debía soportar toda esa pesada carga de la que no cedería ni una parte a nadie.

Sé en que consistirá ese monumento y puedo contarlo, la pobre madre me lo ha explicado a menudo.

Una maravilla de hierro forjado, una verja admirablemente trabajada, rodeará la tumba. Al pie se levantará una piedra, una especie de menhir en mármol sin pulir, con el nombre solamente de Guy de Maupassant grabado. A la cabeza una mata de césped, luego flores a profusión sobre todo el corpus.

Me vienen a la memoria las palabras que, en Hamlet, Shakespeare pone en boca de Ofelia:

 

él ha muerto y partido, Señora. Ha muerto y partido. A su cabeza una mata de césped, a sus pies una piedra.

 

El Sr. Pierre Sandoz puede estar seguro que ni los parientes, ni los amigos jamás olvidarán sus piadosos desvelos, ni olvidarán un instante su culto por la memoria de su muerto.

Y tan pronto el Sr. Jean Aicard o el Sr. Jacques Normand obtengan finalmente la autorización del Consejo Municipal para el emplazamiento en un jardín de Paris de ese monumento conmemorativo que erigirán con la suma integra de la suscripción, todos estaremos felices con el resultado.

 

Vizconde de Colleville.

 

Publicado en Le Figaro el 29 de agosto de 1894

Traducción de José Manuel Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant