Le Figaro, 30 de marzo de 1931

 

LA CONMEMORACIÓN DE MAUPASSANT

Un problema de números...

 

Está claro que las ceremonias con motivo de las inauguraciones de placas conmemorativas, casi siempre no salen en general del ámbito de lo banal. La pequeña estrada oficial, los caballeros calvos de nariz atravesada por unas gafas con montura de nácar, los «amigos» del desaparecido formando un grupo a lo Jean Veber y evocando «a esos caballeros de la familia»; luego algunos curiosos que conforman la muchedumbre; por último, orgullosos mirones del vecino ilustre cuyo brillo les ha dado a conocer sobre todo a los tenderos del vecindario, plácidos y agradecidos.

 

De ese modo, ayer por la mañana se honró la memoria de Maupassant ante un rectángulo de mármol blanco con letras doradas incrustadas. ¡Querido y gran Maupassant, contador incomparable, de amplia psicología, pero cuyo genio permanece tan fiel a las más auténticas tradiciones de nuestra vena literaria francesa, aquella misma donde triunfó la lengua liberadora de nuestro Rabelais! Sin duda, toda la obra de Maupassant fue glorificada sucesivamente por los Sres. de Castellane, Rosny, Repard y Rageot, sin embargo, para los miembros presentes del comité del cincuentenario de las Soirées de Mëdan, se trataba de homenajear especialmente al autor del famoso relato Boule de Suif, que precisamente fue escrito entonces, cuando el novelista de Pierre y Jean habitaba – lo que no está en contradicción con algunos de sus personajes – en el barrio Bréda, muy moderado en la actualidad....

 

Aquí, unos cronistas escrupulosos me detienen y me instan a hipnotizarme con ellos sobre un aspecto de historia anecdótica y un problema de números. ¿Maupassant vivía en el número 19 o en el número 17 de la calle Clauzel? ¡Enigma cruel! Hace ya algunos meses, el Sr. J. Ernest-Charles había preguntado si la dirección admitida como el 19 era correcta. ¿Los autores del Gurpo de Médan, los Sres. Deffoux y Favre, no habían optado, en efecto, por el numero 17?  Luego, esta aseveración había sido rectificada por un testimonio del Sr. Léon Hennique y confirmando por otro colaborador de las célebres Soirées: Paul Alexis. Este había publicado, en el Figaro del 24 de octubre de 1897 (con ocasión de la inauguración del monumento erigido a la memoria de Maupassant, en el parque Monceau, por la sociedad de los Hombres de Letras), un reportaje titulado: «Con el padre y la madre de Maupassant», y de donde extraigo estas líneas: «Hace veinte años (1876-1880), algunas veces, los domingos, dos jóvenes hombres de letras, que salían de casa de Gustave Flaubert, atravesaban juntos el parque Monceau para regresar a sus domicilios – uno en el número 19 de la calle Clauzel, el otro en el 32 bis de la calle de Laval – sin imaginar que la estatua de uno de ello se erigiría más tarde en medio de uno de esos céspedes...» Según este texto – excepto un error tipográfico o un lapsus calami – ¿Queda alguna duda? Ahora bien, el Sr. Alexandre Zévaès acaba de aportar, bruscamente, un nuevo argumento al debate.

En el Journal de ayer, nuestro colega Geo London escribe: «Investigando en que condiciones había sido Maupassant perseguido por una obra titulada Une fille y publicada en el número de la Revue moderne et naturaliste el 1 de noviembre de 1879, el Sr. Zévaès obtuvo la dirección exacta del escritor.» Veamos esto de cerca. Las persecuciones habían sido ordenadas de oficio por la fiscalia de Etampes, pues la revista incriminada se imprimía en esa localidad. Durante tres años, pacientemente, el Sr. Zévaès buscó, registró, hurgó, en la persecución del precioso documento, a su vez en, Etampes, en Corbeil, en Versalles. Finalmente, aparecieron los legajos en la plaza Vendôme, en el ministerio de justicia – quizá porque un fino letrado guardó allí los documentos en aquel momento. El primero encontrado, consistía en una convocatoria del Sr. Teissier, juez de instrucción, instando al Sr. de Maupassant, domiciliado en la calle Caluzel, nº 19, de París, a presentarse el viernes 9 de enero  de 1880, «a una hora señalada», en el palacio de justicia de Etampes. Pero un segundo documento surgió, en términos en los que el Sr Mosnier, ujier de la audiencia del tribunal civil del Sena, habiéndose personado el 5 de enero de 1880 en el número 19 de la calle Clauzel, a fin de entregar la citación, el portero del inmueble le dijo «que él no conocía al convocado».

¿Entonces?

Pues bien, el magistrado instructor se dedicó a una encarnizada investigación. ¡Ah!... Flaubert, Baudelaire, Richepin supieron bien lo que costaba «desafiar a la decencia». Maupassant igualmente, y helo aquí con la policía pisándole los talones. ¿No era un individuo «sin domicilio conocido»? Finalmente, el comisario encargado de las investigaciones, el Sr. Jean-Marie-Constantin Dulac, comisario en las delegaciones judiciales, dirigió al juez Tessier un informe concluyendo como sigue: «Constatamos que de las investigaciones realizadas y de las informaciones recogidas por nuestra parte, resulta que el Sr. Guy de Maupassant reside en París, en el número 17 de la calle Clauzel, y está presente en esa dirección.» Entonces, como es natural, una nueva citación fue enviada a la dirección «legal». Decimos «legal» porque, conversando hoy del asunto con uno de nuestros colegas que conoció a Maupassant y que leyó escrupulosamente la correspondencia de Flaubert, me decía: «En tanto mi memoria no me falla, estoy seguro de que Maupassant estaba domiciliado en el número 17, pero en aquella época había razones de índole sentimental para residir con más frecuencia en el número 19...» ¿Está ahí el secreto del misterio? ¡Qué movediza es la topografía literaria! Es cierto que un cuentistas, incluso después de su muerte, no sabría merecer reproches por exceso de fantasía, incluso de bromas – ¡y el creador de Toine adoraba las bromas! Por lo demás, si la placa conmemorativa, desvelada ante una seria asamblea, ha sido sobre la fachada de alguien amado por el gran Guy, ¿por qué no adivinar en este «extravío» involuntario un capricho malicioso del destino?

En cualquier caso, el problema de la elección, debo decirlo, no molestó mucho a los admiradores de Boule de Suif, de Mademoiselle Fifi, de la Maison Tellier. Apenas los oradores hicieron una ligera alusión al problema. Y, en presencia de los Sres. Pierre y André Barthélémuy, descendientes del autor de los Contes de la Bécasse, el Sr. Gaston Rageot puso de acuerdo a los partidarios del 17 y a los del 19 proclamando:

«Si la dirección de la casa donde habitó Maupassant en la calle Clauzel, es incierta, la gloria del escritor no lo es.»

 

Si en Maupassant, el novelista, el poeta, el autor de relatos de viajes está destinado al olvido, hay bien una treintena de sus cuentos que tienen asegurada la inmortalidad. Al lado de sus historias rusticas, tomadas tal cual de la vida, y de sus escenas «realistas», como se decía entonces, teniendo por marco un paisaje de caza o los techos bajos de un puerto apestando a salmuera, figuran también varias relatos inspirados por los desastres de 1870 y que son, junto a los de Alphonse Daudet, lo mejor que posee nuestra literatura en este tema. Maupassant permanecer siendo un escritor de nuestro más seguro linaje.

 

Gaëtan Sanvoisin.

 

Publicado en el Figaro el 30 de marzo de 1931

Traducción de José M. Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant