Le Gaulois, 4 de marzo de 1873

 

GUY DE MAUPASSANT EN LA COMÉDIE-FRANÇAISE

 

Resulta que uno de los deseos más intensos de Guy de Maupassant va a realizarse. ¡Ser representado en la Comédie-Française! ¿Y por quién? ¡Por la Srta. Bartet! Por esta actriz de talento ligero, delicado y una gracia tan penetrante que Maupassant tanto apreciaba.

Pues es evidentemente para quién ha sido escrito el rol de la mujer de la Paix du ménage, la obra cuyo estreno anuncia la Comédie-Française para pasado mañana, para la exquisita creadora de Francillon. Incluso no sería del todo imposible que la idea de esta comedia le fuese sugerida al autor al salir de una representación de la obra maestra de Alexandre Dumas hijo, pues la influencia del papel de la Sra. de Riverolles – interpretado tal como lo hace la Srta. Bartet– es visible cuando se considera el principal personaje de la obra de Maupassant tal como ha sido evocado por el autor. No es que la obra no sea original en sí misma y de una inspiración francamente personal. Se verá bien el lunes, en la Comédie-Française. Pero también podremos ver que el papel sienta a la Srta. Bartet de maravilla. Realmente no se oirá otra exclamación: «¡Pero ese papel ha sido hecho para ella!» Nada más cierto. Maupassant pensaba en la Srta. Bartet cuando escribió la Paix du ménage.

 

***

 

Por otra parte es bastante curiosa la historia de esta obra, terminada después de cinco años, y que ve la luz del escenario cuando su autor, lamentablemente está imposibilitado para supervisar los ensayos.

El Sr. Jules Claretie, habiendo asistido una noche a un salón amigo, a la representación de un sainete en verso de Guy de Maupassant, Histoire du vieux temps, tomó al autor aparte y le dijo:

–¿Sabe usted, mi joven maestro, que sería un hermoso levantamiento de telón para el Théatre-Français? Entréguemelo, ¿quiere?

–No, es demasiado pobre para un debut en un escenario tan importante como el de la Comédie-Française. Pero haré otra cosa para usted, pues hace tiempo que deseo ser representado por su compañía de actores.

–Entonces, ¿es esta una promesa sincera?

–En efecto, es una promesa formal.

Y de hecho Maupassant no tardó en cumplir su palabra, pues, algún mes después, depositaba en el Théatre-Français, el manuscrito de la Paix du ménage, que entonces se titulaba la Paix du foyer. ¿Pero que pasó a continuación por el espíritu del joven escritor? ¿Qué cambio de parecer súbito se produjo en él? ¿Se dio cuenta que su obra no estaba hecha para la Comédie-Française? ¿O bien creyó en un malentendido al no recibir una respuesta inmediata del Sr. Jules Claretie? Así que antes de que el administrador del Théatre-Français hubiese tenido conocimiento del envío de la obra, ésta fue recuperada por su autor.

Pronto se supo entre el público que Maupassant había escrito una comedia en dos actos que destinaba a uno de nuestros teatros de los bulevares. El papel principal, se decía, gustaba infinitamente a la Srta. Réjane, que deseaba representarlo. Ese rumor llegó a oídos del Sr. Claretie, el cual, encontrándose un día a Maupassant, le dijo con un leve tono de reproche:

–¡Es usted un bribón! Según parece ha escrito una pieza encantadora que ha destinado a otro teatro que no es la Comédie-Française.

–¡Oh! ¡dos actos! No, escuche, he reflexionado, todavía no será esta vez. Más vale que entre en el Théatre-Français con una obra importante. Precisamente tengo en mente una obra en tres actos. Es para usted. Solamente pido a cambio la promesa de que no la someta al juicio del comité de lectura.

Va a leerla y aceptarla usted mismo.

–¡Pero eso es imposible! Además, no ha lugar a esta cuestión, me parece, pues usted aceptó anteriormente...

Esto ocurría algún tiempo antes de la representación de Musotte. Pero la obra era completamente diferente, de idea y forma, de la que fue representada en el Gymnase. Esbozada, no estaba todavía escrita cuando sucedió la catástrofe de Cannes.

Se recordará la emoción producida en el mundo de las letras por ese doloroso acontecimiento. Ya no se pensaba en otra cosa que en la salud del querido enfermo. Luego, más tarde, cuando la emoción se fue calmando, cuando los íntimos de Maupassant vieron que sus días no estaban en peligro, se volvió a pensar en el escritor, se registró su carpeta con la esperanza de encontrar algunas obras inéditas. En efecto se encontraron fragmentos de la novela en la que trabajaba cuando le sorprendió el terrible mal, l’Angelus, y también esta comedia en dos actos de la que acabamos de hablar, la Paix du ménage.

La madre del escritor, la Sra. Laure de Maupassant, dio la obra a leer al Sr. Paul Ollendorff, el conocido editor, que, seducido por la belleza de la pieza, fue a consultar con Alexandre Dumas sobre los cambios necesarios para adaptar la obra a la escena.

Entregándosela al autor de Francillon, Paul Ollendorff sabía perfectamente lo que hacía. Se dirigía al maestro cuyos consejos eran los más apreciados por Maupassant desde la muerte de Gustave Flaubert. En efecto, atraído por el talento tan claro, tan poderoso y sobrio del autor dramático y por el carácter del hombre hecho de una pieza, como su añorado maestro Flaubert, el joven escritor había buscado la compañía de Alexandre Dumas, que lo había acogido con una paternal benevolencia y con tanto o más placer, que el maestro había sido uno de los primeros en captar toda la originalidad y el sabor de ese talento franco y claro.

– Mi casa esta abierta para usted, le había dicho Alexandre Dumas. Venga cuando quiera; siempre encontrará su cubierto puesto.

En aquel tiempo, Maupassant publicó una nueva antología de relatos, la Petite Roque. Envió un ejemplar a Dumas, con esta dedicatoria:

 

Al Señor Alexandre Dumas hijo.

Al maestro, al amigo.

GUY DE MAUPASSANT.

 

El gran escritor le respondió de un modo sensible y encantador:

 

He recibido el volumen enviado esta mañana.

Maestro, no estoy seguro; pero amigo, es cierto.

A. DUMAS hijo.

 

***

 

Paul Ollendorff se dirigía a ambos, al amigo y al maestro.

– Pero esta pieza es de un valor sin discusión, exclamó Alexandre Dumas, tras haber leído el manuscrito. ¿Quiere que vayamos a ver a Claretie?

–No me atrevía a pedírselo, dijo Ollendorff, radiante.

Y ambos fueron a la Comédie-Française.

A las primeras palabras, el Sr. Claretie interrumpió a Alexandre Dumas:

–Inútil continuar, querido Dumas, hace cinco años que esperaba esta obra.

¿Necesito añadir que la Paix du ménage fue aceptada unánimente por el comité de lectura del Théatre-Français?

Fue Alexandre Dumas quién leyó la pieza. Su papel no se limitó a eso. Quiso dirigir los ensayos personalmente. Únicamente se ocupó de la puesta en escena e interpretación. Ninguna modificación fue aportada por él a la obra, que se presentaría ante el público tal como había sido escrita por Guy de Maupassant.

«Gracias a Alexandre Dumas, en nombre del querido enfermo, gracias también a usted y al Sr. Paul Ollendorff», escribía estos últimos días al administrador del Théatre-Français, la Sra. Laure de Maupassant, quién encontró una cierta dulcificación a sus preocupaciones maternales en la conmovedora deferencia de la que han hecho gala, en las presentes circunstancias, los tres amigos de su hijo. La gratitud pronto dará lugar al orgullo en el corazón de la madre, recibiendo el eco de los aplausos que saludarán la obra de este escritor de genio sencillo y límpido que la casa de Molière deseaba acoger desde hace tanto tiempo.

 

ANGE GALDEMAR.

 

Publicado en Le Gaulois, el 4 de marzo de 1893

Traducción de José M. Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant