Le Gaulois, 8 de diciembre de 1892

 

LOS INICIOS DE GUY DE MAUPASSANT

 

Esos inicios nos son contados por Gustave Flaubert, en la cuarta serie de su correspondencia, que acaba de aparecer en las librerías. Guy de Maupassant nos ha dicho, en dos ocasiones, la parte que correspondía al gran escritor en su educación literaria. Había contado, entre otras anécdotas, en sus recuerdos, que para enseñarle a escribir de una manera concisa, el maestro le había dicho a menudo, cuando se encontraba a su lado, en Croisset: «Ve a pasearte por Rouen; luego, a tu regreso, cuéntame en cien líneas lo que hayas visto.» Fue así como – sus cualidades personales también ayudaron – el joven escritor consigue adquirir muy pronto esta inapreciable facultad de mantener en algunas páginas unos relatos que hubiesen llevado a otros largos desarrollos.

Pero las primeras relaciones de Flaubert y de Maupassant habían permanecido en la sombra hasta ahora, y es un placer verlas devueltas a la luz por el mismo que preparó al joven escritor para la vida de las letras. En este momento, en el que los numerosos lectores de Guy de Maupassant esperan con confianza la curación del ilustre enfermo, esas cartas de Flaubert a su discípulo preferido ofrecen un atractivo sin igual.

 

***

 

La primera vez que Gustave Flaubert habla del joven Maupassant, es en una carta fechada el 30 de octubre de 1872 y dirigida a la Sra. de Gustave de Maupassant:

«Tu hijo tiene razón queriéndome, dice él, pues yo experimento por él una verdadera amistad. Es espiritual, letrado, encantador, y además es tu hijo.»

El joven está en los albores de su mayoría de edad. Algunos meses más tarde, Flaubert vuelve a escribir a la madre respecto de su hijo. Esta carta ofrece de particular que el maestro habla en ella por primera vez de la afición que el joven Guy de Maupassant tiene por las letras.

«Hay que animar a tu hijo en la afición que tiene por la poesía, porque es una noble pasión, porque las letras consuelan de los infortunios y porque quizás tenga talento: ¿quién sabe? Hasta ahora no ha producido lo suficiente para que yo me permita extraer su horóscopo poético; y además, ¿a quién le está permitido decidir el porvenir de un hombre? Creo a nuestro joven muchacho un poco halagador y mediocremente dispuesto al trabajo. Me gustaría verle emprender una obra de amplias miras, ¡aunque fuese detestable! Lo que él me ha mostrado vale por todo lo que imprimen los Parnasianos... Con el tiempo, ganará en originalidad, un modo individual de ver y sentir, pues todo consiste en eso; por lo que respecta al resultado, al éxito, ¡qué importa!»

Pasado algún tiempo, Flaubert deseoso de hacerle ganarse la vida, habla de recomendarle a Raoul Duval, que está a punto de fundar un periódico. Y sugiere algunas ideas al jovencito:

«Si usted le propone a Raoul Duval un trabajo, a él le valdría la pena pensárselo, y eso iría tal vez más rápido. No se ha hecho la historia de la crítica moderna; es una materia fértil. Tomar, por ejemplo: Planche, Janin, Théo, etc, nada más que maestros, y analizar sus ideas, su poética, o bien horadar en la cuestión del «arte por el arte», o bien el de la Comedia. Ningún estudio, ni siquiera una tentativa de estudio ha sido hecha sobre la inmensa obra de George Sand. Se podría hacer un bello paralelismo con la de Dumas, la novela de aventuras y la novela de ideas. En fin, amigo mío, si usted entra en la Nation, me gustaría verlo debutar mediante algo que llame la atención.»

Henos aquí en 1879, Maupassant ya ha escrito su sainete: l’Histoire du Vieux Temps. «Cuando regrese a Paris, le escribe Flaubert, la haré representar por la Sra. Pasca en casa de la princesa Mathilde. Ya me encargaré de eso.» Por otra parte, escribe a la directora de la Nouvelle Revue, Sra. Adam: «¿Ha recibido usted Venus rustique, de Guy de Maupassant? ¿Qué le parece? ¿Cree que esos versos no deshonrarán su papel?»

Pero he aquí que, precisamente, Maupassant es perseguido por la fiscalía de Etampes por una poesía que reprodujo un periódico de la localidad. El joven poeta ruega a su maestro que asuma su defensa ante el público, en una carta a él dirigida, carta que se encargará de hacer reproducir por un gran periódico de Paris. Flaubert acepta con entusiasmo; pero, antes de escribir esa carta, cree su deber indicar al joven ciertas gestiones a hacer: «Vaya a casa de Commanville, para que él ruegue al Sr. Simonot que hable por usted a Grèvy o al hermano de la Sra. Pelouze Wilson.» Y más adelante, añade: «La carta para Le Gaulois es difícil, a causa de lo que no hay que decir. Voy a tratar de hacerla lo más dogmática posible.» Y, el 19 de febrero, escribe la carta, que aparece en le Gaulois dos días después. Esta carta levantó, se recuerda, una gran polvareda. Comenzaba así:

«Mi querido señor, ¿es cierto? Al principio creí que se trataba de una broma. Pero no, me resigno. Pues bien, en Etampes se han lucido. ¿Vamos a quitarnos de todos los tribunales del territorio francés, comprendidas las colonias? ¿Cómo se hace que un poema, insertado antaño en Paris en un periódico que ya no existe, sea perseguido por reproducirse en un periódico de provincias, en el que, tal vez, usted no haya dado permiso, y del que ignoraba sin duda la existencia? ¿A qué estamos obligados, ahora? ¿Qué tenemos que escribir? ¿Cómo publicar? ¿En que Beocia vivimos?»

Pero después de esto no se debe creer que Flauber siempre haya sido indulgente con su alumno. He aquí, a tal efecto, una carta muy curiosa:

«... Ahora, hablemos de Désirs. Pues bien, mi jovencito, la susodicha pieza no me gusta del todo. Indica una facilidad deplorable. Un de mes chers désirs, ¡un deseo que es querido! Avoir des ailes, ¡caramba! un deseo muy común. Los dos versos siguientes son buenos, pero, en el cuarto, les oiseaux surpris no están sorprendidos, puesto que tú los perseguías; a menos que sorprendidos quiera decir asombrados...

»Je voudrais, je voudrais. con semejante coletilla se puede ir indefinidamente como tanta tinta se tenga. ¿Y la composición? ¿Dónde está? Ainsi qu’un grand flambeau, la imagen me parece cómica; además una antorcha no deja llama, puesto que la porta...

»Clair de lune excelente. L’affolante bataille ¡atroz! En definitiva, te insto a suprimir esta pieza, no está a la altura de las demás. Aparte de esto, tu viejo te abraza. Severo, pero justo.»

Por ejemplo, cuando Flaubert está contento, no escatima los elogios: «He vuelto a leer Boule de Suif, escribe, y mantengo que es una obra maestra. Trata de hacer una docena como eso y serás un hombre.»

 

***

El deseo de Gustave Flaubert ha sido realizado. Pero el maestro ya no estaba allí, por desgracia, para aplaudir los éxitos de su alumno, convertido a su vez en maestro.

 

ANGE GALDEMAR

 

Publicado en Le Gaulois, el 8 de diciembre de 1892

Traducción de José M. Ramos González

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