Le Gaulois, 16 de noviembre de 1894

LA OBRA INÉDITA DE MAUPASSANT

 

La Revue de París publicó en su número de ayer una de las dos novelas inéditas de Guy de Maupassant: l’Ame étrangère. De esa novela incompleta, sólo pudimos leer el primer capítulo y una veintena de líneas del segundo. Eso es lo que acaba de aparecer. Ahí se encuentran todas las cualidades de la raza, que han contribuido y continuarán haciéndolo eternamente, a la celebridad de Maupassant: la franqueza y la decisión del ataque, la admirable simplicidad de los medios, la claridad y amplitud de estilo.

L’Ame étrangère se anuncia como una obra de altos vuelos, de la lectura más absorbente. Como Mont-Oriol, la novela transcurre en un balneario. En esta ocasión el lugar elegido es Aix. Y vemos en ese primer capítulo, en el transcurso de una magistral exposición (leyendo sobre todo la variante), al protagonista del libro, Robert Mariolle, que acaba de olvidar, en la fiebre de una ciudad cosmopolita, sus recientes desengaños. Allí entabla conocimiento con un grupo muy seductor de mujeres de la alta sociedad, entre las que se encuentra una rumana, la condesa Morska, «una morena, morena como se es en los confines de Oriente, llevando sobre la frente y las sienes esa espesura de cabellos negros que parecen fundir una mujer con la noche. De estatura media, tenía un talle fino, un pecho lleno, un caminar ligero, un aire vivaracho e indolente al mismo tiempo, y esa especie de belleza agresiva que arroja desafíos a todas las miradas.»

Puede comprenderse que ella es «el alma extranjera». Por desgracia, el segundo capítulo, apenas comenzado, se termina mediante una frase inacabada.

 

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La obra aparecerá próximamente en una colección editada por Ollendorff, con los fragmentos de l’Angelus, otra novela póstuma de Guy de Maupassant. Es sabido que el joven maestro trabajaba en esta última obra cuando fue sorprendido en Cannes por los primeros síntomas del mal que debía matarlo.

Detalle curioso: Maupassant había abandonado l’Ame étrangère .– que debía retomar a continuación – para dedicarse por entero a l’Angelus, cuyo tema le cautivó. Uno de sus amigos íntimos nos contaba ayer, que la novela, completamente acabada en su cabeza, no le hubiese supuesto más que tres meses de trabajo a lo sumo para ser terminada. En efecto, Guy de Maupassant, que padecía intensamente de los ojos en los últimos tiempos, había imaginado, a fin de evitar largos trabajos de escritura, componer sus libros mentalmente y no tomar la pluma salvo cuando se sintiese completamente bien, no sólo su fondo, sino su forma. El prestigioso escritor había llegado de ese modo a componer sus frases de memoria. Tanto es así que el manuscrito de l’Angelus apenas contiene correcciones.

A estas dos novelas se limita toda la obra inédita de Guy de Maupassant. Pero la publicación póstuma de la que se ocupa en este momento el editor Paul Ollendorff no se detiene ahí, pues hay en la obra impresa del autor de Une Vie y de Fort comme la Mort páginas de primer orden que jamás han sido agrupadas en volumen. Se trata de la mayoría de sus recuerdos de viajes, crónicas de actualidad, esbozos literarios llevando el sello característico del maestro y ofreciendo el mayor interés, como todo lo que ha salido de esa pluma encantadora y fuerte. No tendríamos más que registrar los antiguos número del Gaulois y el Gil Blas para encontrarlos.

Sabemos que Guy de Maupassant hizo sus debuts entre nosotros y que permaneció siendo nuestro colaborador hasta los últimos días de su vida intelectual. En cuanto a los artículos del Gil Blas, a los que hemos hecho alusión, un gran número de ellos aparecieron bajo la firma de Maufrigneuse, seudónimo que había adoptado Guy de Maupassant en recuerdo de una novela de Balzac. Son esos estudios y esos esbozos lo que completarán, junto con l’Ame étrangère y l’Angelus, la obra póstuma del escritor. 

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Pero ahí no de detiene todavía de un modo definitivo la obra desconocida de Maupassant. El Sr. Paul Ollendorff, que fue un abnegado amigo del ilustre novelista, a la vez que su editor, nos contaba hace unos días que el autor de Yvette y de Pierre et Jean había pensado seriamente en adaptar esas dos célebres obras al teatro. En lo que concierne a la última, no pensamos que el maestro haya dado continuidad a su proyecto, pues dos de sus colegas le habían manifestado su deseo de extraer una obra de Pierre et Jean, y él les había concedido autorización.

En esa época, Guy de Maupassant testimoniaba una cierta repugnancia por el arte dramático, considerando que el teatro pedía demasiadas concesiones y el empleo de medios en los que el arte literario no tenía gran cosa que ver.

Sin embargo, el novelista, dando de buen grado su autorización a sus colegas, la concedió a cambio de que el escenario de la obra le fuese consultado. Pasado algún tiempo, tuvo en efecto conocimiento del escenario que no fue de su agrado. Fue entonces como tuvo la idea de adaptar él mismo una obra de su novela. Pero estaba comprometido por la autorización que había dado. Y la idea de ese trabajo quedó en proyecto con toda probabilidad en su cabeza.

Pero no ocurrió lo mismo con Yvette, esa pequeña obra maestra de doscientas páginas que ha dado la vuelta al mundo artístico y literario y que enloquecía a la adorable y lamentada Jenne Samary,

–¡Oh!, se lo ruego, había dicho una vez la joven actriz al maestro, ponga a Yvette en escena y confíeme el papel!

–Es usted muy amable, respondía invariablemente Maupassant; pero, mire usted, el teatro no es mi fuerte. Y además ¡no hay nada que hacer con Yvette!

Sin embargo Jeanne Samary no perdía la esperanza. Ella tenía razón. En efecto, en el mes de agosto de 1890, en el transcurso de una estancia en Trouville, la graciosa accionista del Théatre-Français recibió la visita del Sr. Paul Ollendorff que, no habiéndola encontrado en su casa, le dejó una nota que decía más o menos lo siguiente: «Lamento mucho no haber encontrado a la Toinon de l’Etincelle, a la que venía a dar una buena noticia. El otro día, me encontré con Guy de Maupassant en París, que me ha contado que iba a realizar una adaptación de Yvette, y añadió: Déle la noticia a Jeanne Samary cuando la vea.»

Al día siguiente el Sr. Paul Ollendorff, que veraneaba en Villers, recibía la siguiente nota:

«Estoy desolada por no haberme encontrado en casa. Les envío un montón de cariños a ambos. Todavía me dura la alegría que usted me ha dado. ¡Hace tanto tiempo que sueño con representar a Yvette!

» Trataré de ir a verle antes de mi partida. Mil afectos esperando, y gracias a mi futuro autor.

»Jeanne SAMARY.»

 

Lamentablemente, a algunos días de esto Jeanne Samary era llevada apresuradamente a París, afectada de una despiadada enfermedad, y moría al cabo de quince días... 

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Pero no sería imposible que el autor de Yvette no hubiese dejado en algún cajón un fragmente o al menos todo el  escenario de esta pieza cuya idea había encontrado y que Jeanne Samary debía interpretar con toda la gracia de su juventud expansiva y risueña.

Como nuestros lectores han visto antes, con el ejemplo de Pierre et Jean, el autor no fue el único en encontrar en su obra materia para piezas dramáticas.

Aparte de Musotte, adaptada por el Sr. Jacques Normand, en colaboración con Guy de Maupassant, de un relato del autor titulado: le Modèle*, recordamos que se intentó escenificar Mademoiselle Fifi y Bel Ami. Esta última debía ser escrita por el Sr. William Busnachs, que había sido autorizado por Guy de Maupassant. Finalmente, recordemos que Miss Helyett, la legendaria opereta de los Bouffes, se llamaba primitivamente Miss Harriet, tomado del título de uno de los más bonitos relatos de Maupassant y que fue cambiado a demanda del novelista.

TOUT-PARIS

 

Publicado en Le Gaulois, el 16 de noviembre de 1894.

Traducción de José M. Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant