Le Livre et L’Image. Revue documentaire illustrée mensuelle. Agosto de 1893.

 

 

       GUY DE MAUPASSANT

 

 

La muerte –de todas las muertes la más espantosa, la que anula la inteligencia antes de disolver el cuerpo – se lo ha llevado prematuramente. Un mal terrible lo abatió en pleno auge de su talento. Pero él ya había podido saborear el goce de esa especie de consagración que para un escritor consiste en ver a los artistas ilustrar sus obras y a los aficionados disputárselas. Guy de Maupassant entró en vida en la bibliofilia.

No es que fuese un bibliófilo. No concedía la menor importancia al aspecto de los volúmenes que llevaban su nombre. Quería que el papel fuese sólido y sobre legible. En los últimos años, al debilitarse su vista, cada vez insistía más en esta segunda condición. Pero se preocupaba muy poco de los ornamentos tipográficos y de las cubiertas deslumbrantes que tienen por objetivo llamar la atención del transeúnte en los escaparates de las librerías. Solamente tres de sus libros, Toine y Sur l’eau, publicados por Marpon y Flammarion en 1888, y la Vie Errante, publicada en 1891 por la editorial Ollendorff, aparecieron en ediciones originales con portadas ilustradas. Pero fue más bien el deseo de los editores que del autor, y tal vez Maupassant no diese su consentimiento si no fuese porque los dibujos eran obra de un artista al que adoraba, el Sr. Riou, – al menos en dos de esos volúmenes, estando la tercera portada firmada por Kauffmann. Muy bella la portada de la Vie errante, que presenta una especie de síntesis de los paisajes, de los monumentos y las escenas descritas en el volumen. Debo a la amabilidad del Sr. Ollendorff poder señalar la siguiente particularidad generalmente desconocida: existen dos versiones de esta portada. En las primeras pruebas, conformes al dibujo, el equipaje del camello que figura en primer plano presentaba un detalle completamente desafortunado. Maupassant se percibió de ello y la historia añade que se enfadó y la plancha fue rectificada.

Del mismo modo que Maupassant no admitía que su mercancía se encontrase en el pabellón de las portadas-reclamo, protestaba contra la costumbre de los autores que hacían preceder sus producciones con sus retratos. Solía decir: «No es mi cabeza lo que debe interesar, sino lo que escribo». Montó en cólera el día que el editor Charpentier acometió una edición de las Veladas de Médan con los retratos de los autores colaboradores en la colección. Maupassant estaba representado en la antología por su célebre relato Boule de suif. Pero no quería que se reprodujesen sus rasgos, y su resistencia fue a ultranza.

Pese a su sencillez y sin pretensiones artísticas, sus ediciones originales no son menos buscadas. Su primera obra impresa, Histoire du Vieux Temps, comedia en un acto y en verso, apareció en 1879 publicada por la editorial Tresse; se trata de una plaqueta in-octavo, que es muy rara, y de la que uno de sus ejemplares ha costado recientemente 40 francos en el catálogo Rouquette. Al año siguiente, apareció en la editorial Charpentier el pequeño volumen titulado: Des Vers. Hoy alcanza unos precios no menos elevados; y hablo de simples ejemplares en papel ordinario, aquellos cuya tirada en pequeño número aparecieron en papel holandés y tinta china se han convertido en ejemplares casi imposibles de encontrar y ninguno de ellos ha figurado ni en las ventas ni en los catálogos de los últimos meses.

Las novelas y relatos que sucedieron a continuación con una rapidez que denotaba un trabajo enorme e intenso – se hubiese dicho que Maupassant presentía que su carrera sería corta – aparecieron en la editoriales de Havard, de Kistemaeckers, de Marpon, luego en Ollendorff, su último y definitivo editor. Todas esas ediciones originales son muy buscadas, principalmente en papel de lujo. Además estoy en condiciones de decir que no presentan particularidades bibliográficas especiales. Maupassant no era uno de esos autores que, retocando y corrigiendo hasta el último momento, incluso más allá, hacen de los reajustes sobre pruebas o cambios en el intervalo de las ediciones sucesivas. Meditaba profundamente; la obra se mostraba casi definitiva en su cerebro cuando se ponía a escribir; lo estaba absolutamente cuando entregaba el manuscrito al impresor. El Sr. Ollendorff ha tenido a bien comunicarme los capítulos que están entre sus manos de la novela en la que trabajaba Maupassant cuanto fue presa de la crisis: L’Angélus. La escritura es firme, las tachaduras escasas; podía ser y hubiese sido impresa como estaba, sin modificaciones ulteriores.

Si la mayoría de las obras de Maupassant han sido, lo repito, publicadas sin ilustraciones, todas eran sugerentes de alguno modo para los ilustradores; todas parecían hechas para inspirarlos. El autor percibía y expresaba las sensaciones exteriores con una claridad que llamaba al concurso del lápiz facilitándole el trabajo. Los aficionados se daban cuenta, y muchos de entre ellos hicieron ilustrar sus ejemplares en los márgenes. Unos ejemplares así ilustrados han figurado en el pasado mes de febrero a la venta por el Sr. Ch. Bouret. Allí estaban, especialmente, Bel Ami, en papel de Holanda, con acuarelas y dibujos de F. Mas: muy bien encuadernado por Marius Michel, el ejemplar alcanzó el precio de 665 francos. Citemos también a Mademoiselle Fifi, con acuarelas de Morland, 485 francos, y Une Vie, acuarelas de Henriot, 650 francos[2] .

Editores y artistas, a su vez, se daban cuenta que esos libros eran por esencia de los que debían comportar ricas ornamentaciones. Por su parte y con mucha frecuencia, Maupassant recibió propuestas y adelantos pecunarios hacia los que no era tan deferente como cabría esperar. Incluso por costumbre manifestaba una especie de repugnancia que asombraba de entrada y cuyas causas, sin embargo pueden ser explicadas.

Él mismo era un pintor en grado supremo; veía lo que contaba, y temía que otros, con el lápiz en la mano, viesen e hiciesen ver otra cosa distinta. Ahora bien, él tenía sus visiones, no quería se las alterasen. No tenía esa alta y superior abnegación del gran Lamartine, por ejemplo, que cierto día, habiendo escuchado con una indecible emoción la melodía de Niedermayor sobre el Lago, se adelantó hacia el músico exclamando: «¡Es otra cosa completamente distinta de lo que yo había hecho, y además es hermosa!» Maupassant era de la opinión que el dibujante representaba sus personajes diferentes de la idea que él se había hecho de ellos; y pudiesen volverse más bellos, – no habiéndolos sin duda reconocido, – desearía que esos personajes no le fuesen confiscados.

¿No es el mismo motivo que le lleva a oponerse a las tentativas de los autores dramáticos que desean adaptar sus novelas a escena? Desconfiaba; su obra estaba en él, y no consentía que extraños entrasen en ella.

Sin embargo debió ceder a veces, y lo que se acabó por llamar «la iconografía de Guy de Maupassant» existe hoy en día. Es, creo, el momento de fijar las características principales, sin esperar que el tema nos desborde.

He mencionado anteriormente su volumen publicado con Marpon e ilustrado por Riou con aguatintas grabadas por Guillame: Sur l’Eau, 1888; es muy hermoso. No señalo más que de memoria otros volúmenes aparecidos con el mismo editor con figuras de Mesplès que tienen poca importancia.

En 1884, la librería Monnier publica Clair de lune, adornada con figuras realizadas por Arcos, Boutet de Monvel, Grasset, Jeanniot, Adrien Marie, Myrbach, Rochegrosse, Le Natur, etc. – Es un libro muy hermoso, ejecutado con el sentido artístico y con el espíritu audaz e innovador que este editor, lamentablemente poco recomendable desde otros puntos de vista, aportaba a todas sus publicaciones. No solamente los ejemplares sobre papel japón son muy deseados por los aficionados[3] , sino incluso los de papel corriente se han vuelto muy raros.

A su vez, la Librairie Illustrée ha sacado los Contes chosis, con ilustraciones de Joahniot, ilustraciones que siguen el texto página a página, notables por su sentido de la intimidad y de lo pintoresco, denotando en su autor un conocimiento profundo de los tipos y la vida de los campos, un estudio profundo del militar prusiano. La letra ornamentada con la cual comienza el presente artículo está extraída de ese volumen, del cual existe una tirada en papel japón de 25 ejemplares para la cual los editores Bernoux y Cumin han hecho realizar una portada de Ch. Pinet, representando ocho escenas de los Contes.

En el año 1888 aparecieron dos lujosas ediciones. Una de ella fue debida a la casa Quantin. Le Rosier de Madame Husson, tal es el título. La tirada se limitó a 1050 ejemplares, de los que 50 eran sobre papel japón; cada página está decorada con marcos por Hubert Dys, –  follajes de ornamentos o temas, pintados en varias tintas, o bronce y colores, con un gusto perfecto; – además, la plaqueta comprende dos aguafuertes de Abot, según Desprès. Muy espirituales en general, varios de los marcos de Habert Dys son notablemente oportunos. Es una pena que la puesta en página no haya sido supervisada con todo el cuidado deseable: así, el texto y el marco no se corresponden siempre.

La otra edición de 1888 de la que tengo que hablar apareció en la editorial Boussoud y Valadon. La obra se titula Pierre et Jean. Está adornada con grandes planchas fuera de texto por A. Lynch (escenas de la novela) y con pintorescas cabezas de E. Duez[4] Se trata de un libro de primer orden, uno de los que merecen perdurar entre los despojos de nuestra época de sobreproducción. El talento tan elegante y tan moderno de Lynch se ha desplegado aquí libremente, en toda su distinguida gracia. Bien impreso, tirado sobre excelente papel, el volumen está marcado por ese lujo de buen gusto que caracteriza las producciones de la antigua casa Goupil. Los grabados a aguatinta son una maravilla de reproducción. Es una lástima que las soberbias composiciones de Lynch y las poéticas cabeceras de Duez no hayan sido reproducidas más que para el proceso. Ellos eran dignos de una edición especial con el concurso del aguafuerte o del grabado sobre madera, lo cual hubiese sido entonces una maravillosa obra de arte.

Finalmente llego a la edición ilustrada de los Contes choisis publicada en 1891-92 por la Sociedad de los Bibliófilos contemporáneos, bajo la dirección del Sr. Octave Uzanne. Conforme a los estatutos de la Sociedad, esta edición solamente fue impresa para los socios y no se distribuyó comercialmente. Pero los estatutos no prohíben a los miembros de la asociación deshacerse de sus ejemplares; es así como se consiguen ver algunos pasar por la venta publica  sobrepasar, en el fragor de las pujas, ¡el precio de 600 francos! Estas adjudicaciones han conmovido el mundo de los bibliófilos; han sido durante semanas el tema de las conversaciones en los Passages, en casa Conquet, en casa Rondea, en casa de los demás. «¡Seiscientos y setecientos francos el Maupassant de los Bibliófilos contemporáneos!» Los bibliófilos de la antigua escuela no regresaban; los jóvenes triunfaban; sé de personas cabales, perfectamente imparciales entre las dos escuelas, que consideraban que eso era demasiado, y que al sobreestimar de este modo el libro actual, era un adelanto del crack acontecido a raíz de los precios excesivos puestos a la venta desde 1875 a 1880 para los libros antiguos.

Desde luego hay en la publicación de la Sociedad de los Bibliófilos contemporáneos varias partes muy destacables. Sobre todo el cuento titulado la Maison Tellier, con los dibujos de Pierre Vidal, grabados y coloreados, es un fragmento asombroso. Desde entonces Pierre Vidal los ha hecho mejor aún: ilustró el París qui consonmé, editado por M. H. Béraldi. Pero ya en la Maison Tellier  había dado rienda suelta a sus raras cualidades de observación, de elocuencia y de fantasía. La justicia que yo concedo de este modo a la pieza capital del volumen no debe hacerme olvidar los meritos reales de  otros capítulos, – o mejor dicho fascículos, – pues esa colección de Contes choisis se compone de diez fascículos publicados y paginados separadamente. Le Champ d’Oliviers, ilustrado por Paul Gervais, Mouche, ilustrado por Ferdinand Gueltry, le Loup, ilustrado por Ernest Van Muyden, y otros aún merecen calidos elogios. Lo que solamente falta al libro de la Sociedad de los Bibliófilos Contemporáneos, es ser… un libro. No solo los fascículos están  paginados separadamente, como ya he dicho, sino que los unos están impresos en caracteres Didot, los otros en itálicas, otros están grabados… Mismos contrastes para los grabados: aquí los dibujos han sido grabados sobre madera, allí, han sido grabados en agua fuerte remarcados con aguatinta; más allá, han sido heliograbados, etc., etc. Se diría una especie de catálogo o de álbum industrial, cuyo objetivo es poner bajo la mirada del publico todos los procedimientos conocidos de impresión y grabado.

Entiendo perfectamente lo que se puede objetar: los cuentos de Maupassant son muy diversos de tono y de inspiración. De acuerdo, pero siempre hay un lazo que los une: todos son del mismo autor. Así pues convenía que las partes de los volúmenes fuesen variadas, pero no se convirtiesen por disímiles hasta el punto de que  chirrían al ser unidas.

Sin embargo el escollo parecía haber sido percibido, por lo que es tanto o más imperdonable no haberlo evitado. Leemos en uno de los prospectos dirigidos a los socios: «Pese a la variedad muy claramente acusada de los cuentos que se sucederán, esperamos dar al volumen completo una apariencia perfectamente homogénea y una autentica armonía de conjunto.» De lo que por desgracia carece no es solo la homogeneidad así prometida, sino también la armonía. Y se desprende de ello que si se hiciese un esfuerzo mayor, si la mayoría de los artistas que colaboraron en la empresa hubiesen coordinado sus talentos, el efecto general se habría obtenido.

Pero se nos informa que el última palabra en las ilustraciones de las obras de Maupassant no está dicha: El Sr. Ollendorff tiene la intención de sacar a la luz una edición ilustrada de sus obras completas. La tarea es vasta; no faltarán los medios al editor para realizarla, deseando consagrarse a ello. Los artistas se prestarán a ello con entusiasmo y, por así decirlo, transportados por los temas a tratar. Esperamos que la edición sea digna del gran escritor que, aunque su obra tenga alguna reserva, al menos profesa un respeto a la buena y sana lengua francesa que le hará permanecer en el tiempo. 

 

D’EYLAC.

 

 

 

 

 

Publicado en Le Livre et L’Image. Revue documentaire illustrée mensuelle. Agosto de 1893.

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant


 

[2] Los ejemplares con composiciones en los márgenes se encuentran a menudo en los catálogos de las librerías. Recientemente, el Sr. Lucien Gougy anunciaba Fort comme la Mort con acuarelas de Guillaumot y le costaba 100 francos. Digamos al respecto que también  habría que hacer un estudio sobre las encuadernaciones de estos ejemplares de aficionados. Nos ha pasado bajo los ojos con cabezas de muerto, con el perfil de Boul de suif, las pensionistas de la maison Tellier, e incluso diversas escenas de los Contes chosis.

[3] Los ejemplares sobre papel japonés han sido reimpresos y tiene una serie de grabados realizados en sanguina. Tres han pasado a la venta con acuarelas original sobre el falso título y se han vendido a 90, 130 y 160 francos.

[4]  I vol, in-4 racimos, con 36 ilustraciones. Sobre papel vitela del Marais, con planchas impresas en negro, 60 francos. Con las cabeceras y los dorsos en degradado de un color, las planchas fuera de texto en negro, 100 francos. Además han sido tirados 200 ejemplares numerados sobre Japón, de los que 150 con dos series de planchas (en degradado sobre Whitman, en marrón sobre japón) 200 francos y 50 con tres series (en degradado sobre satén crema, en degradado sobre Whitman, en marrón sobre japón) llevando un notable grabado al aguafuerte, cada ejemplar adornado con un dibujo de acuarela diferente pintado sobre el falso título, a 500 francos. En venta al público, uno de estos ejemplares, ha alcanzado los 700 francos.