Le Mercure de France, 1 de agosto 1901

 

STENDHAL Y GUY DE MAUPASSANT

 

Se trata del artículo L’évolution du roman au XIXe siècle, aparecido en noviembre de 1889, en la Revue de l’Exposition universelle.

Guy de Maupassant comienza por declarar que no quiere ocuparse de esa escuela de bufones que negocian con la novela de aventuras. Esos falsarios no son leidos por ninguno de aquellos a los que apasiona o incluso interesa el arte literario. No quiere reconocer más que a los novelistas filósofos.

Estos tienen tres antepasados: Lesage, el jefe de los fantasiosos espirituales, psicólogos y artistas aristocráticos; Jean-Jacques Rousseau, de quien desciende el linaje de todos esos escritores que toman una tesis y la ponen en acción; y por último el abad Prévost, un sincero, un admirable evocador de seres humanos. De este último ha derivado la poderosa raza de los observadores, de los «veristas». Es con Manon Lescaut, afirma el autor de Pierre et Jean, como ha nacido la forma de la novela moderna. Pero dos escritores han aparecido en el intermedio de la evolución de la aventura imaginada a la aventura observada, o mejor dicho de la aventura contada como si perteneciese a la vida: Stendhal y Balzac.

Sabemos de este modo lo que pensaba Guy de Maupassant sobre el cónsul de Civita Vecchia:

«Sobre todo a Stendhal hay que atribuirle un valor de precursor: es el pionero de la pintura de costumbres. Ese penetrante espíritu, dotado de una lucidez y de una precisión admirables, de un sentido de la vida sutil y amplia, ha hecho discurrir por sus libros una oleada de ideas nuevas, pero ha ignorado el arte de un modo tan absoluto, ese misterio que diferencia claramente el pensador del escritor, que da a las obras un poderío casi sobrehumano, que pone en ella el encanto inexpresable de las proporciones absolutas y un soplido divino que es el alma de las palabras reunidas, ha despreciado la omnipotencia del estilo que es la forma inseparable de la idea, y confundido el énfasis con el lenguaje artístico, de tal modo que pese a su genio, seguirá siendo un novelista de segundo orden.»

Y Guy de Maupassant destaca con preferencia a Balzac:

«Pero ante Balzac uno apenas se atreve a formular crítica alguna. ¿Se atrevería un creyente a reprochar a su dios todas las imperfecciones del universo?»

No nos sorprendamos. Stendhal desconoció la omnipotencia del estilo que es la forma inseparable de la idea. Ahora bien, Maupassant es el alumno favorito de Flaubert, y, según el mismo artículo del que hablamos, el maestro esta «dotado de un temperamento lírico, adquirido en los clásicos, prendado del arte literario, del estilo y del ritmo de las frases… Es a Gustave Flaubert al que se debe el acoplamiento del estilo y de la observación modernas.»

Pero acabemos completamente el análisis de L’évolution du roman au XIXe siècle.

Fue sobre todo después de la publicación de Madame Bovary cuando nuestros escritores comienzan la búsqueda apasionada de lo que se denomina el documento humano. Los más personales de los novelistas contemporáneos «que han aportado en la caza y el empleo del documento el arte más sutil y el más poderoso, son seguramente los hermanos Goncourt». Luego, procediendo más o menos del mismo modo, el Sr. Emile Zola, «con una naturaleza más fuerte, más amplia, más apasionada y menos refinada», el Sr. Alphonse Daudet, «con una naturaleza más diestra, más ingeniosa, deliciosamente fina y menos sincera quizá», y algunos hombres más jóvenes como Paul Bourget. Al lado de estos escritores, están aquellos que «no miran más que en sí mismos, que observan únicamente su alma, sus corazón, sus defectos y proclaman que la novela definitiva no debe ser más que una autobiografía». A Guy de Maupassant no parece que le agraden demasiado estos últimos. «¿Acaso su tendencia, escribe, no es más una prueba de su impotencia en observar, en absorber la vida dispersa en torno a ellos, como haría un pulpo de innumerables brazos?»

Y el autor del artículo concluye recordando una definición de Emilo Zola: una novela es la naturaleza vista a través de un temperamento.

Ahora bien, Stendhal, en su Vie de Henri Brulard – pagina 160 – escribió: una novela es como un arco, la caja del violín que produce los sonidos, es el alma del lector.

El autor de la Chartreuse no desacredita la definición de Emilie Zola. Además ¿Maupassant no dijo que Henri Beyle era un precursor?

 

RAPHAEL MAIROI

 

Publicado en Le Mercure de France  1 de agosto de 1901.

Traducción de José Manuel Ramos González

Para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant

 

 

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