LAS ALUCINACIONES DE MAUPASSANT

 

Es una enfermedad de nuestra época querer introducirse en los secretos de la vida privada de los hombres y mujeres célebres. Esta enfermedad ha nacido de la información a ultranza que pulula por las publicaciones. Los periódicos, – que se nos perdone la vulgar expresión – han rascado a la muchedumbre en el lugar que más le pica: la curiosidad boba y la indiscreción sin límites.

Resulta que una «amiga fiel» de Maupassant, que considera que ya ha permanecido mucho tiempo en la sombra, publica sus recuerdos sobre el admirable escritor. Y la amiga fiel nos muestra al contador genial presa de las alucinaciones, sumido en la locura, incluso en el periodo de su vida donde su salud parecía floreciente.

Un día, Maupassant dijo a su amiga: «Sabes que cuando fijo de lejos la mirada sobre mi propia imagen reflejado en un espejo, creo a veces perder la noción de mí mismo. Todo se niebla en mi espíritu, y encuentro extraño ver ahí una figura que no reconozco. Y me parece extraño ser quien soy, es decir alguien, y siento que si este estado durase un momento más, me volvería completamente loco. Mi cerebro se vaciaría poco a poco…»

Otro día, él le decía: «¿Nunca te ha ocurrido, querida amiga, encontrar muy curioso tu nombre en tus labios? A mi me sucede a menudo. Pronuncio mi nombre en voz alta varias veces seguidas, y no comprendo nada, y me pongo a vocalizar las sílabas. Entonces pierdo la memoria y permanezco alucinado, emitiendo sonidos cuyo sentido se me escapa…»

Los crepúsculos lo entristecían. La nieve también. La nieve le parecía como un fantasma…

En verdad, amiga fiel, ¿cree usted que todo eso añade algo a la gloria de Maupassant, – o más bien a la suya?...

 

Publicado en Le Monde Artiste, el 8 de febrero de 1913

Traducción de José M. Ramos González

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