Monde artiste, 11 de agosto de 1901

 

MAUPASSANT ILUSTRADO

 

La editorial de Paul Ollendorff ha estado muy inspirada publicando las obras completas ilustradas de Guy de Maupassant, en una edición accesible a todos los lectores. De los siete volúmenes puestos a la venta hasta el momento, el más interesante, en mi opinión y desde el punto de vista de la ejecución de las imágenes, es el último aparecido, es decir los Contes de la Bécasse.

El Sr. Lucién Barbut, a quien se confío la tarea de ilustrar este volumen, es un artista en toda la acepción de la palabra; uno de esos seres superiores organizados que piensan con razón que todos los artes están emparentados por mil diversas afinidades. Enamorado de la literatura, observador nato, psicólogo gráfico, era el más indicado para poner de relieve las auténticas cualidades del maestro escritor, y sus sesenta dibujos precisan admirablemente el texto en sus afortunados detalles y nos ponen ante la presencia de los personajes y escenas plasmadas con una claridad de comprensión bastante escasa entre los pintores que tienen por costumbre exagerar los hecho mediante una secreta necesidad de teatralidad.

Comprender la obra es comprender al hombre. El Sr. Barbut ha visto sagazmente en Maupassant a un mocetón normando, robusto, tanto en lo moral como en lo físico, y cuya forma de proceder estuvo siempre atormentada por la realidad de los actos. Comprendió que el estilo fornido correspondía al temperamento del individuo y que la pasión ciega de éste por la mujer, su pesimismo, y las traiciones hechas a sus amores violentos resultaban de una ley de la naturaleza imperiosa. El ha visto bajo su verdadero rostro, al que tanto hizo por el Renacimiento del Cuento francés y, convirtiéndose en el interprete de sus deseos, ha estrechado de cerca el texto de un libro en el que nuestro genio nacional eclosiona. Lo ha hecho perfectamente.

El Cuento es casi tan viejo como nuestra literatura. Bajo el nombre de fábula y luego de nouvelle, acusó el gusto de nuestra raza durante todos los tiempos por los relatos intensos, ligeros, conmovedores y a veces picantes. Contemporáneo de las canciones de gesta, ha sido el precedente de todos las Novelas en prosa. En la edad media, es religioso, moral o fantástico; en el siglo XVI y el XVII, es sobre todo picante; en el XVIII, se hace licencioso, a pesar de las excusas de filosofía y sensibilidad. Haciendo reflorecer el Cuento, los modernos han respondido a nuestras necesidades de placeres rápidos, de emociones breves y violentas, y han reconocido al mismo tiempo que la literatura de Bonaventure Despériers, de la Fontaine, de Grécourt y Piron no respondía ya a los instintos nuevos. Las bromas de nuestros ancestros ya no están de moda, al menos por la forma que adoptaban. Desde luego, la comedia de amor es eterna, y las convenciones sociales jamás impedirán los ridículos. Sin embargo, Maupassant ha demostrado que como el viejo fondo de los cuentos era inagotable, resultaba urgente rejuvenecerlo. Encontró en el ambiente de nuestras costumbres con que responder al clasicismo y con que satisfacer también nuestras curiosidades más exigentes que nunca.

Hay que agradecer al Sr. Bartut que, de lo que sintió Maupassant, haya reemplazado un alegre mundo artificial por la pura verdad, aunque fuese a menudo brutal. Es, lo repito, algo muy raro en un pintor. Considerad la obra de la mayoría de los ilustradores, allí encontraréis a cada instante anacronismos que nos dejan estupefactos, rarezas de concepción que bordean la extravagancia, una eterna preocupación de acrecentar el cuadro y solicitar admiraciones mal avenidas. Uno hará de una campesina un personaje de opereta, maquillada, almizclada, cogida con cuatro alfileres; el otro falseará la idea mediante posturas donde la picardía tomará el lugar de un sano erotismo; tal otro pondrá el lujo de un interior romántico allí donde era necesario indicar sobriamente la suficiente mediocridad de una habitación burguesa. Y por todas partes se dan esos casos de depravaciones de gusto reprobables, abusos increíbles de muñecas idiotizadas, de solemnes ancianos y de campesinos tomados de los escenas pastoriles de Watteau. Desde este punto de vista, debo decir que mi rechazo es completo. Lo bonito en los acentos libidinosos toma el lugar de la verdad que no quiere cargar con baratijas inútiles e importunas.

El fallo de nuestra ilustración moderna proviene de que el dibujante no se toma la molestia de penetrar en el sentido de una glosa. Saber leer bien es un merito poco común; saber elegir la escena susceptible de ilustrar es algo más complicado de lo que se cree. Es por lo que saludo en el Sr. Lucien Bartut a un artista irreprochable, ocupado en no desfigurar nunca las ideas del autor colmándolas de concepciones fuera de lugar. En los Contes de la Bécasse, todo es sobrio y claro, y de una interpretación precisa. Ved Ce cochon de Morin. Allí donde tantos otros hubiesen exagerado el gesto del hombre y la postura de la mujer, él ha ilustrado hábilmente esta frase: «Tanto peor, arriesgo mucho. Y bruscamente, sin una palabra, sin un cumplido, se adelantó con las manos extendidas, los labios golosos, y, tomándola en sus brazos, la besó.» En Un Normad y en Aux champs, ha subrayado deliciosamente breves descripciones que conforman bellos cuadros; en fin, aquí, allí, por todas partes, marca la acción a su paroxismo sin ninguna afectación melodramática.

En esta misma colección de las obras de Maupassant, es deseable que el talento del Sr. Barbut sea llamado a manifestarse. Hay mas de una pagina en la que él expresaría mejor que nadie y donde le sería posible reafirmar su maestría en un arte empobrecido por los errores de juicio y la sed de figurar como sea.

Tras la publicación de Bel Ami, alguien dijo a Maupassant: – «Usted ha sido duro con los periodistas.» Él respondió: –««¿Yo? Me he limitado a contar la verdad.» – «¿Por venganza?» se le preguntó. – «No, contestó él, por odio a los mediocres cuya vida es fácil y que pueden destrozar los talentos más bellos, cuando ellos se saben seres despreciables, sometiéndose a todo tipo de mercantilismo.»

Yo también detesto a los mediocres, y es por lo que combato tanto como puedo en favor de los sinceros, de los bien dotados, de aquellos que ponen todas sus fuerzas al servicio del Pensamiento puro, de lo Bello individual y no quieren deber su éxito más que a su merito personal.

El retrato de Bel-Ami es un espejo de vilezas que podría aplicarse perfectamente a muchas personas, ahora que he vivido veinte años en el mundo del periodismo. Ese personaje, a partir de ese momento, inmortal, no es una excepción salida de un cerebro poderoso; es la pintura exacta de una cantidad de hombres que nuestra democracia, falsa en sus intenciones y en sus medios, ha colmado de honores. Bel-Ami, es el pseudónimo aplicable a esos charlatanes, a esos arribistas, a esos pobres cerebros que hemos visto involucrados en las peores historias de nuestro tiempo.

Regreso al genial escritor. Sí, la editorial Ollendorff hace justicia propagando la obra de Maupassant que, por sus raras cualidades de composición, de franqueza, por su narración rápida, sin afectación, sin sutilezas decadentes, sin penosas investigaciones, permanecerá siendo el primer contador del siglo XIX y el novelista que mejor ha tratado unos temas llenos de una poderosa humanidad. A este respecto, no puedo sustraerme a citar aquí la opinión del Sr. Chantavoinë, emitida en vida del autor tan añorado: «Si el género y el fondo del Sr. de Maupassant disponen a la discusión e incluso a la crítica, la forma en él es casi de todo punto irreprochable. Contar bien es una de las cosas que no se aprenden; hay que tener el don, el gusto, la costumbre, y el joven maestro tiene todo eso. El relato va y viene de un extremo a otro sin digresiones y sin lentitud, a la francesa. La frase es firme y tranquila, el lenguaje sobrio, preciso y oportuno. Hay menos explosión y ritmo, pero también menos esfuerzo que en Flaubert; menos tensión y afectación, pero por el contrario menos relieve que en Mérimée. Si el primero es un colorista y el segundo un grabador de aguafuertes, el Sr. de Maupassant es más bien un narrador y un prosador de la mejor especie. No abusa de las descripciones y los adjetivos, que con frecuencia son lo más cómodo, pero superfluos. Conoce el poder de una palabra puesta en su lugar; y con una gama de tonos bien amplia y bien mezclados, un vocabulario franco y correcto, produce en algunas líneas todos los efectos que la labor y la charlatanería de los estilistas no puede producir. Es conciso y preciso, dos cualidades que estamos a punto de perder, desgraciadamente.»

Esta opinión, que es la mía, salvo que está demasiado mitigada en el sentido de la admiración, puede aplicarse también al talento del ilustrador Lucien Bartut.

Lo que me ha hecho citarla por completo es que, a parir de ahora, les Contes de la Bécasse son inseparables de los encantadores dibujos que los embellecen y que son un útil de educación artística, puesto que advirtiendo las particularidades maestras de la obra, ellos hacen penetrar mejor en el espíritu del lector las intenciones del escritor, la fisonomía de los personajes y el ambiente donde actúan.

 

MARTIAL TENEO

 

Publicado con las ilustraciones en Monde artiste, el 11 de agosto de 1901.

Traducción de José Manuel Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant