Le Monde Artiste, 15 de diciembre de 1895 

 

Fue un genio en su género. Renovó el cuento francés y sin hacer alarde de ninguna vanidad, sin hablar del trabajo y sin enarbolar bandera alguno, se mostró el primero de nuestros psicólogos. Amó como raramente se ama. Tomó a la Mujer, alma y carne, y se consumió sin escatimar esfuerzos. Conoció la fuerza de la voluntad, la tristeza de la espera y el goce de vencer. Se desesperó en dudas, afrontó el Miedo y cayó víctima del Ideal. ¿Pero, de quién hablamos? de Guy de Maupassant. ¡Él fue el hombre, el amante, el confesor y el iniciador, el domador del verbo y el auscultador de las conciencias! Muerto en un manicomio, con la camisa de fuerza oprimiendo sus hombros y el estremecimiento de la locura en las mandíbulas, fue enterrado por los suyos como algo despreciable y más pobremente que un indigente extraviado en cualquier hospital.

Duerme como un dios que desprecia nuestras vanidades humanas, como un antepasado augusto y poderoso.

Y hete aquí que de repente, tras haber blasfemado el nombre inmortal y mentido al respecto, los herederos del gran escritor se devoran entre sí por los derechos de autor, – por una renta, si se quiere, – que aporta  una supervivencia en la que ellos no creían, en su odio hacia lo Bello representado por un cadáver.

¡RECUERDOS Y LAMENTOS! pretendió depositar una inocente corona. ¡Oh! ¡qué poco dispuestos se muestran los cuervos-parientes!

¡Se había jurado, gran corazón doloroso, que tú no descansarías más en tierra abandonada, se había prometido que tus despojos iban a ser trasladados a un lugar de peregrinaje con un monumento digno y coqueto a la vez; se había afirmado que yo era un soñador que no me enteraba de nada, un hombre de otra época, un centinela demasiado inquieto y que debería cerrar mi pico!

Esperé como tantos otros, tuve paciencia, quise creer en el despertar de la justicia y en el sentido común a falta de afecto y admiración.

¡Tres veces loco era! Veinte mil francos de renta anual que provocan las rencillas me han abierto hoy los ojos.

¡Maupassant no será amado por los suyos, por su genio y su gran corazón, sino por el interés de los herederos en disputarse su legado!

Notre Coeur. Ese fue el título de una bella obra. Leur coeur se convierte en la designación de una arrebatiña.

Díganme ustedes que lo han conocido, ¿es esto posible? ¡Una tumba transformada en un lupanar, un puñado de tierra bendita convertida en un producto mercantil!

Montón de celosos, que formáis una deliciosa familia de fin de siglo, ¿habéis pensado en el asco que habría experimentado el impecable y lamentado artista si hubiese podido concebir, a la hora de morir, que os disputaríais el rendimiento de su labor y de su valor como hienas enloquecidas sobre una oveja? ¿Nada persiste en vosotros, salvo el deseo de manipular el oro simulando oraciones?

Me resultáis odiosos y lo grito en voz alta, y elijo la ocasión que se me brinda para recordaros vuestros juramentos.

Id, haced vuestra tarea. ¡Apiadaos en los caminos del olvido, mostrad los dientes, morded! Pero designad a un representante y permitidnos, dado que vosotros confesáis vuestro desprecio con tanta claridad, retomar el cadáver, y mientras vosotros recogéis el oro caído entre los dedos de los editores a vuestra conveniencia y según vuestros preceptos, dejadnos erigir al más querido de nuestros Maestros modernos un modesto mausoleo al que iremos a recordar el Pasado para prepararnos mejor para el Futuro.

 

PIERRE SANDOZ

 

Publicado en Le Monde Artiste el 15 de diciembre de 1895.

Traducción de José Manuel Ramos González

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