Le Monde Artiste, 21 de octubre de 1911

 

SOBRE LA OBRA TEATRAL MUSOTTE

 

Musotte, acaba de sernos ofrecida en el Odeón en verano, con infinito tacto, adaptada por el Sr. Jacques Normand de un relato de Maupassant que forma parte de una serie de narraciones cortas reunidas bajo el título de Clair de lune. El relato es breve, tiene una quincena de páginas. Como todo lo que firmaba el autor de Une vie y de Bel Ami, está escrita con tanto vigor como claridad, y es interesante, pero hay en la obra de Maupassant veinte relatos que valen lo que éste. La versión teatral Musotte, por el contrario, es algo particularmente poderoso y delicioso donde descubrimos, sino los indicios de un arte completamente nuevo hace veinte años, al menos la voluntad de los autores de buscar exclusivamente los efectos dramáticos en la escrupulosa observación de la realidad. Más de una vez, escuchando estos tres actos rápidos y llenos de sustancia, hemos tenido la impresión de que los autores de Musotte habían perseguido el mismo ideal que nuestros grandes clásicos. Lo que choca sobre todo y de inmediato en Musotte es el desdén por los medios ficticios. Ni en la concepción ni en la ejecución de este drama tan sencillo y poderoso, se ve en los autores – el gran Maupassant y su distinguido colaborador, Jacques Normand – el deseo de engañarnos. Nos muestran la vida tal cual ellos la han visto, esmerándose en mostrarnos esas manifestaciones diversas con sinceridad. Esta franqueza nos conquista, pues es un arte, una señal de fuerza.

El tema es muy sencillo y puede contarse en algunas líneas. Jean Martinel, un joven pintor ya reconocido, condecorado, acaba de casarse con la Srta. Gilberte de Petitpré, a la que ama, cuando una carta entregada a su tío, le hace saber que Musotte, la joven modelo que ha sido su primera amante – y que tras tres años de felicidad ha abandonado para casarse – está a punto de morir. Ella sucumbe a causa de una peritonitis y acaba de dar a luz un niño, que jura ser de Jean. Nuestro pintor, que es un buen muchacho después de todo, no vacila ni un instante: corre a casa de Musotte, asiste a su agonía y le cierra los ojos, no sin haber prometido antes adoptar a su hijo, ¿qué digo? Rogar a su joven esposa recoger y educar al pequeño bastardo. Y como Gilberte es también una buena mujer, ésta acepta lo que la muerte le ha legado.

Ese es todo el drama. Raramente hemos visto nada más emocionante y más sano, y somos conscientes, aplaudiendo esos tres actos, de que estamos ante una auténtica obra maestra, en la que no hay ni una palabra que modificar, ni un personaje que no diga precisamente lo que tiene que decir. Es exquisita y perfecta.

Perfecta también es la interpretación. La Srta. Sylvie – Musotte, Músete, o más bien Mimi de Murger – nos ha hecho hundirnos en un mar de lágrimas. Sencillamente estuvo deliciosa. Muy graciosamente y sorprendente también, la Srta. Andrée Méry, la dulce esposa del pintor. Muy real, muy humano – no lo dudamos – el Sr. Vargas, en el personaje del hombre entre dos amores: el de la pobrecilla amante que acaba de morir en sus brazos y el de la joven esposa a la que él debe justas explicaciones por el singular retraso producido en la noche de bodas. Poner de manifiesto en simples papeles menores que tienen su gran importancia en la obra, a excelentes artistas como, por ejemplo, el Sr. D’Inès, bajo los rasgos del tío Martinel; al igual que las Sras. Grumbach, Peuget, el Sr. Flateau, que están más que bien…

El pasado jueves, el Sr. Jacques Normand, antes de la representación de Musotte, pronunció una bonita conferencia, donde habló de Maupassant como había que hablar. Nos leyó el relato que dio nacimiento a la obra, y recitó los hermosos versos que había compuesto con motivo de la inauguración del monumento de Maupassant en el Parque Monceau. Levantó una gran salva de justos aplausos.

 

Fragmento.

Publicado en Le Monde Artiste, el 21 de octubre de 1911

Traducción de José Manuel Ramos González

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