Revue d’histoire littéraire de la France, marzo-abril de 1974 

 

DIECINUEVE CARTAS INÉDITAS DE GUY DE MAUPASSANT AL DOCTOR GRANCHER

 

       El documento que ofrecemos hoy es un testimonio lo suficientemente elocuente como para suscitar ningún comentario. Tan sólo los médicos podrían proponer una interpretación y extraer de él algunas conclusiones. Yo no estoy capacitado, al no tener ninguna competencia en la materia y, aparte de las aclaraciones de rigor, he preferido presentar el texto en su integridad.

La documentación se compone de 14 cartas, 4 tarjetas y un telegrama. Cartas y tarjetas, salvo una, la carta XV, estaban dentro de un sobre, pero los documentos I, II, III, IV, V y VII no se encontraban en los correspondientes sobres enviados al correo.   Al no haber datado Maupassant su correspondencia, se hizo necesaria una clasificación arbitraria en función del contenido. Finalmente, nada autoriza a afirmar que las tarjetas y cartas siempre hayan estado contenidas en el sobre que les correspondía: en la casi totalidad de los casos, todo permite pensar que así es.

Las cartas con anagrama son de un formato 20,3 x 14, 5 en papel verjurado gris-azul pálido, las tarjetas de formato 15,5 x 12,5 son del mismo color.

La escritura en general es muy legible, y hay relativamente pocas tachaduras: hemos trasnscrito íntegramente el texto, teniendo en cuenta tachaduras y correcciones, y no hemos tropezado más que ante una sola palabra.

Esta constatación nos lleva a sorprendernos una vez más de la facilidad con la que los críticos más avezados han querido extraer a cualquier precio pruebas del descalabro mental de Maupassant en unos errores materiales, que han insistido equivocadamente en generalizar. Así pues en La Vie et l’oeuvre de Guy de Maupassant, Edouard Maynial escribe[1]:

El mal se acentúa de un modo definitivo en los dos últimos meses de 1891 y la crisis final está próxima. Las cartas manuscritas de Maupassant que han sido publicadas nos permiten seguir el desorden de su pensamiento en su escritura; las frases, que a menudo carecen de claridad, están tachadas; algunas palabras han sido repetidas o corregidas más de una vez; Maupassant escribe revierai por reviendrai, Darchoin por Dorchain, lide por lire, touches por douches; escribiendo de ese modo, saltando fragmentos de frases, la agitación de su pensamiento se adelantaba a los movimientos de su mano, y los añadía a continuación al margen, tan bien como mal; al final de una carta, el 25 de diciembre, anota: «Yo os estrecho cordialmente (sic)» y al final de su última carta conocida: «Es un adiós que os envío (sic)».

 

 Lumbroso ya había formulado algunas observaciones en el mismo sentido. No son del todo inexactas, desde luego, pero no prueban nada. Si bien es cierto, en efecto, que un cierto número de despistes, cada vez más numerosos, aparecen  en las cartas de Maupassant, no se trata en absoluto de un hecho nuevo. Para convencerse de ello, no hay más que releer los manuscritos de Pierre et Jean, del Horla y de Notre Coeur, conservados en la Biblioteca nacional, los únicos de alguna longitud que poseemos. Los mismos hechos pueden ser esgrimidos: cuando la perfecta lucidez del escritor no se cuestionaba, en  un cierto número de páginas de un tirón, que serán publicadas tal cual en la edición definitiva, suceden pasajes de media a tres páginas donde se suceden faltas y tachaduras, incluso, de vez en cuando, cosas absurdas, como si la simple fatiga arrastrase una especie de parálisis de la escritura. Es pues aventurado dedicarse a una búsqueda apresurada y prematura de síntomas que pertenece solamente a los psiquiatras.

Por el contrario, los  médicos a los que hemos sometido estos documentos han quedado sorprendidos de la impresionante lucidez con la que Maupassant  establece su propio diagnóstico. Repetimos que al no ser de nuestra competencia esta investigación, nos ha parecido preferible remitirnos a los pasajes más característicos de una correspondencia con otro médico, poeta por añadidura, el Dr. Cazalis, cuyo pseudónimo literario es Jean Lahor, presentada por André Vial en 1951.

Aparecidos en los números 1, 2 y 3 del Bulletin du bibliophile et du blibliothecaire de 1951, estas cartas permiten ir estrechando la cronología de las que aquí presentamos, por medio de la similitud de palabras, a menudo datos, y observaciones materiales que pueden ser referentes.

El primer extracto que reproducimos nos interesa porque en él se hace alusión al destinatario de la presente correspondencia, el Dr. Grancher:

 

[…] he dejado de asistir dos jueves consecutivos a casa de la Sra. Cahen, y se cena en mi casa el jueves siguiente, 25 de diciembre. Cuento sin paliativos con su presencia para ese día. Vienen Grancher, Charmes y Roujon.

 

André Vial data este mensaje en diciembre de 1890 y añade: «El profesor Grancher, fundador de la famosa obra que lleva su nombre, autor de útiles investigaciones sobre las tuberculosis infantiles, era, desde 1885, titular de la cátedra de Pediatría en la Facultad de París.» Añadamos que se llamaba Jacques y que, nacido en 1843, murió en 1907. El Dr. Robin, que se menciona en el extracto siguiente, se interesaba más concretamente en la fisiología patológica del estómago:

 

Mi estado se agrava de tal modo que me pregunto si puedo viajar. Estoy seguro de que tengo influenza en la cabeza. Mis noches transcurren en unas sucesiones de dolores y estremecimientos, con migrañas invencibles que me han obligado a volver a tomar un poco de antipirina.

Voy tanto a la consulta de Robin, como al dentista. Me gustaría sin embargo conversar con usted de esto. Mis ojos están completamente dañados[2].

 

He aquí pues un término a quo más o menos verosímil para las cartas de Maupassant a Grancher no datadas.

Las siguientes son importantes para establecer comparaciones:

 

[…] eso me  vuelve a ocurrir como en Plombières pero de un modo más grave, pues la pupila dilatada me hace bizquear y mis gafas ni siquiera ya me sirven. Necesito un minuto para escribir una palabra.

Además resulta que mis intensas migrañas regresan. Bouchar, mediante su tratamiento con naftol que tanto mal me ha provocado, al menos me ha hecho el favor de quitármelas. No había tenido ninguna desde hace dos años[3].

He hecho, como usted sabe, un viaje a Paris para consultar a Terrillon, Magitot, y Lannelonge [sic] respeto a los intolerables dolores en la mandíbula con el ruego de que me dijeran si debía hacerme arrancar el flemón localizado bajo el ojo enfermo. Pozzi al contrario quería a todo trance que se arrancase de mi encía esa podredumbre. Los demás se han opuesto unánimemente. Obedecía a esas autoridades. Acabo de ir a Ginebra y ver al profesor de medicina dental en la facultad de esa ciudad.

Me dijo sin vacilar: Señor tiene usted bajo un ojo enfermo, no un diente sino un tapón de un absceso. Va usted a ver. Yo voy a quitárselo de inmediato. Conozco sus historias de cocaína y comparto su horror por ese medicamento. Pero le ruego y le suplico que me deje vaporizar en un tubo de vidrio sobre su encía 20 gotas de cloruro de metilo. Eso huele un poco a éter. Eso es todo. . Administro cien gotas a todos mis enfermos. Vaporizo el líquido (tachado: a todos m) en mi mano manteniendo el tubo (tachado: de vidrio) de vidrio del que rompo el extremo. No le tocará ni una gota. Yo acepté para (corrección: ver) y me tapé la nariz pues me dijo que olía muy fuerte a éter.

El asunto duró 20 segundso: luego él (tachado: me dijo) (corrección: volvió a decirme) «Respire». Yo no había olido nada. Me abrió la boca riendo sin apresurarse, tomó una pequeña pinza y quitó el diente tan aprisa que ni me di cuenta. Salió, la raíz enrojecida, podrida hasta el fondo, cubierta de una especie de vegetaciones y enormes trozos de carne muerta y putrefacta. ¡¡¡Ah, los grandes cirujanos!!! Hoy no he tenido ningún dolor en la mandíbula. La operación fue tan exitosa que el (corrección: agujero) ya casi está cerrado. Con el ojo me parece ver más claro aunque la inflamación total del maxilar envenenado por esa podredumbre no pueda bajar hasta transcurridas 24 horas[4].

 

Citemos finalmente esta carta de finales de diciembre, que recuerda en tantos puntos a nuestras cartas XVI, XVIII y XIX:

 

Estoy absolutamente perdido. Incluso llego a un estado agónico; tengos (sic) un remolino en el cerebro debido a unas lavativas que he hecho con agua salada en mis fosas nasales. Se ha producido en el cerebro una fermentación de sal y todas las noches mi cerebros sale por la nariz y la boca en una pasta densa y salada con la que lleno una palangana entera. Hace ya veinte noches que me pasa esto. Es la muerte inminente y estoy loco. Mi cabeza se va. Adiós, amigo, no me volverá a ver.

 

Hay una innegable traducción de la angustia más absoluta, porque golpea al ser en sus obras vivas, pero, una vez más, somos menos sensibles tal vez a la emoción que despiertan en nosotros esas confesiones que en el rigor de las descripciones clínicas que  revelan.

Cualquier otra reflexión sería pura retórica y no servirían en nada a la lectura y a la comprensión de la obra de Guy de Maupassant a la que dedicamos más valor que a su vida y que sin duda se conocería mejor si nos dedicásemos menos al conocimiento del hombre.

 

PIERRE COGNY.

 

I

 

G M

 calle Boccador 24

(sobre remitido directamente, sin ninguna indicación de fecha.)

 

Mi querido amigo,

Más o menos lo mismo. El Sr. Debove[5] vino ayer por la noche. Dudaba mucho, no creía nada de lo que le decía. Acabó por aplicarme una vaporización. Cero que eso ha dilatado ligeramente mi ojo, pero me ha aliviado la neuralgia. Voy a su consulta a las doce y media.

Pero también creo que estoy corroído por la Influenza que me afecta desde hace un mes. Y se me ha hecho tomar tantos medicamentos contra ella que estoy paralizado por el opio, la quinina, la antipirina, etc. Me he equivocado nombrando este último medicamento que no he tomado más que dos veces. Pero ¿cómo salir de esto? Creo que desde Plomibères[6] no he escrito ni una línea. Hace ya un año. Ni siguiera podré terminar esta páginas. Mis ojos se nublan.

Le estrecho cordialmente la mano.

Maupassant

 

El estado de mi intestino y de mi estómago parece incurable. Atribuyo eso a la Influenza. La [inf][7] acción de la inyección de cocaína no ha terminado y al hacerse arriba, cerca del seno, siempre tengo alucinaciones, como en sueños, cuando, aún muy despierto, cierro los ojos. Usted se habría reido viendo la cara del Sr. Debove escuchándome.

 

II

 

G M

calle Boccador, 24 (sin fecha)

(carta en sobre remitido directamente al destinatario)

 

Mi querido amigo, acabo de pasar una noche como jamás había pasado, presa desde las nueve de la noche de dolores intensos en el estómago, el intestino, los brazos, las piernas y los pulmones, dolores intolerables.

El Sr. Despaigne[8], al que he hecho venir, ha hecho gala de todos sus cuidados sin resultado. Yo casi estaba sin conocimiento, incapaz siquiera de responderle.

También me duele de un modo intolerable el maxilar izquierdo. Voy a acudir al mediodía a consultar al Dr. Magitot[9]. Estoy hinchado de tal modo que desbordo en mis trajes. No sé que hacer.

Le estrecho muy amistosamente las manos, mi querido amigo.

 

Guy de Maupassant

 

III

 

GM

calle Boccador, 31 (sin fecha)

(sobre sin matasellos de correos)

 

Mi querido amigo,

Mi estado se agrava cada día que pasa. No he dormido ni una hora desde hace cinco noches. Estoy torturado por dolores en todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza y en el vientre. Tengo ciática; y, en la base del cuello, en el nacimiento de la columna vertebral tengo un dolor que no cesa.

Me es imposible ir al mar en este estado[10]. No sé que hacer ni a dónde ir, pues debo abandonar París de inmediato; y además no tengo proyectos.

También tengo miedo tan sólo pensando en la reverberación del mar sobre mis ojos que cada vez se vuelven más delicados.

Creía que iba a estar bien para acometer esta empresa. Ocurre lo contrario. Si renuncio a ello, o si fracaso, ¿qué debo hacer?

Su muy devoto y agradecido amigo

Guy de Maupassant

 

IV

 

GM

calle Boccador, 24

 (sin fecha)

 (sobre sin matasello de correos)

 

Mi querido amigo,

Paso noches abominables. Pero le aseguro que simplemente se trata del catarro en mis maxilares. Tan pronto me acuesto, los dolores son intolerables, y hasta la mañana escupo, toso, lleno pañuelos de una asquerosa pasta blanca espesa como la crema; y eso es con seguridad lo que envenena mi estómago.

He enviado ayer a mi mi [sic] sirviente a buscar en casa Colin el pequeño instrumento masticador[11] del que usted me había hablado. He quedado desolado cuando lo vi; ya lo conocía y nunca metería en mi boca los horrores que eso produce. Se me había aplicado el año pasado y vomité de inmediato el frío y asqueroso alimento (tachado: que eso produce) que sale de esa espumadera. Además cuesta bastante cara y no sé como poder devolver al vendedor esta máquina de la que soy incapaz de servirme. Esta noche he tomado sulfonal[12] inútilmente, de tal modo me agita la inflamación de mis mandíbulas. ¿Qué podría hacer al respecto…?

Ire a verle para hablarle de esto. No se moleste por ese detalle.

Le estrecho cordialmente la mano.

Guy de Maupassant

 

V

 

GM

calle Boccador, 24

(sobre sin matasellos de correos)

 

Mi querido amigo,

Si se emplea el procedimiento del Dr. Terrillon[13], estoy seguro de que perdería el ojo. La menor corriente de aire, la lluvia, todo lo que es frío lo paraliza durante ocho días.

Tras los primeros trastornos, al principio, había conservado la visión desde lejos y perdido la de las cosas cercanas. Después de la ablación de un pequeño absceso en el párpado, un oculista me hizo aplicar compresas frías toda una noche para evitar una inflamación. Al día siguiente el ojo había perdido la visión de lejos para siempre.

Me alivian el calor y el agua caliente. Tengo un miedo espantoso al cloruro de metilo[14]. Eso no ha hecho más que aumentar mis neuralgias de nuca.

Le estrecho muy afectuosamente la mano con toda mi gratitud.

Guy de Maupassant.

 

VI

 

Telegrama, con fecha del matasellos del correo desde Friedland: 25 de mayo de 1891.

 

Mi querido amigo,

Soy exactamente de su opinión. Pero he tenido una recaida espantosa. Ya no puedo escribir (tachado: incluso) me equivoco de palabras todo el tiempo y no soy dueño de mi mano (tachado: para escribir). Le aseguro que tengo la cabeza perdida. He tenido durante dos horas por la noche una fuga tal de ideas, que ya no sabía quién era o dónde estaba, aunque permanecía de pie en mi habitación.

Le estrecho muy cordialmente las manos.

Maupassant

 

VII

 

GM

3 de la madrugada

Calle Boccador, 24 (sin fecha.)

 

(escrito sobre dos tarjetas entregadas directamente)

 

Mi querido amigo,

Estoy pasando una noche tan espantosa que jamás he estado en este estado. Desde hace ocho días tengo unos dolores intolerables de cabeza, y una sensación de frío espantosa (tachado: tras las comidas): crispaciones de mandíbulas, y una (tachado: crispación de todo) convulsión nerviosa por todo el cuerpo (corregido: en) (tachado: los, pasando a los) los riñones, las piernas, los brazos; me duele todo: Tengo la mitad del cuello paralizado; y sobre todo (tachado: unos do) unos dolores de estómago, vientre y riñones que me hacen creer que padezco de algo profundo que no conocía. Es imposible ser torturado como lo soy. Además, tras cada comida tengo horas abominables y el intestino no me funciona desde hace cinco días. Le aseguro

2ª tarjeta

que este estado es tan anormal y violento, no se trata de una simple crisis nerviosa.

No puedo permanecer en esta (tachado: situac) situación insostenible.

Puede estar seguro de que no exagero en absoluto.

Le estrecho cordialmente la mano.

Guy de Maupassant

 

VIII

 

GM

calle Boccador, 24

(fecha del matasellos: 27 de mayo de 1991)

 

Mi querido amigo,

Acabo de pasar toda la noche con una crisis de fiebre horrible y con dolores. El termómetro subía a 38’8º. Dos horas más tarde había descendido a 38’4º. No le he consultado más. El pulso a 96.

Estoy extenuado y me duele la cabeza intolerablemente.

Absolutamente estreñido y con quemazones en el vientre. No puedo abandonar mi cama. Su muy devoto amigo,

Guy de Maupassant

 

IX

 

G M                                                                                                        calle Boccador, 24

(fecha del matasellos: 30 de mayo de 1891)

 

Querido Señor y amigo,

Nada me hace dormir, y me encuentro más que nunca bajo la influencia de la inyección de cocaína. Hoy, como (escrito en enmienda sobre una palabra ilegible seguida de una vírgula tachada) esta noche, tan pronto cerraba los ojos, las alucinaciones comenzaban, un desfile de figuras imposibles de concebir. Entonces pierdo la dirección de mi pensamiento: es decir que no puedo ya pensar (tachado: en) una segunda vez, en las cosas, en los temas, en las personas con las que me gustaría ocupar mi espíritu, y eso de un modo irresistible. Las crispaciones de las mandíbulas tienen lugar en el mismo instante en el que me tumbo, con una persistencia dolorosa en el lugar del diente extraído, como consecuencia de la inyección, y unas repercusiones de dolor y puntos odiosos de migraña en toda la cabeza.

Como eso data del mismo día de la cocaína, le confieso que comienzo a tener un gran miedo a que el cerebro haya recibido una sacudida incurable, trastornos intolerables, que impiden todo sueño (el final de la palabra sueño está enmendado sobre un y tachado), y que me impiden incluso descansar sobre un diván. El cloral[15] me envenena y me produce espasmos estomacales. El laúdano no me hace efecto. ¿Es necesario continuar?

La aguja del dentista se ha introducido muy dentro de la encía.

Le aseguro que no exagero nada. Todo esto es un proceso verbal exacto de mi estado.

Su muy devoto,

Guy de Maupassant

 

 

X

 

G M

calle Boccador, 24

Tarjeta

(fecha del matasellos: 30 de mayo de 1991)

 

Mi querido amigo,

Unas palabras más. Acabo de almorzar – y tengo una nueva crisis en las mandíbulas y enjuagando las raíces (esas dos palabras corregidas sobre: la de) de los dientes con un pañuelo, sobre todo de lado izquierdo superior y abajo (casi nada a la derecha), retiro, cada cinco minutos, una pasta amarilla y nauseabunda que emana de las encías.

Hay pues una inflamación del lado izquierdo, el del diente extraído: y los dos dientes contiguos me duelen mucho. Estoy en mi piel y por desgracia siento perfectamente los puntos enfermos.

Mis más afectuosos sentimientos.

Guy de Maupassant.

 

XI

 

G M

Tarjeta

calle Boccador, 24

(fecha del matasellos: 30 de mayo de 1891)

3ª carta

 

Mi querido amigo,

¡Una vez más yo! He aquí un síntoma tan acentuado que es imprescindible tenerlo en consideración de inmediato. Tras haber escrito mi 2ª tarjeta, he bebido una taza de tila muy caliente. En dos minutos he llenado tres pañuelos de mucosidades salidas de detrás de la boca. Los han empapado como una cola sin penetrar en la tela. Es pues indudable que el seno está dañado profundamente, y que tal vez esa pasta engullida todo el día es lo que paraliza el estómago.

Perdone aún, y gracias.

Maupassant

 

XII

Saint-Raphaël

Hotel Beau-Rivage

Coursolle

Saint-Raphaël, 2 de Julio de 1891

 

Mi querido amigo,

Gracias por su amable telegrama. Espero su carta, y como sé que está usted de acuerdo con el Dr. Despaigne que acaba de comunicarme sus ideas con mucha claridad y amplitud, me conformaré en todos los aspectos, pues estoy seguro que tiene usted razón.

Como le había telegrafiado, me encuentro mejor (estas tres palabras corregidas) desde que mediante dosis de ruibarbo[16] aumentadas poco a poco hasta un gramo diario, y mediante el uso constante de miel como postre en todas las comidas, he vencido a mi intestino, se ha producido un gran alivio. He expulsado en la misma jornada cinco heces enormes, pero con grandes dolores de vientre.

 A partir de ese momento he podido dormir cuatro o cinco horas por noche. Pero entonces se produjo un nuevo accidente. Ese sueño está interrumpido durante dos horas por dolores e hinchazón del intestino. Y a cada despertar, estoy en tal estado de transpiración que mi pijama., mi camisa, mis sabanas, mi almohada, mi edredón, están empapados de sudor. ¿Es el cuerpo que se limpia sólo o es un estado de violenta fiebre?

La relación de mi vientre con mi cabeza es tal que cuando (tachado: mientras) quiero escribir una carta, lo que me resulta muy difícil, de inmediato tengo dolores de vientre y debo desabrochar mis vestidos. Siempre me duelen las mandíbulas y los dientes (fin de frase corregida y tachada). Tengo flujos de catarro detrás de la (corregido: bo, no tachado) boca, de las fosas nasales y detrás de los ojos que siempre están muy afectados y también dependen (tachado: también dependen) del estado del vientre. Estos catarros me hacen mucho daño y me dejan en un estado de debilidad cerebral indescriptible. El cerebro ya no es más que un órgano estropeado que ni siquiera puede soportar las conversaciones, sin un extremo enervamiento.

Dejo mi barco y voy a Duchon donde tomaré solamente duchas frías.

No he ingerido opio, y jamás lo tomaré, bajo ningún pretexto.

Gracias de todo corazón mi querido amigo por el interés tan cordial que usted me muestra. Le estrecho muy cordialmente las manos. Presente mis respetuosos homenajes y la Señora Grancher.

Guy de Maupassant

 

 

XIII

 

Papel sin anagrama

15 de julio

(fecha del matasellos de correos)

calle Boccador, 24

 

Querido señor y amigo,

Vuelvo a París con precipitación, en un estado de salud tan espantoso que los médicos de Niza me envían de regreso.

El Dr. Balestre[17], al que usted conoce, me ha preguntado si tenía necesidad de algunas notas suyas sobre los incomprensibles trastornos que acabo de padecer. Le he rogado que le escriba. Usted recibirá su carta mañana.

Pero me gustaría verle hoy. He pasado 18 noches sin dormir, y la que ha pasado hoy era la dieciocho. Le contaré los detalles de viva voz, pero ¿dónde, cuándo?

Luego le preguntaré su opinión sobre lo que debo hacer.

Creo que tengo abscesos en los maxilares, o más bien en los senos periostios. Los fenómenos de los que soy víctima lo indicarán suficientemente.

Le envío la expresión de mi muy sincera e intensa simpatía.

Guy de Maupassant

 

XIV

 

Carta sin anagrama  

 24 de julio 1891

(fecha del matasellos del correo)

Casa Monpela

Vesenex

por Divonne

Ain

 

Mi querido amigo,

Mi estado se agrava día a día. Me siento incurable. Mi vida es atroz. Tengo la sensación de ser un hombre que se desmorona.

No he dormido desde hace veinte días y creo que las duchas y las piscinas de Divonne son un amplio edificio publicitario mantenido por dos charlatanes en provecho de una sociedad anónima.

Además mi médico que me ha puesto la terapia más intensa, tomándome la temperatura en el ano constató una disminución de calor interno que dura dos o tres horas después de las duchas y de cinco a seis horas después de la piscina. El agua está a seis grados.

Cuando Charcot me envió a Pascal, me dijo: «Ese es el mejor hidroterapeuta del mundo». Es cierto que ese hombre me ha dado la vida. Yo entonces era una gruesa masa de carne, con un cuello enorme (tachado: s) con las mejillas violáceas e hinchadas con unas formaciones venosas e inflamadas en el cuello que hacían decir a Pozzi[18]: «Mi querido Maupassant, le asegura que se dirige usted hacia la apoplejía muy aprisa.» En seis meses Pascal ha reducido mi enorme vientre, me ha adelgazado, fortalecido, (tachado: y, ampliamente sobrecargado) mediante su ducha tan poderosa y rápida, un chorro de treinta metros (sic) de presión, refrescante y (tachado: fortalecedora) tónica. Aquí es cuando se nos empapa, se nos ducha de un modo especial que produce sobre la piel un calor muy intenso, pero el interior del cuerpo parece helarse.

Mis dolores de los maxilares me hacen el sueño imposible y encuentro todas las mañanas, sobre mis labios, esa pasta blanca y salada de la que quito una capa espesa con un pañuelo de bolsillo.

También sufro mucho hacia el fondo del cráneo, en todos los miembros y tengo movimientos nerviosos irresistibles.

Añado que desde que estoy aquí, vivimos bajo las tormentas que vienen de los Alpes hacia las montañas del Jura, y bajo chaparrones torrenciales. La abominable humedad de esta región me hiela hasta la sangre. Tan pronto como mi voluntad se esfuerza en escribir una carta o pensar un poco, mi vientre se hincha instantáneamente y me hace sufrir intensamente. El intestino funciona en irritantes diarreas (3 o 4 diarias) bajo las más pequeñas dosis de ruibarbo y cuando dejo de ingerirlo, el estreñimiento regresa de inmediato.

Esta es mi situación exacta, no es agradable.

Crea mi querido amigo en toda mi gratitud y en mi más intenso afecto.

 

Guy de Maupassant

 

Mis ojos están en un estado espantoso, con una pupila enorme y la otra imperceptible (una palabra ilegible tachada) Sé que eso es consecuencia de la humedad. Necesito sol y calor por encima de todo.

Sobre una hoja simple adjunta:

La diferencia del tamaño de esas pupilas ha provocado en mi vista una especie de estrabismo convergente que me hace ver mi nariz todo el día. Es odioso.

 

XV[19]

 

(sin anagrama)   

  (s.d.) [a finales de jlio]

Chalet del Mont-Balnc Divonne

 

Mi querido amigo, me veo absolutamente obligado a abandonar Divonne a causa de los espantosos fríos y las lluvias de granizo. El termómetro está a 8º casi como la temperatura de la fuente. La migraña no me deja. He debido volver a ingerir la antipirina, lo que me contraría; y sufro del vientre sin interrupción. Las mandíbulas también me torturan. Por lo demás Magitot acaba de entregarme la dirección de un dentista de Ginebra, al que tiene en gran consideración.

Yo no sé que hacer ni a dónde ir.

Le estrecho muy cordialmente la mano, mi querido Amigo.

Guy de Maupassant.

 

XVI

 

G M.        

   calle Boccador, 24 (sin fecha)

(fecha del matasellos de correos: 23 de octubre de 1891)

Mi querido amigo,

Heme aquí de nuevo con todas mis miserias. Hoy creo tenerlas controladas con un purgativo que me había producido un exitoso efecto en Cannes – 2 pastillas me habían hecho pasar dos meses asombrosamente bien.

Desde hace ocho día en París no me sentía bien del todo, había tenido un poco de frío, y mi malestar del vientre volvía a comenzar. Dos pequeños racimos de uvas[20] parecían ser el origen de eso. Luego tuve terribles dolores en el estómago, el vientre, los costados, toda la espalda.

Creí que era la ausencia de duchas, pues desde Divonne no me he encontrando limpio, ni siquiera en París.

Anteayer descubrí una admirable y me sentí mejor. Pero (el fin de las palabra está borrada) como no hacía de vientre y éste se hinchaba cada día, tomé por la noche una píldora de podofila[21]. He pasado una noche espantosa de dolor, envenenado por ese medicamento que me ha vuelto loco, borracho, y pasar por un suplicio de dolor – Evidentemente fue mal dosificado. ¿Al quedar sin efecto, qué hacer en este estado? ¿Solamente las duchas? Pero ya nada me purga. No puedo soportar lo salado y me alimento con moderación y prudencia.

Me gustaría un consejo.

La podofila también me la afectado los ojos. En Cannes iban muy bien.

Le estrecho cordialmente la mano, mi querido amigo.

Guy de Maupassant

 

 

XVII

 

sin anagrama       

Chalet de l’Isère

Ruta de Grasse, Cannes

(matasellos del correo: 24 de noviembre)

 

Mi querido amigo, gracias por su telegrama. Tomaré morfina lo menos posible. Ya le he comentado la causa del mal actual.

Estaba bien en París y dormí algunas noches. Ahora bien, teniendo las fosas nasales un poco irritadas, cometí la estupidez de lavármelas con agua ligeramente salada, según la dosis dada por todos los médicos especialistas.

Pero mi cerebro no es como los demás y al cabo de cuatro días, estaba afectado de dolores atroces y de una salivación inusual de la que ya le he hablado. Esos dolores me hicieron pasar noches horribles. Hice eso durante 20 días y entonces comprendí la causa del mal – no ha cesado desde entonces, estando las mucosas de las fosas nasales y el estomago irritadas. El espíritu ha sido atacado poco a poco, la memoria se ha ido, mis ojos se han oscurecido al punto que apenas veo.

Acabo de escribir una extensa carta a Despaigne poniéndole al corriente de esta cuestión especial, y que ha hecho, sin lograrlo, todos sus esfuerzos por curarme; lo que sobre todo necesitaría es un fuerte medicamento para detener esta saliva; un secante, un astringente muy enérgico que pueda calmar esta irritación tan implacable de mi mucosa y el estado de media locura en la que sumerge mi cerebro es horrible, mi garganta esta llena de varices, enorme, hinchada y roja como sangre, y toda mi saliva insoportablemente salada[22]  como si hubiese bebido en el mar.

Despaigne le hablará de este aspecto concreto sobre el que llamo toda su atención. Pues no tengo ninguna duda al respecto. Es necesario ante todo secar mi paladar; cuando trato de dormir la salivación se duplica y escupo llenando cinco o seis vasos por la noche. El resto lo trago.

Muy cordialmente, gracias.

Guy de Maupassant

 

XVIII

(sin anagrama)   

(sin fecha)

(fecha del matasellos: 15 de diciembre de 1891)

 

Mi querido amigo,

Le he escrito ayer noche: y he aquí que acabo de para una noche tan extrañamente abominable que estoy seguro de tener el cerebro afectado.

Los dolores y convulsiones de las mandíbulas se han reiniciado con una continua segregación de esa pasta blanca que sale de mis fosas nasales. He estado acosado por alucinaciones y talmente agitado por esas pesadillas surgidas desde que cerraba los ojos que me acosté y levanté cincuenta veces durante la noche.

Los dolores en las mandíbulas, detrás de las orejas, detrás de los ojos eran intolerables, igualmente los del vientre.

Esta mañana, ya no sé donde estoy.

Le estrecho muy cordialmente la mano.

Maupassant

 

No he conseguido la carta a la que hace alusión, pero tengo un sobre vacío, fechado en la estación de Cannes, el 13 de diciembre.

 

XIX

 

(sin fecha) 

  Chalet de l’Isère

Camino de Grasse, Cannes

(fecha del matasellos Estación de Cannes: 15 de diciembre)

 

Mi querido amigo,

Tengo la cabeza completamente enferma, y Darenberg[23] me insta a que me marche desde que estoy aquí. El aire salado de Cannes mantiene la fermentación de sal en mi cerebro. Cualquier caminata me produce unos dolores espantosos y me hace divagar horriblemente. He adelgazado tanto que estoy enloquecido. Me parece que necesitaría un tratamiento de un mes con ducha y piscina.

No duermo ya y la cabeza me arde. Los escupitajos que en Paris se habían detenido, aquí son intolerables en el aire marino que me ahoga.

Le repito todos los días que Daremberg me insta a que vaya a tomar duchas.

Le estrecho cordialmente la mano.

Maupassant.

En cualquier caso me es imposible quedar en Cannes.

 

Esta carta nos ha parecido deber clasificarla después de la precedente, del 15 de diciembre igualmente, en razón de su tono enloquecido, de su escritura, de sus olvidos y de su carácter poco coherente. Nos ha parecido significativo que haya sido fechada en la estación, lo que justificaba su urgencia.

 

***

 

  

 

Texto publicado en La Revue d’histoire littéraire de la France, marzo-abril de 1974

Traducción de José Manuel Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant


 

[1] Op. cit., p. 271-272

[2] 1 de abril de 1892. Ver. Carta I.

[3] Principios de agosto de 1891.

[4] Agosto de 1891. Ver carta XV.

 

[5] El Dr. Maurice Debove (1845-1920) era un especialista en las enfermedades de la nutrición e intoxicaciones. Muy interesado en los problemas de higiene social, luchó contra la tuberculosis y la sífilis. Nos ha dejado un Tratado de las enfermedades del estómago.

[6] Maupassant estuvo en el balneario de Plombières en agosto de 1890. Acababa de efectuar su mudanza a la calle Boccador en el momento de su salida de París. El 5 de agosto escribía a su madre: «Tengo bien poco que decirte; todo estaría mejor sin la humedad de este aire que mantiene mis neuralgias de nuca y de los ojos. El médico lo reconocía; creo que he contraído ese tipo de neuralgia del cuello en Cannes este invierno, pues allí son frecuentes; pero ante los excelente resultados de Plombières sobre mi estómago y sobre la salud general, está convencido de que el resultado consiguiente del tratamiento será perfecto cuando vaya a buscarlo en un clima más seco.»

[7] Las palabras o fragmentos de palabras tachados han sido impresos en itálica y situados entre corchetes.

[8] Médico y amigo de Maupassant, sobre el que no hemos podido obtener otras informaciones.

[9] El Dr. Émile Magitot era un especialista en Odontología. Está considerado como el fundador de la estomatología moderna. Maupassant escribía desde París en 1891 (sin fecha precisa): «En cuanto al diente, la cuestión está resuelta pero no ha llegado al final de mis tormentos.

El doctor M…, miembro de la Academia, es el que acaba de escribir y de presentar en dicha Academia un duro informe lleno de hechos sobre la cocaína de los que los periódicos ya se han hecho eco.

Trae a colación entre sus colegas, tres o cuatro muertes por asfixia, treinta o cuarenta casos de envenenamiento  de dos a seis meses por una simple inyección en la encía, con trastornos en todo el cuerpo.

Este hombre es encantador y me conoce como si fuese un pariente muy cercano. Interés de lector por el escritor».

[10] Durante su estancia en Plombières, el mar había sido formalmente desaconsejado al escritor por su médico, así como se lo cuenta a su madre en la carta citada, nota 2 de la carta I.

[11] Se trata de un instrumento que sirve para triturar los alimentos. Testimonios que hemos recogido atestiguan que la repugnancia de Maupassant está absolutamente justificada.

[12] Se designa bajo el nombre de sulfonales los cuerpos dotados de propiedades hipnóticas. Empleados en los insomnios de origen nervioso, esos cuerpos están más o menos en desuso hoy, en razón de la lentitud de su eliminación.

 

[13] El Dr. Octave Terrillon (1844-1895) era un cirujano especialista de los órganos genitales y la cirugía abdominal. Escribió, en colaboración con Charles Monord, un Tratado de los testículos y sus anexos (1889). Es difícil precisar con qué propósito lo había consultado Maupassant, pero no se excluye que fuese al respecto de algún trastorno sifilítico.

[14] El cloruro de metilo es aplicado en las neuralgias dentales, faciales e intercostales.

[15] Somnífero.

[16] El ruibarbo es utilizado en farmacia como laxante. Formaba parte del elixir de la larga vida.

[17] Médico y amigo de la Sra. de  Maupassant en Niza.

[18] El Dr. Samuel.Jean Pozzi (1846-1918) era un discípulo de Broca. Cirujano, introdujo en Francia nuevas técnicas quirúrgicas.

[19] Carta de la que no poseo el sobre.

[20] Las uvas se convertirían en algo odioso para Maupassant. Cuando, algunos meses después de esta carta, sea internado en la residencia de Dr. Blanche en Passy, se inquietará por el «sabor a bronce» que encuentra en las uvas.

[21] Se trata de un laxativo y colágeno ligero. François Tassart, mayordomos del escritor, cuenta en sus memorias (Plon, 1911 y Niza, 1958) que Maupassant solicitaba muy a menudo este fármaco.

[22] Esta obsesión por la sal fue advertida por los médicos que trataron a Maupassant en Passy.

[23] El Dr. Georges Daremberg se había instalado en Cannes durante la temporada.