19 de septiembre de 1925

 

MAUPASSANT

 

Ese soberbio, apuesto y robusto muchacho, auténtico normando del país de Caux donde los compañeros de Rollon se establecieron en primer lugar, era un hipocondríaco al que los excesos sexuales condujeron a la parálisis general: entregándose a ellos creía equilibrar los excesos cerebrales de su trabajo y esta supuesta compensación determinó un doble desgaste del que murió. Pero el placer, el vigor, el amor por la naturaleza y el enorme éxito le dejaban triste y taciturno. Es de destacar que varios de estos grandes escritores del terruño normando, de bello porte, de buen apetito, y sólidamente realistas, dando apariencia de posseer una gran salud física y mental, fueron unos enfermos: Flaubert epiléptico, Barbey d’Aurevilly casi loco, Mirbeau vesánico, Jean Lorrain desequilibrado, Maupassant pesimista hasta la demencia. ¿Se trata del alcoholismo hereditario lo que corrompe a esta hermosa raza? ¿Es tal vez la confianza abusiva en el vigor del terreno? Las personas débiles e inclinados a la metafísica a menudo son más resistentes que estos vikingos de carácter prendados de realismo.

Maupassant no tenía nada de intelectual. Su inteligencia era incluso mediana y cuando en él afloraban las ideas generales, era con tímida ingenuidad. Pero poseía una aguda sensibilidad y el don de ver y de hacer ver muy lúcidamente. Demostró que eso bastaba para realizar cosas perfectas, lo que se podrían denominar obras de arte limitadas. Nos dejó algunas, Boule de Suif, Pierre et Jean: esta última novela, bastante olvidada, vale por todas las novelas rusas. Es de la escuela del arte clásico según la más estricta fórmula de Flaubert, de una composición estricta y de un estilo nutrido, firme y sobrio. La visión de Maupassant es uniformemente desoladora, pero tenía corazón, rectitud y piedad. Traicionó su gran talento cuando trató de escribir novelas mundanas, no desde luego para ganar honores oficiales, sino porque la conquista de las mujeres de la alta sociedad suponía una atracción para este rudo aldeano hasta entonces satisfecho con bonitas campesinas. Este rol de león enamorado pronto le cansó: un niño grande brutal, simplista y leal, se sintió «estafado» por esas peligrosas muñecas, y huyó de ellas, decepcionado, embarcando en su yate Bel-Ami en el que escribió las poderosas y desesperadas páginas de Sur l’Eau. Era un artista escrupuloso y un maestro del cuento francés. Creó el relato-tipo, degradado por el periodismo, como Porto-Riche creó con Amoureuse una obra-tipo de la que el teatro del bulevar vive desde hace treinta años. Terrible pintor de la burguesía y los campesinos, superior en todo punto a los naturalistas entre los que se le ha clasificado, Maupassant ha sido alguien: no hay ni una obra de él donde no haya cosas hermosas. Pero muy pocos escritores han sido tan amargos, tan obsesionados por la tragedia de lo cotidiano y la monotonía de la vida, que en efecto es espantosa cuando ni una vez se ilumina en ella su verdadero sentido. Cuando se hace profesión de no creer mas que en la vida, llega un día en el que se debe confesar que eso es exactamente sinónimo de no creer en nada; y si uno no es vil se hunde en una insondable desesperación. Maupassant no era vil. Cayó en el abismo de Pascal.

 

CAMILLE MAUCLAIR

La Semaine littéraire (Ginebra) , 19 de septiembre de 1925

Traducción de José Manuel Ramos para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant