GUY DE MAUPASSANT, ADELANTANDO A FREUD
Guy de Maupassant (1850-1893) era un animal
literario de complexión atlética y cuello de toro. Gran deportista, practicó el
remo, la vela, la caza, la pesca, el tenis, el ciclismo, la caminata, el tiro a
pistola, la esgrima; cuanto más violentos eran los ejercicios más parecían
gustarle. Tenía una vitalidad fuera de lo normal, porque de otro modo le hubiera
sido imposible escribir tanto, acudir a los salones de la Belle Epoque, llevar
una vida social muy activa y otra amorosa también enérgica y abundante. Nos
cuenta el autor, Premio Nacional de Traducción, y doctor en la ciencia
maupassantiana, Mauro Armiño, que por una carta de 1877 sabemos que, de su
afición a los amores fáciles, cuando no venales, el novelista francés había
contraído la sífilis; y parece incluso celebrarlo:
«Tengo la sífilis, la verdadera, no unas purgaciones [...], no, no, la gran
sífilis, esa de la que murió Francisco I. Y estoy orgulloso de ella `[...] y
desprecio por encima de todo a los burgueses. ¡Aleluya, tengo la sífilis!, y por
lo tanto no tengo miedo a cogerla». Enfermedad abundante en la época, se
trataba con «bromuro y duchas», hasta el descubrimiento de la penicilina; esos
remedios no hacían otra cosa más que enmascarar la enfermedad en el organismo
externo; pero trabajaba lentamente a través de la sangre y con el tiempo sumía
al enfermo en la locura, expone Mauro Armiño; los diez años de trabajo [desde
1880] van acompañados de cefaleas, caída de pelo, vértigos, alucinaciones,
arritmias cardíacas, que furon manifestándose con mayor insistencia hasta
desembocar en la locura: «Su degradación física y mental es ya patente en 1890,
con parálisis general y estados depresivos que le llevan a la famosa clínica
para enfermos mentales del doctor Blanche, pasa los tres últimos años en un
terrible estado físico y mental que lo lleva a la muerte». Maupassant fallecía
en París el 6 de julio de 1893.
Ciento dieciocho años después, ve la luz la edición
completa y definitiva de los «Cuentos Completos» de Guy de Maupassant (Páginas
de Espuma, 1.472 páginas, en dos espléndidos volúmenes), editados y traducidos
por Mauro Armiño.
En el conjunto de sus relatos pueden verse tres
directrices: una crítica de la hipocresía social, centrada sobre todo en la
burguesía, formada mayormente por funcionarios; la radiología de unas zonas de
Francia arruinadas mental y moralmente por la miseria y el atraso; y por último,
la introspección que hace en cuentos como El Horla, de las zonas oscuras
de la mente humana. Desde la ficción, Maupassant se adelanta a Freud, que en la
década de los ochenta dedica sus trabajos juveniles, o primeros, a la
neurastenia; faltan diez años para que "invente" el psicoanálisis, y casi veinte
para que publique su interpretación de los sueños, dice Armiño.
Estos «Cuentos Completos» apaecen fijados, limpios de
cualquier tachadura, y esplendorosos. Explica Mauro Armiño: «Maupassant tenía la
suerte de escribir para dos periódicos; Le Gaulois y Gil Blas, uno de ideología
más avanzada que el otro. Los más osados y realistas iban a parar a Gil Blas; y
los más "correctos" al Gaulois». ANTONIO ASTORGA.
Publicado en ABC el 5 de enero de 2012.