ABC, 8 de abril de 1987

ARQUÍMEDES, GUY DE MAUPASSANT Y EL DOCTOR BENKHE
 

     Me imagino la sorpresa del lector al ver asociados en el título que precede los nombres del gran sabio de la antigüedad, del conocido escritor francés del pasado siglo y de un capitán médico de la Marina de los Estados Unidos. Las líneas que siguen pretenden explicar el porqué de tan sorprendente asociación.

     Arquímedes (287-212 a.J.) es considerado por los historiadores de la ciencia como una de las mentes más poderosas de todos los tiempos; la asombrosa combinación de un extraordinario talento matemático y una ilimitada capacidad para resolver problemas de mecánica aplicada. Cualquiera que haya pasado por un curso de Física elemental guarda en su memoria la imagen de Arquímedes corriendo en paños menores por las calles de Siracusa y gritando ¡¡Eureka!! (lo he encontrado), después de haber observado que un sólido introducido en un líquido experimenta una pérdida de peso igual al peso del líquido que desplaza.
     Cuenta la tradición que el rey Hieron II de Siracusa había encargado una corona de oro puro a un orfebre local. Sospechando que el orfebre había mezclado plata con oro, acudió el rey a Arquímedes para que determinase la proporción de oro y plata en la corona terminada. Arquímedes resolvió el problema midiendo las densidades de oro y la plata, así como la de la corona. Para ello midió los pesos y volúmenes de un trozo de oro y otro de plata, y el peso y volumen de la corona. Mediante un sencillo cálculo pudo determinar las proporciones de oro y plata en la corona, estableciendo así un método general para determinar la proporción de los componentes en una mezcla de dos componentes de distinta densidad. Recuerde el lector que densidad es igual a peso partido por volumen. No sabemos con certeza el resultado, pero Bell, en su conocida historia de las Matemáticas, se inclina a creer que el orfebre había cometido el fraude que el Rey sospechaba.
     Dos mil y pico de años más tarde, Maupassant (1850-1893), siguiendo a Arquímedes, utilizó la medida del agua desplazada por el cuerpo humano para medir el volumen de una persona viva, según puede leerse en uno de sus cuentos más regocijantes, titulado «Una venta» y publicado en 1884. He aquí, en pocas palabras, la narración de Maupassant.
     El campesino Brument entra en la taberna del pueblo, pide dos vasos de vino e invita a beber al tabernero Cornu. Este corresponde a la invitación y las invitaciones se repiten hasta que los dos compadres comienzan a manifestar síntomas de embriaguez. Llega la hora de las confidencias. Brument necesita dinero, a fin de comprar pienso para los cerdos a cuya cría se dedica; Cornu es viudo y se lamenta de su soledad. Brument se brinda a venderle su propia mujer, a la que Maupassant describe como una campesina delgada y somnolienta. El tabernero acepta el ofrecimiento, razonando que una mujer es una mujer, a fin de cuentas. Se plantea la cuestión del precio. Brument propone la venta por metros cúbicos, fijando el precio en 2000 francos por metro cúbico. Tras alguna discusión acuerdan un precio de 1500 francos por metro cúbico, que al tabernero le parece aceptable, teniendo en cuenta su experiencia en la medida de volúmenes de líquidos. Preparan una gran tina, llena de agua hasta sus bordes, e introducen en ella a la infeliz mujer, después de haberla obligado a despojarse de su ropa, que huye despavorida después de la inmersión. Desilusionados por la poca cantidad de agua desplazada por la señora Brument, los dos compadres se pelean violentamente. Llegan los gendarmes. Brument y Cornu comparecen ante el tribunal acusados de intento de asesinato. Se defienden argumentando su estado de embriaguez. Son finalmente absueltos, una vez que el magistrado ha hecho severas consideraciones sobre la santidad del sacramento del matrimonio y los límites precisos de las transacciones comerciales.
     No conozco nada en la vida de Maupassant que indique un particular interés por la física de los líquidos. Quizá el haber trabajo en el Ministerio de Marina y Colonias y su afición a la navegación puedan explicar su elección del procedimiento empleado para la medida del volumen de la señora Brument, tan jocosamente descrito en esta narración. En todo caso, Maupassant parece haber sido la primera persona que deja constancia escrita del intento de medir el volumen de un cuerpo humano en vivo. Claro está que su interés parece haberse limitado a utilizar el procedimiento como un ingrediente de su divertido relato, sin preocuparse de la exactitud del resultado. Tengo por seguro que Maupassant se habría sorprendido al ver que la medida del volumen corporal de una persona viva se convertía, sesenta años más tarde, en una técnica importante para el estudio del estado nutritivo del hombre.
     Al entrar los Estados de Unidos de América en la segunda guerra mundial, el entonces capitán médico de la Marina americana Albert Behnke tenía a su cargo el reconocimiento médico de los reclutas que se presentaban para servir en ella. Para su sorpresa, algunos conocidos atletas y un famoso boxeador, que figuraban entre los reclutas, debían ser declarados inútiles para el servicio. Su peso era superior al considerado normal para su talla, según las tablas en uso, y fueron considerados obesos. Behnke pensó que el exceso de peso de estos reclutas se debía a su notable desarrollo esquelético y muscular. Pero la obesidad, razonó Behnke, consiste en un aumento del contenido de grasa corporal y no necesariamente en un simple exceso de peso. Teniendo en cuenta que la densidad de la grasa es inferior a la de los demás componentes del organismo, Bhenke concibió al cuerpo humano como una mezcla de dos componentes: la grasa y lo que él llamó la «masa corporal magra». Era, pues, posible medir la proporción de grasa en el cuerpo de una persona viva, utilizando el mismo procedimiento que Arquímedes había empleado para determinar la proporción de oro y plata en la corona del rey de Siracusa. Nació así el que llamamos «método densiométrico» para la determinación del contenido de grasa del cuerpo humano, que ha encontrado numerosas aplicaciones, no sólo en la determinación del grado de obesidad, sino también en los estudios encaminados a determinar el estado nutritivo de una persona, en cuanto a su balance energético se refiere. Recuerde el lector que el aumento en el contenido de grasa corporal es la consecuencia inevitable del consumo habitual de una dieta cuyo valor calórico es superior a las necesidades de energía del sujeto.
     El procedimiento ideado por Arquímedes, aludido por Maupassant y desarrollado por Behnke, ha dado lugar a una copiosa literatura. Mis colegas de la Universidad de Minnesota y yo hemos dedicado no pocos años al estudio de las limitaciones del método, la derivación de las constantes físicas necesarias para su aplicación y al estudio de la relaciones entre contenido de grasa corporal y estado nutritivo en el hombre.
     Espero que el lector que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí, pueda comprender las razones por las que los nombres de Arquímedes, Maupassant y Behnke aparecen asociados en estos comentarios. No es infrecuente en la historia de la ciencia, que ideas introducidas en un pasado remoto y que, por así decir, han perdido actualidad de puro sabidas, encuentran aplicación en otro campo separado en el tiempo y el espacio de aquel en el que se originaron. Lo interesante de la historia que comentó no es sólo la utilización por Behnke de las ideas de Arquímedes, lo es también la curiosa participación de Maupassant a quién, en cierto modo, podríamos considerar un precursor del método densitométrico.

Francisco GRANDE COVIAN

 

Publicado en el ABC el 8 de abril de 1987.
Fuente y propiedad de: Hemeroteca del ABC. http://hemeroteca.abc.es/

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por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant