ABC, 13 de julio de 1947

GENIALIDAD Y PSICOPATOLOGÍA
GUY DE MAUPASSANT

Je suis entré dans la vie littéraire comme un météore; j’en sortirai par un coup de foudre.
Guy de Maupassant.

     A los treinta años notó Maupassant el primer síntoma de la temible enfermedad que fue causa de su ruina intelectual y de su muerte. El doctor Landolt, a quien acudió para que le tratara sus trastornos visuales, descubrió una pupila dilatada y rígida – fatídico heraldo que con antelación anuncia el grave proceso cerebral, la demencia paralítica –, Guy de Maupassant era un hombre fornido, jovial, de ingenio fecundo. Hasta los trece años compartió la vida de los pescadores de Normandía, su tierra natal, a los que solía acompañar en sus rudas faenas. Nació el 5 de agosto de 1850 en el castillo de Miromesnil, en Tourville-Sur-Arques. El matrimonio de sus padres fue un matrimonio desacorde e infortunado. El padre, Gustavo, era de carácter débil e inconstante. La madre, Laura, de fina inteligencia y naturaleza hipersensible e irritable, padecía del corazón y vivió siempre agobiada por la idea de la muerte. De ella recibió Maupassant la enseñanza de las primeras letras. Aconsejada por Flaubert, su gran amigo, trató de formar el gusto artístico de su hijo e iniciarle en la literatura, para la cual manifestó desde la infancia dotes excepcionales. Su hermano mayor*, Hervé, murió a los treinta y tres años, loco, en un manicomio. En el Seminario de Yvetot, donde ingresó Maupassant a los trece años, mataba su tedio componiendo epigramas contra sus maestros, que le valieron, con gran alegría por su parte, ser expulsado del establecimiento. Hizo sus estudios en el Liceo de Rouen, con gran brillantez. A los veinte años, participó, como voluntario, en la guerra franco-prusiana de 1870. Al término de ésta, pasó a París, destinado al ministerio de Marina en calidad de funcionario. Flaubert, severo crítico y rígido maestro, vigilaba su producción literaria. Firmaba por entonces sus poesías con el seudónimo “Guy de Valmont”.
     En París, para combatir la nostalgia de sus correrías marineras infantiles, marchaba de madrugada al Sena a remar, su deporte favorito, que practicaba con pasión. Maupassant, en aquel tiempo, era un mozo recio, de exultante salud. Con su atuendo deportivo, en medio de alegres comensales y mujeres fáciles, parecía un hombre de mar o un atleta y no un joven literato. Conversador delicioso, sus anécdotas de la guerra, de sus andanzas por el río y de sus hazañas amorosas eran interminables. En ocasiones, afirmaba con toda seriedad, ante la estupefacción de algunos y la duda burlona de otros, haber “comido carne humana”. Su simpatía personal era extraordinaria. Su buen humor, constante. A partir de la aparición de su delicioso cuento “Boule de Suif”, la crítica no le regateó sus encomios. Flaubert, entusiasmado, comunicaba a la madre de Maupassant los crecientes éxitos literarios del hijo ausente, el discípulo preferido.
     Guy de Maupassant trabajaba desde la madrugada al mediodía. Luego, febrilmente, buscaba nuevos estímulos para su trabajo, se divertía y frecuentaba la vida de sociedad y de placer. En el transcurso de diez años de 1880 a 1890, escribió, además de numerosos artículos para periódicos y revistas, trescientos dieciséis cuentos, seis novelas y tres tomos de viajes. Por termino medio, lanzaba al mercado cada año tres tomos de 1300 a 1500 páginas.
     Desde 1881, su temple vital se quiebra. Su concepción de la vida, alegre y optimista, cambia. En sus escritos comienza a traslucir el “tedium vitae” que invade su espíritu. El hombre jovial se torna melancólico. Los amigos le llaman el “toro triste”. Pasa las noches en claro, atormentado por intensos dolores de cabeza, incalmables. “Algunos días – escribe – siento tal horror a todo, que quiero morir.” La soledad le aterra: “...tengo miedo de mis mismo, tengo miedo del miedo... – escribe en “Lui” –, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio, y que un miedo opaco y misterioso enturbia...”
     En vano, busca alivio a sus dolores de cabeza. “Mi fin está próximo; tan sólo quiero morir sin dolor”, dice a su amigo Roujon. Su capacidad creadora disminuye. Acude a los estupefacientes, principalmente al éter, cuyas sensaciones describe maravillosamente en “Sur l’eau”, documento de extraordinario interés psicopatológico.
     Los últimos años de la vida de Maupassant fueron terribles. Los síntomas de la parálisis general alcanzaron máxima intensidad. El delirio de grandezas le hace decir que ha sido nombrado conde, habla de sus fabulosas riquezas, de los enormes precios que ha pagado por un bastón, etc. Los estados de excitación se hacen más frecuentes y violentos. Tiene que ser internado en la casa de salud del doctor Blanche. El gran escritor admirado en todo el mundo, Henri René Albert Guy de Maupassant, pasa a ser tan sólo el número 15 de un manicomio. Al final de su vida, desconocía a los amigos y a los médicos que le asistían. El 30 de enero de 1693, el doctor Blanche dice a Edmond de Goncourt que Maupassant se halla totalmente “abruti”. El 6 de julio, a los cuarenta y tres años, muere Guy de Maupassant, como anhelaba en “Sur l’eau”, en un cuarto apacible, rodeado de médicos y medicamentos.
     Maupassant nunca amó a una mujer. No logró encontrar aquella armonía entre el cuerpo y el espíritu, que reiteradamente buscaba. “Las mujeres – escribe en “Solitude”– tan sólo me hacen sentir mi soledad”. Para Maupassant el amor era una felicidad que le estaba vedada. Sin embargo, una mujer fue la causa del trágico destino de su vida.

Dr. José M. Sacristán

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