ABC, 17 de junio de 1950
EL CENTENARIO DE GUY DE MAUPASSANT
Nació Guy de Maupassant en el castillo de Miromesmil (Sena Inferior), en el año
1850. Cúmplese, pues, en este que vivimos el centenario de la llegada a la luz
del mundo del maestro del cuento en Francia, donde tan altos cuentistas han
florecido.
Fue la vida del autor de Bel Ami una breve trayectoria,
llena de brillos espléndidos y de sombras dolorosas. Vigor físico, prestancia y
jactancia, salud risueña y exultante, armonía equilibrada entre su fogoso
temperamento y su fuerza intelectual, Maupassant producía sus páginas seductoras
con la fácil sencillez con que fluye el agua de un arroyo, sin la premiosa
tortura de su maestro y padrino Gustavo Flaubert, virtuoso atormentado de la
forma, que siempre le tuvo por su discípulo predilecto y amado. Y luego, apenas
cumplidos los treinta años, la iniciación de los primeros síntomas de su ruina
física y mental, que le permitió, no obstante, en su década fecunda de 1880 a
1890, escribir y publicar sus libros Una vida (1883). La penetrante y
conmovedora novela Pedro y Juan (1888), Fuerte como la muerte
(1889), Nuestro corazón (1890) y numerosísimos cuentos del literario
relieve y de la honda emoción de La Mancebía*, El puerto y Bola
de sebo, insuperables modelos del género en la literatura de todos los
países.
Tachado de pesimista injustamente, pues son infinitas
sus narraciones jocundas y llenas de la vigorosa ansia de vivir, surge la
psicología sencilla de sus personajes de la misma vida de ellos, resaltante y
revelada, en sus gesto, en su existencia íntima, en sus actitudes y en sus
palabras, tantas veces desenfadadas y desenvueltas, sin que su fuerte creador
necesite para ello ser un minucioso analista de almas. Pero la vocación, el
temperamento y el dominio de la técnica que unidos pueden dar un cultivador
esclarecido del cuento, tan difícil género literario, manoseado muchas veces por
la mediocridad de tantos equivocados, ampliados para labor de más cuerpo – no
diré más empeño –, lógicamente han de cuajar en un novelista. Y un excelente
novelador de la escuela naturalista que ilustraron Flaubert, Zola, los Goncourt,
y Fernando Fabre, hay en La herencia, El Horla, trasunto de los
terrores patológicos que más tarde había de sufrir Maupassant, ya sumido en el
horror de la demencia paralítica, y en Las termas de Monte Oriol, donde
la vida de un nuevo balneario, establecido junto a un pueblecillo, sin grandes
atractivos, de la campiña francesa pasa ante los ojos de artista del autor sin
negarle uno de sus aspectos y los personajes que se mueven en torno a los
benéficos manantiales tiene un fuerte y acusado relieve de humanidad; pequeño
mundo donde bullen vanidades, egoísmos, interesados sentimientos, pasioncillas
bastardas…, y tras la apacible y risueña calma de aquellas vidas burguesas, el
gusano silencioso y tenaz de la traición, que destruye un alma y mancha un
tálamo.
Los capítulos de esta novela tienen en sí aisladamente
virtualidad y forma de algo complejo y armónico, dándose en cada uno el espíritu
del maestro, para quien el episodio es más de un pretexto dilatado que llena
páginas - huecamente – para llegar al final de una pobre fábula que languidece y
tarda en desenlazarse.
La destreza de Maupassant salva todo escollo y llena de
amenidad y hondo lirismo la narración, optimista y risueña muchas veces,
agridulce a ratos y llena al final de una mansa melancolía, a la que os arrastra
con el hechizo de un estilo claro, magistral, de narrador para quien el arte de
construir no tiene dificultades como para Emilio Zola, a quien en este último
concepto tanto se parece Maupassant en la novela que someramente analizamos.
Al hilo de estas líneas se ha escrito el nombre de una de sus
mejores novelas cortas: Bola de sebo. Esta deliciosa narración fue
incluida por Zola en su volumen Las veladas de Medán. Suponía esta
inclusión el espaldarazo al joven novelista, que allí se codeó con el maestro de
L’assommoir, con el Huysmans de La-bas, con Céard, con Hennique,
con Paual Alexis, a alguno de los cuales pronto había de superar…
La vigorosa juventud de Maupassant que era un normando
fornido dado al deporte del remo, jovial y decidido, voluntario a los veinte
años en la guerra franco-prusiana, desembocó en el infierno negro de la
parálisis general y tuvo que ser recluido en un manicomio.
En absoluto estado de inconsciencia, ajeno a sí mismo y
a cuanto le rodeaba, rindió su vida el 30 de enero de 1893. Contaba sólo
cuarenta y tres años.
Acusa Emile Faguet al autor de El Horla de una
ausencia completa de preocupación social literaria, e incluso moral y estética,
y hay quien le niega toda actitud psicológica.
Tácita e indirectamente, Maupassant rebate tal concepto
crítico en este párrafo correspondiente a su estudio sobre la novela que sirve
de sesudo introito a su obra Pedro y Juan: “El novelista que pretende
presentarnos una imagen exacta de la vida ha de evitar con cuidado todo
encadenamiento de sucesos que pueda parecer excepcional. Su objeto no es
contarnos una historia, divertirnos o entristecernos, sino obligarnos a pensar,
a comprender el sentimiento profundo y oculto de los sucesos. A fuerza de haber
visto y meditado, contempla el universo, las cosas, los hechos y los hombres de
cierta manera que le es propia y que resulta del conjunto de sus observaciones y
reflexiones. Esta visión del mundo es la que procura comunicarnos,
reproduciéndola… Para conmovernos como él se ha conmovido en el espectáculo de
la vida debe reproducirla ante nuestros ojos con una escrupulosa exactitud.
Deberá, pues, componer su obra de una manera tan hábil, tan disimulada y tan
sencilla en la apariencia, que sea imposible sorprender y señalar el plan y
descubrir sus intenciones.”
Aun cuando sólo tuviera en su haber de escritor esta línea de
gallarda rectitud ideal, merecería ser recordado en el centenario de su
nacimiento.
N. HERNÁNDEZ LUQUERO
* Se trata de La Casa Tellier. (Nota de J.M. Ramos)
Publicado en el
ABC el 17 de junio de 1950.
Fuente y propiedad de: Hemeroteca del ABC.
http://hemeroteca.abc.es/
Digitalizado en
el presente formato
por J.M. Ramos para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant