RESEÑAS BREVES SOBRE MAUPASSANT EN LA PRENSA DE 1919

 

Muerte de P. Margueritte.

Ha muerto el 30 de diciembre último en Francia, a la edad de 58 años, el ilustre novelista frances Paul Margueritte, miembro de la Academia Goncourt desde 1892, designado por Edmundo Goncourt en sustitución de Guy de Maupassant. Paul Margueritte y su hermano Víctor realizaron una extensa labor literaria juntos desde 1896 hasta 1908, y el primero deja una treintena de novelas. Fue Presidente de la Sociedad de Hombres de Letras en 1906. El día en que murió, L’Intransigeant, de París, publicaba su último artículo: un estudio sobre la evolución democrática de Alemania.

Cuba Contemporánea, febrero 1919. 


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Lo que más hay que admirar en la obra de Knut Hansum es la extraña mezcla de idealismo quintaesenciado y de realismo crudo, la amargura del pesimismo que rebosa de su alma y va a las puntas de la pluma, mientras que en otras ocasiones, sin una transición justificada, refleja un sentido optimista respecto a las bondades natives de su estirpe humana. A veces siente uno, leyéndolo, el escalofrío que dejan muchas de las páginas de Maupassant, y en ocasiones nos lleva el espíritu, y bien pudiera decirse que lo purifica, con más amplias visiones de un mundo ideado, como acontece con las producciones de Maeterlinck.

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Fragmento del artículo El Laureado del Premio Nobel: Knut Hamsum

La Lectura. Revista de Ciencias y Artes, septiembre de 1919.

El Sol, 5 de septiembre de 1919. 


La Prensa cinematográfica francesa habla con entusiasmo de una nueva película interpretada por la genial actriz Gabriela Robinna, adaptación de la famosa novela “Expiación”, de Guy de Maupassant

El Día, 24 de febrero de 1919. 


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Estas mujeres tangerinas que llevan siempre tapado el rostro, sin contacto alguno con el aire, conservan en el cutis un brillo y una finura que envidiarían las europeas. Todas son blancas, y sólo entre las esclavas que las acompañan se ven los tipos morenos, mestizas y negros de labios gruesos y duras facciones.

Hasta en las que vienen del campo, y que pasan por las calles, brutalmente cargadas de leña, se ven tipos puros, de asombrosa perfección.

Las formas se ocultan también celosamente, y esas vestiduras, esas “gebbas” de seda, esos albornoces de cachemir, las túnicas que caen en pliegues hasta las rodillas, todo ello produce una orgía de colores, rojo, azul, amarillo, verde, lo más violento y lo más suave, mezclado y confundido. Y lo singular es que los tonos más ardientes no hieren ni molestan en estas calles estrechas, junto a estas casas pintadas de cal, bajo este cielo de azul inmaculado.

Y contemplando este cuadro de belleza indescriptible, este despueble de harenes que la causalidad ha puesto ante mis ojos, recuerdo las palabras de Maupassant:

«En esta tierra debilitante y tibia, es más sabroso el aire que en parte alguna, más cálido el sol, más claro el día, pero el corazón no sabe amar. Las mujeres, hermosas y ardientes, ignoran nuestras ternuras. Su alma sencilla permanece extraña a las emociones sentimentales, y sus besos, según dicen, no engendran la ilusión.»

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Fragmento del artículo titulado La Secta de los “jamacha”, firmado por José Pérez Guerrero.

El Imparcial, 4 de abril de 1919. 


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La literatura es una clínica; desde la tragedia griega, con su fatalismo, equivalente al determinismo transformista, hasta las novelas de Maupassant, y otros, ¡qué variedad de neurasténicos, de criminales y de locos!

¿Como va a desentenderse la crítica de la patología al juzgarla? Y eso no arguye que se prescinda de la emoción estética que produce y de la técnica, sin la cual no hay, en puridad, arte. Si no se conoce el mecanismo psicológico de las multitudes, ¿cómo va uno a saber si «Germinal», de Zola, responde o no a los oscuros fenómenos del alma colectiva?

Los grandes artistas se abrevan en la realidad: «La bête humaine», de Zola, tiene por asunto un proceso célebre, lo propio que el «André Cornelis», de Paul Bourget, para no citar mucho.

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Fragmento.

El Imparcial 28 de abril de 1919. 


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Todos los años se publican en los Estados Unidos un número enorme de novelas. La mayor parte tienen el mismo valor que la novela publicada corrientemente en Inglaterra, con lo cual no puede decirse nada peor. Debe añadirse, para excusar a los novelistas, que la mayoría sólo se propone una buena venta, teniendo el mercado norteamericano límites bien definidos. Parece cada vez más evidente que la novela debe tener algún valor histórico; pero hasta el presente no hay indicio de que los norteamericanos deseen leer esta clase de novelas. Lo que sin duda es cierto es que no están dispuestos a sufrir la terrible crítica que Flaubert, Maupassant y otros han infligido a los franceses, y que Filding y Thackeray han impuesto a los ingleses.

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Fragmento del artículo La Literatura contemporánea por Vincent O’Sullivan.

Cosmópolis, mayo de 1919. 


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Confieso que si conocía a Leonide Andreieff como admirable novelista – quién no tiene noticia de sus emocionantes Siete ahorcados – nada sabía de su talento como dramaturgo. En efecto, en el resto de Europa la verdadera fama de este autor, feliz rival de Máximo Gorki, y a quien algunos llaman el Maupassant eslavo, se funda, sobre todo, en sus portentosas facultades de cuentista y novelador.

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Fragmento

La Lectura. Revista de Ciencias y Artes, mayo de 1919. 


Nuestros Ecos. Visto y oído.

Un cronista pide la pluma de Bourget para describir París.

¡Caray! ¿De Bourget?

Y las de Goncourt, Daudet, Zola, France y Maupassant, ¿en qué las empleamos? ¿en cursilerías?

La Acción, 16 de mayo de 1919 


Anatole France ha pronunciado en Tours, en el Congreso del Sindicato de maestros, un discurso altamente elocuente (...) y trazado en algunos periodos “un programa para la enseñanza humana”.

Pero es de temer que algunos lectores de La Humanidad, que publica el discurso, retengan solamente los pasajes cuya belleza mal comprendida podría ser un peligro.

El ilustre escritor ruega a los maestros que enseñen a los niños a detestar la guerra. ¿Quién no se lo agradecerá?

Pero asegura que al presente lo que se les enseña es a amarla.

(...)

Hay que cambiar todo esto, y he aquí el programa:

“El maestro proscribirá de la enseñanza todo lo que excite a odiar al extranjero, aun a nuestros enemigos de ayer (...)

“¡Quemad! – prosigue el ilustre escritor – ¡Quemad todos los libros que enseñen el odio! ¡Exaltad el trabajo y el amor! (...)

Admirable proyecto para los escolares de la isla de la Utopía. Pero acaso prematura para los niños de un pueblo ribereño del Rhin.

¡Quemar todos los libros que enseñen el odio! Sería necesario quemar a Corneille, a causa de Horacio; Hugo, culpable del Año Terrible; Maupassant, que escribió Boule de Suif. ¿Y han de quemarse también todas las historias de Juana de Arco, para predicar, como en 1913, la paz y el desarme?

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Fragmento del artículo El Programa para la humanidad futura de Anatole France

Cosmópolis, septiembre de 1919. 


En 1879, Huysmans publicó su primera obra de verdadero éxito, en casa de Charpentier, editor de Emilio Zola, dedicándosela a este último.

El joven maestro de L’Assommoir merecía tal homenaje de gratitud. Sus enemigos eran cada vez más numerosos; necesitaba todo su tiempo y sus energías para contestar a los aullidos de la crítica hostil; pero aun así, tuvo tiempo de defender el libro de su primer adepto, –Las hermanas Vatard, novela de exagerado naturalismo–, al mismo tiempo que justificaba su propia obra.

Un año después, Huysmans acabó de ser consagrado como escritor verdaderamente conocido. En 1880 se publicó el volumen de cuentos Las veladas de Medán. Los familiares de Zola aportaron para este libro un relato novelesco cada uno. Eran cinco: Huysmans, Guy de Maupassant, Hennique, Ceard y Paul Alexis. El único que aún vive de los cinco es el viejo Henri Céard, que ha escrito muy poco, y que la Academia Goncourt acaba de recibir en su seno. Zola, deseando agradecer la adhesión de los cinco jóvenes, lanzó bajo el patronato de su nombre este volumen de cuentos agresivos. Huysmans era el más conocido de los cinco, y su pequeña novela Mochila a la espalda no sorprendió a los que había leído Las hermanas Vatard. El torneo de pequeñas novelas sirvió para que los lectores se fijasen por primera vez en el nombre de Guy de Maupassant. Su cuento Bola de sebo fue sin discusión el mejor de Las veladas de Medán.

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Fragmento del artículo J.K. Huysmans por Vicente Blasco Ibáñez, firmado en París en junio de 1919.

Publicado en Cuba contemporánea, octubre de 1919. 


Le Mendiant Magnifique, por M. Binet-Valmer.– Es éste uno de los escritores que en la hora presente se caracteriza por su notable esfuerzo. Ha publicado novelas que, como Lucien y Le Plaisir, han conocido el éxito completo, y ha escrito cuentos que son deliciosos. Acaso su temperamento es de cuentista, y esto es un elogio. El cuento fue un género francés por excelencia, y Maupassant el maestro indiscutible que exige un sentido profundo del arte. Y aunque entre ambos haya diferencia entre los sentimientos, la inspiración y la frase, ciertas páginas de Binet-Valmer hacen pensar en Maupassant.

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Fragmento.

Cosmópolis, octubre 1919. 


 

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant