RESEÑAS BREVES EN LA PRENSA ESPAÑOLA DE 1904

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Tchekhoff llega a tener, como quieren algunos escritores rusos que no se paran en analogías, alguna semejanza con Tolstoi y con Maupassant; habrá siempre entre estos escritores y Tchekhoff una diferencia fundamental, un abismo infranqueable para este último: que Tchekhoff no tiene por humanidad la ardiente pasión de Tolstoi, ni la secreta desesperación refugiada en el fondo del alma de que está formada la energía y belleza del talento trágico de Maupassant.

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Fragmento extraído del artículo Anton Tchekhoff de Antonio Morillo.

La Revista Contemporánea 15 de enero de 1904 


En el teatro de la Zarzuela.– Compañía Bartet-Duflos.– L’AUTRE DANGER; comedia en cuatro actos, en prosa, original de Mauricio Donnay.

¿Cuál es – preguntará quizás alguno de mis lectores – ese otro peligro a que ser refiere la comedia de Donnay, representada anoche en la Zarzuela? Pues ese peligro es el que corre una mujer joven y guapa, madre de una muchacha casadera, de que su amante, el de la madre, se enamore de la hija y la hija se enamore del amante.

Uno de estos casos, que ha servido ya de asunto a varias novelas, entre otras una de Bourget, cuyo título es, sin mal no recuerdo, El fantasma, y la de Guy de Maupassant Plus fort que la mort, y que también utilizó Enrique Gaspar para una de sus obras, ha sido aprovechado por el autor de Le Torrent como argumento de su comedia dramática El otro peligro.

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La Época, 27 de abril de 1904. 


 [...] El amor tiene caprichos terribles. En otra ocasión he recordado a usted los amoríos de Baudelaire con una negra vieja y oliente a grajo. Maupassant, tan delicado como escritor, rondaba a las fregonas del parque Monceau. [...]

El Heraldo de Madrid, 21 de mayo de 1904 


Pedro y Juan.– Por Guy de Maupassant, traducción de Carlos Frontaura, 3,50 pesetas.

El prestigioso escritor que tantas joyas literarias nos legara, es un interminable tema editorial. Sus obras reprodúcense en múltiples y razonadas ediciones, ocupando el primer lugar de los escaparates, donde acaba de aparecer Pedro y Juan, su magnífica novela, de un naturalismo incontrastable, no tan crudo como el de Bel Ami, más aproximado al de Una vida y Nita, dos de las mejores novelas – por no decir las mejores – que su autor ha escrito.

El renombre universal que han adquirido las novelas del genial escritor, nos relevan de la crítica.

Pedro y Juan, es ya conocida y basta con decir que es de Maupassant.

La nueva edición forma un precioso volumen en 8º, de 340 páginas, impresa en claros caracteres, adornado con un retrato del autor y una bonita cubierta en cromotipia.

El País, 13 de junio de 1904. 


Todo el mundo recuerda la historia: la Prensa se ocupó mucho de ella, y los señores Muro y Cobián denunciaron el grave caso ante las Cortes. Don Francisco de Reynoso era primer secretario de la Embajada española en Inglaterra. Y un día vio realizado el sueño delirante de Maupassant en una de sus postreras novelas[1]. En la casa de España en Londres ocurría un hecho insólito, extraordinario, fantástico, casi sin explicación posible. Los muebles andaban solos, se ponían en precipitada fuga, dejando desierta la Embajada: sillas, sofás, mesas, cortinajes y vajilla y hasta enseres de cocina tomaban la puerta para no volver mas.

El Sr. Reynoso, sirviendo a su patria, y para salvar su responsabilidad, protestó, denunció el hecho, dijo al Gobierno el inaudito escándalo que pasaba, con el fin de que aquí le pusieran remedio. Y en justo castigo a aquellas denuncias, a aquellos legítimos escrúpulos de conciencia, el Sr. Reynoso fue relevado, separado de su carrera. El sueño de Maupassant, convertido en realidad; la casa de España en Londres, desvalijada, costó el cargo al denunciante, y no al denunciado, al que volvía por los fueros de nuestra honorable representación.

España perdió un buen diplomático, un excelente y estudioso diplomático; pero en cambio las letras españolas ganaron un notable escritor, que hoy da a la estampa un libro interesantísimo, En la corte del Mikado, y mañana enriquecerá nuestra historia y literatura con dos obras de gran importancia: Una Embajada bajo la Regencia (estudio documentado de sus desventuras y de las de la representación española) y Desde Villalar a París, 23 abril de 1521 - 10 de diciembre de 1898 (principio y fin de la decadencia española).

Y en tanto llega la publicación de estas obras – la última producirá enorme sensación – hablaré de la que tengo ante los ojos, En la corte del Mikado (bocetos japoneses) [...]

[1] Se refiere al cuento de Guy de Maupassant Qui sait?  (Nota de J.M. Ramos)

Fragmento del artículo “En La corte del Mikado”, por Luís Morote.

El Heraldo de Madrid, el 13 de julio de 1904.


Ver Recuerdos de Maupassant en El Iberia del 10 de julio de 1893, reproducido en su integridad en

 El Globo el 10 de septiembre de 1904


[...] Más razonables son los que acusan su procedimiento crítico de detenerse constantemente en los detalles sin dejarse deslumbrar, o por lo menos muy pocas veces, por las grandes luminarias con que el genio sorprende a las multitudes. A esta propensión de su espíritu podría oponerse una explicación plausible, y es que los que primero desconfían del genio son los hombres entre quienes vive. Sus grandezas no se vislumbran hasta que transcurren un buen número de lustros. Además, en nuestro fuero interno todos vivimos penetrados de la escasez de genios. Maupassant, que comenzó siendo un cuentista sin predecesores, y que muerte no tiene continuadores, necesitó diez años ara llegar a ser gustado, y hasta que la locura acabó con su breve existencia no fue universalmente admirado.

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Fragmento extraído del artículo El Centenario de Sainte-Beuve por C. Román Salamero.

El Imparcial, el 3 de octubre de 1904. 


[...] Ese poder con que las puertas hablan a los espíritus, ha originado la neurosis que los alienistas llaman claustrofobia, o miedo a los espacios pequeños. Es un desequilibrio muy generalizado; los enfermos de claustrofobia no pueden dormir en una habitación cuyas puertas estén herméticamente cerradas; un malestar extraño les oprime el pecho, se ahogan, y esta alucinación les produce una angustia mortal; les parece que están en un nicho. Maupassant tenía horror a las puertas. Quincey y Hoffmann, no sabían escribir si las puertas de su despacho no estaban abiertas de para en par.

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Fragmento del artículo Las puertas de Eduardo Zamacois.

Nuevo Mundo, 13 de octubre de 1904 


Con un poco de Los payasos, otro poco de Arlequín, rey, y un bastante de un cuento de Maupassant – sin no equivoco la procedencia – han hecho los Sres. Cadenas y Asensio Más, un libreto de zarzuela, que no logró interesar al público en el solemne momento de su estreno.

Se había hablado mucho de La tragedia de Pierrot, poniendo la obra por las nubes, y tal vez por esto no le pareció al público ¡tan hermosa! como se decía.

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La tragedia de Pierrot es una equivocación muy disculpable, que en nada mengua la buena fama de los Sres. Cadenas y Asensio Más. L

El Liberal, 20 de octubre de 1904


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Maupassant, el mejor pintor de las costumbres del campo en Francia, nos ha dejado en sus cuentos testimonios veraces de la brutalidad de la gente rústica al verse desposeída del más insignificante objeto: en más de una de esas admirables narraciones, es frecuente que un labriego mate a un mendigo por haberle robado una gallina o un utensilio de labranza.

[...] Fragmento extraído del artículo Las sentencias del Juez Magnaud, por C. Roman Salamero.

Nuevo Mundo, 17 de noviembre de 1904. 


Fuente y propiedad de: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para

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