RESEÑAS BREVES SOBRE MAUPASSANT EN LA PRENSA DE 1929

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El poema «Judit», en la vuelta que se da al tema, con relación al libro sagrado, nos sugirió, sin saber por qué, que el autor pudo idearlo habiendo leído primero el texto bíblico y luego «Boule de suif», de Guy de Maupassant, y que éste le determinó el cariz que había de prevalecer en no poco de los comienzos de la obra; aunque sin la fina ironía que señorea la composición literaria del famoso cuentista francés.

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Fragmento del artículo «Judidt» poema, en tres actos, de D. José maría de Sagarr, firmado por M. Rodríguez Codolá.

La Vanguardia, 18 de abril de 1929 


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Eiffel pasó por momentos amargos. Los enemigos de su proyecto eran numerosos e influyentes. El famoso manifiesto de los intelectuales, en el que aparecían las firmas de François Copée y de Maupassant, entre otros, fue acaso la punta acerada que más profundamente penetró en su sensibilidad; pero la voluntad del realizador era directa y rectilínea.

Concebida, en principio, como una gigantesca atracción de la Exposición Universal de 1899, la torre Eiffel estuvo a punto de desaparecer al clausurarse el vasto certamen. Los que mantenían y difundían la oposición a la torre proclamaban su falta de expresión estética y, sobre todo, su inutilidad. ¡Menguados entendimientos los de aquellos enemigos! Reproducidas hoy sus razones provocarían carcajadas interminables...

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Fragmento del artículo El busto de Eiffel, por Juan C. Aramburu.

La Voz, 8 de mayo de 1929. 


 La “Curda” Bien.– La Medicina siempre está de moda; en todos los países hay constantemente un tema de actualidad; nosotros andamos a vueltas con las fosas nasales – como los niños mal educados –, olvidando las máximas del barón de Andilla:

«El dedo en las narices no te metas,

ni te suenes a modo de trompetas.»

Los franceses, en cambio, adjudicándose la invención del procedimiento Asuero (hubiera sido lo primero que no descubriesen), lo consideran de «modé» y la emprenden contra el «cock-tail», que no es francés, sino americano; del ajenjo, de la musa verde que volvió loco a Maupassant, no dicen nada: es un veneno patriótico; pero el «cock-tail», según la Academia de Medicina de Paris, tiene la culpa de que el alcoholismo, que decrece considerablemente en las clases populares, aumente en proporciones alarmantes entre la gente «bien».

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El Imparcial, 24 de mayo de 1929. 


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“La música puede originar la perfección de un silencio cada vez más elocuente, y tan fascinador, en ocasiones, que dulcifique al triste y al bueno le incline al mal”. Indudablemente que el delicado poeta resulta algo paradójico, pero es notoria la influencia de la música en todos los actos del hombre.

Lechner nos sorprende con una lista de hombres célebres que desconocieron el valor de una nota; así, por ejemplo nos habla de Kant, Lessing, los Goncourt, Maupassant, Hugo y Balzac; pero, indudablemente, ni el mismo Lechner pudo vibrar tan alto, es decir, igualarse a estos maestros que modelaron una época, que nos legaron un mundo nuevo aprisionado en páginas inmortales y sagradas.

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Fragmento del artículo La música prevalece desde remotas edades.

Caras y caretas, 8 de junio de 1929. 


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Si un hombre y una mujer se aman, aunque sólo sea con «amor platónico», es porque hay en ellos y existe una atracción física, que, aunque sea muy leve, existe, y aunque no llegue a desarrollarse, existe, y aunque se trate de ahogar, sigue existiendo, ya que todo hombre que es hombre es un enamorado de la mujer, y viceversa. Maupassant decía que todas las cartas que una mujer escribe a un hombre son cartas de amor.

Sería, por tanto, más sincero y más justo, mi buena miga, en lugar de protestar proclamando que no están ustedes enamorados, decir que no están lo suficiente como para proclamarlo a voces, y, mejor aún, usted, al menos, no lo está. Pues no me parece prudente el que se aventure a hablar por cuenta ajena. Esto del amor platónico es una invención femenina exclusivamente. El hombre no tiene fe en tal sentimiento, y si lo admite es como admite los hors d’oeuvres cuando tiene apetito: en espera de otro plato más suculento.

Fragmento de Epistolario por Teresa de Escoriaza

Mundo Gráfico, 30 de octubre de 1929. 


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Y entre [los cuentos de Somerset Maugham] destacan esas dos narraciones palpitantes Rain y The Letter, que hacen de nuestro autor un hermano espiritual del Maupassant de Boule de Suif y de la Maison Tellier, es decir, de la nouvelle, género intermedio entre el cuento y la novela. Hay en Somerset Maugham el mismo pesimismo, la misma implacable observación, sin indulgencia, al observar a los seres humanos; un estilo semejante por su sobriedad y su fuerza. Pero el escritor inglés ahonda más en la conciencia humana, analiza mejor las almas y supera al francés en la inventiva novelesca, en la ironía mordaz de sus rasgos psicológicos y en el diálogo que va revelando episodios y caracteres como un auténtico dramaturgo.

Para Maupassant la mujer lo es todo y el sensualismo predomina en sus novelas. En cambio, Somerset Maugham no oculta su desdén por la mujer, a la que juzga un frívolo juguete o una fatalidad en la vida.

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Fragmento del artículo Un Gran Escritor Inglés: Somerset Maugham, por Álvaro Alcalá Galiano.

ABC (Madrid), 30 de noviembre de 1929, pág. 6

ABC (Sevilla), 4 de diciembre de 1929, pág. 6 


 No es fácil de precisar históricamente el punto en que se inicia ese movimiento en contra y pro de la novela, que llegó hará unos cinco años a lo más alto de su curva. Pero ya, hacia 1890, Guy de Maupassant enderezaba el prólogo de Pedro y Juan a definir la novela. Ya entonces se discutía y se negaba la novela. Algunos críticos la consideraban una literatura secundaria y un arte inferior, y otros preveían, en plazo no lejano, su muerte.

Maupassant –conviene repetirlo – fue un auténtico novelista. Algunas de sus novelas grandes – Une vie y Notre coeur – son como hermanas mayores de sus más logradas nouvelles, o novelas cortas. Maupassant – para expresarnos de un modo gráfico – metía en un cuento el asunto de una novela, quintaesenciaba las novelas. Sus primeros cuentos pasaron por el tamiz crítico de Flaubert, y varios de ellos fueron superior y ladinamente explotados por D’Annunzio. Hoy, los modernos novelistas rusos proclaman su admiración por Maupassant, y un fino y fuerte escritor español –Díaz Fernández – lo recuerda, y aun supera, en algunas páginas de El blocao.

Todo esto no se dice en un tono apologético, innecesario y extemporáneo. sino con el propósito de establecer – o restablecer – la autoridad de Maupassant, tantas veces menospreciada o despreciada, y hacer plausible nuestra aserción de que la primera lanza que se esgrime en defensa de la novela – esa bête noire de tantos críticos ilustres – es la del autor de Boule de suif.

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Fragmento del artículo Un gran defensor de la novela, por Alberto Insua

La Voz, 23 de diciembre de 1929. 


Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional, Hemeroteca ABC, Hemeroteca Vanguardia

Digitalizado en el presente formato por José M. Ramos para

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