RESEÑAS BREVES SOBRE MAUPASSANT EN LA PRENSA DE 1930

 

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Tanto explota al público efectivamente el periódico, que en defensa de intereses bastarlos le escamotea la verdad y emplea todas las malas artes de la serpiente para que el lector muerda la manzana del engaño (léase el Bel Ami, de Maupassant), como explota al periódico que pone su alma en la defensa del interés público, el individuo que se beneficia de ello y que pasa de largo, indiferente, sin darse por enterado del servicio que le prestan. El primer género de explotación es, sin duda, el más ruin y bochornoso; mas el segundo debe también de repugnar a paladares delicados.

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Fragmento

Madrid Científico 1930 


DANIEL JORRO. - Editor

Paz, número 23, Madrid.

Acaba de publicarse:

Guy de Maupassant: La vida errante. Un viaje por las costas de Italia, Sicilia, Argel y Túnez.

Nueva edición.

Un tomo en 8º de 276 páginas, con artística cubierta en colores, 5 pesetas.

Pida catálogos

El Sol, 19 de enero de 1930 


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En la Francia de la Tercera República, los escritores de las escuelas realistas y naturalista, que aplican a la novela el método de la experimentación científica, tratan el tema del amor como un fenómeno psicofisiológico, sin suscitar ya los escándalos de Flaubert con “Madame Bovary”. Zola, los Goncourt, Maupassant, ahondan en el misterio erótico, denunciando las relaciones del sexo con la herencia, el ambiente y las condiciones sociales.

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Los novelistas penetran llenos de curiosidad en los burdeles y sacan de allí estudios psicofisiológicos como “La ramera Elisa”, cuadros regocijados y amorales como los de Maupassant en muchos de sus cuentos o aguafuertes de corrosiva violencia como los de Lorrain en “La Maison Philibert.

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Fragmento del artículo de R. Cansinos Assens, Crítica Literaria.

La Libertad, 9 de febrero de 1930. 


 Francia es en estos días todo lamento y dolor. El agua desbordada y arrasadora que ha devastado a Carcasssone, Villebourbon y Montauban, ha hecho latir el corazón francés con más ternura que de costumbre, y ha abierto todas las cajas y todos los bolsillos.

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Pero es curioso el descubrir en las listas que se forman en estas funestas ocasiones, no sólo el grado de liberalidad y magnificencia de cada donante, sino la porción de vanidad o la determinante que cada cual oculta allá en el fondo de su ser.

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Indudablemente, en todos estos, el amor ha puesto de su parte cuanto pudo para atender a los damnificados. Sigue otra frase: «La alegre clientela del café restaurante Brasserie de la Cloche d’Or» (...) «Les mademoiselles de l’Hotel de mademoiselle Gaby»...

¿No adivináis entre las últimas un gesto de piedad sincera, recogido el burdel de mademoiselle Gaby, en donde tal vez se da al amor fácil madre, la hija o la hermana de alguna de las familias arrastradas por las aguas del Thran y el Garona? Probablemente, la ramerilla de la casa de mademoiselle Gaby ya no tendrá que ocultar a los que ingenuamente labraban la «ferme» del Mediodía, sus vergonzosos trabajos de París. Como la heroína de Maupassant, quedará en completa libertad para dedicarse a un disimulado placer, sin responsabilidades de moral familiar. Y por esta vez el agua habrá ejercido, una vez más, su misión depuradora...

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Fragmento del artículo ¡Al agua! de C. Palencia Tubau

La Libertad, 19 de marzo de 1930. 


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Cuentan que Gustave Flaubert dio a Guy de Maupassant un excelente consejo, después de haberle roto muchas cuartillas escritas. Fue el siguiente: “El día que distingas en el bosque una encina de otra, recordando los rasgos típicos de cada una, podrás describirlo, porque entonces sabrás como es”.

Esos largos trabajos de observación reflexiva son los que constituyen la verdadera cultura intelectual y emotiva de un artista, no los libros. Un buen libro podrá despertar en el artista ideas, sentimientos o imágenes; pero su lectura le será útil si sabe luego olvidar la forma literaria y quedan en él como elementos tomados de la vida y de la Naturaleza. Entonces las citas de eruditos se convierten en obras de arte. En el primer caso no son cultura del artista; en el segundo, sí. Hasta el presente no se ha puesto en claro la utilidad de llevar una biblioteca sobre los hombros.

Fragmento del artículo El estudio de la Naturaleza, por Jaime Domenech

Blanco y Negro, 17 de abril de 1930. 


 Se cambian los títulos y entonces se venden más las obras literarias

En Nueva York, acaba de publicarse un libro cuyo título es «Los primeros cien millones», libro insuperable por lo que se refiere a dar a conocer la mentalidad de los americanos que leen y a la psicología de los editores de Yanquilandia.

En la citada obra explícase cómo se venden de manera infalible las obras, utilizando el recurso del cambio de títulos «para estimular la curiosidad del público». El autor, que es por cierto un editor que ha llegado a millonario, confiesa cómo «Las máximas» de La Rochefoucauld vendiéronse bajo el título de «La vida cara a cara»; «Bola de sebo», de Maupassant, tomó el título de «Amor y otras cosas», vendiéndose 37.000 ejemplares; el mismo libro fue, poco después, rebautizado en el título de «El sacrificio de una meretriz francesa», llegándose a vender 54.000 ejemplares más.

Ni Moliere se salvó de tan inconfesables combinaciones, puesto que «Las preciosas ridículas» vendiéronse en Norteamérica bajo el nombre de «Mujeres ridículas», y «La filosofía del amor», de Sarah Bernhardt, llegó a alcanzar una venta de 100.000 ejemplares con el nombre de «Código de amor de una actriz parisién».

Y no es esto todo. Los clásicos de la antigüedad fueron modificados «al gusto americano», logrando, una vez hecha la modificación tiradas formidables. Tácito, Juvenal, Platón y Virgilio sólo logran ser leídos con las reformas que en sus textos han introducido «escribidores» desconocidos, vendiéndose, en cambio, poquísimos ejemplares de las ediciones auténticas.

El Heraldo de Madrid, 10 de mayo de 1930 


 

DANIEL JORRO. - Editor

Calle de la Paz, 23, Madrid.

Obras recientemente publicadas:

Guy de Maupassant: En el mar.

Un tomo en 8º , rústica, 5 pesetas.

Guy de Maupassant: La vida errante. Un tomo en rústica, 5 pesetas.

Hubbard Judd: Psicología genética para maestros. Un tomo en rústica, 7 pesetas.

William James: Compendio de Psicología. Un tomo en rústica, 12 pesetas.

Pida catálogos

El Sol, 18 de mayo de 1930 


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Pero la vida es policroma. No es sólo dolor, no es sólo angustia. Convendrá que Luisa Carnés desoiga, de tiempo en tiempo, a las Euménides, y nos dé páginas en que triunfen los sentidos, que se sienta, alternando con la tristeza, el gozo de vivir.

Un ejemplo, un libro que puede servir de guía a los novelistas que comienzan es Una vida, de Maupassant. Allí se sufre atrozmente. Hay dramas, hay calvarios. Pero no faltan oasis ni fragmentos de Paraíso.

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Fragmento del artículo “Natacha” o la influencia rusa     por Alberto Insua

La Voz, 18 de agosto de 1930 


 La utilidad de las Estadísticas

Hubo un tiempo en que el ex esposo de Colette se dedicó a viajar, sin darse descanso alguno. Maupassant que conocía su manía ambulatoria, le preguntó:

–Pero... ¿No temes a los descarrilamientos?

–¡Bah! – repuso, displicente Willy. – Una estadística reciente dice que por cada diez mil personas que mueren en su propio lecho sólo una fallece en un accidente ferroviario.

Caras y caretas, 31 de septiembre de 1930 


 El Diario de los Goncourt

De Maupassant se dice que sólo tenía un libro sobre su mesa de trabajo: El almanaque de Gotha. Un síntoma del comienzo de su manía de grandezas.

Maupassant, atacado por la locura de grandezas, creía que había sido nombrado conde, y exigía que se le llamase “el señor conde”.

Fragmentos del artículo El Diario de los Goncourt

Caras y caretas 29 de noviembre de 1930. 


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Estos diez literatos ilustres que componen la Academia Goncourt se reúnen una vez al mes en un restaurante de buena cocina clasicota, para no dar demasiada solemnidad a sus conversaciones, y a la hora de pagar la nota comparece el fantasma de Goncourt y se entiende con el comptoir. “¡Qué primada!”, dirán en España. ¿Por qué “primada”? Goncourt no ha procedido tan desinteresadamente como parece. Al fundar la Academia levantó su propia estatua. ¿Qué sería de la fama de los Goncourt sin esa institución, que perpetúa su nombre? Su obra de novelistas, interesante en su tiempo, porque impuso una innovación en el género, se va destiñendo con los años. Ahora se les lee con menos entusiasmo. Los gustos han tornado otros rumbos. El mismo Marcel Proust, que estaba como astro de primera magnitud en el cénit recientemente, empieza a enviarnos una luz menos viva. ¿Qué quedará de los Goncourt? Su fórmula naturalista no rima ya con las costumbres. Ahora otros escritores dan la impresión de lo real con una brusquedad que no carece de poesía. Pero tampoco será eterna su privanza sobre el lector. Cada generación parece venir a la vida con el propósito de desautorizar lo que aludieron sus antecesores. pero Goncourt tuvo la idea genial de crear su Academia, poniéndola bajo el patronato de diez nombres ilustres. Los primeros designados fueron: Gustavo Flaubert, Paul de Saint Victor, Louis Venillot, Theodoro de Bauville, Barbey de’Aurevilly, Charles Fromentin, Emile Zola, Alfonso Daudet, Leon Cladel, Felipe de Chennevières. Pero la muerte, realizando su función eliminatoria, reformó esa lista: Fomentin fue sustituido por Paul Bourget; a Flaubert le sucedió Maupassant; Saint Víctor dejó una vacante, que ocupo Henri Ceard, y Venillot fue reemplazado por Pierre Loti. 

La composición actual de la Academia es menos brillante, pues, al lado de un gran escritor como León Daudet, figuran personalidades literarias que la posteridad ignorará en absoluto. De ellos halaré con más extensión en cuanto se reúnan para fallar, acontecimiento que esta ya, como suele decirse, al caer...

Fragmento del artículo La Academia Goncourt por Manuel Bueno

Blanco y Negro, 30 de noviembre de 1930 


París va a rendir homenaje a Guy de Maupassant, maestro francés de la novela corta, colocando una lápida en el edificio que habitó cuando escribió su cuento más famoso : «Boule de Suif». El edificio está situado en el número 19 de la calle de Clauzel. El Consejo municipal votó la colocación de la lápida en su última reunión.

El Heraldo de Madrid, 18 de diciembre de 1930 


 

 

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE), Hemeroteca ABC

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos González

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